Diego Doncel
Diego Doncel Manzano ( Malpartida de Cáceres, Cáceres, 1964) es un poeta, novelista y crítico español.
En 1990, Diego Doncel ganó el premio Adonais con su poemario El único umbral. Desde entonces no ha dejado de escribir, siendo autor de tres novelas y cuatro libros de poesía más. En 2012 recibió el Premio Café Gijón de novela por Amantes en el tiempo de la infamia.
Es cofundador de la revista hispano-lusa Espaço/Espacio escrito y es colaborador habitual en la prensa escrita. También fue el director de la colección "Los solitarios y sus amigos" de la editorial Calambur. Ha dirigido cursos para distintas instituciones culturales como Círculo de Lectores, Círculo de Bellas Artes ( Madrid) y ha dado conferencias y lecturas en España, Europa y EE. UU. Hoy es docente en Madrid, España.
Obra poética
El único umbral. España: Rialp (Premio Adonais), 1990. ISBN 978-84-321-2728-1.
Una sombra que pasa. España: Tusquets (Nuevos Textos Sagrados), 1998. ISBN 978-84-7223-965-4.
En ningún paraíso. España: Visor, 2005. ISBN 978-84-7522-782-5.
Porno ficción. España: DVD, 2011.
Territorios bajo vigilacia. Poesía reunida. Visor, 2015
El fin del mundo en las televisiones.(Premio Tiflos), 2015.
Obra narrativa
El ángulo de los secretos femeninos. España: Mondadori, 2003. ISBN 978-84-397-1015-8.
Mujeres que dicen adiós con la mano. España: DVD, 2010.
Amantes en el tiempo de la infamia. España: Siruela, 2013.
Reseñas
Sobre su obra narrativa, cabe destacar el artículo del escritor Juan Goytisolo en El País, titulado Menos que nada sobre su novela Mujeres que dicen adiós con la mano, elegida como una de las novelas del año por varios periódicos como Público, EL País.
Sobre su obra poética, y en concreto sobre En ningún paraíso, Vicente Luis Mora escribió una reseña («Poesía mutante») que significó el inicio de una nueva corriente en la poesía española. Una corriente donde lo urbano y una nueva vanguardia se abren paso frente al conservadurismo y el costumbrismo figurativo de la generación anterior. Esta nueva corriente se define porque tiene en cuenta la nueva realidad creada a principios del siglo XXI: tecnología, vida en las ciudades, publicidad, televisión... Es, en cualquier caso, una sensibilidad que tiene que ver con el futurismo, con el posmodernismo estadounidense, con el dadá, con el camp y el pop de los años sesenta, y también con las neovanguardias de esos años. Pero que continúa prestando atención a la realidad sin dejarse arrastrar a mundos imaginarios.
Esta nueva corriente es la que más influencia está teniendo entre los más jóvenes poetas.
En 2011 publicó su libro Porno ficción que ha sido saludado por la crítica como uno de los más importante y originales de la reciente poesía española, y donde se combina sexo, ciencia ficción, realidad urbana, y donde se abre paso un interesante mundo de lo soñado que tiene que ver con un universo onírico. Otra característica del libro es su dimensión moral, no exactamente política, que reflexiona sobre el devenir de la sociedad presente y que tuvo una notable incidencia durante las manifestaciones del 15 de mayo.
Premios literarios
1990: Premio Adonais.
2003: accésit Premio Jaime Gil de Biedma
2010: Premio Ciudad de Burgos
2012: Premio Café Gijón
2014: Premio Tiflos
Una sombra que pasa
I Soliloquio de la purificación
... Y si ahora todo es azul, y de un rumor
sagrado, y los bosques, los pájaros,
el aire, la tierra entera son una alianza
de claridad, ¿no he de beber yo su fuego,
no he de nutrirme hasta estar a puro
con sus ardientes formas terrenales, darme
salud de savia nueva, que al alzarme
como se alzan sus ramos y sus vuelos
a lo alto de la luz, me fecundaré de trinos,
de lluvias, de sol, de tarde rumorosa?
¿Y no he de limpiar ahora mi vida
en el rocío que viene de los cielos?
Esa será la aventura que ha de vivir
mi corazón y sólo este perderme
en las cosas del mundo
será lo que me redima.
