jueves, 1 de junio de 2017

DORIS LESSING [20.171]


Doris Lessing

Doris Lessing, de soltera Doris May Tayler (Kermanshah, 22 de octubre de 1919 − Londres, 17 de noviembre de 2013), que publicó también bajo el pseudónimo de Jane Somers, fue una escritora británica, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007.

Su padre, Alfred, era un antiguo oficial del ejército británico que participó en la Primera Guerra Mundial, en la que sufrió la amputación de una pierna. Se casó con una de las enfermeras que lo atendía, Emily. Trasladados a Persia, hoy República Islámica de Irán, por cuestiones de trabajo, Doris nació allí y cuando ya tenía seis años su familia, atraída por las promesas de hacer fortuna como granjeros en el África colonial británica cultivando maíz, tabaco y cereales, se trasladó a Rodesia del Sur, hoy denominada Zimbabue, y allí pasó su infancia y juventud hasta los 30 años. Sus recuerdos de esa época, según su autobiografía, son ambivalentes: por un lado, la educación estricta y severa de su madre; por otro, aquellos momentos en los que, en compañía de su hermano Harry, disfrutaba y descubría la naturaleza; también se sensibilizó en contra de la discriminación racial.

En lucha constante con su madre, que deseaba ser una dama eduardiana sin poder sostener ese tren de vida en una granja ruinosa, y deseando huir de su autoritarismo, Doris abandonó sus estudios en una escuela de monjas católicas, a los catorce años, y al cumplir los quince se fue de casa y trabajó como niñera. Continuó formándose como autodidacta, leyendo sobre todo novelistas decimonónicos y obras de política y sociología, y empezó a cultivar la literatura; trabajó en varios empleos y con dieciocho años se trasladó a vivir a Salisbury (actual Harare) con un empleo de telefonista; un año después se casó con el funcionario Frank Charles Wisdom (1939) y tuvo dos hijos, John y Jean; se divorció en 1943 y se unió a un grupo de ideas comunistas.

En 1944 se casó con Gottfried Lessing, un exiliado judío alemán que había conocido en un grupo literario marxista y tuvo a su tercer hijo, Peter. Comenzó a trabajar como auxiliar de clínica. Agobiada por sus inquietudes intelectuales y literarias y por el trabajo de ser esposa y madre, se divorció otra vez, aunque conservó el apellido de su esposo para publicar, y en 1949, con treinta y seis años, se trasladó al Reino Unido con el hijo pequeño dejando en Sudáfrica con su padre a los mayores, pues, según indicó años después, no quería desperdiciarse siendo solamente madre. Instalada en Londres, reanudó su carrera de escritora publicando Canta la hierba (1950) y militó en el Partido Comunista Británico entre 1952 y 1956; participó en campañas contra las armas nucleares y criticó ásperamente el régimen del apartheid sudafricano. Pero la revelación de los crímenes del estalinismo en el vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética le hizo perder definitivamente todas sus ilusiones ideológicas y abandonó el partido en 1954; es más, al ver a los tanques soviéticos sofocar la Revolución húngara de 1956 en Budapest expuso su desencanto político en su libro Retreat to innocence (1956). En 1956, conocidas sus críticas constantes e implacables, se le prohibió la estancia en toda África del Sur y especialmente en Rodesia. Tras su gran éxito, la novela feminista El cuaderno dorado, de 1962, cuya estructura se presenta también como innovadora, siguió escribiendo narrativa y llenó el vacío que en su existencia había dejado el materialismo histórico con un gran interés por el sufismo, al cual conoció a través de su maestro y amigo Idries Shah, quien además de resultar una decisiva influencia en su literatura a partir de los años 70, le ofreció prologar su libro Aprender a aprender. El libro de George Gurdjieff, Del todo y todas las cosas también resultó una influencia particularmente en su obra de ciencia ficción Canopus en Argos. Su salud se deterioró tras sufrir varios derrames cerebrales, de forma que no pudo ya viajar, y falleció en Londres el 17 de noviembre de 2013 a los 94 años.

Obra literaria

La obra de Doris Lessing tiene mucho de autobiografía y se inspira a menudo en su experiencia africana, su infancia y sus desengaños vitales, sociales y políticos, que la hicieron feminista, comunista, pacifista y anticolonialista. Los temas plasmados en sus novelas se centran en los conflictos culturales, las flagrantes injusticias de la desigualdad racial, la contradicción entre la conciencia individual y el bien común. Abarca primordialmente medio centenar de novelas y gran número de relatos cortos, aunque cultivó también ocasionalmente otros géneros (el teatro, la lírica, el ensayo, la biografía y el libreto de ópera).

