lunes, 19 de diciembre de 2011

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA [5.469]


José María Fonollosa

José María Fonollosa (Barcelona, 8 de agosto de 1922 – 7 de octubre de 1991) fue un poeta español de la generación de la posguerra. Se le considera un caso singular de poeta secreto en la literatura española (al estilo de Constantino Cavafis o Pessoa), ya que se mantuvo inédito durante casi treinta años, entre 1961 y 1990, periodo en que permaneció al margen de corrientes literarias y totalmente desconocido para crítica y público.

Nació en 1922 en Casa Antúnez, Barcelona. Posteriormente, durante la adolescencia se trasladó al barrio del Pueblo Seco.

Publicó su primer libro de poemas en 1945, todavía no cumplidos los 23 años. Se trata de La sombra de tu luz donde se aprecian influencias de poetas como Salinas, Guillén, Federico García Lorca y Alberti y, en general, del estilo y los temas de la generación del 27 de antes de la guerra. Las formas métricas son las utilizadas por los poetas del 27, como las canciones de arte menor de tipo tradicional, romances, sonetos e incluso décimas al estilo de Jorge Guillén. El tema es el amoroso, al modo intelectual y distanciado del 27. No se aprecia sin embargo influencia alguna de las vanguardias o del surrealismo, en boga en la época de preguerra en que escriben los del 27.

Dos años más tarde, en 1948, aparecen los cinco poemas de Umbral del silencio. Renuncia al arte menor y, en su lugar, aparece el verso alejandrino y, especialmente, la estrofa de cuatro versos endecasílabos sin rima. Aunque los temas siguen siendo deudores del 27, aparecen preocupaciones religiosas, propias de la época, que quedarán diluidas en sus composiciones posteriores por un tono amoral y escéptico. Ese mismo año preparó un manuscrito titulado Los pies sobre la tierra, que nunca llegó a imprimirse, pero que tiene gran importancia porque supone el inicio de Ciudad del hombre, un vasto ciclo poético que abarcaría cuatro décadas y que no se vio mermado en absoluto porque no llegase a imprenta. En 1951 en colaboración con Alfredo Papo publica Blues y cantos espirituales negros. En 1951 marcha a Cuba, donde permanecerá durante diez años. Durante su estancia en Cuba publicó por entregas, en el rotativo El País de La Habana, el Romancero de Martí, una obra de 4.000 octosílabos. Tras su regreso a Barcelona en 1961 colaboró en la revista Poesía Española, donde publicó cinco poemas ese mismo año.

Aquí finaliza el periodo de aprendizaje del poeta y, de hecho, aquí acaba su obra publicada. Eso no significa ni mucho menos que dejase de escribir: junto al ciclo de Ciudad del hombre trabajó paralelamente en otra trilogía poética abortada: Soledad del hombre, formada por Destrucción de la mañana, Los rezagados (algunos de cuyos poemas se reelaborarían para Ciudad del hombre) y Tú, cotidiana.

En 1987, un encuentro casual con Pere Gimferrer en Barcelona dio lugar a su primera publicación, en 1990 y tras veintinueve años, de una antología de 97 poemas a la que tituló Ciudad del hombre: New York, utilizando el callejero neoyorquino para titular los poemas.2 Pocos años después Joan Manuel Serrat (1992) y Albert Pla (Supone Fonollosa, 1995) lo dieron a conocer al gran público al poner música a algunos de sus poemas.

Fonollosa muere el 7 de octubre de 1991 en Barcelona. Sobre su mesa, junto a varios borradores y un esbozo de testamento a lápiz, se encontró el siguiente poema:

No a la transmigración en otra especie.
No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
No a que me absorba cualquier divinidad.
No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
reservado a islamitas, con beldades
que un libro garantiza siempre vírgenes.
Porque esos son los juegos para ingenuos
en que mi agnosticismo nunca apuesta.
Mi envite es al no ser. A lo seguro.
Rechaza otro existir, tras consumida
mi ración de este guiso indigerible.
Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.


En 1993, dos años después del fallecimiento del autor, una pequeña editorial barcelonesa publicó 14 poemas inéditos con el título Ciudad del hombre: Barcelona, donde son las calles de la capital catalana las que ahora dan título a los textos. En 1996 otra editorial publicó con el mismo título esos 14 poemas junto con otros 68 inéditos y que incluye el famoso testamento-manifiesto citado más arriba («No a la transmigración en otra especie»), al que prestó su voz rota Robe Iniesta en el disco Supone Fonollosa de Albert Pla.

En 1997 se publicaría póstumamente también Poetas en la noche, crónica novelada en verso en la que refleja el mundo de la lírica contemporánea.

Obras

La sombra de tu luz (1945)
Umbral del silencio (1947)
Blues y cantos espirituales negros (1951)
Romancero de Martí (1955)
Cinco poemas en la revista Poesía Española (1961)
Ciudad del hombre: New York (Sirmio, Barcelona, 1990). Prólogo de Pere Gimferrer.
Ciudad del hombre: Barcelona (Bauma, Cuadernos de Poesía, Barcelona, 1993).
Ciudad del hombre: Barcelona (DVD ediciones, Barcelona, 1996). Prólogo de José Ángel Cilleruelo.
Poetas en la noche (Quaderns Crema, Barcelona, 1997)
Ciudad del hombre: New York (Ediciones El Acantilado, 2000).
Destrucción de la mañana (DVD ediciones, Barcelona, 2001). Prólogo y edición de José Ángel Cilleruelo.




De "Ciudad del hombre, New York":


Avenue of the Americas

Que con ella no iría más le dije.
(Ella anduvo a mi lado hasta mi cuarto.)

Que no la abrazaría más le dije.
(Ella puso mis brazos a su espalda.)

Que no la escucharía más le dije.
(Sus palabras vertía ella en mi boca.)

Que no haría el amor a ella le dije.
Y ahora está descansando sobre mi hombro.



Avinguda del Marqués de L'Argentera

Al verme se apartó de sus amigas
y rodeando mi cuello con sus brazos
les dijo alegremente: -«Quiero a este hombre».

Los demás me miraron con envidia.
Es muy linda en verdad y entró en mi cuarto.
Llegué tarde al trabajo al otro día.

Después no se movió ya de mi casa.
Descubrí que son bellas las estrellas
y me gustó algún tiempo. Pero pronto
olvidé que hay estrellas en la noche.

Ahora su amor me oprime como un peso.
No puedo ya salir con mis amigos.
No puedo ya sonreír a las muchachas.
No puedo ni beber un solo trago.

Es mala esta mujer. De verdad mala.
Tan mala como linda. Si la dejo
me matará, lo sé. Lo sé de veras.

Mis amigos se ríen. Yo estoy triste
pues no logro apartarla de mi lado.
Ojalá no me amase o se muriese.



Beaver Street

Para lucirla por la calle, hermosa.
Y para convivir, la razonable
belleza que Lucrecio aconsejaba.
Pero para la cama más bien fea.

La hermosa y casi hermosa se te tienden
en el lecho y esperan muy seguras
el rápido homenaje que merecen.
Mas son algo pasivas. Y con límites.

