jueves, 22 de junio de 2017

SANTIAGO RODAS QUINTERO [20.225]


SANTIAGO RODAS QUINTERO

Santiago Rodas Quintero. Medellín, Colombia. 1990. Ha publicado los libros Gestual (Editorial U.P.B, 2014) y Trampas Tropicales (Atarraya editores, 2015).



Es un saludo extraño
el de los cangrejos
Los cangrejos buscan sus túneles 
con la llegada de los visitantes,
el niño curioso penetra con su índice
en uno de los agujeros,
las tenazas atrapan el dedo

y sacan lágrimas al
niño que no entiende.

Es un saludo extraño
el de los cangrejos.






Carta a un joven ladrón
Recomiendo
A quien robó mis libretas
No publicar bajo ninguna circunstancia
Lo que allí se encuentra escrito.

Puede vender las hojas en blanco
pues son, en realidad,
el verdadero tesoro.






Geometrías
En círculos
los gallinazos
celebran
la geometría de la muerte.






Se necesita tener
un mar siempre cerca

A Inés Posada

Se necesita tener un mar siempre cerca
en la espesura de las montañas
en el tráfico de la ciudad
en las memorias del sueño
en las clases de filología
en la fila del banco
en el nochero de la habitación.

Se necesita tener un mar siempre cerca
del cuerpo y del alma
que nos recuerde
cada vez, que somos
insignificantes.

Animales aplastados

Algún animal es atropellado
y queda su cuerpo
tendido en el pavimento

Los carros les pasan por encima
y los aplastan hasta hacerlos
una masa negra

los mismos carros
a las mismas horas

Lentamente los cuerpos
desaparecen
como si alguien limpiara,
en silencio,
la piel y los huesos.





Fuck

Siento el rumor suave del helicóptero
que pasa sobre mi cabeza
y yo lo miro
tantear, ponderar las cosas desde arriba
bailar entre las nubes,
las montañas.
Dando tumbos acá y allá
bamboleándose
con su cuerpo de insecto negro
por el aire sucio, enrarecido
de los últimos días.
Y veo que se acerca,
que se mese
casi estático,
baja
en una línea vertical,
se me acerca.

Mientras el helicóptero me observa
yo le hago
la señal con el dedo
que aprendí en mi infancia
y no tiene traducción al español
pero en inglés
se escribe
fuck.  





Las manos

A Luis Rodas
Esta tarde he pensado
en las manos de mi tío Luis,
unas manos duras, ásperas
donde no cabe un callo más.

Cuando uno le da la mano
él la aprieta firme
y se siente el peso
de días bajo el sol y la lluvia,
el peso
de los millones de golpes
con un martillo
que han derribado
y construido cientos de muros.

Cuando él me suelta
queda un vacío,
como si la mano de mi tío
por un momento
me protegiera con su fuerza
y luego mi mano quedara abandonada a mi destino.

Pienso
que esas personas
que son capaces de levantar una casa con sus manos
saben algo que a los demás
se nos escapa. 






Carl Marx

A Juan Carlos Rodas

Desde pequeño he visto
un cuadro de Carl Marx
en mi casa.
Un tío se lo regaló a mi padre
pensando que tal vez
sería un buen regalo para un
estudiante de filosofía y letras.

Creo que el cuadro hizo
lo mismo
que hizo el corazón de Jesús
con mis amigos.

Todas las mañanas
antes de bañarme, veo sus ojos
en blanco y negro
le hago un ademán
él me da su bendición, o algo parecido.





Fuego en el espejo

Era diciembre del 97
y  en el barrio
echaban globos.
El reto era coger
el mayor número posible:
en el proceso
casi me atropellan 3 veces
subí a techos de vecinos, sin permiso,
me corté con alambre de púas,
me apuntaron con una escopeta,
caí en canaletas y huecos más de 10 veces.
Tan sólo cogí 4 globos en mi vida.

Había una técnica
que consistía en apuntar con espejos
en la mecha del globo
hasta apagar el fuego,
el globo caía y sólo hacía falta
ser el primero en agarrar la candileja.

Dudé de la veracidad del proceso
hasta ahora
cuando me veo en el espejo
y confirmo que 
la llama se hace más débil.





Los que miran aterrizar aviones

Los que miran aterrizar aviones
se sientan con sus fiambres a esperar.

Una sombra los cubre cada tanto,
sostienen la mirada en semicírculo
hasta que el avión aterriza en la pista,
satisfechos toman sorbos de su bebida.

Saben qué avión aterrizará por su ruido
-Allá viene el vuelo 9892, o el 1235- murmuran.
los aviones previstos planean por encima de sus cabezas

Su oficio es sencillo y discreto,
pasan las tardes oteando,
se aseguran que todo esté en orden.

Terminada su labor vuelven a sus oficios
de albañiles, cajeros o ciclistas.
Y el mundo continúa sin problema.

Quién sabe que pueda pasar
si tan solo una vez
los que miran aterrizar aviones
dejaran de hacerlo.





El Poeta

En el barrio donde crecí
hay un hombre que le dicen El Poeta
tiene por oficio vender pólvora de todo tipo.
Huidobro dijo que todo poema es un incendio.

Nadie en el barrio sabe con seguridad
por qué le dicen Poeta.
Algunos explican que es porque su padre era maestro.
otros dicen que él escribe versos escondido
y nunca se los enseña a nadie.

Una vez me quemé la pierna
con pólvora que compré al Poeta,
todavía conservo la marca en mi piel.
Tal vez esa sea su escritura
que como la poesía deja verdaderas cicatrices.





La espalda del río

Los cuerpos bajan por el río,
un hombre con un palo espera,
es su trabajo.

Abajo el río se parte en dos,
el hombre desvía cada cuerpo
siempre por la derecha,
para eso le pagan.

El pueblo ya tiene suficientes muertos
como para que el río
traiga más, como si nada,
en su espalda.





La poesía

Hay que tener cuidado con la poesía:
Wittgenstein atizó con un palo a B. Russel
por impedirle leer poemas de Hölderlin
en una conferencia de lógica.
Luis Vidales se trenzaba a golpes
cuando a los lectores que no les gustaba su obra se lo decían.
Huidobro expresó que la poesía de Neruda
estaba al alcance de cualquier plumífero,
Roberto Bolaño estuvo de acuerdo.
León de Greiff le escribió varios poemas
a Ciro Mendía para elogiar su enorme nariz.
Quevedo compró la casa de Madrid en la que vivía Góngora
para dejarlo en la calle.
Borges podría haber puesto la cuota inicial.
Rodolfo Enrique Fogwill escribió Los pichiciegos
según él, en lo que tardan en consumirse doce gramos de cocaína.
Joyce buscaba pelea y para no quebrar sus gafas, ni despeinar su bigote
llamaba a Hemingway que siempre estaba en el bar de al lado
y resolvía todo.
Marlowe murió por una puñalada en el ojo
por un malentendido con la cuenta de un bar.
Alguien le dijo alguna vez a Muhammad Alí, medio en broma,
“¡Hey danos un poema!” y éste dijo:
“We, Me”.









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