En 1962 publicó su novela más conocida, El cuaderno dorado, que la catapultó a la fama, convirtiéndola en el icono de las reivindicaciones feministas. Fuera de la crítica social de sus primeros textos (Canta la hierba, 1950, o la pentalogía Hijos de la violencia, 1952-1969), también indagó en la novela psicológica y existencial. En la pentalogía citada, Hijos de la violencia, quizá su obra más ambiciosa, narra la búsqueda de identidad del doble literario de la autora, Martha Quest, quien desde África a Inglaterra observa el desplome del sistema colonial y sus secuelas sobre las relaciones entre los negros y los blancos. Por otra parte, estas narraciones tratan del despertar de una conciencia decepcionada, de la situación de la mujer y de la condición del artista en el siglo XX con referencia a los grandes autores de la novela realista del siglo XIX, que conocía bien y cuya profundidad de estudio psicológico y densidad de observación social reproduce fielmente.

Pueden destacarse entre sus otros libros La buena terrorista (1985), El quinto hijo (1988) o los escritos con el pseudónimo de Jane Somers, como Diario del buen vecino (1983), con el que quería demostrar las dificultades para publicar que afrontaban los escritores noveles sin nombre conocido. Entre 1979 y 1983 se dedicó a un género considerado menor, la ciencia ficción, con la serie Canopus en Argos, inspirada en el sufismo, lo que le valió la incomprensión de la crítica academicista, aunque también la simpatía de los escritores dedicados al género.

Con 76 años regresó en 1995 a Sudáfrica para visitar a su hija y a sus nietos, y dar a conocer la primera parte de su autobiografía, Bajo mi piel (1994). Ironías de la historia: fue acogida con los brazos abiertos, cuando los temas que ella había tratado en sus obras habían sido la causa de su expulsión del país cuarenta años atrás.

Autora de más de cuarenta obras, y célebre desde la aparición, en 1950, de su primer libro Canta la hierba, es considerada una escritora comprometida con las ideas liberales, pese a que ella nunca quiso dar ningún mensaje político en su obra, y fue el icono de las causas marxistas, anticolonialistas, antisegregacionistas y feministas.

En 2007 recibió el Premio Nobel de Literatura por su «capacidad para transmitir la épica de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria».

Premios

Doris Lessing ha sido una de las escasas autoras que ha ganado todos los grandes premios literarios de Europa, y declaró en 2007 que este hecho la encantaba. Por ejemplo:

Premio Somerset Maugham - 1954
Finalista en el Premio Booker - 1971
Prix Médicis de Francia - 1976
Premio Austriaco de Literatura Europea - 1982
Shakespeare Prize de la República Federal Alemana - 1982
Finalista en el Premio Booker - 1985
WH Smith Literary Award - 1986
Premio Internazionalle Mondello de Italia - 1986
Premio Palmero - 1987
Grinzane Cavour Prize (Premio Grinzane Cavour) de Italia - 1988
James Tait Black Prize de literatura inglesa - 1995
XI Premio Internacional de Catalunya - 1999
Premio Príncipe de Asturias de las Letras - 2001
David Cohen British Literature Prize (Premio de Literatura Británica David Cohen) - 2001
Premio Dupont Pluma de Oro - 2002
Premio Nobel de Literatura - 2007

Crítica a la obtención del Premio Nobel

La crítica literaria en general tomó la concesión del Premio Nobel de Literatura a Doris Lessing con sorpresa y escepticismo, debido a que no contaba en las quinielas al galardón del 2007, a pesar de ser una "eterna candidata". Autores como Ana María Moix, Germán Gullón, María Guelbenzu o Mario Vargas Llosa alabaron sus méritos literarios tras la concesión del galardón, lo mismo que dos de sus traductores, Carlos Mayor y Dolors Gallart.

El crítico estadounidense Christopher Hitchens se refiere al Nobel de Lessing diciendo: "Uno queda estupefacto al ver que, al menos por una vez, el comité del Nobel ha hecho realmente algo honorable y meritorio..."