La chica más bien fea, sin embargo,
agradece el haber sido elegida
entre otras de más bellas. Participa
con mayor entusiasmo en el amor.

La oscuridad ambiente la sitúa
en plano de igualdad ante la estética.
Y un ciego guía a un ciego, mas los dos
-los cuerpos- hallan juntos sus caminos.

Y deja hacer y accede de buen grado
a cuanto la requiera aquel momento.
Para pasarlo bien en una cama
escoged una chica más bien fea.




Bedford Street

Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».

«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».

Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente. Más intenso.

Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y colores.

No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era comprensible.

Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me objetó. «Ya lo he probado.

Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental, pero en lo físico»

Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo suavemente.

Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba lento.



Bowery Street

Mi placer te creó. Cuando naciste
te destiné ya un hombre. El apropiado
para que él y tú fuerais muy felices.

Modelé tu figura como un barro
precioso, tiernamente, con esmero.
Y forjé tus costumbres con cuidado
artesanal, aislándote del medio.

Vigilé cada día tu sonrisa.
Te enseñé a sonreírme dulcemente.
Y aprendiste muy bien. Te felicito.
Nos hemos merecido ambos el premio.

El premio es este goce tuyo y mío.
El placer que me das, yo lo sentía
cuando estaba, en tu madre, elaborándote.



Broadway

El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces por el tiempo.

El recíproco amor es lo más bello.
Lo sabemos los dos. Pero es muy grande
el vacío que se abre entre el amor
que se ha ido y el amor que aún no ha llegado.

¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza
si es posible colmarlo de sonrisas?

Si se ha ocultado el sol pueden los faros
del coche iluminar la carretera.
Mientras llega otro amor buscando el nuestro
juguemos, sólo juego, a enamorarnos.

Juguemos a querernos, sin querernos,
hasta el día en que alguno de los dos
vuelva a sentir amor por cualquier otro.
El amor es hermoso aun como juego.



Cleveland Place

Sé que por fin has vuelto a la ciudad
en un suntuoso coche de gran lujo...
La gente pensó en mí. Yo la maldigo.

El coche se detuvo ante tu casa,
pero tú no bajaste, no. Vino alguien
a buscarme, mas yo no quise verte.

El coche iba despacio por la calle
dejando tu recuerdo en cada puerta.
Tu cuerpo lo dejó en el cementerio.

Tu madre me miró. Yo la maldije.
Has vuelto a la ciudad porque estás muerta.
Pero yo iré a escupir sobre tu nombre.



Doyers Street

No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.

Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa tan siquiera.

Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse entre estos muros.

Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
¿Cómo cobijar, pues, un gran amor?

No es lógico esperar. No vendrá nunca
un éxito, un amigo, un gran amor.

Debiera de una vez cerrar la puerta.




East 52nd Street

Para hablar no te quiero. Tengo amigos
para tratar de cosas que me inquietan
y ahondar en las ideas que me importan.

Y no nos condiciona nunca el sexo.
Nos lo pasamos bien. Y «Adiós». Y «Hasta otra».
Contigo es diferente. Lo que cuentas
no me interesa nada en absoluto.

Y he de escuchar, no obstante, atentamente
y ocultar mi fastidio a tus palabras.
Porque sino te niegas a mi amor.

Y cuando a mí se ciñe tu figura
grácil y delicada voy perdido.

Pues al sentir tu cuerpo a mí abrazado
nada tiene interés que tú no seas.
Y yo ya no soy mío, sino tuyo.

Y así debo evitar en nuestra charla
lo trascendente; reír tus tontas gracias,
acusarme de estar equivocado...
Entonces sí que accedes a mi amor.

De no mediar el sexo y ser tan bella
te hallara aborrecible y despreciable.
O serías perfecta si no hablaras.



Gracely Square

Es un hermoso cuerpo ese que viene
hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.

Qué bella esa sonrisa roja y húmeda
que se abre, como un sexo a mí ofrecido,
para preguntar algo que no entiendo.

Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,
que su maravilloso cuerpo late
junto a mí. Están sus senos cercanísimos
a mi pecho y el vello en su entrepierna.

Se apretará, oprimido por las bragas,
que adivino adorables y minúsculas.
Y como un ruiseñor sonidos dulces
gorjea su garganta a mis oídos.

Ese increíble cuerpo habla conmigo.
Le respondo: «No sé». Se aparta el cuerpo
y veo que se alejan las caderas.

más perfectas de todo el universo.
He aprender inglés. Ahorita mismo.




Greenwich Avenue

Estoy muy satisfecho de mí mismo.
Yo era un ser seco, huraño y solitario
que envidiaba a los otros su alegría.

Pero rectifiqué. Me costó mucho
adquirir compañía y cara alegre.
Y así he gustado aquellos dulces bienes
que envidiaba a los otros: amistad,
mujer, hijos y el éxito en los negocios.

Uno llega a obtener lo que desea
si de veras se esfuerza en conseguirlo.
La insistencia es la clave del acierto.

La piedra que se encima persistente
sobre sus compañeras de sendero,
logrará que tropiece alguien en ella.

Estoy muy satisfecho de mí mismo
pues sé rectificar. Y comprobado
que amigos, mujer, hijos y negocios
siempre me molestaban y agobiaban,
los dejé sin aviso y sin reparos.

Y he vuelto con alivio a mi yo joven,
a mi ser seco, huraño y solitario.
Y estoy muy satisfecho de mí mismo.



Kennamore Street

Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

Yo quiero que te sientas tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.

Yo quiero que te asomes a cada hora
como un preso aferrado a su ventana
y que sean las piedras de la calle
el único paisaje de tus ojos.

Yo deseo tu muerte donde estés.
Aprenderé a rezar para lograrlo.



Lafayette Street

Esta es la mujer mía. Pueden verla,
no tengan pena, de perfil, de frente.
Pueden acariciarla con los ojos.
Está desnuda bajo su vestido.

Es hermosa, ¿verdad? Todos lo dicen.
Ella también lo sabe. Es muy hermosa.
Mírenla de perfil, de frente. Desde
la uña del pie al cabello es muy hermosa.

Hasta los automóviles más caros
frenan para admirarla cuando pasa.

Vean a las demás. Se han vuelto feas
cuando ha entrado en el bar ella conmigo.
Y nada le pregunta a la cerveza
para hacer maravillas en la cama.

Esta es la mujer mía. No, no hay otra
tan completa cual ella. Es una lástima
que no encuentren ustedes otra igual.
Pueden acariciarla con los ojos.



Leroy Street

Dirígete al Oeste, hasta que el Este
sea el Oeste también, fin y principio

Y entonces ve hacia el Norte, hasta que el Sur
sea el Norte también, fin y principio.

En su confluencia exacta tal vez halles
qué significa el fin y qué el principio.

Pero es mejor que apures tu cerveza
sentado en una mesa con amigos.

Y que otros se alucinen y extravíen
persiguiendo ese fin o ese principio.



Mercer Street

Yo sé que a ti te gusta aunque lo niegues.
Lo sabemos los dos. Tú te complaces
sumisa obedeciendo mi deseo.
Aparentas desgana, mas te agrada.

