sábado, 10 de junio de 2017

FRANCISCO GÓNZALEZ GUERRERO [20.204]


Francisco González Guerrero

Francisco González Guerrero (San Sebastián del Sur, Municipio de Gómez Farías (Jalisco, 3 de junio de 1889 - Ciudad de México, 7 de marzo de 1963) fue un periodista, diplomático y académico mexicano.

Estudios y primeras publicaciones

Realizó sus estudios en el Liceo de Varones de Guadalajara y en la Escuela Normal de Maestros de la ciudad de México. Fue cofundador de la revista Nosotros, la cual se publicó de diciembre de 1912 a junio de 1914. En dicha publicación participaron autores como Enrique González Martínez, Amado Nervo, Rafael López, Roberto Argüelles Bringas, Ricardo Gómez Robelo, Manuel de la Parra y Rubén M. Campos, de esta foma González Guerrero mantuvo contacto con los exponentes del modernismo mexicano.

Literato. Estudió en el Liceo de Varones de Jalisco. Se inició en la literatura fundando y dirigiendo la revista literaria Nosotros (1912-1914). Publicó poemas y crítica literaria en periódicos y revistas. Fue en 1930 cuando dio a la prensa su libro de poemas Ad altarem Dei, que lo consagró como uno de los mejores de su tiempo. En 1947 publicó un texto de crítica, Los libros de otros. Antologías: Sonetos mexicanos (México, 1945), Cuaresmas del Duque Job y otros artículos. Se encargó de la edición de la prosa de Amado Nervo en las Obras completas de Aguilar (Madrid, 1952). Su última publicación fue en 1962 la edición de las Poesías completas de M. Gutiérrez Nájera. Antes tuvo a su cargo los textos de Amado Nervo: Fuegos fatuos y Pimientos dulces, editados ambos por Porrúa. Persiguiendo un sueño (poemas inéditos) fue su libro póstumo en 1964. Fue Académico de la Lengua.

Época revolucionaria

En 1913 trabajó en la Secretaría de Comunicaciones. Una vez derrocado el gobierno de Victoriano Huerta y durante los acontecimientos de la Revolución mexicana, González Guerrero se desempeñó como redactor y director de periódicos en Yucatán y Puebla.

Administración pública y diputado

Radicó en la capital del país de 1918 a 1920, en este periodo fue director de las publicaciones del Museo Nacional y de la Universidad Nacional de México. En 1922 dirigió por un corto tiempo la Dirección de Educación de Jalisco y fue electo diputado al Congreso de la Unión de la XXX Legislatura.

Secretaría de Relaciones Exteriores

En 1925 se integró a la Secretaría de Relaciones Exteriores redactando y dirigiendo publicaciones. En 1936, fue enviado a la embajada de México en España como secretario adscrito, después fue enviado a La Habana y Panamá, llegando a ser encargado de negocios de forma interina. Poco después estuvo en Bogotá, y en 1939 fue enviado a Roma. En 1941, prestó sus servicios en Lisboa. Por motivos de salud regresó a México y en 1942 fue enviado a Guatemala, dos años más tarde se retiró del Servicio Exterior Mexicano.

Periodista y académico

Una vez retirado del servicio exterior se dedicó a la redacción y crítica literaria en Ediciones Chapultepec. Fue secretario particular de Luis Garrido Díaz, durante la gestión de este último como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue director de la Imprenta Universitaria de 1952 a 1957. El 14 de mayo de 1954 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, tomó posesión de la silla XXXIV el 16 de febrero de 1955 con el discurso "Revisión de Guitérrez Nájera" el cual fue contestado por Alfonso Méndez Plancarte. Murió el 7 de marzo de 1963.

Obras publicadas

Ad altare Dei, colección de poemas escritos de 1912 a 1922.
Los libros de los otros: recensiones.
En torno a la literatura mexicana: recensiones y ensayos.
Editó la parte dedicada a la prosa de las Obras completas de Amado Nervo para la Editorial Aguilar, Madrid, 1952.
Persiguiendo un sueño, publicación póstuma de poemas en 1964.



F. GONZÁLEZ GUERRERO

AD ALTARE DEI
1912-1922
Editorial Cvltvra
M é x i c o
1930


                      Une petite porte d'or,
                      toute close sur le dehors.
                                  Van Lerberghe.




