sábado, 17 de diciembre de 2011
5436.- RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
Raúl Gustavo Aguirre, (1927-1983).
Poeta, ensayista, traductor, crítico literario y profesor universitario argentino, nacido en Buenos Aires el 2 de enero de 1927 y fallecido en su ciudad natal el 18 de enero de 1983. Autor destacado en la lírica argentina contemporánea, fue también un activo y fecundo animador cultural que, desde la revista literaria Poesía Buenos Aires, propugnó la corriente conocida como Invencionismo y alentó el quehacer de los jóvenes autores que seguían mostrando un especial interés por la Vanguardia.
Inclinado hacia la lectura y la escritura literaria desde su infancia, a los once años compuso El soldadito de plomo, una pieza teatral para títeres que, en la actualidad, aún se representa en colegios y escenarios infantiles. Seis años después, el jovencísimo Raúl Gustavo Aguirre se reveló como un poeta precoz cuando, con apenas diecisiete años de edad, se alzó con el Premio Iniciación merced a su poemario El tiempo de la rosa (1945), una colección de versos que, con todos los errores y defectos inherentes a su condición de obra primeriza y prematura, presenta unas interesantes connotaciones neorrománticas reveladoras de las tempranas influencias que recibió su autor.
En colaboración con el poeta y dramaturgo Edgar Bayley, Aguirre fundó, en 1950, la revista literaria Poesía Buenos Aires, una excelente publicación cultural que, durante sus diez años de existencia, aglutinó en sus páginas a los poetas argentinos más relevantes de la década de los cincuenta. Además, Bayley y Aguirre dieron cabida en su revista a otros escritores de generaciones anteriores que, de esta manera, establecieron sólidos vínculos estéticos y temáticos con los nuevos creadores; y el propio Aguirre aprovechó la aceptable difusión alcanzada por estas páginas para verter en ellas notabilísimas traducciones, realizadas por él mismo, de poetas franceses que, a partir de este trabajo del joven escritor bonaerense, influyeron también de forma evidente en la escritura de numerosos autores argentinos de mediados del siglo XX.
Durante este fecundo decenio en el que estuvo vigente Poesía Buenos Aires, surgió entre un nutrido grupo de escritores -entre ellos, el propio Raúl G. Aguirre- una nueva corriente poética bautizada como Invencionismo. Atenta a los movimientos vanguardistas que habían florecido en Europa tres décadas antes, esta tendencia asumió importantes rasgos formales y conceptos ideológicos del Ultraísmo, el Creacionismo y el Surrealismo, e introdujo en las Letras australes las obras de algunos de los principales cultivadores europeos de dichos movimientos vanguardistas (cuyos versos fueron traducidos, en su mayor parte, por Aguirre). La labor de esta publicación se reveló tan fecunda que, cuando apenas llevaba dos años en el mercado, Aguirre decidió publicar una muestra antológica de los poemas más interesantes publicados en sus páginas. Surgió así su Antología de una poesía nueva (1952), obra de obligada referencia para el estudioso de la lírica argentina de mediados del siglo XX.
Poco tiempo antes, Raúl Gustavo Aguirre había dado a la imprenta su segunda entrega poética, publicada bajo el título de Cuerpo del horizonte (1951). Así empezó a incrementar una interesante producción propia que, con el paso del tiempo, incluyó otros títulos tan notables como La danza nupcial (1954), Cuaderno de notas (1957), Redes y violencias (1958), Alguna memoria (1960), Señales de vida (1962) -poemario considerado por la crítica especializada como su obra maestra- y La piedra movediza (1968).
Al tiempo que iba pergeñando esta interesante producción poética, Raúl Gustavo Aguirre brillaba por sus cursos y conferencias sobre literatura de todas las épocas, así como por su labor de crítico literario y promotor cultural. Tras la buena acogida de la primera muestra antológica de la lírica recogida en Poesía Buenos Aires, publicó, en los números 13 y 14 de esta revista, un nuevo trabajo de antólogo titulado Poetas de hoy: Buenos Aires, 1953 (1954), en el que figuraban las muestras más recientes de poesía argentina del momento. Mucho tiempo después, cuando ya habían transcurrido casi cuarenta años desde la aparición del último número de su célebre revista, Aguirre publicó El Movimiento Poesía Buenos Aires 1950-1960 (Buenos Aires, 1979) una espléndida semblanza histórica de los avatares de esta publicación, así como una aguda valoración crítica de lo que había supuesto en la evolución de la literatura argentina.
El escritor bonaerense, que gozó de gran reconocimiento internacional como estudioso de la poesía hispanoamericana contemporánea, viajo por numerosos países de habla hispana impartiendo clases y dictando conferencias. Sus críticas y reseñas se publicaron en revistas nacionales (como La Gaceta, de Tucumán) y en publicaciones del resto del continente americano (como Zona Franca, de Caracas, y Plural, de México).
Raúl Gustavo Aguirre, que fue galardonado en 1981 con el Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, publicó otras interesantes muestras de su trabajo como antólogo y estudioso de la literatura. Entre ellas, cabe recordar las tituladas Problemas de la literatura contemporánea (Valencia [Venezuela], 1969), Poesía argentina contemporánea (Valencia [Venezuela], 1973), Antología (Buenos Aires, 1978), Antología de la poesía argentina (Buenos Aires, 1979) y El dadaísmo (Caracas, 1982). Otras obras suyas son La estrella fugaz (Buenos Aires, 1984) y Temporada en el infierno (1986).
La reina
Desde la playa de mi sexo
yo te saludo, reina
de la noche y del día.