Quiere ser dominada la mujer.
Le gusta ser forzada. Opone siempre,
aun débil, resistencia a ser amada.
Le place ser tomada por la fuerza.

Como agrada al asfalto en la autopista
que lo recorran coches de potencia.

Uno puede escoger cualquier muchacha.
Disputarla, quitársela incluso a otro.
Ella sigue contenta al que la gane,
aunque lo disimule adusta y seria.

No le importa quien venza. Pertenece,
lo sabe, al que es más fuerte. Es al que admira.
Siempre niega al principio. Luego accede.
Y dócil se acostumbra a cualquier hombre.



Mulberry Street

Dicen que arrodillarse es humillante.

Que es esta posición la del vencido,
del sumiso, del vil, del que renuncia
a la última esperanza de salvarse.

Que estar arrodillado en una calle,
en un templo o salón, afrenta incluso
a aquel que lo contempla y no lo impide.

Como afrenta una bomba que no estalla
a quien confiaba actuara su explosivo.

Sí. Es innoble actitud arrodillarse
delante de otro ser, cuando el sujeto
es pasivo. Mas no si éste es activo.

Porque hay una excepción en que es victoria,
gozo y satisfacción esta postura:
cuando el sexo la exige ansiosamente.

Entonces es divino arrodillarse.



Plaça de Blasco de Garay

Mi casa necesita una mujer
que llene de canciones sus paredes
y complete mi cama por la noche.

Un cuerpo que discurra en torno mío.
Una voz que responda si digo algo.

Yo no tengo el dinero de los otros;
no sé tampoco hablar como los otros,
ni tengo la apostura de los otros.

Por eso necesito una mujer
que oculte mi tristeza entre sus brazos.



Pla de Palau

Tú mi protagonista, mi heroína.

Me impacta tu caricia en mis sentidos
y me siento feliz contigo, a solas.
Toda tú, mía. Yo en ti realizándome.

Mas me dejas y sufro con tu ausencia.

Y desespero. Y vivo mil infiernos
hasta hallarte otra vez, en una esquina
o en el sórdido ambiente de algún antro.

No importa dónde estés. Sólo tú importas.

Quisiera liberarme, no sentir
esta cruel dependencia que a ti me ata
como el sol a la luz que huye y no escapa.

Mas no puedo vivir sin ti, heroína.



Spring Street

No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del espíritu.

Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero...
al ánimo lo colman las delicias.

No me expliquen historias infantiles.

El deleite supremo es el orgasmo.
Lo demás son tan sólo leves signos,
pobres insinuaciones del placer
que uno obtiene acostándose con chicas

y eyaculando en ellas como un dios.
Para otros esos gustos secundarios.
Para mí el goce intenso: la mujer.



Times Square II

Contemplo como salen del local
parejas enlazadas de las manos.
Cuánta mujer hermosa en todas partes.
El vestíbulo exhibe con orgullo
su muestrario de chicas estupendas.

Un amigo a mi lado me saluda.
Me comenta: «Qué film más aburrido.
Las historias de amor son soporíferas».
Yo asiento. Y admirados vigilamos
a una mujer preciosa. Acompañada.

Observo cómo mira ávidamente
las muchachas que surgen de la sala
como los coches surgen de un garaje
ostentando sus líneas sugestivas.
Como las miro yo seguramente.

También él siente el tedio. Ambos quisiéramos
un amor, un hogar de esos que vemos
en el cine y decimos nos aburren.
No igual a aquel que tienen los amigos
que en su gran mayoría se han casado.

Ante una moto grande y esplendente,
como un bello caballo de fuel puro,
nos paramos: «¿Te dejo en algún sitio?»,
precavido pregunta. Yo no acepto.
Buscaré a alguna chica por el Village.



Water Street

El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.

Y estrenar una vida diferente.

Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán propio nuevos hombres..
También ellos querrán un mundo nuevo.

Mejor fuera destruirlo y no hacer otro.




Waverly Place 1

Tu cuerpo que deseo y que rechazo
mi voluntad domina. Como el vino
mi mente turba, excita y reconforta.

Después, saciado, siento oscuramente
vergüenza del placer así logrado.

Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia
resurge en mí acuciante y desespero
y te busco si no te hallo cercana.

No eres joven ni hermosa, sin embargo.
Pero he de conseguirte nuevamente.

A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas.
Y no me importa entonces el orgullo,
vileza, sumisión o servilismo.

Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa.
Mi voluntad domina. Como el vino

que la garganta exige, imprescindible,
necesito obtener, poseer tu cuerpo:
esta dosis que viaja hacia mí mismo.



Waverly Place 2

Hacemos el amor de una manera
imperfecta, mezquina y temerosa.

Nunca profundizamos. Nos quedamos
en la simple epidermis del instinto.
Y el placer obtenido se nos mezcla
con una sensación de desagrado.

Porque ponemos bridas al amor.
Levantamos barreras y frenamos
al llegar al umbral del punto límite.
Nunca lo trasponemos por cobardes.

Nos asusta ese paso hacia adelante.
Y miramos, cansados, al amor
entero, irrealizado, sobre el lecho.

Descontentos por no alcanzar la meta.
Como incendiar un bosque y que una lluvia
imprevista lo apague al poco rato.

Hacemos el amor como si fuera
un rito y por lo tanto usamos símbolos.
Sabemos el sentido de los gestos
y acciones que efectuamos al amarnos.

Morder y devorar, hender, herir...
Y gritos o gemidos alumbrándose.
Su significación es evidente.
Pero nos causa miedo. Y nos frustramos.

Habría que pasar de la parodia
al hecho y realizarnos plenamente.



West 10th Street

La esperé mucho tiempo. No sé cuánto.
No conté el sol, ni el viento, ni la nieve.
No contaba los días. Eran largos.

Supe que volvería. Y la esperé
para echarla de casa como a un perro.

Ahora la olvida todo. Yo, no puedo.



West 32nd Street

No quiso comprender que había acabado.
Se cansa hasta la rosa de ser rosa.
Se cansa la botella de su vino.

Esperaba en la calle cada noche
que saliese al balcón y la llamase.
Entonces traje a casa otra mujer.

La sacaron del río un mediodía
cuando el sol sudoroso caminaba
pegándose a la sombra de las casas.

Tumbado en la colina vi su entierro.
Y me sentí tan leve y descansado
como esa nube ociosa de la tarde.



West 33rd Street

La pareja perfecta es uno solo
haciéndose el amor. Ninguna chica
conoce el cuerpo mío cual yo mismo
y, por tanto, es más sabia mi destreza.

Qué suave recorrido placentero
por las zonas sensibles de mi físico.
Qué mano que no es mía ni es ajena
sino que es tacto, roce, soplo angélico.

Qué en su justo momento el adentrarme
en la medida exacta de mis límites.
Anchura o estrechez, cuanto me plazca,
consigo en el instante apetecido.

Qué variación inmensa obtengo estando
conmigo mismo, amando incluso a aquellas
que niéganme el contacto. A todas cuantas
me venga en gana entonces disfrutarlas.

