Serafina Núñez, cuyo nombre completo es Mercedes Serafina Núñez de Villavicencio y Ortiz nació en La Habana, Cuba, el 14 de agosto de 1913.
Se graduó de maestra normalista en La Habana en 1936 y posteriormente inició estudios de Pedagogía en la Universidad de La Habana en 1949, finalizando hasta el tercer curso cuando comenzó a trabajar como docente de enseñanza primaria. Labor que realizaría hasta 1969.
Su comienzo de modo profesional en el mundo de la literatura vino de la mano del poeta español Juan Ramón Jiménez, quien la incluyó en La poesía cubana en 1936 y mantendría con ella una sincera amistad durante toda su vida, hasta el punto de sufragar los gastos de su primer libro Mar Cautiva (1937), y prologaría Vigilia y secreto (1942).
Durante su vida literaria recibiría el elogio de la crítica y la admiración y amistad de personalidades como Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, y el ya mencionado Juan Ramón Jiménez.
Pasaría más de 30 años sin publicar hasta que en 1992 ve la luz el libro Los reinos sucesivos, edición homenaje a la autora. A partir de ese momento se sucederían distintas publicaciones, entre las que destacan las antologías En las serenas márgenes (1999) edición financiada por la Unesco y Tierra de secreta transparencia, edición del poeta andaluz Diego Ropero Regidor y selección del poeta cubano Jorge Enrique González-Pacheco, radicado en Estados Unidos. Editorial Torremozas y Fundación Juan Ramón Jiménez (2004). Lo peculiar de Tierra de secreta transparencia, es que fue creado entre España (Moguer y Madrid), Estados Unidos (Miami) y Cuba (La Habana). Más tarde, en el año 2006, el Frente de Afirmación Hispanista publica en México una edición fascimilar de su primer volumen, Mar Cautiva, con prólogo del investigador y poeta cubano radicado en México, Roberto Carlos Hernández Ferro, quien hace llegar a manos de Serafina el primer libro salido de imprenta, esto pocos días antes del deceso de la escritora.
En el 2001 visitó Miami como invitada de la Feria Internacional del Libro de esta ciudad estadounidense, y entre los presentes en el homenaje estuvieron el escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010 y el escritor de origen indio y residente en el Reino Unido, Vidiadhar Surajprasad Naipaul, Premio Nobel de Literatura, 2001. Obteniendo un gran reconocimiento.
Serafina Núñez, continuará siendo una de las voces más poderosas y representativas de la lírica cubana de todos los tiempos.
La poeta falleció en junio de 2006 a la edad de 92 años.
Bibliografía
1936: Antología de la Poesía Cubana en 1936
1937: Mar Cautiva
1938: Isla en el sueño (Incluye una carta que le dedicara la poeta chilena Gabriela Mistral)
1942: Vigilia y Secreto (Prólogo titulado El Ansia Lírica de Juan Ramón Jiménez)
1956: Paisaje y Elegía (Con prólogo del escritor, políglota y político peruano Luis Alberto Sánchez)
1994: Vitral del tiempo Premio Nacional de Crítica Literaria
1995: Moradas para la vida
1996: Porque es vivir un testimonio raro
1999: En las serenas márgenes
2000: Antología cósmica de Serafina Núñez
2000: Rosa de mi mansedumbre
2001: El herido diamante
2002: Cancioncillas
2003: Penélope
2004: Tierra de secreta transparencia
2007: Mar Cautiva. Edicion fascimilar
Canción del tenaz alborozo
Si, bien lo sé,
el tiempo de mi llanto es tan antiguo:
pero los ojos resisten como gemas el fuego
consumiendo la vasta llanura de la tristeza.
Islas de la esperanza se niegan al ardiente conjuro
sin embargo, a veces
ellas parecen aletear en mi sangre.
Sube desde las venas el alborozo de sus seguras selvas,
me inunda el verde de la palabra por nacer,
el tacto de las terrestres cosas
rinde entonces sus frutos de cielo sosegado,
y la orilla del olvido se me entrega
como un rostro distante que retornara dulcemente
a la sorda música de mis miradas.
Torbellino, vorágine,
tumulto de otoños y promesas
devorando los límites del alma.
Puedo en ese instante murmurar: Dios me entiende.
El amor abre sus cien puertas cada mañana
a los huracanes y a los testigos videntes;
el hombre es una ventana
que cada alba encuentra en el alféizar
su sonrisa y su gemido.
Entonces, humildemente ruego;
islas de la esperanza, sed sordas al sollozo
yo soy ahora la de enfrente,
la que pasea por aquella esquina
de pañuelos alegres.
Desde lejos me miran las viejas tinieblas,
mis labios, mis manos, presagios, palabras,
mis temores, las voraces mentiras...
Me miran desde lejos,
se insinúan, me llaman, y yo vuelvo la espalda.
