martes, 7 de mayo de 2013

ITZJAK SHALEV [9789]



ITZJAK SHALEV 
(1919-1992).  Nació en Tiberíades, Israel; su poesía se caracteriza por su sencillez, Sus tópicos principales son recuerdos de juventud y la Guerra de la Independencia de Israel. 
Publicó su primer poemario "Ojezet Anaf Hashaked / Aferrada a la rama del almendro" en 1951. En 1952 obtuvo el premio Usishkin de poesía, y en 1955 su libro "Kolot Enosh Jamim/Cálidas voces humanas" obtuvo el premio Rupin. 

Su amor por Tierra Santa lo llevó a posiciones que hoy consideraríamos como extremas: fue uno de los fundadores del movimiento "Eretz Israel Hashlemá/La tierra de Israel unificada" que plantea la anexión de Judea y Samaria.

Entre sus obras: Sujetando una rama de almendro, Cálidas voces humanas, En voz baja, Dios besa a los combatientes.





La canción del perro envenenado

Bajaste una cortina de rizado algodón sobre tus ojos
y por entre sus rendijas espiaste un mundo hostil:
grandes perros-lobo de afilados caninos
e hirientes automóviles desfilando por miles.

Oliste aquí o allá pero no oliste
el veneno en la carne
por eso yace
frente a nuestra puerta
tu cadáver
y se seca en tus fauces
la blanquísima espuma.

Aullaste tu breve vida
a la lluvia y la luna.
Hubo noches heladas
y a veces parrandeabas
con perras por el barrio.
A medianoche oíamos
el ruido de tus pies, a la carrera.

Ya no saldremos en paseos diurnos
a abrir esas esquelas
que tus amigos te dejaban
en pequeños buzones
junto al pasto.

Traducción: Gerardo Lewin







MAESTRO

Ya me reconcilié con los restos de mi pueblo,
mas con los pequeños remanentes del pueblo mío
                        /no me he reconciliado todavía. 
Día a día enseño a los treinta alumnos de mi clase
y sus sesenta ojos ven en mí diariamente a un Todopoderoso,
y sus sesenta manitas, como si se apoyaran en mí
y sus sesenta piernecitas corren cuando grito
¡A la fila, niños!
Por eso, me parece, cada día
que no sesenta
sino sesenta miríadas de otros ojos
– de aquellos que no pude socorrer
están frente a mí.
Sesenta miríadas de piernecitas, que no pueden correr 
cuando grito
"¡A la fila, niños!"
Y son otras sesenta miríadas de manitas, magras y quemadas 
que indican pidiéndome el uso de la palabra

Traducida por Arie Comey
La Semana Publicaciones Ltda., Jerusalem, Israel, 1987






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