Miguel Córdova Colomé
Nació en Macuspana, Tabasco; en 1990. Es educador, investigador, lector, escritor, baterista y periodista freelance, ha publicado en revistas de índole educacional, social y literario como Justa, Morphos, Perspectivas Docentes y Ecos Sociales. Aparece en las antologías de cuento: “Tabasco es Puro Cuento” editado por Ediciones Hturquesa; “Calle por calle, historia de viajes diarios” por la Editorial Trajín; y “Los once del relato breve” editado por el Instituto Estatal de Cultura del Estado de Tabasco; y en la antología de poesía: “Poetas del fin de Siglo”, editado Cuadrivio Ediciones. Ha cursado diplomados de creación literaria y talleres de poesía en el Estado de Tabasco y en México, D.F. Su trabajo busca retractar lo urbano y la sencillez de la vida. Autor del poemario “La Palabra y el Viento” publicado por el Instituto de Cultura del Estado de Tabasco.
La prostituta
Como lengua errante
brotas de las entrañas
danzas a galope con el instinto erecto
te enredas con la seda.
Tus ojos atigrados encarnan con la noche
y vagas entre latidos.
Tú cuerpo responde al impulso del alba.
Fruta hecha polvo
que desgarras en silencio
caes a la orilla del crepúsculo
entre calles y avenidas…
Cada luna
es luna entre los cuartos.
Cansada de aromáticas pasiones
cansada del no amor
renaces cada día…
Instante
Me pierdo en ti
como ardiente palabra
como sonido cubierto de silencio
como un sendero oscuro.
Tu aroma aún reina entre las sábanas
juega a los dados con la nostalgia
con los espejos.
Un instante congeló la mirada
descubierta en la luna.
Tu amor en construcción
diseñado entre el cielo y el infierno
hoy revela purgatorios:
danzan en ti palabras palpitantes
danzan en ti seres inanimados
movimientos
ritmos
ellos giran
sonríen
los visto con notas armoniosas:
el poema de la noche.
Sueño con un tren
Sueño que me levantes todos los días para llevarme a la escuela,
que mis hermanos sean felices,
que nunca falte el alimento,
que diciembre sea motivo de reunión y no de trabajo,
que mis ropas no sean usadas, que te compres un bolso y unas zapatillas, madre.
También sueño con mi abuela, con sus jornadas laborales frente a un mostrador,
con sus piernas cansadas y la mirada perdida.
También sueño con mis dientes caídos, con la espera del ratón y su moneda,
pero solo queda esta movilidad en una cama de metal,
en un sueño que no es sueño, sino pesadilla.
En un movimiento que nos arrastra a un futuro que no habremos de alcanzar,
o quizás sea el sueño de algún francotirador al otro lado del muro,
esperando paciente nuestra llegada.
Pero aquí estamos, tu y yo, y mis hermanos y mi abuela, y mis vecinos
y el movimiento de este tren que sigue en sus pasos, hasta que un día se detenga este sueño y despertemos.
¿Cuántos vagones?
¿Cuántos vagones tuve que recorrer para encontrarme,
para ver mi sombra en el sol,
para fijar mis ojos en los cristales dispersos?
¿Cuántos ruidos tuve que escuchar para reconocer mi voz,
para sentirme parte del mundo,
para dejarme llevar por los sonidos de mi país?
¿Cuántas lluvias tuve que infligir,
en medio del campo,
en algún desierto?
¿Cuántos kilómetros viajé,
cuántos recorrí,
en dónde quedó mi imagen,
en qué estación me iban a recoger,
por qué sigo buscando mi muerte,
por qué Dios no viaja en los trenes?
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