viernes, 24 de junio de 2011
4014.- FEDERICO ABAD
Federico Abad (Córdoba, 1961) reúne en un mismo universo disciplinas distintas pero no distantes como son la música, la literatura, la fotografía o el diseño gráfico, algunas de las cuales desarrolla en sus clases de Música con alumnos de Secundaria.
Además de Pedagogía Musical y Magisterio, cursó estudios de piano clásico y jazz, y en 2006 publicó la novela juvenil Quince (Berenice), a la que se han sumado otros relatos aparecidos en diversas publicaciones. Entre los premios obtenidos destaca el accésit del XV Premio de Novela Corta Gabriel Sijé. Viaje al marsupio (1990) y La noche del siglo veinte (1999), junto a las plaquetes La estratagema (1990) y Atolones (1993), recogen su obra poética hasta el momento.
Su nombre aparece incluido en la antología Un siglo de soneto en español (ed. Jesús Munárriz, Hiperión, 2000). En su faceta de músico cuenta con dos obras escritas; una guía práctica de iniciación al lenguaje musical, ¿Do re qué? (Berenice, 2006), que alcanzó en 2010 su 4ª edición, y La colección Dolores Belmonte –estudio de un cancionero infantil de la Andalucía oriental– (Centro de Documentación Musical de Andalucía, 2008), y es también compositor de dos álbumes inéditos.
Es autor, asimismo, de tres guías monumentales: Sevilla, ayer y hoy, Granada, ayer y hoy y Málaga y su provincia, ayer y hoy (Ediciones Ilustres, 2000, 2001 y 2002), traducidas al francés, al inglés y al alemán. Colabora con la revista mensual de pensamiento y cultura El Ciervo.
POÉTICA
If I Could
Path Metheny Group
Los veis asomados al puente, mirando a la Luna,
durmiendo con un cuento a los hijos
que no tienen,
reuniendo
piedras filosofales por el monte
cuando anochece en la ciudad y el campo
brilla con un resplandor pálido.
Lloran por cualquier cosa, confunden el amor,
pero siempre andan buscando a alguien
que se pinte los labios para decir
versos profundos;
temen al olvido
y se esconden en zaguanes a recordar
tristes despedidas, palabras
cuyo significado les hechiza.
Ríen sin razón aparente,
corren a arrojarse a las olas
(dicen que el mar
llega, como la muerte, acariciándote),
suben a lo más alto de las torres
para oír de las golondrinas
correos que trae el aire desde lejos.
No duermen cuando sueñan, olvidan
donde viven: enfermaron de dolor
bebiendo el suave jugo de la felicidad.
La vida
no les depara siempre lo mejor, pero quién sabe:
si nacer es hermoso, ellos lo hacen
cada uno de los días de cada año.
De astros se ilumina el universo
cada vez que un poeta observa el cielo.
Soneto 10º
Yolanda goza bebiendo versos,
siente una extraña satisfacción
al ver reflejos de su emoción
en el color de sus labios tersos.
Los que la aprecian están inmersos
en una grave preocupación.
Nadie comprende que su atención
ande perdida en libros dispersos.
Y sin embargo, ella imagina
que traza el vuelo del colibrí
libando flores. En una esquina
dejé un soneto y, cuando volví,
hallé unas marcas de vaselina
y algunas plumas color rubí.
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