(La de enfrente se pliega en su cifra remota.)
Islas de la esperanza... Las veletas sostienen
las ciudades del mundo,
y claros hombres encienden sus hogueras
en las fronteras de la noche
recuperando el territorio virginal de la canción.
El aire es un tatuaje de luces en mi frente
y el acordado rumor del arroyo y la yerba fina
humedece recónditas gargantas.
Elabora secreta lámpara tu llama para siempre,
apegada a mi pecho siento crecer la vida.
Contemplación
Desde el balcón donde anochezco miro,
devorado por oros y por llamas
de suaves rojos, al poniente esclavo
del exacto vivir, que le sentencia
en preludio de vuelos fatigados,
al eterno escapar en lumbre y lumbre,
abriendo la mansión de la lechuza
de socrático elixir poseída,
cortejado de pinos y responsos.
Hacia donde la noche alza su trono
de profecía y rosas extasiadas
en perenne rocío, sombra en la sombra
de sus soledades.
Tomando cuerpo y liberando el alma.
abril 1994
Estancia de lo eterno
Amor de ti mi alma desdoblada
jadeando tu presencia a hez de hombres,
angustia de tu rostro la ganaba
en rara geometría y rudos cobres.
Polvo cansado por mi sien pasaba
-fechas, palomas, universos, nombres-
y el terrestre cuidado iluminaba
clima a tu reino en soledades pobres.
Amor de ti era sollozo ardiente
mordiendo el fruto de mi triste tarde.
Ahora te sello: ¡Oh huésped diferente!
Tu lluvia me desciende olor temprano,
tierno misterio entre mis venas arde
y es ya tu sombra el único verano.
Hombre y tiempo
El tiempo te vigila, te sorprende, te encarcela, te anula.
Ardemos en su llama como un frágil pabilo intrascendente;
altivo crees vencerlo. Él siempre posee el as de oro;
el reya de la corona nada facilita la derrota.
¡Ay, precarios pueblos de la nieve!
Son la única riqueza de lo eterno, hombre,
eres el fantasma de ti mismo en el instante
y apenas puedes descifrar el preámbulo
donde nacen las aguas de tu existencia.
Estás a tiempo -oyes decir a las comadres.
¿A tiempo para qué, señoras lívidas?
Ni siquiera tiempo para morir por ti dispuesto.
"Él" es el tañedor de los variados
y el de los mágicos y sublimes salmos,
el señor de paroxismos, sorpresas deslumbrantes
o funestas y de tu voluntad,
el poderoso señor de la memoria,
y tú, una gota cayendo, espléndida sonrisa acaso
del inocente sin realeza, que vendió sus juegos de existir
y se refugia en las caídas hojas de su ala
donde lo apresan las redes de lo inerte.
Jazmín de la presencia
Qué dulcísimo asombro de nube o de gacela
encendiendo, apagando, persiguiendo, ondulando,
marea gris-azul, azul-gris, rosa-tibio
clava en el aire ausente el ángel de tu ruego
y destrenza la gracia y dona olas ilesas de asustado misterio
para remos y velas.
¿En qué soplada tierra de huracanes seráficos,
por qué nieves tatuadas en el azul errante,
la inocencia del hombre, su llama imperturbable,
obedientes prodigios, y bestias y relámpagos
transparentes respiran en tu seno abrigado?
Esa comarca del rocío
que algunas veces siento pesar sobre mis párpados.
Novia del coral de ultra-cielo,
Espuma de Dios sonriente,
paloma de mis venas poseída.
Tu frente de girasol en éxtasis
llueve la deslumbrante atmósfera de una playa amorosa
donde todos podemos recoger un consuelo
como tesoros, conchas o astros por la arena.
Tu frente, que avanza provincias
donde el caballo del viento rinde sus azares.
Tu hombro reposado de arpas
para que cada criatura le tome el color a su llanto
y te lo entregue.
Tu piel centelleando de amanecidos misterios.
Tu pecho acantilado del suspiro,
tu celada mejilla donde el ámbar
nutre su cambiante raza fina.
Tus ojos fluyen entre las voces,
resbalan por las plegarias, por los gemidos
como cabellera peinada tiernamente.
Y aquí yo; te pulso alabanzas, convoco:
vengan algas, sirenas, extasiados corales,
tierras de los náufragos entreguen sus tragedias
y la paz desgarrada en húmedos remolinos,
de vacíos crepúsculos.
Vengan risueños elfos y rostros de los dioses
y su haz de tormentas;
miremos a sus manos devolviéndole al oro
la cálida vivencia,
la minúscula rosa que aletea en su cuello
y esa paloma fiel vigilándole el paso.
¡Ay temeroso cristal de mi sosiego!
Avecillas del otoño indeciso
que muere en el confín de la tarde,
sombras de mi sangre y de mi rezo,
flautas vistiendo de dulzura el aire;
vengan a este alborozo.