La pareja perfecta es uno a solas
haciéndose el amor. En ambos sexos.
Resulta incomprensible esa obsesión
que nos lleva al amor en compañía.



West 35th Street

¿Por qué sigo empeñado en encontrar
la mujer que imagina uno en su mente?
Y, además, ¿es que existe esa mujer?

Muchos ya descubrieron al principio
que esa mujer no existe. Al darse cuenta
buscaron al azar una cercana.

Renunciaron al sueño y se adaptaron
a una pequeña dicha y su tristeza.
La vida no da más, seguramente.



William Street

Las mujeres que quiero van con otros.

Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una risa,

el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos...
Esas cosas descubro sólo en otras.

Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me equivoco de mujer.

Las mujeres que quiero van con otros.



Wooster Street

No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y enseguida
conversaste animada con los otros.

Las casas no conocen la piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.

Te adulé largamente y fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.

Y un día descubriste que tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.

Yo no reparo en ti, sino en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y enseguida
animado converso con las otras.




De "Destrucción de la mañana":

1. Y de pronto una voz, mirada, un gesto
tropieza con mi idea de mí mismo
y veo aparecer en el espejo
a un ser inesperado, insospechado,
que me mira con ojos que son míos.

Ese desconocido que soy yo.
Ese al que los demás se dirigían
al dirigirse a mí, sin yo saberlo.
Ese irreconocible ser inmóvil
que inspecciona mis rasgos hoscamente.

En vano apremio al otro, el verdadero,
a aquel que unos segundos antes yo era.
Sólo está frente a mí, con ceño adusto,
ese desconocido inesperado
que me mira con ojos que son míos.



2. Trato de dar con una explicación.
-«Será un fugaz defecto de mi vista.
O mi retina habrá atrapado al vuelo
una imagen disforme, ahora atascada».

Y llamo a mis hermanas y a mi hermano.
Mas me detengo al verlos silenciosos
con aire interrogante. De repente
no aparentan ser ellos los que busco.

¡No conozco estas caras familiares!

Ni esa expresión cansada, sondeadora,
que se enfrenta conmigo, como un muro
que se extraña que quieran traspasarlo.
¡No sé de esas facciones ya marchitas!

Las capto con asombro. No hay recelo
en sus ojos. Tal vez no se dan cuenta
del cambio que han sufrido. O forman parte
de una conspiración para encubrirlo.

9. Miro a mi alrededor. De la penumbra
surgen enamorados que se besan.
Otros siguen el film atentamente.

¿Será, quizá, el amor lo que han logrado?
¿O sólo una muchacha a quien besar
como las que yo llevo algunas veces?

Seguro que hay amor. Como el del cine,
como aquel que palpita entre los libros
o el que uno se imagina estando a solas.

Mas yo no tuve suerte. O persistencia.
No sé de un gran amor. Sí de pequeños.
Únicamente rozo nuestras nimias.

Breves, menudos cielos para el tacto,
los sentidos. Tristeza que da al alma
diminuto dolor. Amor pequeño.

Sólo un amor minúsculo y no obstante
me creo tan capaz de un amor grande,
de ese amor que aparece en libros, cine...



10. No es posible que no haya una mujer
igual que mi arquetipo. En las ciudades
circulan por millares, por millones.

Y mi única estará entre todas ellas.
No es que sea un iluso. Lo que ocurre
es que no di con ella todavía.

Aún no la descubrí. Y el tiempo corre
remolcando mi vida. No se espera
a que acuda hasta mí la que pretendo.

Y esa presura implica más conflictos.
Veo emplazar barreras y abrir fosos
en llanos que estimaba inalterables.



11. Y ha de ser cada día más difícil.
Ya no se acercará a mí desde el alba.
Su tierna adolescencia detendrían
letreros de «Prohibido», «No», «Ya es tarde».

¿De dónde llegará? Si en su figura
deslumbra el mediodía, otros amores
habrán puesto en su oído usados sueños.
Y con cierta aprensión ambos tendríamos
que perdonar minucias trascendentes.

Cubrir con alegría la tristeza
de no habernos hallado el uno al otro
en la estación de amar, cuando se es joven.
¿Y si nunca llegara yo a encontrarla?



12. Si pudiera volver a mi pasado...
Quizás en mi pasado ella sí estaba
y yo no supe verla. Está tal vez
en él aún esperando y yo lo ignoro.

No es posible volver. Nada es posible.
Es todo tan distinto a lo soñado.
He de seguir en mi hoy. Confuso. Solo.
Aislado. Limitado yo a mí mismo.



13. Salgo a la calle. Dudo hacia cuál lado
dirigirme. Da igual un sitio que otro.
Todas las direcciones se bifurcan
en incomodidad o aburrimiento.

De la alta oscuridad baja la lluvia
tropezando en las ráfagas del aire
y se agarra al cabello, manos, traje...

Es bueno caminar en la llovizna.
Es bueno andar despacio bajo el agua.
Sin rumbo uno asimismo, lluvia y viento,
como agua y soplo, nada, por la calle.



14. Los nudillos golpean los cristales
de un bar en una esquina. Hasta mí arriba
mi nombre que me busca entre la lluvia.

Es grato oír el nombre que uno lleva.

Es grato descubrir que uno aún importa.
Que importa a sus amigos que le llaman
cuando pasa uno andando por la calle.



25. Qué tierno es el abrazo, el roce
de su piel, tan suavísima, en la mía.

Qué agradable es tener una mujer.

Y qué grato el cansancio placentero
que adormece la sangre dulcemente.



26. Al despertar es como haber dormido
meses en este incómodo camastro.

Junto a mí se da vuelta una mujer.
Duerme profundamente. No sonríe.

Miro el reloj. Las cuatro menos cinco.
No es bonita. No es joven. ¿Cómo pude
acostarme con ella si a mejores
yo rechacé otras veces? Me levanto.

Debía estar borracho. Aún otro día
perdido, malogrado. Como siempre.

En silencio me visto y al marcharme
ella sigue en letargo. Ronca un poco.



40. Subo las escaleras de mi casa
despacio, descontento, taciturno.
Tan sólo un pensamiento me conforta:

Las casas están llenas de frustrados.
De seres, como yo, sin aptitudes
para ser singulares en enjambres
pese a aspirar brillara su luz propia.

Y poco a poco fueron acogiéndose
a un amor, profesión, final destino
que no era el que anhelaran. Y están solos.



41. Entro en mi habitación. Entramos ambos
mutuamente, eludiéndonos, sombríos.
Está cansado. Noto su cansancio.
Antes no me cansaba con mi cuerpo.

Le miro en el espejo. Está en silencio.
Abatido. Presume su derrota.
Pesaroso. Le escupo varias veces.
Tal vez me compadece y le doy lástima.

Acaso me comprende y me disculpa.
Quizás él también sufre al conocerse
indeseado en mí y juzga que es inútil
pretender que tolere su presencia.

Le aborrezco, es verdad. Y mi desprecio
se extiende por su rostro palidísimo
como áspera maleza por el monte.
Y golpeo el cristal que me lo muestra.

