LENA CARRILERO
Lena Carrilero (Cabra, Córdoba, 1994). Estudiante de Filosofía en la Universidad de Sevilla, ha realizado intercambios en la Universidad de Génova (Italia) y en la Universidad Nacional del Litoral (Argentina). De forma paralela a sus estudios, se ha dedicado a la poesía y a la música. Como cantautora lleva en los escenarios desde los quince años. Ha realizado tres giras por España, dos de ellas con otro cantautor bajo el nombre de ‘Los Flacos’, y una por Sudamérica, así como en algunos festivales y actos benéficos.
DICEN
Dicen que tienes que pasar
tu vida besando bocas
hasta que encuentras ‘la boca’
que da el beso que todo lo borra,
que todo lo cura,
que todo lo sabe
y todo lo dice sin hablar.
No sé si cuando leas esto
habrás pensado en la mía,
ni siquiera yo sé si he besado
suficiente o demasiado
como para encontrar respuesta
a estas preguntas,
pero como siempre que hablamos
del futuro es desde el presente,
hoy sé que tu boca
es ‘la boca’ que yo buscaba
en este texto,
y en lo que queda de mi corazón
desde que lo hiciste tuyo,
desde que besaste esta boca
que ahora y
para lo que queda de mi vida,
te pertenece.
La persistencia de lo que recuerdo de ti.
''Supe que seríamos grandes
cuando le pedí la hora y me ofreció el reloj.''
Yo no he dejado de extrañarte,
igual que no he dejado de beber
ni de pensar que hundirse
es otra forma de salir a flote.
Los golpes no consisten
en ser recibidos y apaciguarse,
más bien en observarlos
y sacar conclusiones
que nos rebelen la extraña coincidencia
de coincidir ahí y antes,
como si el mañana
fuera un ente lejano
que nos mira ajeno
a este aquí y ahora,
y que nosotros añoramos
minuto tras minuto.
En algún universo paralelo,
tú y yo nos hemos querido
como si fuese ese aquí y ahora,
y en ese intento de atraparlo
se nos ha derretido
en estas manos
que son fuego y a la vez ceniza,
pero no presente,
ni instante,
ni quizás mañana,
quizás entonces
porque fue antes,
pasado en la memoria
prescrita de ayeres.
Introspección.
A pesar de mi escasa edad
he visto marchar
demasiados trenes
con resignación,
también me he quedado
a la espera de intentar
ser quien era
o aceptar cómo soy.
No he buscado jamás
hacer daño a mis seres queridos,
cercanos o lejanos,
pues la distancia
solo fue un punto de fuga
por donde se escaparon
los sueños,
y a veces los años
en tiempos difíciles.
Resulta asombroso
desgranar cada trozo de cielo
que saboreé cuando no sabía
que el infierno existía,
por eso
me mantengo fiel a la suerte,
si me dicen:
''Eludir decisiones
no es una buena vía.''
Las moralejas de cada historia
no suelen llamar a mi puerta,
pero una lección
he aprendido de ésta:
No abras la puerta
sin querer que entren,
cierra bien las ventanas
si pretendes salir.
Vanidades banales.
Soy un arlequín, un trapecista saltando al vacío,
la lluvia de abril huyendo de amores y mares baldíos.
Soy la mitad de las mitades que llevan tu nombre,
la escasa piedad que guardan los tristes
cuando recuerdan tiempos mejores.
Tú el pentagrama borrando las líneas,
en Clave de Sol provocando mi arritmia,
si hubiera tenido las luces de haber aprendido solfeo,
Morfeo estaría aturdiendo a otro reo en la noche.
Pero qué hacer ahora si esconden tus mangas
pinceles cual ases, pintando bocetos
de mi caricatura en lienzos feroces,
no toda luna nace sabiendo
cómo atraer en silencio a las fieras.
Tengo ganas de llorar espinas,
a ver si así crecen flores,
crucificar en mis labios tu iris,
descifrar los enigmas que invento en tus sueños.
Quizás ha llegado la hora
de enterrar el cadáver que habita estas páginas,
y hacerle justicia a cada palabra de odio o de amor
que pisó por nosotros los suburbios del infierno.
A veces me pregunto cómo pude resumirte en un poema,
el secreto está en utilizar metáforas
comparándote con la soledad, la muerte y la vida,
que vienen a ser lo mismo que tus ojos.
Penitencia bajo llave.
El beso de Judas,
el puñal que clavó Caín
en la piel muerta de un Abel herido
por su propio orgullo,
la piedra de David a un Goliat
que demuestra cómo la debilidad
puede ganar terreno a la fortaleza,
la sangre de un cáliz
vertida en la boca que roza el pecado,
las semanas no santas
que pagué a tu lado ante tanta desdicha,
los mordiscos de amores que dejan cicatriz,
el aire que falta y cubre
espacios vacíos que reclama el viento,
la sed insaciable que bebe mi sed
y escupe silencio.
Me sobran miradas que rompen cristales,
impaciencias que alcanzan
la quietud de la noche,
me faltan motivos,
me mecen las nubes,
me invade el recuerdo.
Hoy sopla la arena
sobre un mar de caídos,
la tierra de nadie es tierra de todos,
habitada por lobos que se nos parecen.
'Quiéreme', fue lo último que dije,
después las palabras
quedaron reducidas a suspiros
que decían sin decir
todo lo citado anteriormente,
que por delito o delirio te concierne,
aunque no te pertenezca.