Con renunciar a mí mismo
renunciaré a este miedo que me extravía
el fervor, a esta conciencia herida
que sólo siente vértigos y se enajena,
a esta memoria en la que un oráculo
antiguo cumple su amenaza de señalarme
con el destino cruel del mal sagrado.
Que sólo el salir de mí me quitará esta culpa
y seré bendecido, al ignorarme todo,
por este incendio de amor.
Yo vaciaré mi alma para que al fin los seres
puedan habitarme, y seré tan humilde
como una cosa humilde que sólo da piedad.
En la noche calmaré mis sentidos
con la bebida profunda del silencio,
con los misterios celestes de lo desconocido,
mientras fuera de mí la jara brilla
y los luceros huelen a lluvias y a lavandas,
y el azul de la una cultiva
mis adentros.
Oh, sí, en la noche calmaré mis sentidos
y me veré salvado al fin
de todo dolor y toda mi conciencia
y no tendré más sustancia que esta luz derramada
desde lo alto del cielo, que estas flores
sin nombre perfumando los campos,
que este frágil delirio en el tiempo eterno
del olivo, que este sueño de riberas del arroyo
que tanto llena el alma de rumores
iguales a la vida.
Sólo ésta será la realidad,
sólo éste mi sueño: ser como la brisa,
que vaga sin destino, tan inocente y pura,
y no sentir cómo el tiempo
va llenando de polvo el corazón
en honda soledad y sin belleza,
y saber, pese a todo,
que en estos árboles, que en esta agua,
que en estos bancales cubiertos
por la hierba, la vida encuentra paz
entre los vivos y todo queda aceptado
hasta la muerte.
La ilusión de una ventana abierta al océano
1
Sólo aquí, desde esta ventana
abierta hacia el océano,
oyendo la calma eterna de la tarde,
después que un aguacero
me haya alzado su iris por el sueño y los sentidos,
puede encontrar toda la pureza del cielo
mi corazón, a pesar de esta vida mía
tan oscura que huye
y pasa. Vivir como la luz
y morir como ella dejando el alma
y el campo abiertos de aromas
a la noche para limpiar el mundo.
Redimir el destino con esta quemazón
de claridad y en este azul salobre lavarme
la conciencia de este miedo que al alma
da locura. Volver a ser de nuevo
sustancia y fuego, suceso
feliz de las estrellas. Y con cielos, astros,
sales que se incendian, litorales de luces
que germinan no sentir extraña mi presencia
en esta hora sino como un rumor más
que habita el universo.
No quiero ser el fruto
de toda una desgracia heredada
en mi sangre, acaso un ser herido
que siente de otro lado el extravío
de su pensamiento. Igual que estas aguas serenas
debe estar sereno mi corazón para poder vivir,
claro como la espuma que se abandona
a florecer en cualquier playa.
Nada sentir, nada pensar, ni en esa muerte
en la que al fin naufragará el dolor
y tanto me aliviará de ser yo mismo mi enemigo,
sólo verme en esta riqueza de permanecer vivo
frente al mar, frente al mundo, frente
a mí mismo, y aspirar el olor y la soledad
de este animal que soy entre los seres,
igual que aspiro el ritmo de las olas,
el fuego de la luz, la intimidad del cielo
y veo que todo posee la misma materia
que yo, que mi nada tampoco trasciende
a nada ni en su humildad ni en su miseria.
Que yo no tengo aquí un sentido preciso
sino salvarme a mí mismo de mi propio mal,
olvidarme por entero,
no ser extraño a lo que vive
tan inocente y puro en su ignorancia.
El saber será tan sólo en mí
la forma absoluta de ignorar
como se ignora aquel barco que ahora veo
en la distancia blanca de las aguas, y la sirena,
confundida con el ruido de las olas, se pierde
y se ignora al fondo de mi sangre.
II
1
Igual que caen los días así sobre esta tierra
está cayendo la angustia sobre mi corazón.
Y llenos de vejez quedan los campos,
y la vida solitaria y oscura
como esas nubes muertas que atraviesan
el cielo y a las que el tiempo va llenando
de polvo y de sombras en esta tarde de otoño.
