viernes, 24 de junio de 2011
4004.- KRISMA MANCÍA
Krisma Mancía (San Salvador, El Salvador, 1980). Estudió el profesorado en letras de la Universidad de El Salvador, y teatro en la Escuela Arte del Actor. Formó parte de la primera generación del taller literario de La Casa del Escritor. En 2004 publicó su primer libro, La era del llanto (Dirección de Publicaciones e Impresos, Colección Nueva Palabra, San Salvador), y en noviembre de 2005 ganó el primer premio internacional de poesía joven de la editorial La Garúa, de Barcelona, por su libro Viaje al imperio de las ventanas cerradas (La Garúa, Barcelona, 2006). Aparece en las antologías Trilces trópicos (La Garúa, Barcelona, 2006), Cruce de poesía Nicaragua-El Salvador (Managua, 400 Elefantes, 2006) y 45 poetas. Antología (Revista Cultura 94, disco de audio, DPI, San Salvador, 2007). Ha sido publicada en revistas de diversos países, en español y catalán.
La era del llanto (fragmento)
Krisma Mancía
El loco de ojos vidriosos ama las piedras
y las palomas que nunca han sido tantas
y los pensamientos que han sido muchos.
Alfonso Kijadurías, Los estados sobrenaturales
Cuando las lámparas comprimidas de luz
se empuñen contra el pecho ennegrecido de la noche
y se acribillen sin piedad los recodos de los crepúsculos.
Cuando los ciegos maldigan a la oscuridad
y le declaren su odio de párpados,
su fantasía de colores,
su melancolía de imágenes.
Cuando las manos se desgasten
en el reflejo aséptico del cielo
y el blindaje de las nubes derrita
su repertorio de pájaros muertos,
entonces la oscuridad se rebelará de los armarios
y no existirá lugar sin luz sobre la tierra.
En cada rincón, en cada entraña viva,
incluso entre los muros,
incluso tras las puertas cerradas,
incluso en el fango de la boca,
nacerá, crecerá,
y se acuñará la luz.
En los actos fallidos del arrepentimiento
los suicidas contemplarán la lejana posibilidad
de encontrar el abrazo de la muerte
y tratarán de hallar la identidad perpetua de la noche
y querrán bajar al corazón de la tierra
y cruzar tuberías
y acariciar el lodo;
pero a lo largo de sus sufrimientos
no descubrirán más que ataúdes luminosos
que les pincharán el tacón izquierdo
del arco angustiado del pie derecho.
Los niños, con su ternura de brazos
y sus redes de acertijos,
buscarán en las profundidades de sus camas
el néctar prohibido del sueño
para alimentarse los sentidos
y empaparse las miradas;
mas al cerrar las pestañas
un racimo de colores confundidos
se esparcirá dentro de sus ojos
y al indagar sobre el tono más gris del gris
todo se reducirá al tono más blanco que el blanco.
Y al no tener tinieblas los oídos nocturnos del tiempo
se recordará al grillo con especial afecto,
porque no habrá signos
que palpiten en el pulso del sonido,
porque se quedará sin huellas
el prisma repetitivo de las cosas,
y se extrañarán los relojes,
la letra oscurecida,
el azabache del pubis.
Oh, Rosa Náutica, juguete insaciable de la brisa,
amante de las direcciones
y letargo de los silencios:
trajiste tu desconsuelo en un muestrario de profecías
y de tu chistera sacaste los demonios impacientes
para dejarlos habitar en la mano del pasado.
Y se evaporó el olor de tus océanos,
desparramando la sal en la piel persistente de los cactus
y surgieron enjambres de bestias
que alabaron el idioma de las luces
y se alimentaron de movimientos,
de gestos involuntarios,
de nervios carbonizados.
¿Qué será de los seres sin sombra,
sin rastros de sí?
¿Qué será de la noche cuando huye de sí?
¿Qué será del ciego si al cerrar los ojos
no ve más que luz?
¿Qué será del cielo sin ritos de estrellas,
sin sueños de niños?
¿Qué será del alma de las cosas
y del juego oculto de las luciérnagas?
¿Será, acaso, una mancha de sangre
desfilando hacia su pasado de rabia?
¿Será quizá un acto de penas
que encierra el rumor de las armas
en el mundo líquido de los espejos?
¿Tal vez la exclamación ensordecedora
de un tiempo olvidado?
Es que ahora bulle la sangre dentro del organismo
y se pudren las articulaciones
y los alacranes sostienen su calcina de momias dormidas,
su sarro, su arcilla, su estéril saliva
y su duro montículo de veneno.
Es que ahora el capricho de los dedos
nutre la dualidad de las cosas:
de lo bello, lo feo;
de lo malo, lo bueno;
del instrumento de marfil, la calavera de mármol;
de las lenguas de las víctimas, las escépticas palabras;
de la roca viva y del contenedor de los espíritus,
el soplo de la esperanza y la oquedad del limbo
de aquellos que fueron, y siguen siendo,
misterio de ceniza iluminada.
Antología poética
Llega diciembre con su larga cola de vejez
y tu fe y tu inocencia y tu sencillez
flotan en las vestiduras del viento.