Sin embargo, algunas voces críticas se han alzado contra esta decisión:

El crítico literario estadounidense Harold Bloom tildó la decisión de la Academia Sueca de "políticamente correcta". "Aunque la señora Lessing al comienzo de su carrera tuvo algunas cualidades admirables, encuentro que su trabajo en los últimos 15 años es un ladrillo... ciencia ficción de cuarta categoría."

El crítico literario alemán Marcel Reich-Ranicki desde la Feria del Libro de Fráncfort consideró el Nobel como una "decisión decepcionante". "La lengua inglesa tiene escritores más importantes y más significativos como John Updike o Philip Roth."

También Umberto Eco, en el mismo foro, a pesar de considerar que la autora merecía el premio, admitía su sorpresa por la decisión declarando: "es extraño que el premio lo vuelva a ganar un autor de lengua inglesa tan poco tiempo después de Harold Pinter."

Bibliografía

Canta la hierba, 1950
Éste era el país del Viejo Jefe, 1951
Martha Quest, 1952
Cinco novelas cortas, 1953
Un casamiento convencional, 1954
La costumbre de amar, 1957
Al final de la tormenta, 1958
Catorce poemas, 1959
En busca de un inglés, 1961
El cuaderno dorado, 1962
Play with a tiger, 1963
Un hombre y dos mujeres, 1963
Cuentos africanos, 1965
Cerco de tierra, 1965
Gatos muy distinguidos, 1967
La ciudad de las cuatro puertas, 1969
Instrucciones para un viaje al infierno, 1971
Historia de un hombre no casado, 1972
La tentación de Jack Orkeney, 1973
Memorias de una superviviente, 1974
A small personal voice, 1974
Shikasta, 1979
Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco, 1980
Los experimentos sirios, 1981
The making of the representative for Planet 8, 1982
Diario de una buena vecina, 1983
Si la vejez pudiera, 1984 (con el pseudónimo de Jane Somers)
Los diarios de Jane Somers, 1984 (con el pseudónimo de Jane Somers)
La buena terrorista, 1985
Prisons we choose to live inside, 1986
El viento se llevará nuestras palabras, 1987
El quinto hijo, 1988
Historias de Londres, 1992
Risa africana, 1992
Dentro de mí, 1994
De nuevo el amor, 1996
Un paseo por la sombra, 1997
Mara y Dann, 1999
Problemas, mitos y otras historias, 1999
Ben en el mundo, 2000
El día en que murió Stalin: la mujer, 2001
El sueño más dulce, 2002
Las abuelas, 2003, Ediciones B, ISBN 978-84-666-2846-4
Historia del general Dann y de la hija de Mara, de Griot y del perro de las nieves, 2006 (Ediciones B, ISBN 84-02-42003-6)
La grieta, 2007 (Lumen, ISBN 978-84-264-1667-4)
Made in England, 2008 (Lumen. Barcelona 2008)
J. M. Coetzee, Pablo Neruda, W. Faulkner, Doris Lessing y G. García Márquez, Discursos, Alpha Decay, Barcelona, 2008.
Alfred y Emily, 2008 (Debolsillo, ISBN 9788499087177)


Doris Lessing, “Fourteen Poems”

Doris Lessing

Por Alfonso García

“Fable” y “Oh Cherry Trees You Are too White for My Heart”, pertenecientes al libro “Fourteen Poems” de Doris Lessing, han sido reproducidos gracias al amable consentimiento de Jonathan Clowes Ltd., en representación de los propietarios de los derechos de la obra.

En 1959, a Doris Lessing le publicaron un libro de poemas con el título de “Fourteen Poems”. La escritora nunca mantuvo mucha confianza en su labor poética (trabajos periféricos, efímeros, los llamó). De “Fourteen poems” se imprimieron quinientos ejemplares, de los que los cincuenta primeros fueron firmados por la escritora. Tras medio siglo casi todos están en paradero desconocido. Los archivos de la editorial que lo publicó, The Scorpion Press, se encuentran en la Universidad de Tulsa, Estados Unidos.


DORIS LESSING



(Imagen de la portada correspondiente a una copia del libro existente en el UC de Dublín).


