lunes, 30 de enero de 2012
5731.- MERCEDES DURAND
Mercedes Durand (San Salvador, 9 de agosto de 1933 - Ciudad de México, 7 de julio de 1999), fue una poeta y periodista salvadoreña.
Fue integrante de la Generación Comprometida, generación literaria surgida en El Salvador durante la década de 1950 y del grupo Octubre.
Entre 1952 y 1958 curso estudios de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, becada por el gobierno salvadoreño del coronel Óscar Osorio. A lo largo de su vida dirigió y presentó programas de televisión y radio; dirigió y colaboró en numerosas revistas literarias de México y El Salvador como las revistas salvadoreñas "Hoja" y "Semana". También fue catedrática entre 1960 y 1970 de la Universidad de El Salvador en la Facultad de Humanidades.
Estuvo casada con el poeta salvadoreño Mauricio de la Selva, con quien tuvo a su único hijo.
Obras
Espacios, 1955
Sonetos elementales 1958, ilustrada por el pintor Carlos Cañas
Poemas del hombre y del alba, 1961
Las manos en el fuego, junto a David Escobar Galindo, 1969
Las manos y los siglos, 1970
Juego de Güija, 1970
Todos los vientos, 1972
A sangre y fuego, 1980
Sarah, la luna, la muchacha y otros poemas, 1982
La guerrilla de las ondas y otros ensayos
Premios
Primer premio en los Juegos Florales de Usulután, 1960
Segundo premio en los Juegos Florales de Nueva San Salvador, 1960
Mención de honor en el Certamen Nacional de Cultura 1967, galardón entregado por los escritores Ernesto Cardenal, Fernando Alegría y Carlos Pellicer por la obra Las manos en el fuego
Mención de honor en el Certamen Literario de la Comunidad Latinoamericana de Escritores y la revista "Ecuador", 1970, por la obra Las manos y los siglos
EL AIRE
El aire se alistó de marinero
con boina de muchacho vagabundo,
un barco lo condujo por el mundo
soplándole el blancor de su velero.
El aire se cansó de aventurero
y quiso conocer el mar fecundo,
un buzo le enseño de lo profundo
corales encendidos al viajero.
El aire se compró boina dorada
y fue por los jardines de la infancia
soltando su frescura oxigenada.
El aire, del jugar hizo bandera,
un juego alimentado en la fragancia
del yodo y la campiña volandera.
El Barrilete Malva Entre Tus Dedos
¡El barrilete malva entre tus dedos
las flores del guayabo
la sinfonía oscura de aquel viento
y octubre era de ensalmos?!
Fuimos a la montaña? ¿Lo recuerdas?
¡Viejo Lobo del Bosque!
Y conjuraste rudas y tabacos
Y aullaste cual coyote?
Me enseñaste el misterio de las yerbas
Viejo Lobo del Bosque?
Y me anudaste aquel pañuelo rojo
Viejo Lobo del Bosque?
Tus gritos alertaron a las cabras
Viejo Lobo del Bosque?
Tu olfato abrió el vellón de las conejas
Viejo Lobo del Bosque?
Tus pasos inquietaron a la ardilla
Viejo Lobo del Bosque?
?Vamos a la montaña ?me dijiste―
Te mostraré sus rumbos,
Verás nacer el alba en el rocío
Y apagarás la noche??
?Te enseñaré el color de las parásitas
y el sabor de los hongos??
?Vamos a la montaña?? Me dijiste,
Viejo Lobo del bosque?
¡Y me diste una orquídea serenada
en el hueco de un roble!…
?Vamos a la montaña?? Me dijiste,
Viejo Lobo del Bosque,
Y te seguí en la noche?
¡Y desde entonces oigo tu aullido
Viejo Lobo del Bosque?!
El Fuego
El gozo de la joven panadera
Brotó de las caricias matinales
Del fuego que convierte a los trigales
En panes de morena caballera.
El rojo crepitar de la madera
Quemó las inclemencias invernales;
La lumbre de los soles tropicales
Doró la juventud de la pradera.
El fuego atardecido en la herrería
Moldeó la dimensión de los balcones
En rizos de enrejada fantasía.
El fuego, corazón de los talleres,
Llevó en universales expresiones
Aliento de artesanos menesteres.
Espacio De Canela
Mi cuerpo es una rama de canela
cortada en un Agosto de claveles,
el trópico quemaba níveas pieles
y hervía en los trapiches la panela.