Esta vez el techo de la casa no soportó el peso de tus sueños
porque dejaste de cortar las estrellas
que se anclan en lo más alto de la montaña
y dejaste que la rosa del mar ya no existiera para ti
sólo la inmensidad ilimitada de una tarjeta de banco
ahora no existe el duende de tu voz
ni la niña de trapo en la esquina de tu infancia
sólo un universo de uñas que rasga la mejilla del cielo
y perros ciegos
que aprenden a dar la pata y a no morder los muebles.
En tu imperio nadie confiesa que se han devorado la tierra
que hay un odio constante contra la piel
y que por eso hubo un genocidio ambicioso de gatos negros
con los que se fabricaron lámparas nocturnas.
Si alguien rompe los cables de electricidad
hoy
se apaga la vida
se acaba el juego de la golondrina
y ya no dirás todos los días: “Espejito, espejito, dime quién soy”.
Amor
sos un laberinto de espadas
un enigma de fuego que crece en la garganta
un vientre triste que mata a los amantes antes de nacer
y es preciso que conserve esa visión con sal de cocina
y ser la ira del fruto seco que se esparce en la tierra
y ser la muerte cuando nace un hijo
y ser la muralla donde él se apoye
y ser la hoguera donde lave su cuerpo
y ser todo
y ser nada.
¿Adónde me llevas sueño?
¿Adónde está tu luz de manantial?
¿A qué laberinto incompleto diriges mi voz?
Ayer una mujer ronroneaba en un solo quejido
hundía su cuerpo en una nevada cama
y las moscas se burlaban
moscas vaporosas
como partículas de muerte.
Morfeo
el de los ojos gélidos
deja en mis párpados
agujas y colores pálidos
y derrite mis latidos dentro de un reloj
tengo miedo
y el miedo es una laguna de horas
horas
horas.
Soñé con tu mano. Verde bestia que lame mis dedos.
Dragón marino que besa las entrañas del fuego.
Soñé con tu mirada. Suave gracia felina en la espesura nocturna.
Soñé.
Sólo soñé
racimos de ojos bajo mis sábanas.
MONÓLOGO CON SERPIENTE O SOBRE EL ACTO CULPABLE DE DESPERTAR
Uno
solamente soy
un paraíso verde una corona de laurel
he conquistado la fauna de mi sangre el temple de mis nervios
y he colmado mis vísceras con bálsamos sales y sahumerios
he viajado por la senda de los martirios
y he conocido el olor de la muerte limpia
(extiende sus manos como tentáculos
y forma una flor en cada tumba)
hallarme será fácil
tan fácil como encontrarnos en el cruce de una calle
y tener en cada dedo un enjambre de niños
con sus sistemas nerviosos simples
y espinas dorsales de mariposas
tan fácil
como abrir los ojos
y encontrarte bajo la almohada
y encontrarte culpable
junto al llanto de la aurora
y con la sangre de la noche entre las manos
y dirás que eres inocente
que la serpiente es la culpable
y yo diré que te creo
que las serpientes son tan bellas como la piel de las manzanas
y me dirás que soy
un paraíso verde una corona de laurel
y entrarás en mi
pisando el césped de mis ojos
y llevando en tu cabeza el veneno de mi gloria
Dos
abro los ojos
y me obligo a ser humana
a encender el bullicio de las calles
de las gentes
de los pasos
me fumo la colilla de un sueño
y miro figuras en el techo
y las convierto en algo lógico
(un dragón marino
una serpiente devoradora de esmeraldas
o un tesoro escondido al final de las manos)
entonces me escapo
me refugio en lo amargo
en las tazas de café
abro los ojos
y mi cuerpo es un lamento bajo las sábanas
un pedazo de mármol sobre la almohada
una dolor enmohecido de tiempo
un perfil detenido en los retratos
Tres
suave suave
como la enredadera alrededor de tu cuello
como el vuelo de los gorriones en perpetuo dolor
la mujer que llamaste Suicida
mete sus brazos a través de la ventana
y quiere beber el aliento que dejaste en la almohada
y quiere comer el fruto maduro de tu tacto
Cuatro
escribo
con el presentimiento de que Dios caerá detrás de tu risa
escribo
con la angustia que produce un beso a media luz
escribo
y pienso en tu ganas de no volver
Cinco
me reconocí fantasma de foto
fantasma de fotosíntesis
fantasma con sabor a aguja oxidada en cada pierna
fantasma con una miopía triste en cada frase
por qué no permito que se pudran las flores
y me voy
y me llevo lo irremediable de cada espejo roto
por qué no permito que el cabello encanezca
y que los dientes se consuman en el vacío de la boca
por qué no dejo de mirar
para que todo se apague en un silencio de tumba
y sacarme los ojos con la ayuda de los buitres
y entregarlos a la damita que me hizo nacer
ahora crece el musgo de mi frente
y fluye el manantial de mis dedos
ahora agonizan los pájaros en las ramas de la angustia
Seis
(epitafio para la tumba de mauricito mora)
aquí yace el amor
latido perdido de un ciprés
canto sin voz
olor de Siemprevivas
(duerme lentamente
arrullito de ave efímera)
Siete
muerde la manzana con la longitud que produce el deseo
muerde la manzana
no pasa nada
(Dios esta dormido sobre un séquito de ángeles
también Dios fornica pero es un secreto
no se lo digas a nadie)
las manzanas se pudren al borde del manzano
es torpe la ternura
es torpe el primer roce
(Dios no se ha vuelto transparente
se esconde
es un fugitivo del paraíso
pero es un secreto
no se lo digas a nadie)
no pasa nada
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