Eavan Boland
(Dublín, Irlanda, 1944 ).
Vivió en Irlanda hasta los seis años, cuando ella y su familia se mudaron a Londres. En esa ciudad conoció por primera vez la hostilidad y los sentimientos anti-irlandeses, experiencia que la llevó a fortalecer su identificación con su herencia irlandesa. Pasó los años de su adolescencia en Nueva York y en 1960 regresó a Dublín, donde se graduó en el Trinity College. Después de su graduación publicó por su cuenta un panfleto de poesía titulado 23 Poems (1962). Ha impartido cátedra en Trinity College y ha sido miembro del International Writing Program de la Universidad de Iowa. Su primera colección de poemas, New Territory, apareció en 1967, seguida de The War Horse (1975), In Her Own Image (1980), Night Feed (1982) y The Journey (1986). Outside History: Selected Poems 1980-1990 (1990) e In a Time of Violence (1994) marcan su madurez como poeta y la ubican definitivamente en la escena literaria contemporánea. Ha recibido varios premios de poesía y ha escrito numerosos artículos en periódicos y revistas.
Poemas en No soy tu musa. Antología de poetas irlandesas
contemporáneas. Ediciones Torremozas 2.008.
Y entonces volvió a casa borracho.
¡Era algo tan fácil!
¡Cómo no se me ocurrió!
Ahora me doy cuenta
que todo lo que yo necesitaba
era una mano
que moldease mi boca,
que me escaldara la mejilla.
Esta conmoción bajo la que me encuentro
es donde recobro la posesión de mí misma,
donde me hago del todo.
Me rompe el labio con el puño,
me amorata el ojo de un golpe,
con sus nudillos devuelve
el ángulo correcto a mi nariz.
¡Qué perfeccionista!
Las suyas son manos de escultor:
Crean
forma del vacío.
me recuperan
para mí de nuevo.
Soy una mujer nueva.
A su imagen y semejanza
La granada
La única leyenda que me ha gustado es
la historia de una hija perdida en el infierno.
Y allí encontrada y rescatada.
Amor y chantaje son la clave de esta historia.
Ceres y Perséfone los nombres.
Y lo mejor de la leyenda es
que puedo aplicarla a cualquier cosa. Y la aplico.
La leí por vez primera
cuando era niña en el exilio de
una ciudad con nieblas y extrañas consonantes,
y al principio yo era
una niña expatriada en el crujiente crepúsculo
del mundo subterráneo donde las estrellas se anublaban. Después
una noche de verano salí
a buscar a mi hija para meterla en la cama.
Cuando por fin llegó corriendo, yo estaba dispuesta
a hacer cualquier cosa para conservarla.
La llevé conmigo a través de las campanillas
y las avispas y las almibaradas buddleias.
Pero entonces yo era Ceres y sabía
que, en aquel camino, a cada hoja de cada árbol
le llegaría el invierno.
Que era ineludible para cuantos por él pasáramos.
Y también para mí.
Es invierno
y están ocultas las estrellas.
Subo las escaleras y me paro donde puedo ver
a mi hija dormida junto a sus tebeos,
su bote de Coca, su plato de fruta intacta.
¡La granada! ¿Cómo pude olvidarla?
Habría podido regresar a casa y ponerse a salvo y así
terminar la historia y toda nuestra
descorazonadora búsqueda, pero extrendió su mano
y tomó una granada.
Alargó su mano y arrancó
el sonido francés de manzana y
el ruido de una piedra y la prueba
de que incluso en el reino de la muerte,
en el corazón de la leyenda, en medio
de las rocas llenas de lágrimas no derramadas
dispuestas a transformarse en diamantes
cuando alguien contara su historia, una niña puede
sentir hambre. Podría prevenirla. Todavía queda una
oportunidad.
La lluvia es fría. El camino agrisado.
El barrio tiene coches y televisión por cable.
Las veladas estrellas vacilan sobre el suelo.
Es otro mundo. Pero ¿qué otra cosa
puede dar una madre a su hija sino
estas hermosas rendijas de tiempo?
Si retraso la pena disminuyo la ofrenda.
Suya será la leyenda como lo fue mía
Entrará en ella como lo hice yo.
Despertará. Tomará en su mano
la acartonada, enrojecida cáscara.
La acercará a sus labios. Y yo no diré nada.
Poema del libro En un tiempo de violencia
(poesía Hiperión, Ediciones Hiperión, 1997).
Traducción de Pilar Salamanca.
ESTE INSTANTE
Un vecindario.
Al anochecer.
Cosas que se preparan
para suceder
a escondidas.
Estrellas y mariposas nocturnas.
Y cáscaras caídas alrededor de la fruta.
Pero todavía no.
Un árbol es negro.
Una ventana, amarilla como la mantequilla.
Una mujer se inclina para coger a un niño
que corre hacia sus brazos
en este instante.
Asoman las estrellas.
Revolotean las mariposas.
Las manzanas maduran en lo oscuro.
THIS MOMENT
A neighbourhood.
At dusk.
Things are getting ready
to happen
out of sight.
Stars and moths.
And rinds slanting around fruit.
But not yet.
One tree is black.
One window is yellow as butter.
A woman leans down to catch a child
who has run into her arms
this moment.
Stars rise.
Moths flutter.
Apples sweeten in the dark.
(Del libro ‘En un tiempo de violencia’.
Ed. Hiperión. 1997.
Traducción de Pilar Salamanca)
AL MARGEN DE LA HISTORIA
Marginados, los hay siempre. Las estrellas,
estos guiños metálicos de un enero irlandés,
cuya luz sucedió
miles de años antes
de que nuestro dolor lo hiciera: están, siempre han estado
al margen de la historia.
Mantienen la distancia. Bajo ellas perdura
un lugar donde tú descubriste
que eras humano, y
un paisaje donde conociste que eres mortal.
Y un tiempo a escoger entre ellas.
Escogí:
fuera del mito hacia la historia voy para ser
parte de esa ordalía
cuya negrura me alcanza
ahora desde aquellos campos,
aquellos ríos y sendas coaguladas
por la muerte como los firmamentos.
Con cuánta lentitud se van muriendo
mientras nos prosternamos, susurrando en sus oídos.
Y somos ya tan tarde. Somos siempre demasiado tarde.
Traducción de Abraham Gragera
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