FLOR DE VIDA

ABRO a la vida el alma temblorosa, cual rosa
de nómades fragancias en un jardín de luz.
La abro para que beba la misericordiosa
linfa, perennemente constelada y azul.

La dejo abierta a sol y abeja y mariposa,
y al beso de los cuatro vientos de la inquietud:
al Poniente, al Oriente —oro y pluma preciosa—
y a los dardos del Norte y a los fuegos del Sur.

Y —oh supremo milagro de la ilusión !— en una
casta noche sin velos y ubérrima de luna,
me embriagaré de ensueño junto al dormido mar.

Y la Siempre Olvidada—que es dulce, y reverencio—
deshojará mi vida sobre el vasto silencio
cual ramo de azahares en la noche nupcial.




CATECISMO

LA juventud su breve catecismo,
letra por letra, me enseñó una vez:
—Corta las rosas, córtalas hoy mismo;
de su recuerdo vivirás después.




VÍRGENES

LA sed, el hambre, no sé
qué nos roe
                —dentro—
cuando las muchachas frescas
pasan junto,
               ¡tan riendo!

Cuando
               —fruta, linfa clara—
en vano hacia ellas tendemos
nuestra cóncava esperanza.

¡Oh las vírgenes de pechos
duros,
               que nadie ha tocado
sino las manos del viento!




MIENTRAS TU PRIMAVERA...

MIENTRAS tu primavera
ágilmente caminas
y vas, risueña y pródiga,
sin apreciar los días,
como si deshojaras
dóciles margaritas,
sé llena de ignorancia
mas sabia de alegría,
desbordante en amables
canciones, y florida
igual que tu olorosa
calleja de provincia.

Ardiente y solitaria,
eres la lamparilla
de un altar en penumbras
al apagarse el día.
Tus oraciones tienen
alas como sonrisas;
dulces preces a un tiempo
obscuras y sencillas,
hechas con un encanto
de gracia gongorina.
¡Oh palabras, palabras,
palabras que destilan
amor, como en embrujo
de esencias exquisitas!
Que suenen cual la música
de abejas, tan sabida,
cuando en tus generosos
rosales melifican;
pero que entre los labios
te dejen el enigma,
y a veces, repitiéndolas,
te quedes pensativa.

Por la floresta muda
de un sueño, tu alegría
se alejará cantando
quizá una tarde estiva;
volverás con el alma
coronada de espinas,
con el cuerpo cansado,
y una desconocida
ansia que siendo nueva
parece muy antigua.
Y te hablará la noche
con la sabiduría
de una anciana que ha andado
las sendas de la vida.

Que se tiendan entonces,
dulcemente solícitas,
dos manos cariñosas
—¡oh, si fueran las mías !—
para llevar tus leves
pasos a la escondida
soledad, vaso obscuro
de sombra y de caricia.
Que te espere un silencio
ancho, de piel felina;
como flor de reposo,
blanca alcoba tranquila
donde cierre los ojos
una lámpara extinta;
y que descanses entre
dos brazos defendida,
antes de que a la puerta
venga a llamarte el día ...





SERRANILLA

ENTRE las vaqueras
ella no tenía
sino su sonrisa.

No tenía nada
sino su tez de manzana.

No tenía nada
sino dos frutas sazonando
almíbar en la rama.

Nada
sino un racimo de uvas
y violetas ocultas.

Nada
sino lo que diera
con el gesto del que no da nada.

Yo tenía hambre.






CANTADORA

-BACHILLER en caricias, arcipreste
catador del instante que perdura,
sorbí en 1as rosas el vino celeste,
cabalgué en una noche la aventura.

Beso de la muchacha de voluntad mostrenca
que en la plaza de gallos está de cantadora.
ojo s lentos, sublimes pechos de pecadora,
¡carne ambarina y dulce como la miel en penca!




PASTORA DE VACACIONES

   1. Pinceladas.

FLOR del alba en lindo vaso,
la más blanca de la sierra;
lucero en fragante tierra;
alta espiga al campo raso.
Pastora de Garcilaso,
vaquera de Santillana;
del jardín de Dios manzana
—en regalo de serpiente —
asaz deleitosa al diente
hincador de buena gana.

La égloga de hoy, sin frescura,
mal espejo sin alinde,
si intenta, luego prescinde
de retratar su figura.
Lo hiciera, sí, el agua pura
del extático arroyuelo:
él copia a1 pájaro en vuelo,
la tez de la rosa clara,
y al amanecer la cara
flor de durazno del cielo.