Hermana del zenzontle que pincela
sonidos de su buche en los vergeles
la rama se acompaña con las mieles
que ríen de abeja cuando vuela.
No tengo de la rosa su corola
mas guardo flor de barro en cada mano
que tiñe de rubor a la amapola.
Canela el corazón, canela el viento,
mi cuerpo ha ardido en leños de verano
y tú, tienes canela en el aliento…
Espacio De Mi Voz A Frida Kahlo
Un día, Frida Kahlo,
Pleno de sol y niños,
Me acerqué a tu horizonte,
A tu mundo divino:
Acaricié un rebozo, un nopal y un indio.
Desde ese día, Frida,
Aspiré tu dolor sublimizado
Por la voz de la lucha.
Me dijiste el mensaje que la tierra
Proclama en las espigas;
Me dijiste?
Me dijiste mil cosas, Frida Kahlo,
Con tu verbo encendido.
Entendí tu mensaje,
Lo guardé entre los pliegues de la sangre
Para donarlo a mi hijo,
Porque? quién Frida Kahlo
No aprendió tu lección de sacrificio
Si era tu voz un himno libertario
Para el mundo oprimido.
¿Quién te pudo ignorar si tu presencia
amanecía en todos los colores
de las cosas sencillas?
¿Quién se negó a ignorar tu noble ayuda
elaborada en paz y dulcemente
desde el cedro labrado de tu silla?
Ninguno, Frida Kahlo,
El Louvre mismo atesoró tus cuadros,
Veneró tu mujer y tu pintura;
Te amaron los hambrientos de justicia,
Te comprendió la juventud,
La brisa,
Los paisajes risueños,
La campiña;
Te saludó el arroz,
El vodka alegre,
Los maizales indígenas sangrando,
La Torre Eiffel y la Alambra antigua;
Te saludaron todos Frida Kahlo
Porque tú eras la vida,
Porque enseñaste siempre
Acuarelas tranquilas
Porque igualmente pronunciabas panadero
Que arte impresionista.
Por eso, Frida Kahlo,
Cuando la lluvia acompañó tu viaje,
Me dije:
Sus cenizas
Habrán de germinar en rosas blancas
En auroras de olivo,
O tal vez pintarán una paloma
Sobre el lienzo del mundo.
Te has ido Frida Kahlo,
Se mece en tu recuerdo
La fiesta alborozada de tus trajes
Y el gozo circular de los anillos.
Adiós a la pintora Frida Kahlo,
A la mujer sufrida,
A la artista que un día
Me permitió mirar a su horizonte,
A su mundo divino,
Y acariciar el rostro del rebozo,
Del nopal y del indio.
Espacio Del Color
Desde que me anunciaron tu venida
dispuse regalarte los colores
prestados a las frutas y las flores
hermanas vegetales de tu vida.
La fresa me prestó su piel de herida,
el trébol su conjunto de verdores,
el blanco jazminero sus candores
y la aceituna oscura su medida.
El ácido mirar del limonero
y la pupila ingenua de la rosa
mezclaron su color en tu velero.
El mundo de la flor y de la fruta
me ha dado su acuarela primorosa
envuelta en los olores de la ruta.
Jucuapa
Dulzura de jocote, piel caliza,
hermana del izote campesino,
madruga en cafetales tu camino
y en claros ojos de agua tu sonrisa.
La vida de tu pueblo se desliza
sembrando la semilla, atando el fino
suspiro del tabaco matutino
y haciendo germinar a la hortaliza.
La furia de la tierra en movimiento
dos veces ha quebrado tu estructura
dejándote desnuda frente al viento.
Y tú, con la paciencia nazarena,
Jucuapa ,la provincia sin ventura
te has vuelto a levantar fuerte y serena.
Las Manos Y Los Siglos
¿Y he aquí que ese pasado de súbito se hace presente.
Que lo palpo y aspiro.
Que vislumbro ahora la estupefaciente posibilidad
de viajar en el tiempo como otros viajan en el espacio?.
Alejo Carpentier
Voy a decirlo todo
Como lo vio el bisonte
Y lo esculpió en las rocas
El hombre de Altamira?
Soy la lumbre del tiempo
Y el corazón del mundo.
Soy un ser sin edades
Sin cálculos
Sin prisas
Sin relojes de arena
Sin sandalias
Sin báculos
Y sin abecedarios.