Hasta que le hago huir de mi mirada
sangrándole las manos. ¿O son mías,
por el dolor que corre entre los dedos
y vocifera alertas a mi mente?

Pero está ahí, en el suelo. En mil lugares
se distingue su faz atribulada
que me observa. Y transforma su expresión
en la actitud absorta que era mía.



42. Dejo correr la sangre de las manos.
Acostado en la cama la examino.
Las sábanas la sorben dulcemente
con la quieta avidez de su blancura.

Brota incesantemente. A borbotones.
Tibia y curiosa asoma a mis muñecas
y escapa presurosa de mis manos.

Son manos de vencido. Ellas debían
coger la gloria, amor, coger dinero.
Un día las creí capaces de ello.

Pero nada aprehendieron. No eran hábiles.
O el empeño excedió su exigua fuerza.
Pobres manos humildes y vacías.

Tiemblan un poco. Tiemblan asustadas.
Asustadas y débiles parecen
pedir excusas porque son mediocres.

Les sonrío a mis manos. Las levanto
y las uno. Las siento desvalidas.
Y atisbo como repta sigiloso
ese zumo tan rojo de la vida.







Ciudad del hombre. Barcelona; Ed. Edhasa, 2016.



CARRER DE GIRONA

Es difícil vivir. Es muy difícil.
Parece que los otros nunca saben
lo que deben hacer, decir… Se portan
como actores que ignoran hasta el tema
y lo equivocan y estropean todo.

O a lo mejor soy yo quien se ha adentrado
en alguna obra cuyo asunto ignoro
y aquello que hago y digo no concuerda
con la trama que expone la otra gente.

Por eso necesito mucho tiempo.
Tengo que reconstruir cada jornada
el mundo que destruyen los demás.

Y estudiar cada noche las razones,
por qué las cosas salen de otro modo
a como las tenía bien planeadas.

Y debo preparar con gran cuidado
lo que yo haré y diré al día siguiente.
Y lo que harán, dirán, también los otros
según las situaciones que programo.

Mas no sucede igual a lo previsto.
Por eso necesito estar a solas.
Necesito estar solo mucho tiempo.
Tengo que reconstruirme cada día
mi mundo, que destruyen los demás.



CARRER DE CASP 1

Si intentan prolongar sus privilegios;
si pretenden que aplauda a sus políticos;
si buscan imponer sus religiones;
si quieren que me pliegue ante sus leyes
y desean que ensalce sus ideales,
que no cuenten conmigo. Yo me abstengo.

Que hagan lo que les plazca, pero yo
no moveré ni un dedo a favor suyo.
Escucharé el tronar de sus clamores
igual que cuando sopla el frío viento
afuera y uno está en cama abrigado.

Si intentan extinguir los privilegios;
si pretenden silbar a los políticos;
si buscan combatir las religiones;
si quieren el rechazo de las leyes
y desean se vejen los ideales,
que sí cuenten conmigo. Participo.



AVINGUDA DIAGONAL 1

Con unas herramientas anacrónicas
no es posible un trabajo muy bien hecho.

Decidíos a usar las nuevas técnicas
y echad a la basura el alfabeto.



AVINGUDA DIAGONAL 2

No es fácil acallar la indignación
a la vista de muchas injusticias.

No es fácil engullir los elementos
cuando tantos perecen por el hambre.

Uno sabe que el mal de los demás
hasta él se extenderá si uno no ayuda
a atajarle allí donde aparezca.

Como un coche lanzado cuando invade
nuestra calzada y viene contra el nuestro.

No es fácil ser consciente que hay quien sufre
sin tratar de paliar su grave daño.

No es fácil en verdad. Y mi actitud
—saberlo y nada hacer por remediarlo—
muestra que sé asumir lo más difícil.



AVINGUDA DIAGONAL 4

—”Ahí tienes —me dijeron— el regalo
mayor que puede hacerse: el arrancarte
de la nada, el no ser, de las tinieblas

y ser algo, ser alguien en la luz.
La existencia es algo maravilloso”.

Y me echaron, llorando, entre inmundicias.
Me echaron a vivir sin consultarme,
sin pedir mi opinión o mi permiso.
Sin la oportunidad de rechazarlo.

Y me hicieron su esclavo los mayores
en la casa, en la escuela, por la calle…
Todo lo que veía ya era de ellos.
Tenía que quitárselo, pues, a otros.

Y crecí. Y me enseñaron a robar
por medio del estudio; a ser robado
por medio del trabajo y a desear
cosas —felicidad— inalcanzables.

Y me encontré mil manos que buscaban
lo que buscaba yo, desesperadas,
arañando los muros donde alzábanse
los bienes, pocos para tanta gente.

Manos que si arrancaban un pedazo
de luz, comida o sexo, deberían
luchar con más tesón para apartarlo
de las que lo anhelaban asimismo.

No lo solicité. Cuando les plugo
me alumbraron al mundo, mas la llama,
un día para mí desconocido,
se extinguirá sin mi consentimiento.

No voy a dar gracias por la vida.
Tampoco haré reproches, sin embargo.
No había mala fe, seguramente,
sino inercia, ignorancia… O una esperanza.

Mas no me hablen de espléndido regalo,
de don maravilloso o de favores.

Que aquel que se dé cuenta de la estafa
que ha sufrido, no busque, por su parte,
estafar a otro ser dándole la vida.



PASSEIG DE GRÀCIA 1

Antes que yo lo han dicho muchos otros.
Antes que ellos lo dijo ya otra gente.
Y lo mismo dirán otros más tarde.
Uno se torna humilde y se da cuenta.

Cuanto yo pienso, siento y me sucede
es como piensan, sienten, les ocurre
a los demás que pasan por mi lado.

Es el gozo y dolor de la existencia
que entra en todas las mentes de improviso
como un tímido arroyo a gran torrente.
Gozo y dolor antiguos que percibe
cada uno cual si él solo descubriera.

Otros ya lo expresaron con escritos,
con música, colores o con cámaras.
Y lo hicieron mejor o lo harán luego.

Pero uno sigue hablando de esas cosas,
ya no por lograr algo: por costumbre.
Porque ha de entretenerse de algún modo
mientras gasta su vida. Tan inútil.



PLAÇA DE CATALUNYA 5

Si no puedes destruir a los demás
destrúyete a ti mismo. No, no dejes
que otros lo hagan por ti. Tiene la vida
una meta tan solo que es la muerte.

Alcánzala primero que los otros.

Morir es fácil. La naturaleza
ha puesto mil razones en tu mente
que invitan a la muerte a cada instante.

Busca dentro de ti y las halarás.

Es la naturaleza sabia y buena.
Quiere que te realices totalmente.
Que obtengas tu valor óptimo al máximo.
La plenitud del ser está en la muerte.



CARRER DE JOSEP ANSELM CLAVÉ 1

Yo no tengo enemigos. Si me dicen:

“Aquellos extranjeros enemigos”,
yo veo únicamente a muchos seres
sencillos, como yo. Con uniforme,
como yo. Con fusiles, como yo.

Que piensan, como yo, en cosas corrientes:
el beso de una madre, novia, esposa;
un vaso de cerveza al mediodía;
el hogar, el trabajo, los amigos…

Y esa pizca de amor que de repente
hallamos extraviada en una esquina.