En 1959, la premio Nobel, de cuarenta años (había nacido en 1919 en lo que hoy es Irán)  ya había publicado las novelas “Canta la Hierba” (1950) y la serie “Hijos de la violencia” (cinco novelas entre 1951 y 1959), estaba gestando el enorme “El cuaderno dorado” (1962). Llevaba veinte años viviendo en el Reino Unido, pero no se había desprovisto de su pasado en África (Persia y Rodesia del Sur), y hacía ya cinco años que había abandonado el partido comunista. Su momento es importante. Ella misma separa su biografía en dos tomos, en el año 1949.

“La novela es la única forma de arte popular que nos queda en la que el artista habla directamente, en palabras llanas, a su público”.

La poesía no es directa ni apela al público de primeras. La novela es un dialecto de la actualidad, mientras que la poesía se reserva ella misma a unos pocos. Luego, en algún momento, llegó a decir sobre la poesía, la de otros y suya:

“no es tu conversión, es la mía: todos estos años de ateísmo, y ahora… ¡agnóstica! Parece que no es nada, pero es mucho para un libro de poemas. El corazón late, a veces sin artificio, à forcé de l´entendre”


Los títulos de los catorce poemas son:

–        ‘Under a Low Cold Sky’
–        Older Woman to Younger Man (1)
–        Older Woman to Younger Man (2)
–        Plea for the Hated Dead Woman
–        Bars
–        Dark Girl’s Song
–        New Man
–        Night-Talk
–        Song
–        Exiled
–        “Oh Cherry Trees you are too white for my heart’
–        Fable
–        In Time of Dryness
–        Jealousy



En 2002, Doris Lessing colaboraría en la publicación “INPOPA Anthology 2002” una publicación de poemas de tres autores, con Robert Twigger y T. H. Benson, en el reverso de una baraja de cartas, creada por el Institute of Poetic Patience. Preguntada por dicha obra, diría simplemente que le atraía encontrar maneras originales de llegar al público, y que no podía resistirse a una idea que le intrigaba. La parte del libro que le corresponde lleva el título “The Wolf People: verses suggested by recent scientific speculation on the posible behaviour of our very distant ancestors”. Son siete únicos poemas: “In the long dark”, “The Misfit”, “As if they had always known it”, “Cave wolfes”, “Something speaks”, “The Sky-fire”, y “The Ice comes”.

Doris Lessing, que admiraba la obra “Una historia de la lectura” de Alberto Manguel, recordaba en una charla que Goethe, poco antes de morir, afirmó: “acabo de aprender a leer”, y repetía unas frases del diario del poeta alemán:

“es obligación común preguntarnos que es lo innato de un libro que nos gusta, y sobre todas las cosas, valorarlo frente a nuestra propia naturaleza interna y a qué distancia vuelve nuestra vitalidad fructífera. Por el contrario, todo lo externo, lo que no tiene efecto alguno en nosotros, ni crea la duda, debe prevalecer sobre cualquier crítica, la cual no sería capaz de privarnos del espacio donde mantenemos nuestra confianza”.

Admitir la poesía.



Fábula

Cuando miro hacia atrás me parece recordar el canto.
Aunque siempre estaba en silencio aquel salón largo y tibio.

Impenetrables, creíamos, esos muros
oscurecidos de escudos antiguos. La luz
brillaba sobre la cabeza de una chica o sobre sus piernas 
jóvenes despatarradas. Y las voces bajas
subían en el silencio a perderse como en el agua.

Incluso, al estar todo tibio y quieto como una mano,
si uno de nosotros corría las cortinas
una lluvia bordada soplaba afuera con descuido.
A veces se colaba un viento que hacía bambolear las llamas
y proyectaba sombras agazapadas en las paredes,
o aullaba un lobo afuera en la noche vasta  
y al sentir que se nos helaba la carne nos acercábamos.

Pero la danza continuaba por un rato
—así me parece ahora:
formas lentas que se movían serenas a través
de charcos de luz como una red dorada sobre el piso.
Así debe haber seguido, para siempre, como un sueño.

Pero entre un año y otro —¿cambió el viento? 
¿La lluvia al final pudrió las paredes?
¿Vinieron los hocicos de los lobos a empujar los rayos caídos?

Hace tanto.
Sin embargo a veces me acuerdo del salón cortinado
y escucho las voces lejanas y jóvenes, que cantan.




Oh cerezos que son demasiado blancos 
para mi corazón

Oh cerezos que son demasiado blancos para mi corazón,
y todo el suelo blanquean con su muerte,
y todas sus ramas van a sumergirse al río,
y cada gota cae de mi corazón.