Sin ti mis fuegos nada queman
Sin ti mis signos nada indican
Sin ti mis construcciones me ahogarían.
Yo te saludo, reina
de lo absurdo. Y te hablo
Y te amo y te asesino.
Strip tease
Ella es toda alegría.
Danza
su canción
desnuda
para ella.
Los demás ven un cuerpo
se balancean en la magia
conocen una rara
libertad.
Aúllan porque temen
temen esa alegría
de pronto
tan pura entre los muertos
tan parecida a dios
o a un poema.
Alguna memoria (I)
Bella que me anuncias una extraordinaria complicación. Tantos
crímenes olvidados reaparecen por ti.
Llega el tiempo de la proeza infatigable frente a tus ojos sin sueño
que ningún diamante puede cerrar.
Ella se expone a las angustias del siglo, usinas de la realidad. Más
explícita se quiere, menos se la conoce. El sueño de los asesinos y
de los poetas es que llegue a tener un rostro.
Para llegar aquí, ella debe atravesar una región de fotógrafos
exacerbados por su asombrosa presencia.
A pesar de su aplicación, estos espectadores sólo se quedarán
con las pruebas delebles de su distancia de la verdad. Es que para
retenerla hubiera sido preciso transformarse en ella, ser ella, y no su
descripción más o menos feliz. Yo me lo repito siempre después de
mis tentativas inútiles.
Ella mantiene la frescura, la diligencia feliz de la vida, por cuya justificación
nos dejamos tentar, hierros de tristeza y de habilidad vergonzosa. Invita
a los hombres, a quienes sabe posibles no por el memorial de sus servicios
sino por la suma de su condición, a un juego de alta conciencia y de
contumancia en el extremos de los enigmas. Ha conseguido así formar una
tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin
embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza.
La jurisprudencia acumulada por las heridas, la imagen del mundo
construida con la memoria de una continua decepción, la torpeza de la
saciedad en el epílogo, todas las apariencias de la consumación se
borran y se anulan en el esplendor de ese deseo que arrastra consigo,
el asombro, el origen y la felicidad del universo y que ella, continuamente,
se complace en inspirar.
El que no aprende nunca
El que no aprende nunca toca el fuego
el que no aprende nunca da una mano,
el que no aprende nunca vuelve a andar.
El que no aprende nunca se golpea
contra una pared y con la otra
y después con la otra y con la otra
y sigue caminando.
El ballet infinito
Somos, yendo y viniendo
por nuestro propio escándalo,
amantes presurosos
en un bosque incendiado,
insensatas criaturas
que se olvidan del tiempo,
el tiempo sin piedad
que le falta a la muerte
para ser importante.
La trinchera del Rin
Yo, Martin
Heidegger, filósofo
que pensó lo Impensable
y que anunció la pérdida del Ser
en razón de la ciencia y del olvido,
fui declarado por mis pares
“persona totalmente prescindible”
y enviado a cavar esta trinchera
a lo largo del Rin.
Bajo mis pies se ahonda la tierra venerable.
Cae el azul crepúsculo de Georg Trakl. Tengo frío.
Y en el bosque cercano suena otra vez, oscura,
la risa del idiota que asistía a mis clases.
Preguntas
Algunos poetas me hacen llegar
sus libros, sus cartas, sus biografías y fotografías,
las nóminas de sus distinciones,
las fotocopias de sus declaraciones
y sus poemas inéditos.
Y yo me digo: ¿qué tengo que ver
con estos poetas tan productivos,
eficaces y dinámicos,
tan descollantes de personalidad,
tan seguros de sí, tan convencidos
de haber encontrado las palabras
y las claves definitivas?
¿Y qué tengo yo que ver con esos
otros, los nostálgicos, los que se
jactan de sus penas y me endosan sus importantes fracasos?
¿Y qué con esos otros que vociferan sus amores
y se abrazan en público con sus mujeres y sus
hombres, con sus ciudades, sus consignas, sus banderas y sus dioses?
¿Qué tengo yo que ver con esos poetas, yo que soy tartamudo,
yo que estoy aterrado,
yo que perdí las señas
y no tengo camino ni memoria
y apenas sobrevivo?
LA OBSESIÓN DE SER EN LA POESÍA…
La obsesión de ser en la poesía, en medio de una materia sin compromiso alguno con nosotros, ávida por desasirse de nuestra complicada química corporal.
Siempre se servirá la poesía de esa alianza impenetrable entre la confusión de un hombre y la presencia de un niño.
Romper la barrera del sonido. (Todos los desastres precedían ese momento soberano en que el poeta, por una suma acelerada de actos de veracidad, emerge solitario en la región absoluta.)
La magia de la existencia es enorme. La tarea del lenguaje es revelarla, no sustituirla.
Es preciso volvernos a tiempo hacia la ventana, a fin de no devenir considerables.
El poeta es el hombre de la lenta obsesión.
En tanta felicidad posible, misteriosamente asesinada, arde la poesía…
Cuaderno de notas (fragmento), 1957.
Y UNO LES RUEGA A LAS PALABRAS…
Y uno les ruega a las palabras
que no se porten mal, que no levanten
su reja ante nosotros. Uno les ruega
que nada digan si no pueden
más que decir, decir, ruido y miseria
queriendo hablar lo que no importa,
lo que ya se torció, lo que está frío,
y roto, y negramente terminado
tan sólo porque un día Adán habló.
¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse
en el silencio de antes, para siempre.
Y sangrar sin adornos.
Señales de vida, 1949-1981.
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