Todo tiene su fin y su destino escrito oscuramente.
Y en el mundo del hombre que vivo
lo mismo que en el mundo humilde de la tierra
marcados van los seres por la vida
enseñándose a morir. Beben fuego de amor
en otra carne enferma, gozan de la delicia
cuando olvidan su mal, abren sueño de dioses
y ningún pensamiento les consuela.
El terror es la muerte y también este universo
de existencias que viven junto a mí con su misterio.
La tierra, los pájaros, el río, el hombre
que veía afanarse en la luz fueron
parte de mi alma, una viva ilusión
de unidad con el mundo
que con su presencia purificaba mis adentros.
Pero hoy, que es ayer y que yo no veía,
la tierra está árida de sol
bajo las nubes, los pájaros muestran su vasto
desaliento desde las altas ramas
con frondas de ceniza, el pedregal del río vuelve
a darme su dejo de muerte entre los juncos
y el hombre, como yo, se ha hundido
entre las sombras del miedo y la locura.
Y no me basta ignorar, olvidarme
de mí y del mundo cuando nada al destino
se le olvida, cuando vivir es cruel
y no sagrado. Y siento terror hacia mí
por existir, por verme respirar, por contemplar
mi miseria como un rumor más de lo que vive.
Por ser el fruto
de una naturaleza fatal.
Lo que veo junto a mi cuerpo
sólo es desolación, una desolación que sufre.
Hay montes de soledad, y una luz
que da pobreza, y seres y cosas
que viven marcados por un capricho celeste.
2
Todo está solo en medio del mundo
y en él sólo hay formas sin sentido
que anima el aliento de la muerte.
Ahora veo fúnebres en mi mirada
los bosques en los que un día
puse a descansar mi corazón,
y mi aliento se pierde
en el aire del mundo sin que nada
les una.
Allá en lo alto el cielo
agoniza su luz en el lugar vacío
de los dioses y la humedad
de las primeras estrellas va cayendo
en mi alma como caen las ruinas
sobre el polvo de un sueño.
Con los ojos abrasados y humildes
miro atardecer el mar
y veo cómo el cenagal helado de las nubes
devora el oro de las aguas, y la tormenta
trae pastos y espacios calcinados a la espuma
de mi corazón.
Hay algo viejo en mí
que está viejo en el mundo, que va borrando
mi rostro con el musgo del cansancio,
que hace temblar mis manos
bajo el vacío celeste y poco a poco a la vida
la va llenando de sal. Bajo las sombras sólo siento
náusea y terror de mí pues ya no soy otra cosa
que un animal devorado por el tiempo,
que el lugar donde un hombre y su razón
y sus sueños fracasan.
3
Entre yo mismo y el mar todo es absurdo,
y vano, y sin sentido, porque al fin estas aguas
y su horizonte, que son como un bostezo
ajeno y desolado,
sobrevivirán más allá de la muerte
que han de marcarme las sombras.
Una sombra seré yo, pero sin alma,
y de mí sólo existirá el polvo
y la miseria que deje atrás mi vida
sin un rayo, aunque sea sucio, de sol.
Será cruel entonces,
como un desvío de mi naturaleza,
que lo que soy ahora se cubra de silencio,
y en el silencio de estos montes
y en el rumor del mar
me haga yo también bruma
y herrumbre del ocaso. Que las olas o el viento
ya se lleven mi cuerpo
adonde todo regresa, y vuelva a ser
lo que fui antes que hombre: ceniza y niebla
de un planeta en un mundo desierto.
Que se calle mi alma como se calla un navío
al navegar marchito el polvo de una estela
por donde nadie pasa, y vague, y siga el rumbo
silencioso de los sueños, y sea llevado
por el aire azul fuera del mundo, al puerto
del que no se puede volver.
Que esto que viva ahora sea la tarde
en que regrese a mí mismo
cubierto por el llanto de sentirme mortal,
y me encuentre solo
frente al destino y al tiempo, y muy cansado
e impuro vaya dejando la ceniza
de mi cuerpo y de mi vida
junto a la ceniza del mar.