Si hay justicia en el ángel de los ojos que brillan,
va a decir “¡Esperá!” y me va a alcanzar una rama de cerezo.
El ángel barbudo, justo y firme como una cabra
levanta una cabeza rumiante y mastica en la nieve con lentitud.

¿Hace falta, cabra, que te quedes acá?
¿hace falta que te quedes acá, quieta?
¿siempre vas a estar parada acá,
a prueba de fe, a prueba de inocencia?

Versiones en castellano de © Sandra Toro.
http://el-placard.blogspot.com.es/



Fable

When I look back I seem to remember singing.
Yet it was always silent in that long warm room.

Impenetrable, those walls, we thought,
Dark with ancient shields.  The light
Shone on the head of a girl or young limbs
Spread carelessly. And the low voices
Rose in the silence and were lost as in water.

Yet, for all it was quiet and warm as a hand,
If one of us drew the curtains
A threaded rain blew carelessly outside.
Sometimes a wind crept, swaying the flames,
And set shadows crouching on the walls,
Or a wolf howled in the wide night outside,
And feeling our flesh chilled we drew together.

But for a while the dance went on –
That is how it seems to me now:
Slow forms moving calm through
Pools of light like gold net on the floor.
It might have gone on, dream-like, for ever.

But between one year and the next – a new wind blew?
The rain rotted the walls at last?
Wolves’ snouts came thrusting at the fallen beams?

It  is so long ago.
But sometimes I remember the curtained room
And hear the far-off youthful voices singing.




Oh Cherry trees you are too white 
for my heart

Oh Cherry trees you are too white for my heart,
And all the ground is whitened with your dying,
And all your boughs go dipping towards the river,
And every drop is falling from my heart.’

Now if there is justice in the angel with the bright eyes
He will say ‘Stop!’ and hand me a bough of cherry.
The bearded angel, four-square and straight like a goat
Lifts a ruminant head and slowly chews at the snow.

Goat, must you stand here?
Must you stand here still?
Is it that you will always stand here,
Proof against faith, proof against innocence?

(Fourteen Poems, 1959).



Los catorce poemas

No existe, que yo sepa, un rastrillo más concurrido que el de Portobello, en Londres; me habían hablado, con mucho detalle, del baratillo del Soho pero al final, en aquel verano de 1988, me decidí por el de Portobello. Muchos años más tarde, tantos años que yo ya era otro, volví a descubrir algo parecido en Roma: el rastro del Porta Portese, junto al Tíber, tiene la calidad del mundo; abigarrado y colorido, hace del desorden virtud. Algo recordé en Roma de Londres, ciudad a la que nunca he vuelto desde entonces, como si la posibilidad de los vuelos baratos, incluso desde la distanciada Asturias, fuese suficiente disculpa para aplazar para otro fin de semana lo que por pereza no hacemos éste; se parecen, sí, los rastros de Portobello y el de Porta Portese, como dos hermanas mellizas cuya genética les ha impreso el destino de ser iguales y, a la vez, diferentes. 

