Roberto Friol. Profesor, investigador literario, escritor cubano. Nació en La Habana el 3 de abril de 1928 y falleció en su ciudad natal el 2 de junio del 2010 a los 82 años. Investigador literario en la Biblioteca Nacional José Martí. Colaboró en El País Gráfico, Bohemia, Unión, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Boletín del Instituto de Literatura y Lingüística, Islas. Es autor de los trabajos "El hombre de Saul Bellow" y "La novela cubana en el siglo XIX". Cultiva también el cuento. Fue galardonado dos veces con el Premio de la Crítica, por sus poemarios Turbión, en l988, y Gorgoneión en l99l. Recibió en 1998 el Premio Nacional de Literatura.
SÚPLICA
Que no sean palabras sin palabra
cuanto enuncia mi lengua,
cuanto hace de mí
un extraño predicador
de noticias humildes y de raptos.
Que no sean las manos
del prestidigitador
las que cambien de lugar cada palabra
para hacerme creer
que soy hijo de un estar misterioso.
Soplo, piedad, silbo, testimonio
de hombre en sus dos aguas,
la máscara y el rostro de alguien
que apenas balbuceó la vida.
LA OTRA CASA
Ay, es cierto que no soy hijo en la casa de la poesía;
es cierto que no tengo allí una estancia
de paja de alma, ni siquiera una lumbre.
Cada uno tiene sus signos, sus razones,
pero los míos son sólo un soplo deleznable.
Ay, sé muy bien que no he de estar
ni como aire extraviado en esta casa.
Si
Si otra vez has de ser,
que sepa lo que eres.
Si otra vez has de decirme adiós
besándome, que entienda lo que dices.
Si he de volverte a ver
para dejar de verte,
si he de volver a ser tu hijo,
que sepa lo que soy y lo que eres.
Poesía
Ya no queda nada
sino un poco de verdad en el fondo del vaso.
Si la vuelco sobre estos días
¿qué tendré después?
Alzo el vaso
a la altura de los ojos del ánima.
Mi última posesión el cristal,
y el recuerdo de la verdad que llenó el vaso
hasta los bordes,
y lo que ahora queda en el fondo del vaso
como una mancha en la que aún tiemblas.
Dragón
Humea el arroz todavía...
y en la cinta del cielo
se despereza el dragón.
Verbo
En la espuma del corazón, la noche
con sus estrellas místicas ofrece
también un testimonio. el lienzo
ávido de majestad
vuela a tus ojos.
habla de la noche y del alba.
Escribe,
habla de la noche y del alba
como si fueses la única lengua.
Yo no te dejaré:
Junto a tu pozo espero desde hace siglos,
el cántaro de tu juventud hasta el pozo
para darme a beber tu luz.
Un relincho, una bestia, el mar,
el pergamino espumoso del mundo,
la ciudad con sus hijos implacables
en la palma de tu mano. un obrero
al borde de su lámpara parte el pan (el hierro
acaricia la rosa). El reloj, ¿es hora
de partir, de tirarse en la tierra
a olvidar el jadeo de las lágrimas?
La taza para llevar a la boca
El tesoro nocturno, el rostro
De nuestra intimidad. Un danzón
Desparrama sus estrellas en la casa.
Sí, también
Recogerán tus manos esta dicha,
Y el polvo de tu juventud
Llegará a los zapatos del viejo.
Tengo frío en los hombros del viejo,
En este niño que me trae su globo rojo,
su sonrisa y su fábula. Tus manos
para quitarme este frío, el vino
secreto que das a tus amigos,
como si ya hubiese traspasado la puerta,
con la oveja en los hombros
y la esperanza de verte sonreír.
Quién sabrá el peso de sus días
si no pone sus manos en el fuego,
si no clava su oración en tu noche.
La jornada a uno mismo,
al desgarrón para olvidarse después, para dejar
las puertas de la casa abiertas a todos
(¡al leñador que siempre quiso tu retrato de luz!)
Bajo el último árbol,
con la faz llena de la bruma del tiempo,
en la mano desclavada del enemigo.
Qué extraño será olvidar las mañanas,
la oración, el pájaro y el himno.
Qué extraño no poder mirar las propias manos,
el árbol y sus páginas en cruz.
No poder regresar a uno mismo.
No hablarle a la muerte.
Es por la sombra que la piedra se hace ley,
que salta de lo vivo
su rostro, invulnerable
a pesar de la arena.
Su meridiano es la hosquedad,
la hurañía que acude con sus armas
a raernos del verbo en que creímos.
[Tomado de Cubaliteraria.]
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