Yo no tengo enemigos. Si me dicen:
“Mata a los extranjeros enemigos”,
yo no sé a quién matar. No lo son ellos.
No son mis enemigos. Soy como ellos.

Si a alguien he de matar es al que ordena
matar a los que son como yo mismo.
Quien quiere que mate en otra efigie.
Quien quiere que me muera en otra muerte.

Quien es, si obedecemos, poderoso.



CARRER AMPLE 3

Yo no quisiera estar aquí. Me agobia
esta casa, esta gente, esta ciudad.

Aquí no. No quisiera estar aquí.
He de buscar el modo de escaparme.

Tal vez encontraría en otro sitio,
en otra casa, en otra gente, en otra
ciudad, el mismo o peor desasosiego.

Mas no quisiera estar aquí. Este cuarto
inhóspito, estos seres inquietantes,
esta urbe aterradora, fría, insólita.

Aquí yo no estoy bien. No en esta casa,
con esta gente, en esta ciudad. No,

yo no quisiera estar aquí atrapado.
He de huir aunque muera en el intento.



CARRER AMPLE 4

Yo leo mi destino aquí en tus ojos
como si todo hubiera ya ocurrido.

Mi pasado, después de ti, está escrito
entre los cuatro muros de una celda
o entre las seis maderas del ataúd.

Yo sé adónde me llevas sutilmente.
Y nada voy a hacer para evitarlo.



PLA DE PALAU 3

Tú mi protagonista, mi heroína.

Me impacta tu caricia en mis sentidos
y me siento feliz contigo, a solas.
Toda tú, mía. Yo en ti realizándome.

Mas me dejas y sufro con tu ausencia.

Y desespero. Y vivo mil infiernos
hasta hallarte otra vez, en una esquina
o en el sórdido ambiente de algún antro.

No importa dónde estés. Solo tú importas.

Quisiera liberarme, no sentir
esta cruel dependencia que a ti me ata
como el sol a la luz que huye y no escapa.

Mas no puedo vivir sin ti, heroína.



AVINGUDA DEL MARQUÈS DE L’ARGENTERA 1

No me gusta quién soy ni cómo soy.
Quisiera en verdad ser alguien distinto.
Liberarme de mí, del yo que ostento.

Vivir en una vida como aquellas
que uno advierte que admiran una flor,
una ave. Incluso a un ser humano a veces.

Me cambiaría al punto por aquel
capaz de sonreír a un nuevo día.
Desearía no ser mi yo más tiempo.


CARRER DE LA RIBERA 1

Resultáis aburridos y vulgares
en la conversación. No se os ve ingenio
ni agilidad mental. Y se os confunde
con los tipos normales deprimidos
que deambulan vacíos por las calles.
Os falta nutrición. Os falta el ácido.

El ácido os transforma. Sois entonces
inquietos como hogueras en los cubos
que encienden vagabundos en invierno.

Vuestro cerebro alcanza cotas altas
de sagaz reflexión y fino análisis.
Da gusto el enfrentarse con vosotros.
Llegáis a lo genial. O lo parece,
que en el fondo es igual. Debéis, pues, darle
su alimento a la mente. Tomad ácido.



PASSATGE MERCANTIL

Exige más porque siempre dan menos
de lo que uno merece. Exige más.

Si te dicen: “Es esto lo que a ti
te corresponde…”. No lo aceptes. Pide
más, mucho más. Si ofrecen cuatro o cinco
es que pueden dar diez. Mantente firme.

Exige más si vales lo que crees.
Te lo darán si de verdad lo vales.



CARRER DE LA FORMATGERIA

Tengo algo que decir. Es un mensaje
que he de comunicar —es importante—
a los demás. Ignoro en qué consiste.
No sé si es advertencia de peligro
o llamar su atención sobre algo bello.

No sé reconocerlo por mí mismo.
Pero siento que late aquí, en mi espíritu,
urgiéndome expresión con impaciencia.
Aunque nadie me escuche he de decirlo.

Su enunciación resulta necesaria
a los otros. Aún más. Imprescindible.
Como el agua que ayuda bajo el suelo
a descubrir el sol a las semillas.
Y aunque reciba burlas o desprecios
debo insistir en temas, formas, símbolos…

Entre ellos debe estar. Sé que son claves.
Y estoy seguro que alguien algún día,
descubrirá en mis poemas las palabras
exactas que componen el mensaje.

Lo siento trascendente para el mundo.
Alguien lo encontrará. Lo dirá entonces
con asombro a los otros. Pero es lástima
que, pues no ocurrirá pronto, no pueda
conocer yo el mensaje. Ni si fue útil.


PLAÇA DE LES OLLES

No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y enseguida
conversaste animada con los otros.

Las casas no conocen la piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.

Te adulé largamente y fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.

Y un día descubriste que tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.

Yo no reparo en ti, sino en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y enseguida
animado converso con las otras.


CARRER DE L’ESPASERIA

Nos advirtieron: “De mil solo unos veinte
alcanzarán con gran dificultad
la penúltima cima de la fama.
Y de mil de esos veinte únicamente
llegará uno a la cúspide más alta”.

Acepté cual los otros. Dedicamos
cada hora, día, mes y año al estudio
de técnicas y brújulas y equipos
necesarios al fin que perseguíamos.

Vocación y aptitud nos desbordaban.

Ni subí la ladera. Debo ser
de aquellos novencientos ochenta, uno.

Y eso que me esforcé siempre hasta el límite.

Por lo visto no soy bastante bueno
compitiendo con otros. Es difícil
escalar sobre cuerpos sudorosos
que traban y se empujan contra el nuestro.

Nada más comenzar nos lo advirtieron.
Y quisimos seguir. No hay, pues, engaño
sino el propio. Tal vez. Mas yo, no obstante,
sentía en mí —y aún siento— que tenía
que ser de los que llegan a la cumbre.



ZELESTE 2

Lo básico vital es sencillísimo:
amar, comer, dormir. Y eso ya basta
para hacer digno y bello el transcurrir
por un tiempo sembrado de regalos.

Me asombra descubrir la mucha gente
que vive de este modo. Que empezó
a vivir de este modo ya al principio.

Sin saberlo quizá, sin meditarlo,
estaban en lo cierto. Amar, comer,
dormir es placentero. Y es lo básico.

Qué difícil camino a lo sencillo
he estado recorriendo muchos años
buscando la razón de la existencia.

Amar, comer, dormir. Esta es la clave
del porqué de la vida, el ser en ella.
Qué prodigio poder cada jornada
amar, comer, dormir. Cuántas delicias.


ZELESTE 6

Ese sentirse solo a la salida
el trabajo, del cine, al ir a casa…

Saber que nadie espera que uno llegue
para alegrarse al verle o rechazarle,
hace enemiga calle la desierta
e inhóspita la calle más poblada.

Los amigos… Me cuentan sus problemas
y se marchan aprisa. Y uno queda,
de nuevo, otra vez, solo y debe, siempre,
replegarse en su yo y su aburrimiento.