En aquel junio de 1988 me fui unas semanas a Londres. Estudiaba algo de inglés, había conseguido leer con cierta fluidez las novelas de Dickens y las prosas de Oscar Wilde, pero mi acento y mi mal oído me impedían cualquier conversación más allá del intercambio de cuatro o cinco frases formales; me esforzaba, sin embargo, convencido de que algún día sería capaz de transformar aquella selva sonora en conceptos hilvanados e inteligibles. Paseaba mucho, de un lado a otro, evitando el metro demasiado caro siempre que podía: un día, al azar, llegué a Portobello. Era mi último día en la ciudad. A la mañana siguiente, muy temprano, habría de coger un avión que me traería de vuelta a casa. No había estado mal mi experiencia en Londres: no había aprendido inglés (que es lo que me había impuesto, inocente de mí, para aquellas tres semanas escasas) pero llevaba en mi maleta unos cuantos libros esenciales para leer en el invierno; me alegró dar con el rastrillo de Portobello, me pareció un signo de tiempos mejores. Guardo en mi memoria de aquellas horas imágenes casi fotográficas: las recordé en Roma, muchos años después, cuando ante el desorden de Porta Portese volvía yo mentalmente al ordenado caos de Portobello: marfiles tallados, samovares rusos, trombones desvencijados, cascos de los boers, antiguas postales de las colonias, monografías escritas por cualquier cura anglicano sobre la cualidad, tan occidental, de la luz sobre las lomas del Shropshire Se podía encontrar cualquier cosa allí, pensaba yo muchos años después en Roma, pero lo cierto es que todo estaba ordenado en su desorden, de manera muy diferente a como lo veía en Porta Portese: había una voluntad de que nada quedase tapado por nada; como en un jardín japonés, cada pieza estaba colocada en un sitio único buscando una mirada. Portobello, como Porta Portese, es un mercadillo muy grande. Tenía muy pocas libras para gastar, recuerdo, pero quería llevarme algo de la ciudad como recuerdo. Tras media hora deambulando entre puestos entreví a un señor fumando en una pipa de espuma que vendía, sobre un mantel rojo, extendido en el suelo sin una arruga tres únicos objetos: una chupa de cuero, en su percha pero muy desgastada por las coderas, un candelabro judío y una edición, bastante bien conservada, de los 'Fourteen Poems' de Doris Lessing. Me acerqué, curioso, al puesto. Me incliné sobre el tapiz y abrí el libro por una página en la que había una postal, de 1958, de Rhodesia. Por aquel entonces el nombre de Doris Lessing no me decía nada. Miré de reojo la chupa de cuero negro y el candelabro. Me pregunté qué historia podía entrelazar, en un mismo azar, tres objetos absolutamente diferentes.

El vendedor aspiró pacientemente su pipa, echó una bocanada de humo azul, y me explicó algo que no entendí en absoluto. Parpadeé varias veces, me levanté un poco incómodo por mi posición en cuclillas y mi incapacidad para entender, y mirándome a los ojos me preguntó:

-¿Es usted español? ¿Latinoamericano acaso?- dijo en un castellano casi perfecto con acento rioplatense.

-Soy español, de Asturias- le contesté.

Había estado, el vendedor, viviendo en Buenos Aires muchos años. Ahora le habían por fin reconocido la nacionalidad británica y una pequeña pensión. Tenía unos 63 años. Me contó que había nacido en Rhodesia, hijo de un inglés y una francesa. Se había criado en el país africano, allí había estudiado y, tras la independencia, se había divorciado de su primera esposa para casarse con una negra. Lo dijo así, 'con una negra', desafiante y orgulloso. En aquella Rhodesia de la segregación racial un acto así no era sólo situarse fuera de la ley, era poner sus vidas en peligro: la pareja de amantes cruzó la frontera y se fueron a buscar nueva vida donde el azar los llevase. 

-Nadie como Doris Lessing ha contado nuestro dolor. Nadie como Doris Lessing -dijo abriendo aquel volumen de los 'Fourteen Poems'- ha sabido contar el dolor de Awa, mi esposa.

Le compré el flete -la chupa de cuero, el candelabro judío y el libro- por siete libras y media, todo lo que tenía. Lo metí todo en una bolsa, la misma que facturé al día siguiente en el avión y que no volvió a aparecer en el aeropuerto a mi llegada. Protesté pero me dijeron, poniendo por disculpa de la pérdida una huelga de controladores aéreos, que podían compensarme económicamente. No llegué a leer aquellos poemas, ni a ponerme aquella chupa gastada ni a encender, nunca más en mi memoria, aquel envejecido candelabro. Lo recordé muchos años después, casi veinte, en el Porta Portese de Roma cuando entre mil libros aparecieron, dedicados por su autora a una señora Awa, los 'Fourteen Poems'. Compré el libro, por supuesto. ¿Qué otra cosa podía hacer? Hay libros, los mejores, que buscan tenazmente a sus lectores.

http://www.elcomercio.es/gijon/20071014/cultura/catorce-poemas-20071014.html




Frases de Doris Lessing

"El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia".

"La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo".

"Reconsideras tu vida conforme la vas viviendo, de la misma forma que si estuvieras escalando una montaña y continuamente vieras los mismos paisajes desde distintos puntos de vista".

"Escribir te hace más humano". 

"Piensa mal, pero en todos los casos, piensa por ti mismo". 

"Yo solo poseo una de las menos importantes cualidades necesarias para escribir: la curiosidad".

"He estado siempre en el borde, observando, deslizándome hacia la salida; detesto pertenecer...".

"En algún momento de la edad adulta, la mayoría de la gente cae en la cuenta de que un siglo no es más que el doble de sus años".



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