Que ni el agua del mar ya sea inocente,
ni la tierra, ni el cielo,
sólo formas de un mundo ilimitado
y hostil. Por eso siento horror a lo que me rodea
y miro cada cosa como si fuera
parte de una sombra
a la que alguien no me hace renunciar.
Cruel es el destino de los hombres
y mi propio destino, y fue un sueño
pensar que alguna gracia del cielo me ungiera
con el don eterno de los astros, pues yo tampoco
podré regresar nunca a la morada
donde bebí de la inocencia
y encontré felicidad, y donde el corazón,
en ese sueño de la mentira que yo mismo inventé,
pudo estar unido al universo.
No hay gracia, ni don,
hay sueños sólo ante la niebla.
Todo es como una pobre metafísica que cansara.
Y además hoy sé que la vida es una máscara
que utiliza la muerte para actuar
sobre todo lo que vive sin tocarlo.
El único umbral
EN LO ALTO DE LA MONTAÑA
¿No he venido hasta aquí a contemplar
cómo crece la luz sembrada en estos cielos
y a sembrarme en el alma este riego de estrellas
que es fruto de la noche? ¿No he traído mi pecho
a esta altura nocturna para sentir que el aire
arroja por los montes las semillas
ardientes de su espíritu y la tierra,
que ya es casi de luz, se ve abonada,
de horizontes celestes, de espacios infinitos
y ritmos planetarios? Y a través de estos fuegos
que él inflama en su aliento, y al rumor
de estas sombras que en él vuelan incendiadas
¿no respiro yo a los seres abiertos en su vuelo,
no abono mis sentidos en la plena alianza
y al fin, sobre esta cumbre, donde el cielo y el éter
se han unido sin tregua con la tierra y la luz,
no me renuncio a mí por esta vida más alta?
Ahora no soy nada sino un espacio puro
que en medio de la noche
es carne del misterio y fuego inmolado que arde
en la naturaleza. Sin conocer conozco,
sin gustar gusto del mundo, sin conciencia
me creo. Tengo cegados los ojos por un rayo
de estrellas y su luz alumbra mi alma con la ebriedad
de lo eterno. Está la noche en mí y el viento en mí
y las fuerzas que brotan secretas de los montes
con su estela de fuego: el olivar, la fuente,
el olor de las jaras suspendiendo el sentido,
los rebaños dispersos por la intemperie
del campo, con su mirada abierta
al fulgor de los cielos.
Y yo soy estos prados, y los barrancos de luz
en que se vierte la luna, y estas zarzas
que arden, como mi pensamiento,
en el sagrado vínculo del cielo constelado.
¡Esta es mi muerte al fin y mi renuncia plena!
¡De ellas nace esta unión y esta agua clara
del arroyo que pasa y es materia bendecida!
La cojo en mí, y en las sombras respira
con mi aliento, y al beberla hago mío
el fondo originario del que surge,
y míos son los seres que dejaron su imagen
reflejada en su seno. Estos huertos son míos
y su humedad que exhala la fragancia del alma.
Y míos son los frutos que maduran el tiempo,
los surcos del germinar y las semillas,
que reclaman desde lo hondo, un corazón
de ser, un tallo hacia la luz, un destino de música
que sólo yo puedo darle porque también es mío.
Por eso son un acto de amor estos montes
en mi corazón redimido, y mi corazón
materia, sacramento, vuelo
de la tierra incendiada. Siento latir mi pulso
con su horizonte abierto, ser su universo el mío
en el rumor del aire, compartir su misterio
de elemento celeste que reúne distancias,
cercanías, cosas, seres,
lo oculto de las cosas, lo oculto de los seres
en este fuego de purificación.
Así mi corazón vive desnudo
pues poseer para él es despojarse, entregarse a la vida
mientras más vida fluye por la ribera limpia
de sus venas, hechos lumbre de amor mi corazón
y el mundo para que todo vuelva a confundirse
y sean en el espacio comunión, pasión, enigma,
un solo astro, un solo viento, un mismo fuego.
Aquí ya no hay distancia, ya se ha roto el dolor.
¡Esto es la transparencia! Ahora salgo de mí
y sólo encuentro mi alma, y miro a mis adentros
y sólo el mundo contemplo.
