lunes, 19 de agosto de 2013

BEATRIZ VIOL [10.350]


 Beatriz Viol, Daniel Bellón y Juan Antonio Bermúdez


Beatriz Viol 
(Sabadell, Barcelona, España,1983)
Actualmente reside en Barcelona. Estudia Antropología Social y Cultural y escribe principalmente poesía. Algunos de sus poemas han sido recogidos en blogs y revistas digitales como Retaguardia. Está incluida en el libro homenaje a Marcos Ana El árbol talado que retoña (El Páramo, 2009).  
Ha publicado Los mapas perdidos, XXVII Premio Gerardo Diego 2011)







VIDA EN LOS POROS

I

Los rehenes sabían 
dónde estaban:

Un hueco oscuro en la tierra húmeda.

No hay segunderos que midan 
lo impredecible.
La vida espera latente
que se abra una fisura
en la madriguera.



II

Reconocer los muros en todas sus formas.
Palparlos como a una fruta.
Cavar túneles
desde el hueso
hacia la luz.



III

La duda es un frío inesperado
en la noche
y siempre está oscuro este hueco
en la tierra húmeda.

En los cuerpos hay un grito,
amarrado a la sangre,
que no sabe salir.



IV

Abrir puertas porque tenemos 
la boca llena de tierra
y heridas en las manos.

Abrir puertas aunque este hueco
en la tierra húmeda
empiece a parecerse a una casa.






VISIONES DE LUZ

Tras las superficies opacas
imaginamos la luz.
Tras los templos sagrados
de las palabras calladas
la imaginamos.
Tras la siguiente esquina
del laberinto, tras sus grietas.

La luz que penetre el vendaje,
que pronuncie la herida,
que nos muestre su sombra.

La luz
que siempre llega
hasta el límite
de sus posibilidades.







TRAS LOS PASOS DE UN RELOJ

Se les ve andar hacia el futuro,
arrastrarse uno tras otro
como las horas muertas
en el reloj de péndulo
de una casa deshabitada.






LLEGÓ LA HORA DE AMANECER

Llegó el día en que lo vimos todo
demasiado claro.

Desapareció el humo, 
el polvo,
los vestidos de las calles,
los muros de los cuerpos.

Nos descubrimos alas en la espalda,
pezuñas en las manos,
y volamos, temblando,
volamos.

Lo que nos daba miedo
no eran las alturas
sino ver empequeñecerse el mundo.






Flores de las heridas

Mis carnes albergan huellas
de puñales que ya no me duelen.
Nacieron flores de las heridas,
espigas de trigo, pequeños frutos.

Dicen que ahora estoy más hermosa.

Por si acaso,
me arrancaré las flores
cuando me pesen demasiado.







¿Quién me reconocerá cuando
me deshaga de
los lazos, el jabón, el pelo,
el carmín, el flúor, los dientes,
las gafas, el rimel, las pestañas,
la ropa, el perfume, la piel?

Y cuando me muestre entonces en carne viva
frente a los maniquíes de los escaparates
en las calles, ¿Quién me reconocerá?

¿Resistiréis la tentación de llevarme
a un lugar seguro?

              






Pregúntale al bosque
de dónde provienen sus miedos.

Por qué entreteje cada noche su cuerpo vegetal
conformando nuevos escondites.

Por qué se forman huecos
en la madera de los árboles.

Por qué cuando todo esta tan oscuro, el viento
susurra más alto en un idioma extraño.

La luna esta inquieta en el agua de un charco.

Varios lobos se han acercado a beber.






El silencio de tu cuerpo.
Ese rincón en el que acurrucarse
donde no se inventaron las palabras.


(de Los mapas perdidos, XXVII Premio Gerardo Diego 2011)
               

No hay comentarios:

Publicar un comentario