Aunque poco te importe,
el dolor no lo cura
la sal del olvido,
con franqueza te advierto
de lo que aprendí
en este tiempo de abstinencia
hacia un pasado
que en realidad
era solo alpiste
para pájaros sin alas
que no soñaban con volar
ni si quiera dormidos.
Pequeña criatura.
Habita otra criatura
dentro de mi pecho
y yo lo sé;
a veces me ahoga,
a veces me llama
pidiéndome auxilio,
y a veces me llora.
Habita otra criatura
dentro de mi pecho,
y yo lo sé;
me habla con tu acento
echando sal sobre la herida,
que bien sabemos ella y yo
que sigue abierta,
a flor de piel.
Es esa criatura
la que escribe el testamento
de mis sueños cada noche,
me mira ajena,
y se duerme
en los párpados del miedo,
dudando de si las cosas bellas
suceden sólo por primer vez.
Yo la escucho,
la riego con canciones
que le hacen renacer,
y nunca muere,
llevándome a su lecho
de despojos y ocasiones
que mienten por los codos
y me hablan de volver,
¿Volver a dónde?
¿Volver a qué?
Después de amargos tragos
e ingentes decepciones,
encuentro la manera
de calmarle aunque nos duela;
y en esta habitación
le abro la jaula de mi pecho,
dejando que respire,
curándola con rostros
que a oscuras,
se parecen a ella.
Inestabilidad emocional de domingo.
Podría hablar de ti
pero es más conveniente
que lo haga del otoño;
me ha pillado un domingo lluvioso
tirada en el sofá
con una resaca del quince
y una de tus fotografías
compañera de almohada;
ha sido un poco cruel,
lo admito,
creo que no aún no tuve ocasión
de hacerle ninguna jugarreta
para que al mirar al cielo
te lloviera sobre mí
con esa rabia precipitada.
Sí, así es,
el otoño me ha declarado la guerra
mientras yo te firmaba la paz,
será que no entiende
que prometiese pasar mi vida contigo
y aquí esté,
tirada en el sofá hablando
de que ha sido un cabrón
lloviéndote en domingo.
Podría hablar del otoño,
pero es más conveniente
que empiece a hablar de ti,
porque eres lo único
que podría salvarme
de este domingo
que llueve
y te echo de menos,
sintiéndome inútil
por no colgarme del primer avión
que huye lejos de este sillón
en el que me encuentro
pensándote
sin mover el culo
para ir a buscarte
y hacerte feliz.
Un domingo de otoño
lluvioso, que llueves,
y las gotas de lluvia
que me atraviesan la piel
como si fueran tus lágrimas
me dicen que no estás,
y que es otoño,
domingo,
lluvioso,
y empapas
al igual que calas.
y dueles
al igual que llueves.
Canto a la vida para darle las gracias.
Aprendí a mojarme bajo la lluvia
con apenas dieciséis,
a mirar el mundo cada vez que salía a la calle
como si fuera la primera vez
que estaba en él,
y así me hice quien soy,
a veces cobarde,
a veces valiente,
lo importante es que soy
como quiero,
y si no,
no tengo reparo en empezar de nuevo
a repararme.
Ahora con diecisiete
puedo ver la lluvia caer
como si las nubes desencadenaran
huracanes de nostalgia,
pero cuando sale el sol
en él te veo a ti,
y tengo la osadía
de decirte que estoy afónica
de cantarle a la vida
para darle las gracias
por dejarme estar viva.
No sé dónde andaré
cuando cumpla dieciocho,
diecinueve,
y me venga la crisis
de los veinte o los treinta,
pero ojalá que ojalá
sea viviendo,
y con eso me basta y me sobra.
¿Acaso no tengo el poder
de levantarme del suelo
cada vez que me caiga?
Vuelve.
No estaba preparada para encontrarte y con las mismas perderte;
decirle adiós a todas las promesas
que ya nunca podré prometerte
y mucho menos cumplirte.
¡Vuelve!,
lo grité día tras día desde que te conocí
pero tú nunca volviste
y los hoteles me miran desahuciándome
con sus camas que miden más kilómetros
que los que ahora nos separan.
¡Quédate!,
grité cada noche que lloré tu ausencia,
y no bastó para que entonces te quedaras.
Supongo que todas las almas libres
que hoy están aquí y mañana allí,
como yo,
tienen una Maga clavada en el alma,
Cortázar, tú entiendes de lo que hablo,
que puede haber muchas como ella
pero ninguna serán ella
y siempre quedará su espacio en la cama,
que ni un mate bien cargado rehabilitará un corazón herido
por una mujer que te curó el alma,
y abrió más heridas de las que cerró.
Allá donde estés,
allá donde dispares palabras cargadas de futuro,
sé que inundarás de vicio y de rosas más bocas que la mía.
vuelve,
quédate,
despiértame con flores en la ventana
y deja que las ciudades sigan su curso,
mientras tú y yo nos quedamos en la cama,
olvidándonos a la vez que nos amamos.
Creo que no hay más vida que ésta,
que la que me hubiera gustado regalarte,
ni más tiempos verbales que el ‘ahora’
que te espera en presente continuo.
85. Amores cronofóbicos
Amores cronofóbicos es el debut literario de Lena Carrilero. La tensión del sujeto con el recuerdo atraviesa este libro de amor, lleno de delicadeza y hondura. La autora nos advierte de que la memoria del amor no depende de un objeto externo. Por sus poemas pasa el tiempo y nos muestra la transformación de una relación, al principio cercana y verídica, después, conforme el recuerdo se va alejando, convirtiéndose en angustia. Al final, lo que nos queda es un recuerdo producto de nuestra invención, con el que seguir sustentando un amor que ya no nos pertenece.
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