Yo le miro la espuma, la impalpable azucena,
el talle columpiado de musicales universos
y un hemisferio puro me invade silencioso.
Madrigal de una antigua voz
A Ramón Gainza, amigo
Cuando tu voz se pierda en las veloces
veleidades del aire,
y forme torbellinos de crepúsculos o de quemantes oros,
si todavía escucho,
si todavía al alma le impresionan los sonidos,
recordaré tus tiernas servidumbres,
tus estériles soledades
y el destino de las palabras pronunciadas.
Como si mirara un relicario
donde viviera escondido tu retrato.
Junio 1993
Meditación
En la cierta penumbra mi tiempo se diluye
las olas de la vida con su ir y venir
fingen tumultos de espuma;
criaturas opacas me destruyen
el espejo feliz de la esperanza.
Lo más triste encarcela los presagios del tiempo
que arde como un cirio al compás de la sangre.
Nocturno
En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua,
mientras que toda la vida
gira en esferas calladas.
En el sueño de la noche
el sueño toca sus arpas.
En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua:
nadie escucha, nadie entiende,
sólo la vida
como piedra muy lavada.
Poema
Te converso en el claustro de mi sangre,
tú respondes, eres el eco de mi propio ser,
el inaudito, el de las verdes costas infinitas,
el que no anota el tiempo de los otros.
Dibujas parabanes y leyendas,
te mueres por la paz de mis recintos
cuando la noche abre sus penumbras,
sus delicados reinos de fragancia
al destino tenaz de mis asombros.
Yo soy esa mujer que pasa incierta
entre nieblas, palomas y memorias.
Poema de vigilia
Escribo en la noche susurrante y ajena,
en esta calle mía agresiva y ruidosa
como plaza de Roma colmada de peregrinos espectaculares
y comerciantes pregoneros.
-El sueño es un ciervo que huye en lentos espirales-
Escribo en esta noche incitante y extraña;
a mi lado el color feliz de la quimera,
besa mis párpados,
araña las paredes,
penetra los poros,
se pierde en altos cielos...
Escribo en esta noche de inesperados laberintos:
en su penumbra,
como ascuas, espejos vigilándonos,
los rostros de los amados muertos,
los rostros de los vivos,
los innumerables rostros de la vida
y sus variados universos.
Escribo en esta noche lenta, envolvente como una profecía,
en la infinita vigilia de sus astros...
Mis palabras habitan la soledad.
Soneto
Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.
Para mi dalia busco luz y canto
en la guitarra tierna de tu brisa
desatada en el pecho con quebranto.
Funda a mi cielo bajo tu divisa
de playa abierta y mariposa, en tanto,
fluye el rumor caliente que agoniza
en mi frente, sus alas en espanto.
Deja tu flor fluyente y veladora
en la ribera dulce que te implora
mi pez soñando por tu madrugada.
A mis palomas dale norte y flecha,
ata mis pulsos, grábame tu fecha,
y siémbrame en tu tierra desvelada.
Soneto diferente
Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.
Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada...
No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,
su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.
febrero 14 de 1986
Tú, el testimonio
Poesía;
vienes a soliviantar mis huesos,
a cavarme,
a darme este vestido desusado
de habitante
de los cuatro puntos cardinales.
Aérea giras
mirando siempre al norte de ti misma.
Tú, el testimonio.
La brisa que escribe en la hierba
el testamento de las flores;
el trébol que dibuja el cristal del universo;
el ciervo que moja de ternura los bosques.
La espuma y la ola, la ceniza y el rocío.
El hombre y sus dominios
levantando montañas de sal por las esquinas de la tierra
El hombre, que come impasible su manjar de inocentes.
El que besa, el que trabaja, el que sonríe,
el de la orquestal pesadumbre,
el del secreto preludio en su pan de sollozos,
y el que muere
de la muerte de todos cada día.
Toma mi mordedura, el signo, el eco,
no somos yo sino nosotros.
Te entregamos a ciegas
nuestro fondo azaroso.
Versos al tiempo
El tiempo es un esquivo dromedario
que busca sus oasis en las almas.
Es el dios inflexible y desvelado,
habla un idioma siempre diferente.
Su majestad nos viste de cenizas.
Devora posesiones, embelesos, presencias;
apaga el esplendor de los augurios,
y nos ofrece como frutos secos
a la muerte.
Vigilia
En la noche sin mástiles goteaba tu silencio.
De su carne y penumbra el hombre se olvidaba.
nada más que la queja de un cielo peregrino
apagando veleros en el pecho sonámbulo,
y hacia la ignota cifra el sueño marinero.
Calles de la noche, aire desierto, reino
donde muertos y vivos maduran sus granadas
navegando entre brújulas de esperanza y quejumbre.
En la espalda del tiempo sellada por mi frente
resbala el ángel diestro que el espejo me esconde...
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