   2. Retrato

Tesoro a las mariposas
y a la abeja gambusina,
fogata para la fina
danza de las chuparrosas.
Scila en rutas amorosas,
rubí de música, y casa
del placer en linde escasa.
Y luego en copas un vino
de luz al buen peregrino
que hacia Tierra Santa pasa.

Van por sendas pastoriles
de cencerros cantadores,
ambas movedizas flores
en olor de toronjiles.
La noche envuelta en añiles,
si huérfana de azahares,
para adornar sus altares
solicita la fortuna
de dos pedazos de luna
del Cantar de los Cantares.

Rotas nubes amatistas
de leche muestran las lomas
donde borrachos de aromas
tropiezan dedos turistas.
Por extraviadas pistas
irrumpe el viento en una ola;
música de barcarola
Pone en sus versos paganos,
mientras levanta en las manos
una estupenda amapola.



   3. Otra postura

Colegiala buena, mala;
pastora de vacaciones
que canta canta canciones;
Amarilis colegiala.
Ala frágil, ágil ala
a la suerte en los vergeles;
alabada de donceles
que —en hipotéticas misas—
con rueditas de sonrisas
comulgan hostias de mieles.

Entre sauces y pirules
pajarillo en escoleta,
y lectora analfabeta
de largos montes azules.
Como del asno a gandules
Panal vedado al hocico;
grano de sol rubio y rico
que el ave madrugadora
aflora, enflora, desflora
en el aire con el Pico.

Guardiana de indócil seno
que junta en hondos jardines
olor blanco de jazmines,
de violeta olor moreno.
Angel que anuncia el estreno
d e surcos primaverales;
arcángel de los umbrales
del edén, y en claro sino.
panadera del pan fino
de los banquetes nupciales.



   4. Envío

Pastora, a ti esta alabanza
que ansiara en versos gentiles,
por tu pequeño haz de abriles
frescos y en flor de esperanza.
Más de veras que de chanza,
tu voz hube en mis retiros,
Pues de la brisa en los giros
fui cazador en acecho;
e hice, a veces, de mi Pecho
trampolín de los suspiros.





MUJER

LA ojiverde doncella Melibea
—plata en la risa, en las palabras oro—
con su silencio, luz de meteoro,
hace el milagro d e la lira orfea.

Entre las musas décimo decoro,
tetas buidas que el cendal rodea,
pies co o lilios de claror febea,
danza al ritmo profundo de mi lloro.

Flagra mi voz en llama temblorosa.
Ella sigue el de flores largo imperio,
ambulante prodigio en alta rosa.

No derrumban esporas de sahumerio
vigilante virtud de esquiva diosa.
¡Oh mujer, reina y madre del misterio!





SÍNTESIS

LA mujer bella, desde la frente a los tobillos,
se envuelve con la mirra combusta en mi brasero.
Soy altar en que ríen graciosos idolillos.
Mañana seré templo para el dios verdadero.





CITA

EL alma espera, insomne Sulamita.
Ansiosa del amor o de la muerte,
el alma espera, puntual a la cita.

Lloro de viento, risa de agua, vuelo
de hojas... Ninguna voz, pasos de nadie.
Sobre las ascuas vivas, el anhelo.

Y esta sorda avidez de los oídos!
Y el tiempo, el tiempo que se quiere ir!
Y el corazón, ya loco de latidos!





SUEÑO

ESTOY temblando de un sueño
que no acaba en la vigilia;
olas obscuras de un sueño
sin orillas.

Se oyen golpear dos remos
alejándose en mi vida.
Del harén huye el Barquero
con mi ilusión favorita.





ADOLESCENCIA

LARGAS horas de lectura
en libros de encantamiento,
cuando afuera —en noche obscura—
escandalizaba el viento.

Romances de bizarría
—de Dumas— con su embeleso,
sorbieron al alma mía
el seso.

En conquista de alta prez
busqué en torno lances fieros
con la ayuda de los tres
mosqueteros.

Dulce insomnio. Noche fría.
Yo, con triunfos y derrotas.
La torre en vano medía
el tiempo con cuentagotas.

Recuerdo que en miel embarga...
¡Aun no sabía leer
la novela amarga y larga
de un corazón de mujer!





