Alejandro Reyes
Alejandro Reyes Pérez (Talcahuano, CHILE 1896 – Santiago, 1952).Médico, académico de la Universidad de Chile y escritor. En 1942 editó su libro “Motivos del puerto y otros poemas”, que contiene ilustraciones del propio autor. Fuente: Semblanza de algunos hombres penquistas. Por René Louvel (El diario Color, Concepción, 15-09-1975).
Vuestro encanto de antaño, viejos barcos veleros,
aguerridas fragatas y gallardas goletas,
ágiles bergantines y balandras ligeras,
mecidas blandamente sobre las aguas quietas.
Ya no se ve la gracia de vuestros masteleros,
ni el mascarón de proa sonreír al oleaje,
ni tampoco se escuchan cantares marineros
salir desde la recia trama de los cordajes.
Y ya apenas si llegan al par de la marea
esas brisas salinas con hálito de brea
que aspiramos de niños, junto a la vieja rada.
Humos, “donkeys”, vapores, en un conjunto ambiguo
y ya en el puerto viejo de nuestro encanto antiguo
no va quedando nada, no va quedando nada”.
Motivos del puerto
Autor: Alejandro Reyes
Santiago de Chile: Nascimento, 1941
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1941-09-28. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
El libro que ofrece el poeta Alejandro Reyes, en cuyas páginas se reúne una producción que data desde 1917, viene a ser como un grato recuerdo de la modalidad lírica de hace veinte años y, al mismo tiempo, una afirmación de que la belleza no necesita ni escuela ni tiempo para determinarse.
La obra de Alejandro Reyes nos deja la impresión de ser un libro puro, romántico, más descriptivo que simbólico, pero que sugiere perezosamente la visión del mar y de sus barcos misteriosos y legendarios. Este poeta, como Salvador Reyes, Jacobo Danke y otros, ha buscado en el océano el motivo de su inspiración. Ha vivido a la orilla del mar y su sensibilidad ha captado las tonalidades marinas y la vida auténtica del puerto, con sus barcos que navegan anillando las tierras y sus horizontes.
Escribe en la primera página del libro: “Lentamente empujados por oscilantes vientos de indecisiones, detenidas lo más del tiempo por largas calmas de abulias invencibles, o de perezas enervantes, logran tan solo ahora anclar en el fondeadero literario de mi patria, estas humildes naves más.
Aparejadas modestamente, no traen los atavíos que el siglo exige y vienen más bien, a la manera antigua, grises sus blancos velámenes que un tiempo sisearon como un ampo en un diáfano mar de cobalto. Algunas, las más gallardas, podrán lucir empavesados; las demás llegan a puerto sencillamente y como atemorizadas de su rezago”.
Nosotros las miramos hoy, unas gallardas, otras desmanteladas por los vientos del mar; ha habido tormentas y calmas; conocieron las noches el farol de estas naves que dirige un capitán-poeta y que navegan con su cargamento de bellas imágenes y saben de las islas de la poesía que, a veces, se pierden en la bruma…
La poesía de Alejandro Reyes es romántica sin caer en dulzones exotismos; el verso ondula armonioso y matizado con suave colorido. Todo en este libro nos invita a un viaje aventurero y nos detiene en la contemplación de un “Puerto viejo”:
“Vuestro encanto de antaño, viejos barcos veleros,
aguerridas fragatas y gallardas goletas,
ágiles bergantines y balandros ligeros,
mecidos blandamente sobre las aguas quietas.
Ya no se ve la gracia de vuestros masteleros,
ni el mascarón de proa sonreír al oleaje,
ni tampoco se escuchan cantares marineros
salir, desde la recia trama de los cordajes.
Y ya apenas si llegan al par de la marea,
esas brisas salinas con hálitos de brea,
que aspiramos de niños, junto a la vieja rada.
Humos, “donckys”, vapores, en un conjunto ambiguo”.
Vienen después, unas “Elegías” que el poeta ha escrito a algunos amigos que, como sus barcos viejos, han llegado al puerto del remanso perfecto. Aparece en estos versos el parnasiano, que se goza en el verso de elegante factura, al cual domina no sin artimaña y vigoroso impulso.
Dice a Aliro Oyarzún:
“Se detuvo tu barca de oro,
tu barca que iba
siempre a la deriva
del viento sonoro.
Tu nave venía de Grecia,
ebria del zumbido de colmenas áticas
-fue góndola azul en Venecia-
y bajo sus puentes se oían deleitosas pláticas”.
Reyes se desprende, brevemente, de su modalidad que lo caracteriza; de esa sugestiva y romántica lección de leyenda del mar y sus navíos que nos da en casi todos los poemas de su obra.
En la última parte de su libro recoge unas “voces rezagadas”, que son también las últimas naves que arriban al puerto… Cada una de ellas es una pequeña mancha de color y de espiritualidad; interpreta la vida sencilla y se deleita en el mirar de los ojos que con ternura se asoman sobre unas lomas:
“Lomas reverdecidas bajo este sol de invierno,
lomas que se prolongan hacia la lejanía
y dilatan la comba de su ondular eterno
en sencillos contornos de rústica armonía.
Sombrías de pinares, luminosas de césped,
las leves y oscilantes curvas de las colinas,
tienen la belleza de generoso huésped,
junto a su plenitud de formas femeninas”.
Alejandro Reyes ha ilustrado su libro con algunas estampas de veleros y navíos que levantan sus jarcias para aprisionar también la mirada del lector y llevarla sobre la lejanía azul en su grata compañía.
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