viernes, 2 de junio de 2017

IRVING BERLÍN VILLAFAÑA [20.172]


IRVING BERLÍN VILLAFAÑA 

Irving Berlín Villafaña. México, 1961. Poeta, Antropólogo, doctor en Ciencias de la Información con posgrado en comunicación política. Ganador del Premio Nacional de Poesía Mérida, 2011 y el premio Rosario Castellanos de la Universidad Autónoma de Yucatán en 2010.

Su primer libro Casa de Palomas (2006) fue editado por el Ayuntamiento de Mérida. Después le han seguido Cuando un poeta entra en una mujer (2010) y Poemas para AishaDihab (2012). 




Argos

¿Cuántas veces 
más
me golpearás 
con el pié
para saber si muerdo,
cuántos besos
daré
para
saber
si tú amas?




Ila Al Habib

Para la venganza no me queda, al habib, 
ni siquiera el amor menos el amante.
Cuando amé
mis ojos de tanto verlo se fueron para siempre
y nunca encontré la joya que embarcaría
cuando tuviera hambre o sed.

El verso que escribiste no sirvió.
El llanto que lloramos no sirvió.
El corazón que en mis manos pusiste no sirvió.

Ningún oro compran las palabras
aunque es verdad que para huir son muy buenas.

Yo te agradezco que hayas venido a mí
a mentir con la poesía.
Supe que eras feliz
cuando escribiste tu soledad diciendo que era mía.





De Casa de Palomas

V

Estábamos tan tristes
que fuimos adentro a buscar
       sentada flor de loto,
la fuente del dolor -aguja de zafiro
que toca la angustiosa canción de tu espalda-
y apareció de pronto la felicidad
ataviada de nombres,
        el tuyo
el mío,
luciéndolos como un par de irreconciliables aretes.


VII

Me quiero ir contigo
          a un planeta suspirante
donde fuéramos el mar tan
        ondulado
                                     y alto
como una escalera,
entre cuyos peldaños cometan la dicha de subir
los coloridos peces del instante.

Si fuéramos el mar,
mi amor,
en ese planeta resplandeciente,
las estrellas de agua,
-nuestros besos-
          se verian en el cielo
como antiguas y gozosas lunas.


XIII

Entre las voces sordasn, intocadas
                de misericordia,
un baño de palomas disipa su avidez sobre mi cuerpo:
siento         el otro lado de la vista,
mi pesada lentitud, mi sorprendido paso
y me entrego al vano dulce de tus alas,
          al baile de la luz
sobre el decorado florentino de la pena
mientras rodeas mi alma, cámara de ecos,
morada nube que vuelas sobre una piel
recién cubierta por la gloria,
lugar donde también anocherá mañana.

Tenía que florecer este radiante sol, este verde laurel
para saber que
abrazarme tú
es caminar entre palomas.





de OLOROSO MUNDO ENNEGRECIDO; 2008



Encontre las cosas
           decían que no estabas
las noches minúsculas las camas con sabanas sin cuerpo
los helados de limón sin tu boca
el te sin la sed
los días sin tus ojos los gritos sin fiesta a media noche
los teléfonos sin voces ni descripciones de lugares
la espalda sin el arrimo de tu mano cariñosa
         la misma mano con que secabas tu pelo, conducías el auto
acariciabas el gato o la linterna. Y aprendí a vivir con ellas no estando
ni la espalda con la mano de arrimo
ni los ojos con los días
y fue quedándose poco a poco el mundo tan seco
tan en cero
que volví a inventar todo otra vez. Y lo dejé una noche al pie de tu puerta
para ausentarme.
Y yo pensaba que el amor se evapora despacio.
Te recordé a todo día, te viví en las afueras de la vida
como segunda piel
dialogué siempre en monólogos interiores
avivé tu recuerdo le di agua tibia
le di atardeceres
te protegí del musgo y de los animales
te coroné de laureles y hierbas aromáticas
te bañe con mis agua
hasta verte descender por las escaleras del mundo de la muerte
dejé de soñar la vida en la que no estabas
para vivir el sueño que eres
esa no vida en que entras sin asperezas ni dolores
donde sonríes como un cuadro pintado por la geometría de mis ideas
hasta que un día
una noche sorpresiva un instante
desapareciste luego de tantos años de vida juntos.
Entendí que había nubesos pesarosas en nuestro cuarto
y las gotas no caían.
Y yo que pensaba que el amor se evapora despacio
más que otras flores del mundo.
Y vi cómo los arbustos crecieron
       anegaban estas lágrimas las esquinas
los muertos en las guerras amanecían palomas en los sitios
y del recuerdo de nuestro amor
nacio otra hiedra igual.




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