PUNTO DE FUGA
El alma, que es tan sólo tránsito,
derramada plegaria a los seres del mundo
que en ella son signos, se anuncia inmensa
al fin por este cementerio, suspendida
entre el mar, la luz y la materia.
Le revela el silencio encendido
de estos montes, el fulgor y el aliento
en el que tiembla el cielo, y un mensaje
hecho carne en las aves y el hombre,
estigma de la gloria y de la eternidad.
No existe otro destino en la vida
o la muerte que no fluya en su cuerpo:
por ella surge todo y las cosas
la crean soñando que la viven.
Mas hoy, el alma aquí, su claridad
dilata, por este mar ardiente
que encarna el paraíso.
Ahora goza otra luz, el cuerpo
en la armonía serena del amor, la carne
de este reino por siempre insatisfecha,
la paz que está consigo y en la tierra
se cifra y en la ladera esplende
con sus astrales árboles
que bajan tan dichosos a beber fuego
al mar.
Decidme si no es éste el espacio sagrado
donde todo se une y al final
todo es alma, que vive enardecido
por el aroma dulce del algarrobo en flor.
Si no se siente aquí esa antigua alianza
del aire con el agua, del agua con la tierra,
de olivos y gaviotas y horizonte
hasta ser parte en la luz.
Y decidme si el alma, purísima,
como esencia de dios no se revela ahora,
y en los bancales que el abismo funda
no salta ella también
a fundirse en el oro.
Si, súbitos e iluminados por la luz
de la sal, no regresan los dioses y devienen
los campos un efluvio divino que se adensa
al juntarse los muertos, las frondas, los hombres
al néctar y a la lumbre de los astros.
Si la verdad no se alza al borde
del deseo, y no deviene el mundo, al fin,
la misma cosa: unos signos celestes
por el sol arañados en la arcilla
de lo eterno donde se mira dios.
Pero allá de esta luz otra sombra
reclama y quizá tras la sombra alumbre
un nuevo día y germine otro sueño.
Tal vez, allí, no exista nada
que no sea esta tierra extasiándose serena
en las ondas del mar. Este sentido pleno
que los seres alcanzan al rendirse gozosos
en la eternidad de la luz.
Y este blanco respirado de los cielos,
y esta sal profundamente respirado
que besan la pureza y la fecundan
en cada fugitiva reverberación.
Mas el alma, que es tránsito,
para recomenzar de nuevo el juego
de la muerte por volar, por fluir
Y hacerse espacio, otra vez toma el rumbo
de las constelaciones...
Autopista y burbujas
¿Cómo seguir adelante
sin reconocer que aún hay algo
intenso dentro de nosotros?
¿Y cómo no reconocer que el sexo es esa intensidad?
En esta habitación de hotel,
en medio de ninguna parte,
el pomo es un viaje interior
que señala la hondura de nuestros deseos,
el único misterio que nos ayuda a ser reales.
Hemos dejado toda nuestra vida ahí fuera para llegar limpios.
Hemos mirado el crepúsculo de nuestros sentimientos
como el que mira un dato
que se acaba de perder en la pantalla del ordenador.
Los camioneros duermen abajo,
en sus cabinas, y las chicas del cartel luminoso
siguen bailando desnudas
encima de una copa de champán
de la que ascienden burbujas fluorescentes.
La palabra club es rosa.
Te pones encima de mí.
Me dices: ¿esto es raro, no?
¿Por qué tenemos que buscar hondura alguna en los
sentimientos?
¿Por qué tenemos que buscar?
Tu lengua lame mis labios,
el movimiento de tus caderas es ciego,
cualquiera de nuestras emociones son mecánicas
como esa idea del hombre moderno
de que vivimos en un universo
carente de significado e incognoscible. .
No siento nada, te digo. Necesito algo más.
Me miras como si yo intentara que algo oculto,
que algo per-dido se revelara.
Como si quisiera liberar una experiencia que está ahí, escon-
dida.
Tus pezones están acariciando mi pecho,
tus nalgas se reflejan en el cristal de la ventana.
Hay un momento de pausa en el tráfico de la autovía.
Cierras los ojos. Me siento extraña, dices.
¿Dónde estoy?
¿Es este el mundo que conocemos?
¿Por qué tenemos que cambiar nuestra idea de las cosas?