Qué vacío descubre uno en sí mismo
cuando uno mismo busca su yo interno.
Qué ser desagradable se contempla
cuando su propio ser uno examina.

Y aquí, entre tanta gente, en la ciudad,
siente uno que no importa nada a nadie.



ZELESTE 12

Muchas veces sonrío complacido
a mi cuerpo pletórico de aciertos.
Tiene aspecto atrayente. Es un modelo
de sobria perfección físicamente.
Es un fuera de serie indiscutible.

Un prototipo para su experimento
cuyo exacto sentido se me escapa.
Irradia seducción, fuerza… Es espléndido.
A veces me deseo y me masturbo.

He de reconocer que me entusiasma.
Cuando pasen los años por mi lado
él continuará siendo un arquetipo.

Y hasta un día la muerte, enamorada
de él, lo guardará incorrupto por el tiempo.

Lo merece este cuerpo. Bello. Mío.



CARRER DELS ASSAONADORS

Muchas veces intento rebelarme.
Me siento miserable, atormentado,
si no logro expresar debidamente
—la perfección no existe, estoy seguro,
la busqué tenazmente y no la he hallado—
la idea que me exige ser expuesta.
Y mi insignificancia me es patente.

Y sé que yo no soy el adecuado,
el que debiera hacerlo. Hay un error
monstruoso al destinarme a esta tarea
que otro haría mejor. Mi selección
fue un fracaso de las computadoras
que señalan destinos a los nombres.

No merezco el honor que se me hiciera
y sé que no soy digno de él tampoco.
Que me libren del peso de esta pluma.
Déjenme en lo que soy: un ser humano.
Un débil amasijo de pasiones
vulnerable al sabor de cada día.

Sin nada que explicar a los demás,
que además nada quieren les explique.
Dedicado a arrancar de cada instante
los bienes sensoriales que contenga.
No quiero estar allí encerrado haciendo una obra.
No quiero describir. Quiero estar solo
dedicado a vivir intensamente.



PASSEIG DE LLUÍS COMPANYS 1

Cuando me vaya un día, mucha gente
acudirá a decirme: “Hasta la vista”.
Con los ojos brumosos y la voz
enronquecida y rota en la garganta.

Se reunirán entonces familiares.
Las mujeres que he amado y aun aquellas
que tal vez me quisieron. Los amigos,
vecinos, conocidos… Mucha gente.

Se acercarán despacio, el rostro serio,
mirándome y mirándose unos a otros
—reunidos junto a mí mis yo dispersos—
alrededor del coche en que me marche.

Aunque parta hacia el éxito, a la cumbre
de mi realización como individuo;
aunque me esperen paraísos plácidos
adonde me dirija en aquel viaje,

alguien musitará en silencio: “Vuelve.
Te queremos aquí. Tú, entre nosotros”.
Mas yo no volveré cuando me vaya.
Ni tampoco vendrá nadie ese día.


PASSEIG DE LLUÍS COMPANYS 2

Estamos en el fin. Se ha terminado
el camino ante rocas infranqueables.
Fue bello transcurrir por sitios nuevos.

Recorrimos inéditos paisajes
que admiramos un rato con asombro.
Y pueblos y ciudades con personas
que hallamos, con el trato, apasionantes.

Llegamos hasta donde era posible.
Y hasta nos extendimos por los tramos
desérticos al pie de la barrera
en busca de algún paso. Pero estábamos
dentro de un laberinto sin salida.

Siempre alzábase el muro irreductible.
Para ir más adelante, por lo tanto,
de estas moles inmensas insalvables
y ver qué es lo que ocúltase tras ellas,
no nos sirven los medios hasta hoy válidos.

Hay que intentar un método distinto.
Y escalar o volar. Es indudable
que ha de ser diferente a cuanto hicimos.
O hay que volver atrás. A nuestro origen.

Y desde allí partir por un sendero
diverso al que tomamos, que nos lleve
más allá de estas rocas que nos paran.



RAMBLA DE CANALETES 3

Cuando sintáis la angustia insoportable,

la absurda incomprensión a vuestros actos,
la fría hostilidad que va adentrándose
en vosotros, aislándoos, encerrándoos,
comprimiendo la mente, destrozándola…

solo hay una salida —única— válida.



RAMBLA DE CAPUTXINS 1

No es que esté adelantado. Estoy aquí,
en este instante justo en el que vivo.
En el que también viven los demás
sin darse, sin embargo, cuenta de ello.

Su sensibilidad está arañando
emociones que guarda ya el pasado,
como capas de tierra sepultadas
por las que, más recientes, las cubrieron.

Engullen los matices sensoriales
de una época que fue, mas ya no existe.
Devoran la carroña —los cadáveres
de exquisiteces muertas— de otros tiempos.

No es que esté adelantado. Son los otros
los que van rezagados en las artes
y sienten cual delicias expresiones
ya corruptas en este —ahora— instante.



CARRER DE COLOM

No hay que desanimarse si las cosas
no resultan del modo apetecido.

Alguien con mi fracaso obtendrá su éxito.
Es el raro equilibrio de la vida.
No hay que desesperarse por lo tanto.

Debe felicitarse al ganador
y explorar nuevos sitios concurridos.

Los bares y espectáculos nocturnos
son cual colmenas donde las abejas
depositan su miel lograda afuera.

La suerte es indudable que me aguarda
en un lugar que ignoro. Estoy alerta.

Y no me desanimo. Hay muchas calles
que recorrer y actividades múltiples
que no experimenté. En cualquiera de ellas

un mal es siempre un bien para otro. Un día
el mal de otro será un bien para mí.



CARRER DEL VIDRE

Soy capaz de entender que hayan quedado
anticuadas ideas y costumbres
y si alguien aún las sigue practicando
nos parezca el folklore más ridículo.

Dan risa los ideales, convenciones
y urbanidad de los antepasados.
Nuestros conceptos son ningún concepto.
Tal vez sobrevivir. O quizá ni esto.

Soy capaz de entender que hayan quedado
vestigios de algo digno de otros tiempos.
algo debía de haber bueno entonces
que merezca salvarse. Mas no lo hallo.



RAMBLA DE SANTA MÒNICA 3

Tengo un grito frenado en la garganta
que pugna por salir, desesperado.

Me cuesta contenerlo. Me ahoga casi
su volumen y fuerza que reprimo.
No quiere estar más tiempo en mí atrapado.

Mas no lo soltaré. Se rompería
el cómplice equilibrio con los otros
que contienen también su feroz grito
que aterraría a quienes lo escucharan.

He de buscar un sitio descampado
o inaccesible cumbre. O coche en marcha
a gran velocidad por la autopista.

Para expulsar el grito desgarrado
que aterraría oírlo hay que estar solo.


CARRER NOU DE LA RAMBLA 3

¿Por qué sigo empeñado en encontrar
la mujer que imagina uno en su mente?
Y, además, ¿es que existe esa mujer?

Muchos ya descubrieron al principio
que esa mujer no existe. Al darse cuenta
buscaron al azar una cercana.

Renunciaron al sueño y se adaptaron
a una pequeña dicha y su tristeza.
La vida no da más, seguramente.


