viernes, 9 de diciembre de 2011
5320.- ALÍ VÍQUEZ JIMÉNEZ
Alí Víquez Jiménez (Costa Rica, 1966) es un cuentista, poeta y novelista latinoamericano.
Alí Víquez Jiménez nació en la ciudad de Heredia, Costa Rica, en 1966. Realizó estudios de Filología Española en la Universidad de Costa Rica, donde también obtuvo una Maestría en Literatura Latinoamericana. Es catedrático de la Universidad de Costa Rica y de la Universidad Estatal a Distancia y forma parte de los Consejos Editoriales de la Revista de Filología, Lingüística y Literatura y de la Revista Nacional de Cultura.1
Obra
Alí Víquez Jiménez se da a conocer como narrador, con textos que rondan el terreno de lo fantástico, y en los cuales se nota la influencia de la narrativa argentina. Posteriormente, empieza a experimentar con la poesía. Así surgen dos libros, «Las fases de la luna» y «Volar hacia todo el invierno», textos donde se mezclan la prosa y el verso, y en los cuales se siente la influencia de Jorge Luis Borges. En el 2009, Alí Víquez estuvo entre los 10 finalistas del Premio Semifusa 2009 de Literatura.2
Reconocimientos
Mención honorífica en el XII Certamen Una Palabra, en la rama de cuento, 1990.
Ganador del Certamen Joven Creación de la Editorial Costa Rica, 1990, por su libro «A medida que nos vamos conociendo». De este libro se extrae el relato del mismo nombre, el cual forma parte del programa de estudios del Ministerio de Eduación Pública de Costa Rica.
Publicaciones
Cuento
A lápiz (San José: EFE, 1993).
A medida que nos vamos conociendo (San José: ECR, 1994).
Biografía de hombres ilustres (San José: EUNED, 2002).
Novela
Conspiración para producir el insomnio (San José: EUNED, 2001).
Poesía
Las fases de la luna (San José: EUNED, 2004).
(en español) Volar hacia todo el invierno (Primera edición). EUNED. 2006. ISBN 9789968314862. Consultado el 24 de mayo del 2010.
Alí dixit
"ARTE POÉTICA"
Una ráfaga lúcida
logra darnos esta música:
la poesía toma sus hilos
y los desliza detrás de los párpados dormidos.
Quisiera revelar preciosos contactos
perdidos cuando nos despertamos,
sumergida en un vasto caudal
del que solo se puede
presentir una gota.
Se muere, como todo, en el intento.
Muestra para esconder.
La poesía sale a los campos
acompañada de ciegos
incapaces de correr por ellos.
Es la certeza que los ebrios
no consiguen expresar,
la premura por sanar
de los hipocondríacos más tercos:
perseguimos nuestra sed y tanto apuro
nos pone sedientos de otra cosa.
Se vive, un minuto, en este beso.
Esconde para mostrar.
Un vaso humedecido
con el mejor de los vinos
se ofrece para atravesar
un monumental desierto,
una campana que al bailar
con la gracia de los vientos mañaneros
trata en vano de tocar a Mozart.
La poesía dilata una pregunta,
como una mujer más bien rara
que no estamos seguros si es hermosa.
No esconde ni muestra:
muestra y esconde en un solo verbo.
Poemas
HEUREUX QUI, COMME ULYSSE... (*)
Feliz, Ulises:
las aguas del mundo eran menores
que el mar de tu reina.
Feliz, Ulises:
quien hace de la separación
un ansia de regreso
deja atrás a la muerte
y a sus islas sin cielo.
Feliz, Ulises:
ya escuchabas el reencuentro
en la voz del ciego
que viajaba oculto en tu deseo.
Feliz, Ulises:
cuando el olvido de cada jornada
imponía su amenaza,
el amor
tejía
con la certeza de volver
sobre los mismos pasos.
(*) Joachim Du Bellay
LOS CREYENTES S. A.
Todos los vendedores creen en Dios.
Salpican con saliva gratis,
pero eso es todo:
en su póquer se paga por ver,
y más aún si se trata de ver el Gran Pronombre.
Nadie ha tenido tanto dinero aún,
mas el momento vendrá
según nos aseguran sus estudios de mercado.
Hay una morsa feroz
anclada en sus solapas
que sepulta el pasado
junto con la nostalgia
por lo que una vez fue bello en todos;
hay un maletín impregnado con el olor
de las vacas más desconsoladas en el matadero
que hace del arte una acción pero de bolsa;
hay un sinfín de diamantes que vistos de cerca
lucen como la mierda de las alcantarillas;
hay una ventana obscena
por donde se miran
declaraciones que en lugar de ser
de amor son de impuestos.
Como esos minutos
en que las piernas se encogen
tras las malas noticias del doctor,
como la varicela contagiada
a través de la propia vacuna,
como las muelas del juicio
ya extirpadas y vueltas a salir,
así sus ojos vidriosos
transmiten guijarros para esconder
pesadillas en los colchones.
Todos los vendedores creen en Dios,
lo cual los convierte en sus siervos inmortales de momento;
todos los vendedores forman una casa
aparte del resto de las personas
y los protegen allí
mientras ellos continúen fieles al exitoso gerente general
de operaciones terrenas y trastornos del sueño,
quien por supuesto es el mismo Satanás.
Los cubre un techo distinto
a este nuestro nuboso cielo de gusanos:
alta tecnología
temblorosa de tan nueva
enigmática
y realmente cara.
Pero ninguna estafa
dura mucho si permanece
pudriéndose en las mismas manos.
Por eso vuelven a ser
los hijos pródigos de la muerte,
la cual los aguarda y los acoge
y generosa con sus ofrendas
les consigue espacio en un jet de lujo
con destino a una suave explosión
digna del mejor exilio:
viajan al vacío en primera clase.
Qué hermoso es asistir
al funeral de un papa
y mirar el cadáver exhibirse
como se presume de una joya
o de una gran obra de arte:
vale la pena ser católico,
se dice uno,
vale la pena.
No faltará ese prójimo
que recoja el portafolio de los clientes:
por eso –y porque las catedrales
envueltas en su música celeste
son en verdad muy bellas
incluso llenas de mercaderes—
por eso
las iglesias
mandarán siempre sobre la tierra.
SONETO URBANO
Humo, aceras rotas, carros, basura,
tiendas, escándalo y papelería,
en todas las esquinas lotería,
ventas de chunches y fruta madura.
Paredes que rebosan de negrura,
bares abiertos todo el santo día,
orines, anuncios, pornografía,
un taco en los zapatos (mierda pura).
Atravesándote, corren las gentes.
viejos, doñas, niños, trabajadores,
mendigos, empleados, compradores,
turistas, tombos, vagazos, dementes,
habitantes ya sin plata ni fe.
Putas, borrachos, cacos: San José.
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