EL BARCO

PARTÍA el barco a la fortuna
de una bella comarca en flor,
donde en las playas hay alguna
diosa nacida entre blancor.

Fantástico, bajo la luna,
partía el barco tentador;
y las sirenas, una a una,
eran suave canción y amor.

Encerrado en el viejo muro
de mi torre, perdí el cantar
por miedo al naufragio seguro.
... Y el barco se alejó en el mar.

(Dadme el silencio más obscuro
para llorar... para llorar...)





PIEDRA BLANCA

¡MÁRMOL, serena carne de los dioses que fueron!
¡Mármol de sangre clara, mármol en que pusieron
        las formas áticas su luz!
Sé sobre el mausoleo la sonrisa más blanca;
en el bajorrelieve sé la gracia que canta
        y alado símbolo en la cruz.




REGRESO

Il ricordo é poesía, e la poesía
non é se non ricordo.
Giovanni Pascoli.


IBAN las calles sin saber adónde,
cayendo y levantando
hasta quedar dormidas en el campo.

Las casitas de faz con enjalbiego
estaban sin crecer un solo palmo.
(¿Proyectarían sus arquitecturas,
para ilustrar un cuento, los enanos?)

Recoletas. Caducas.
Sin embargo,
nada ha podido resistir como ellas
el telúrico baile del espanto.

Ellas saben las vidas paralelas
de la locomotora que se va llorando
y del burrito que vuelve cantando.

No verán su vejez en el espejo.
Tuvieron uno solamente, antaño,
que sustraído fue con la laguna
por malas artes de los ingenieros.

Ahora, al saludar (¿al hijo Pródigo?),
la sonrisa más franca de sus patios
se empurpuraba en el mantel del aire.

Iban las calles sin saber adónde;
yo, sin cómo ni cuándo.

Se oía, antes del turno de los grillos,
en el jardín, la banda del silencio.

Pero bajaba el cielo a dar sus ramos
como siempre en las varas de los plúmbagos,
y los naranjos,
antes pura la frente de azahares,
tenían frutos nuevos en Jos brazos.

Guardaba el farolero entre los bríos
el nocturno Camino de Santiago.

El colibrí epiléptico asumía
la inspección general de las fragancias.

Una montaña de cabeza blanca
remendaba las nubes del ocaso.

Los cerros
—avizorando—
se apercibían a cazar estrellas.

(Cerros grises, domésticos y mansos,
como los vi a mi puerta siendo niño.
Dios les pasa la mano
por sobre el lomo, en tardes y mañanas,
o los azota cuando está enojado.)

Iban las calles sin saber adónde;
yo, sin cómo ni cuándo.

Tras el roído portalón del huerto
cantaba, haciendo azúcar, el verano.

Al beber su refresco de arrayanes
el aire verde levantaba el vaso.

Dentro del corazón de las guayabas
un pájaro tenaz con su piqueta
buscaba los tesoros de Eldorado.

Despertó el celo de los garañones
del viento.
Por el camino en polvo iban al campo,
tras las yeguas retintas de la tarde.

Cortaba frescas rosas de sonido
—por tejer la corona del rosario—
la torre que sin éxitos de cuenta
vive poniéndole la cruz al diablo.

Iban las calles sin saber adónde;
yo, sin cómo ni cuándo.

A la altura del beso,
alzó una rosa cárdena el picacho.

Banderas desplegadas,
desfiló ante la noche un sindicato
de nubes.

En las fértiles sombras
empezaba la siembra de los grillos.

Las estrellas croaban en los charcos.

A mi encuentro salió, toda de blanco,
con el perfume que aprendí en mi novia,
la casa que el olvido está alquilando.

Retornaba el silencio de la noche,
los aperos al hombro, paso a paso.

Y Dios llegó en disfraz de peregrino,
con su nombre: Pasado.

Y mi niñez volvía,
militar y torera.

(Cabalgaba el rocín de la aventura
al margen de los libros no estudiados.
Rubias horas de sol, vistiendo seda,
esparcían mis ansias como nardos.)

La vocecita tenue de las cosas,
¡cómo se entraba al corazón cerrado!
Fluía por los surcos del recuerdo
continua y musical como un regato.

El viento se alejó con su mensaje.
Y atrayéndome a sí con dulce mando
—quedo en los labios el pueril lenguaje—
cada cosa  e habló: ¿te acuerdas cuando...?









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