CARRER NOU DE LA RAMBLA 3 bis

Es posible alcanzarte aunque estés lejos.
No sientas tanto orgullo de ti mismo.

Puedes ser premio Nobel, millonario
o campeón de boxeo. O de otras élites.
Mas no alardees mucho y no exasperes.
Da las gracias porque lo permitimos.

Pues bastará que alguno de nosotros
—inculto, pobre o débil— lo desee
y te despojará en un breve instante
de tu fuerza, riqueza o inteligencia.

Se acortan las distancias con un arma.
Y entonces es quien la usa el importante.


CARRER DE SANT PAU

Hay casas que devoran la existencia.
La pudren, como lluvia al heno fresco,
un poco cada día, lentamente.

Estoy muerto en mi casa. El hogar es
una gruesa cadena que nos ata.
Y ceñirá mis pies hasta la muerte.

Pero, no obstante, existen otros techos
en donde se cobija el sol a veces.
Otros muebles que alegres nos sonríen.

Otros brazos que cantan las canciones
que nunca he conocido yo en mi casa.
Mas estoy muerto aquí, entre estas paredes.


PLAÇA DEL PES DE LA PALLA 1

Me asusto en ocasiones de mí mismo.
Puedo sentir el mundo en mi interior
vibrando, revelándose, sereno,
en todo su esplendor. El contenido
—la inmensidad— mayor que el continente.

Puedo sentir entero el universo
dispuesto a dar respuesta a mis preguntas.
Bastara el atreverme a planteárselas.
Develar el secreto más lejano.
Y despejar incógnitas obtusas.

Y siento que podría oír también
la recatada voz de lo más ínfimo.
La del grano de arena que fue roca.
La de la ameba huyendo de sí misma.
De los genes que guardan la alegría.

Y el transcurrir frenético en el átomo
de electrones en torno al núcleo, ansiando
liberarse y viajar a espacios nuevos.
Todo está en mi cerebro contenido.
Y me asusta querer decirlo un día.


CARRER DE LA CONCÒRDIA

Yo no sé si soy yo los pensamientos
que en mí hallo: tiernos, crueles, muy disímiles,
pretendiendo, mezclados en mi mente,
cada uno de ellos ser mi yo exactísimo.

No sé a cuál escoger de todos ellos.
ni a cuál he de seguir de mis impulsos,
pues los que siento son contradictorios:
tiernos, crueles, disímiles. Distintos.

Besar a la muchacha a mí cercana,
saltar por la ventana a que me asomo,
matar al que interrumpe mi camino,
son deseos vehementes que contengo.

Y no sé cómo actuar ante algún hecho.
Grato y desagradable al par lo capto.
Y alegría, dolor o indiferencia
rápidos se suceden muchas veces.

No sé si esto le pasa a todo el mundo.
Si es esta confusión corriente en todos.
Ni podría explicarme, aunque quisiera,
pues no sé nada cierto de mí mismo.



CARRER MAGALHÃES 1

Voy por la calle solo entre los otros.
Contemplo a los demás desde sus ojos
y me parece entonces que no existo.

Yo miro sus mujeres como mira
el pájaro la rama ya cortada:
como algo que era mío y me quitaron.

Y veo la alegría en otras bocas
como un insulto personal. Sonríen.
También yo sonreiría a mis amigos.

Pero no tengo a nadie. Solo mi odio.
Y voy con mi odio, solo, por la calle.
Una calle, otra calle… Caminando.


CARRER NOU DE LA RAMBLA 1

Hoy me ha dicho mi madre: “Ya he tenido
en mis brazos los hijos de mis hijas.
Quizás un día alcance a ver los tuyos”.

Yo no la he contestado. No acostumbro
a hacerlo. Rara vez. Sigo comiendo
mientras leo un periódico cualquiera.

Pero ella no se queja. No se queja
de mi duro silencio. Envejecida
queda ante mí, distante, humildemente.

Y ella debe haber sido, de mi vida,
el centro importantísimo en mi infancia.
Ahora es un casi olvido de la muerte.
Cual si estuviera muerta su presencia.

Yo no le digo nada. Me molesta
que esté pendiente siempre de mis actos,
con afán de ayudarme, de serme útil.

Me siente desdichado. Y piensa, acaso,
darme una solución. Dice, por eso:
“Quizás un día alcance a ver a tus hijos”.

Sin haber terminado de cenar
he salido de casa. Tengo que huir
de mi entorno, de mí. Ser yo, distinto.

No es fácil escapar de lo que es uno.
A veces se consigue, por un tiempo,
con un libro. O el cine. O la bebida.
Miro la cartelera de espectáculos.


CARRER DE VILA I VILÀ 1

Nada tiene sentido. Estoy cansado
de esforzarme por cosas que han perdido
interés. Ya no ansío el obtenerlas.
No valían la pena por tanto.

Y miro a las mujeres. Esos seres
orgullosos, egoístas y cargantes.
Y miro a los amigos. Esos seres
presuntuosos, mezquinos y pesados.

Miro las flores, árboles, los bichos.
Me son indiferentes o molestos.
Y los montes más altos me parecen
aparatosas muestras de lo inútil.

La tierra es un bostezo de sí misma
deambulando por su solar sistema
recorriendo caminos repetidos.
Como yo. Como todos los humanos.


CARRER D’EN FONTRODONA 1

Después me elogiaréis. Diréis: “Me hubiera
gustado demostrarle el gran aprecio
que sentía por él. Mas por desgracia…”

Hallaréis las excusas convincentes.
Estaréis orgullosos de mí entonces.
Cual de esa playa o monte singulares
cercanos al lugar del hogar vuestro.

Pero ahora estáis callados. No me dais
ni una palabra amable. Y sabéis bien
que es ahora cuando yo la necesito.



AVINGUDA DEL PARAL·LEL 7

No sé qué es lo que ocurre. Los mayores
como a un igual me tratan y los jóvenes
me miran desconfiados, como si algo
les hiciera de golpe distanciarse.

Me siento como el viento al penetrar
en alguna mansión desconocida.
Me observo en el espejo y veo un rostro
idéntico al que he hallado tantos años.

No creo haber variado de maneras
que, mejores o peores, son las mismas.
No me explico este cambio repentino.
No entiendo a los demás. Pero algo pasa.



AVINGUDA DEL PARAL·LEL 8

Es un hermoso cuerpo ese que viene
hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.

Qué bella esa sonrisa roja y húmeda
que se abre, como un sexo a mí ofrecido,
para preguntar algo que no entiendo.

Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,
que su maravilloso cuerpo late
junto a mí. Están sus senos cercanísimos
a mi pecho y el vello en su entrepierna

se apretará, oprimido por las bragas,
que adivino adorables y minúsculas.
Y como un ruiseñor sonidos dulces
gorjea su garganta a mis oídos.

Ese increíble cuerpo habla conmigo.
Le respondo: “No sé”. Se aparta el cuerpo
y veo que se alejan las caderas

más perfectas de todo el universo.
He de aprender inglés. Ahorita mismo.






.

No hay comentarios:

Publicar un comentario