domingo, 2 de noviembre de 2014

SOLÓN ARGÜELLO [13.910] Poeta de México


Solón Argüello

Solón Argüello, (León, Nicaragua, 1879 - kilómetros 60 y 62 del ferrocarril México-Querétaro, 1913) maestro, poeta y político mexicano de origen nicaragüense.

Nació en León, Nicaragua en 1879. Miembro de una distinguida familia nicaragüense, recibió una esmerada educación que lo convirtió en un intelectual progresista. Se dedicó a la poesía y al magisterio. Algunas de sus obras son: "El grito de las islas", "El libro de los símbolos e islas frágiles" y "Cosas crueles".

Llegó a México, país por el que siempre demostró gran predilección, a la edad de veintiún años. Trabajó como periodista en Mazatlán, en el periódico progresista "El Correo de La Tarde", de donde partió al Territorio de Tepic en 1896.

En el Territorio de Tepic, en su capital, ejerció como maestro ocupando el cargo de director de la Escuela Superior Primaria. Dentro del magisterio, pagaba de su peculio el sostenimiento de niños autóctonos para que recibieran educación. Inculcó en los alumnos los conceptos de libertad de expresión y de defensa de sus derechos, por lo que el jefe político, el general Mariano Ruiz, lo desterró del territorio en 1904. Advertido de la sentencia, Argüello, que era editor de la Revista Literaria de Tepic, anunció públicamente su decisión de actuar lo que enseñaba.

Secretario privado de Madero

Apoyó al movimiento maderista. Cuando Francisco I. Madero subió a la presidencia, Argüello fue nombrado su secretario privado. Siempre fiel al presidente, se unió al movimiento de los embajadores Manuel Márquez Sterling y Kinta Arai, contra los ciudadelos dirigidos por los partidarios de Félix Díaz y Manuel Mondragón. El día de la aprehensión del presidente de México, el poeta con osadía, convocó al pueblo en La Alameda Central para defender el gobierno legítimo derrocado.

Contra la dictadura de Huerta

Fue encarcelado por Victoriano Huerta. Tras el asesinato de Madero en el Palacio de Lecumberri, Argüello fue liberado. Se exilió a Nueva York, desde donde comenzó un movimiento contra la dictadura huertista.

Acordado con Venustino Carranza, organizó una guerrilla que operó en la región de Tepic con la que libró combates contra los efectivos federales, que le fueron adversos.

Su muerte

Regresó a México en 1913, y desde Monclova trazó un plan para ejecutar al dictador. Disfrazado de ferrocarrilero, intentó ejecutar a Victoriano Huerta, pero traicionado y descubierto por las fuerzas federales, fue torturado y fusilado entre los kilómetros 60 y 62 del Ferrocarril Central, en la Línea México-Querétaro.


Libros de poesía: 

El grito de las islas. México, Tipografía Franco· Mexicana, 1905; El libro de Los símbolos e islas frágiles. México Imprenta del Gobierno, 1909 y Cosas crueles. México. Imprenta Lacaud. 1913. 




EL VERSO REBELDE 

He de cantar tu dorso lleno de escamas, 
sierpe que a Nemrod huye, grácil, de prisa, 
zigzag ardiente y rojo como las llamas 
y algo sacro, intangible, pan de misa. 

Oh! la frase rebelde que a Plectro inflamas 
y te esquivas al darle tu gran sonrisa, 
sonrisa que cual polvo de oro derramas 
en sus nervios do se alza la Pitonisa. 

Eres como de Tántalo ansiada fruta 
que de los labios corres, cual bestia hirsuta, 
cuando insomne seguimos tu egregio paso. 

Con tus alas sedeñas, rebelde verso, 
te esfumas casquivano, riente y perverso 
¡Mientras Febo es cautivo del Rey Ocaso! 





LAS BRUJAS 

Decidme, oh! viejas brujas 
Doctoras de los sábados, 
ya la buena ventura 
o la mala. 

Buscaos 
en las noches de luna 
los más feos y yerbajos, 
los que ocultan 
lo más raro: 
murciélago que fuman 
o espeluznantes sapos, 
alas negras difuntas 
de búhos malhadados, 
y víboras que ondulan: 
todo bicho que de asco, 
oh! las brujas, 
Doctoras de los sábados. 

Y en marmitas que gruñan, 
y en hordillas de barro 
echad la grasa inmunda 
que os aportan los drasgos 
desde las sepulturas 
de muertos putrefactos, 
cuando aúllan 
las hienas en el campo. 

Y que hiervan, que rujan 
tras los conjuros mágicos 
y las muecas que emulan 
los gestos demoniacos, 
al culeabrear columnas 
de fuego y humo fátuos, 
que en la gruta 
dicen futuros casos, 
oh! las brujas 
Doctoras de los sábados. 

Y haced que merjan unas 
sombras, colmillos largos, 
y que surjan 
fieros diablos 
que en nocturnas 
asambleas de pálidos 
me digan la ventura 
que reservan los hados, 
oh! las brujas 
Doctoras de los sábados. 

-Crac crec croc.
Gato negro, maúlla. 
-Crac crec croc.
Perro flébil, aúlla, 
croc croc.
-Que en nocturnas 
asambleas de pálidos 
me digan la ventura 
que reservan los hados 
oh! las brujas 
doctoras de los sábados ... 