¿Qué ha llegado a su fin?
Me levanto y miro fuera:
los luminosos de los clubes
parecen una obra de grandes dimensiones
hecha por creadores de street art.
Es insoportable el desamparo.
¿Sabes qué hacen las putas?, te pregunto.
Sí, follan, me respondes. ¿Vamos a follar o no?
El destino de la conciencia humana es
inexorablemente nómada,
un consciente deambular por el error.
Los diseñadores espirituales
trazan en el mercado la filosofía que nosotros consumimos.
El universo es un producto.
Por qué no te das cuenta, me dices,
que sólo existen los gestos, que ya no hay profundidad,
que el sexo es el símbolo que mejor nos representa
porque logramos liberar de él el amor,
una idea del amor, la que nos hacía más vulnerables.
Ven, me dices, penétrame.
Estás llorando. Sentada al borde de la cama.
La televisión continúa emitiendo porno.
Las autopistas se extienden detrás de las burbujas.
UN PASAJE DE PORNO FICCIÓN
SEXSURFING (FRAGMENTO)
El sexo, como la belleza, se basta para ofrecer una tregua al mundo pues sólo las pasiones intensas fijan el destino de las cosas.
Cierra los ojos y se vuelve de espaldas: su ano es un pliegue pequeño y perturbador como la fotografía del orificio de una bala.
Y el vello de su coño es breve, casi rojo, como un montoncito de marihuana quemándose en la palma de la mano.
No me importa quién soy yo mirando aquí, ni siquiera me pregunto qué es toda esta incertidumbre que me rodea.
Me considero demasiado insignificante para hacerme preguntas y sé que quien pregunta altera el curso del universo.
Soy en cualquier caso alguien que busca un lugar donde refugiarse y sabe que el sexo es el último refugio, la última resistencia.
Ella se pone boca arriba y sonríe. Sus pechos se agitan debajo de la camiseta como se agita un postre de gelatina.
No, afirma desde el fondo de la pantalla, el sexo es el principio. Es volver a iniciar una relación íntima con las cosas. Ser conscientes de la materia con que estamos hechos.
Las cosas se perdieron y nosotros nos perdimos de las cosas.
Hay una sensación de urgencia. Hay algo peligroso dentro de nosotros.
Hace cada vez más frío.
Porno ficción
En El fin del mundo en las televisiones.
Visor Poesía.
La primavera en algunas escenas de video
Mira las escenas grabadas en esta tarde de tormenta.
Las terrazas de los bares bajo la lluvia. El pelo húmedo de una chica que ríe antes de bajar por la boca del metro.
El leve color de los paraguas. Las aceras que brillan como el charol.
La primavera viene por el este como un canal recién sintonizado.
En la superficie de las antenas se reflejan las sombras de los vencejos que aún están por llegar.
Las primeras Flores se abren en los vestidos de moda femenina.
En lo que ves ya nada se mantiene inmóvil. Tiene el color de un refresco con Sabor a naranja.
Las nubes desaparecen porque se han ido a hacer cola a las taquillas de los teatros.
Fíjate cómo actúan los equipos de limpieza con los restos últimos del invierno.
Como la belleza es una gama de cosméticos en promoción.
Los peatones cruzan los pasos de cebra cada noche porque la vida canta en los micrófonos de las salas de fiesta.
Igual que entonces, sí, igual que entonces, la realidad se acerca a la barra y empieza dulcemente a beber.
También ahora las bailarinas de los musicales están fumando en las escaleras de servicio con sus labios de color del gin tónic.
Hay risas recorriendo las calles y conversaciones casi clandestinas.
Hay labios rojos como aquel cuadro pop de Alex Kratz.
Como la estela de un ascensor de cristal por la fachada de un edificio, la laca de tus uñas va dejando pequeñas señales luminosas en las sábanas de este hotel.
Ya no es tiempo de pensar, sino de ver de forma distinta.
Ya es tiempo de amar lo nuevo como se ama el futuro.
Ponemos la mirada en los confines como una manera de extender la vida.
La utopía viene.
Pero la utopía es tan frágil como la felicidad, tan frágil como esta primavera.
Recuerda que vivimos en territorios bajo vigilancia.
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario