Solón Argüello
Solón Argüello, (León, Nicaragua, 1879 - kilómetros 60 y 62 del ferrocarril México-Querétaro, 1913) maestro, poeta y político mexicano de origen nicaragüense.
Nació en León, Nicaragua en 1879. Miembro de una distinguida familia nicaragüense, recibió una esmerada educación que lo convirtió en un intelectual progresista. Se dedicó a la poesía y al magisterio. Algunas de sus obras son: "El grito de las islas", "El libro de los símbolos e islas frágiles" y "Cosas crueles".
Llegó a México, país por el que siempre demostró gran predilección, a la edad de veintiún años. Trabajó como periodista en Mazatlán, en el periódico progresista "El Correo de La Tarde", de donde partió al Territorio de Tepic en 1896.
En el Territorio de Tepic, en su capital, ejerció como maestro ocupando el cargo de director de la Escuela Superior Primaria. Dentro del magisterio, pagaba de su peculio el sostenimiento de niños autóctonos para que recibieran educación. Inculcó en los alumnos los conceptos de libertad de expresión y de defensa de sus derechos, por lo que el jefe político, el general Mariano Ruiz, lo desterró del territorio en 1904. Advertido de la sentencia, Argüello, que era editor de la Revista Literaria de Tepic, anunció públicamente su decisión de actuar lo que enseñaba.
Secretario privado de Madero
Apoyó al movimiento maderista. Cuando Francisco I. Madero subió a la presidencia, Argüello fue nombrado su secretario privado. Siempre fiel al presidente, se unió al movimiento de los embajadores Manuel Márquez Sterling y Kinta Arai, contra los ciudadelos dirigidos por los partidarios de Félix Díaz y Manuel Mondragón. El día de la aprehensión del presidente de México, el poeta con osadía, convocó al pueblo en La Alameda Central para defender el gobierno legítimo derrocado.
Contra la dictadura de Huerta
Fue encarcelado por Victoriano Huerta. Tras el asesinato de Madero en el Palacio de Lecumberri, Argüello fue liberado. Se exilió a Nueva York, desde donde comenzó un movimiento contra la dictadura huertista.
Acordado con Venustino Carranza, organizó una guerrilla que operó en la región de Tepic con la que libró combates contra los efectivos federales, que le fueron adversos.
Su muerte
Regresó a México en 1913, y desde Monclova trazó un plan para ejecutar al dictador. Disfrazado de ferrocarrilero, intentó ejecutar a Victoriano Huerta, pero traicionado y descubierto por las fuerzas federales, fue torturado y fusilado entre los kilómetros 60 y 62 del Ferrocarril Central, en la Línea México-Querétaro.
Libros de poesía:
El grito de las islas. México, Tipografía Franco· Mexicana, 1905; El libro de Los símbolos e islas frágiles. México Imprenta del Gobierno, 1909 y Cosas crueles. México. Imprenta Lacaud. 1913.
EL VERSO REBELDE
He de cantar tu dorso lleno de escamas,
sierpe que a Nemrod huye, grácil, de prisa,
zigzag ardiente y rojo como las llamas
y algo sacro, intangible, pan de misa.
Oh! la frase rebelde que a Plectro inflamas
y te esquivas al darle tu gran sonrisa,
sonrisa que cual polvo de oro derramas
en sus nervios do se alza la Pitonisa.
Eres como de Tántalo ansiada fruta
que de los labios corres, cual bestia hirsuta,
cuando insomne seguimos tu egregio paso.
Con tus alas sedeñas, rebelde verso,
te esfumas casquivano, riente y perverso
¡Mientras Febo es cautivo del Rey Ocaso!
LAS BRUJAS
Decidme, oh! viejas brujas
Doctoras de los sábados,
ya la buena ventura
o la mala.
Buscaos
en las noches de luna
los más feos y yerbajos,
los que ocultan
lo más raro:
murciélago que fuman
o espeluznantes sapos,
alas negras difuntas
de búhos malhadados,
y víboras que ondulan:
todo bicho que de asco,
oh! las brujas,
Doctoras de los sábados.
Y en marmitas que gruñan,
y en hordillas de barro
echad la grasa inmunda
que os aportan los drasgos
desde las sepulturas
de muertos putrefactos,
cuando aúllan
las hienas en el campo.
Y que hiervan, que rujan
tras los conjuros mágicos
y las muecas que emulan
los gestos demoniacos,
al culeabrear columnas
de fuego y humo fátuos,
que en la gruta
dicen futuros casos,
oh! las brujas
Doctoras de los sábados.
Y haced que merjan unas
sombras, colmillos largos,
y que surjan
fieros diablos
que en nocturnas
asambleas de pálidos
me digan la ventura
que reservan los hados,
oh! las brujas
Doctoras de los sábados.
-Crac crec croc.
Gato negro, maúlla.
-Crac crec croc.
Perro flébil, aúlla,
croc croc.
-Que en nocturnas
asambleas de pálidos
me digan la ventura
que reservan los hados
oh! las brujas
doctoras de los sábados ...
-¿Qué faz de la Luna buscas?
Crac crec croc:
-La que a Citeres alumbra
entre las rosas de amor.
¿Aún habrá para mi una ... ?
-Crac crec croc.
¿Cuántos años ha tu daño?
-Oh soy viejo! Toqué hoy
vigésimo octavo escaño...
-Uf! qué horror!
Humo, sube,
croc, croc, croc
Huye, nube.
(Y alzaron el vuelo las viejas,
las doctas perversas,
cual parva de Furias famélicas
con gritos y burlas siniestras,
haciendo mil muecas.
Sus híspidas largas melenas
tendíanse, negras,
cual luengo penacho de luengas
humaredas).
Y PROSIGUIÓ SU SIGNO
Pasó lleno de polvo
su traje asaz roído,
con sus viejas sandalias que conocen
cien valles, cien desiertos, mil caminos.
Pasó, con su melena
que desgreñaba el austro,
con su triste mirada pensativa,
que escruta, siempre fija en el arcano.
Pasó, como una sombra,
callado, obscuro, solo,
con sus laxos camellos de tristeza
doloridos. Pasó lleno de polvo...
Miró hacia atrás en busca
del ya lejano predio
y aun oyó reproches que venían
traídos por la parva de los vientos.
Y se bebió sus lágrimas
y prosiguió, en su signo,
con sus viejas sandalias que conocen
cien valles, cien desiertos, mil caminos.
AL VER SU ALDEA
Gana Febo el cenit. Lago de llamas,
temblar mírase el éter igniscente
y en el monte monótono y silente,
de la siesta en el horno, arden las ramas.
Contemplando los yermos panoramas,
el sudor a raudales en la frente,
baja, heridas sus plantas, la pendiente
el viajero senil. Cívicos dramas
lo expatriaron -diez lustros peregrino-
y hoy que toma su alma gigantea,
teme yerto caer en el camino;
mas, no obstante que agónico flaquea,
corre alegre, de pronto, como el vino,
al doblar un recodo y ver su aldea.
LA LINEA AZUL
Y fue en la proa del barco,
y en noche, gárrula en luz,
do escuché a la inocente niña enferma:
-Di, mi bien, qué es aquella linea azul?
El inviolado horizonte,
puente del viaje eterna!,
miraba ella al hacer sobre de mi hombro
su paciente cabeza reposar.
Y, abejeando mi beso
su pálida boca en flor,
la dije: -Es el propíleo do se juntan
las almas que desliga el Sino atroz.
Hoy en la proa del barco
vuelvo solo ... ; y a la luz
de los astros, contemplo el infinito
y la busco en aquella línea azul ...
NO PASA NINGÚN VUELO
Como impaciente carne de mujer, la cuartilla;
el lápiz, suspendido, como interrogación;
y en la siniestra mano la pálida mejilla ...
No pasa ningún vuelo de águila o alción.
Oh! mi Nemrod insomne que por doquier escruta
con rifle arcaico y noble de lívido cañón;
mas bajo el cielo autócrata sobre la tierra hirsuta
no pasa ningún vuelo de águila o alción.
El bosque duerme y gruñe. La siesta dice cosas
que -antiguos estribillos- simulan oración;
y en tanto que en la ciénaga son mil las mariposas ...
no pasa ningún vuelo de águila o alción.
LA MúSICA DEL BARRIO
Yo amo la música, yo amo
la música del pobre
organillo del barrio;
la voz de esas almas quejumbrosas
que imploran con lúgubres halagos
un pan para el artista,
un vino, o un harapo.
Yo amo la música, yo amo
la música del pobre
bohemio que cruza cabizbajo
las calles de la aldea,
trayendo bajo el brazo
su caja doliente y melodiosa
que aporta desde un país lejano,
mendigo y ambulante,
ya de plañir cansado.
Al pie de balcones entreabiertos
y viendo hacia arriba, no hace caso
de la nieve que cae
sobre sus hombros flacos,
en tanto que mueve su manubrio
caritriste e impávido.
Yo amo la música, yo amo
esos ritmos enfermos,
sin arte, sin luz, toscos y lánguidos,
como inmensos gemidos
que se alargan elásticos.
Yo amo esos versos de palurdo
que huelen a poblacho
y traen al alma viejas cosas
empolvadas de antaño;
el son de un violín que se lamenta,
heridos tal vez de fiero dardo,
o el de un acordeón cuando solloza
debajo de algún árbol
que es el techo amoroso
de los seres gitanos,
y el lloro que plañe una guitarra
allá en la callejuela
oscura de algún barrio.
Al ir por la senda del vía·crusis
en que voy con mi fardo
de penas, que abruman y ennegrecen
mi dolorido ánimo
a veces, absorto en mi camino,
he detenido el paso
oyendo esas notas gemebundas
que son como el grito hondo y amargo
de todas las miserias
y de todos los llantos
que van por la tierra, peregrinos
sin pan y sin descanso.
Y ebrio de horrísona tristeza,
me he marchado llorando,
volviendo a mi alma viejas cosas
empolvadas de antaño.
Yo soy también, ¡ay! otro bohemio
sin patria, desterrado,
que va por las aldeas
ofreciendo sus cánticos
y amando la música del pobre
organillo del barrio
que es el eco aflictivo
de un armonioso hermano.
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