-¿Qué faz de la Luna buscas? 
Crac crec croc
-La que a Citeres alumbra 
entre las rosas de amor. 
¿Aún habrá para mi una ... ? 
-Crac crec croc.
¿Cuántos años ha tu daño? 
-Oh soy viejo! Toqué hoy 
vigésimo octavo escaño... 
-Uf! qué horror! 
Humo, sube, 
croc, croc, croc 
Huye, nube. 
(Y alzaron el vuelo las viejas, 
las doctas perversas, 
cual parva de Furias famélicas 
con gritos y burlas siniestras, 
haciendo mil muecas. 
Sus híspidas largas melenas 
tendíanse, negras, 
cual luengo penacho de luengas 
humaredas). 





Y PROSIGUIÓ SU SIGNO

Pasó lleno de polvo
su traje asaz roído,
con sus viejas sandalias que conocen
cien valles, cien desiertos, mil caminos.

Pasó, con su melena
que desgreñaba el austro,
con su triste mirada pensativa,
que escruta, siempre fija en el arcano.

Pasó, como una sombra,
callado, obscuro, solo,
con sus laxos camellos de tristeza
doloridos. Pasó lleno de polvo...

Miró hacia atrás en busca
del ya lejano predio
y aun oyó reproches que venían
traídos por la parva de los vientos.

Y se bebió sus lágrimas
y prosiguió, en su signo,
con sus viejas sandalias que conocen
cien valles, cien desiertos, mil caminos.




AL VER SU ALDEA 

Gana Febo el cenit. Lago de llamas, 
temblar mírase el éter igniscente 
y en el monte monótono y silente, 
de la siesta en el horno, arden las ramas. 

Contemplando los yermos panoramas, 
el sudor a raudales en la frente, 
baja, heridas sus plantas, la pendiente 
el viajero senil. Cívicos dramas 

lo expatriaron -diez lustros peregrino-
y hoy que toma su alma gigantea, 
teme yerto caer en el camino; 

mas, no obstante que agónico flaquea, 
corre alegre, de pronto, como el vino, 
al doblar un recodo y ver su aldea. 





LA LINEA AZUL 

Y fue en la proa del barco, 
y en noche, gárrula en luz, 
do escuché a la inocente niña enferma: 
-Di, mi bien, qué es aquella linea azul? 

El inviolado horizonte, 
puente del viaje eterna!, 
miraba ella al hacer sobre de mi hombro 
su paciente cabeza reposar. 

Y, abejeando mi beso 
su pálida boca en flor, 
la dije: -Es el propíleo do se juntan 
las almas que desliga el Sino atroz. 

Hoy en la proa del barco 
vuelvo solo ... ; y a la luz 
de los astros, contemplo el infinito 
y la busco en aquella línea azul ... 






NO PASA NINGÚN VUELO

Como impaciente carne de mujer, la cuartilla; 
el lápiz, suspendido, como interrogación; 
y en la siniestra mano la pálida mejilla ... 
No pasa ningún vuelo de águila o alción. 

Oh! mi Nemrod insomne que por doquier escruta 
con rifle arcaico y noble de lívido cañón; 
mas bajo el cielo autócrata sobre la tierra hirsuta 
no pasa ningún vuelo de águila o alción. 

El bosque duerme y gruñe. La siesta dice cosas 
que -antiguos estribillos- simulan oración; 
y en tanto que en la ciénaga son mil las mariposas ... 
no pasa ningún vuelo de águila o alción. 




LA MúSICA DEL BARRIO 

Yo amo la música, yo amo 
la música del pobre 
organillo del barrio; 
la voz de esas almas quejumbrosas 
que imploran con lúgubres halagos 
un pan para el artista, 
un vino, o un harapo. 

Yo amo la música, yo amo 
la música del pobre 
bohemio que cruza cabizbajo 
las calles de la aldea, 
trayendo bajo el brazo 
su caja doliente y melodiosa 
que aporta desde un país lejano, 
mendigo y ambulante, 
ya de plañir cansado. 

Al pie de balcones entreabiertos 
y viendo hacia arriba, no hace caso 
de la nieve que cae 
sobre sus hombros flacos, 
en tanto que mueve su manubrio 
caritriste e impávido.

Yo amo la música, yo amo 
esos ritmos enfermos, 
sin arte, sin luz, toscos y lánguidos, 
como inmensos gemidos 
que se alargan elásticos. 

Yo amo esos versos de palurdo 
que huelen a poblacho 
y traen al alma viejas cosas 
empolvadas de antaño; 
el son de un violín que se lamenta, 
heridos tal vez de fiero dardo, 
o el de un acordeón cuando solloza 
debajo de algún árbol 
que es el techo amoroso 
de los seres gitanos, 
y el lloro que plañe una guitarra 
allá en la callejuela 
oscura de algún barrio. 

Al ir por la senda del vía·crusis 
en que voy con mi fardo 
de penas, que abruman y ennegrecen 
mi dolorido ánimo 
a veces, absorto en mi camino, 
he detenido el paso 
oyendo esas notas gemebundas 
que son como el grito hondo y amargo 
de todas las miserias 
y de todos los llantos 
que van por la tierra, peregrinos 
sin pan y sin descanso. 

Y ebrio de horrísona tristeza, 
me he marchado llorando, 
volviendo a mi alma viejas cosas 
empolvadas de antaño.
Yo soy también, ¡ay! otro bohemio 
sin patria, desterrado, 
que va por las aldeas 
ofreciendo sus cánticos 
y amando la música del pobre 
organillo del barrio 
que es el eco aflictivo 
de un armonioso hermano. 












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