Soy un sin tiempo sin tiempo.
He recorrido asombros
Borrascas
Ansiedades
Y miradas perplejas
Y voces guturales
Y alegrías informes
Y formas desprendidas
De la urgencia y del hambre?
He visto arder el fuego
Y estallar los guijarros
Y correr el antílope
Y recoger bellotas
En paisajes de taiga.
Voy a decirlo todo
Con palabra sencilla
Y soltaré mi lengua
Como un pequeño pájaro?
Voy a decirlo todo.
He de vaciar un cántaro.
Más tarde
Con el tiempo
Me cubrirá la hierba
Me asumirá el silencio
Y cesarán mis pasos?
Mariposas De Hielo Volaban
¿Si el fuego que ahora abanican las mujeres se apagara
de pronto, seríamos incapaces de encerdelo nuevamente,
por la sola diligencia de nuestras manos?.
Alejo Carpentier.
Mariposas de hielo volaban sobre el río.
Frías estalactitas colgaban sus arañas
En las cuevas oscuras?
El mar se desbordaba
Y caracoles negros de miradas gigantes
Horadaban las playas?
Huracanes terribles arrancaban raíces
De abedules hermosos
Y elevados pinares?
Osamentas deformes de omóplatos torcidos
Y fémures calcáreos
Escribían sus huellas junto a los esqueletos
De enormes dinosaurios?
Las finas cornamentas de los alces perdidos
Colgaban de los troncos podridos de las aguas?
(Eran tiempos sombríos
de pájaros siniestros y de inviernos morados)
Lianas entumecidas por la manos del cierzo
Semillas congeladas y bellotas vacías
Felinos enterrados en dédalos de hielo
Mujeres anegadas en túnicas de limo
Pedernales de hombres
Hombres de pedernales?
El frío perforaba los párpados del sueño?
Fue entonces que en la noche de vientos acerados
El hombre de las cuevas
Aterido e insomne
Frotó medrosamente dos fragmentos de cuarzo
Y una chispa sublime le iluminó los ojos
Y esa noche hizo fuego
Por obra de sus manos?
En las profundidades verdosas de los bosques
Transitaban las piaras de antílopes y renos
Y en las vastas estepas de iluminados rumbos
Pastaban las manadas de caballos salvajes.
De pronto
En el silencio
Un zumbido imperioso distraía al rebaño
?rombo de hueso en vueltas de chasquidos extraños?
O la música nueva de una flauta de caña
Atraía a los renos
Y demoraba el paso
De los largos antílopes y los negros caballos?
El arco se extendía
Las flechas despuntaban
Y los dardos de hueso y las piedras agudas
Desangraban la estepa
Y el cazador volvía con el reno a la espalda.
Y en la noche preñada de insectos y conjuros
Los tendones resecos de los renos exangües
Vibraban al contacto de las manos golpeantes?
Y los magos bebían la sangre serenada
Y los hombres hundían sus cuchillos labrados
En las blandas entrañas de remos y bisontes?
Y las mujeres recias
De senos abundantes
Y pródigas caderas
Velaban junto al fuego
Y cuidaban que el viento
No apagara su llama?
De hierba humedecida formaron sus cabellos.
De obsidiana y turquesa
De jade y amaranto
Los ojos y los labios.
De carozos henchidos los senos opulentos.
De frutales manojos el sexo y las entrañas.
De troncos y de orquídeas las piernas y las manos?
Eva fue hacia la algaba y dobló sus rodillas
Ante el hisopo en rama
Y enredó sus cabellos en delgados carámbanos
Y juntó en su regazo los conos de los pinos
Las brasas de enebro
Las hebradas de ocote
Y los restos yacentes de las maderas muertas
Y después fue a la gleba
Y removió la tierra
Y arrancó la cizaña
Y sembró la semilla
Y luego sudorosa se llegó hasta la cueva
Con el rostro encendido
Y el cabello mojado
Y sumisa y alegre
Veló junto a la hoguera
Y segó las espigas
Por tiempos milenarios?
Y Adán fue el vigilante
El hombre que se hundía la cintura en las aguas
Y arponeaba a los peces
Y cazaba venados
Y ululaba en el cuerno de las noches de luna
Y atraía las huellas de los osos polares
Y de los ocelotes
Y los menudos cascos de las gacelas ágiles.
Adán atalayaba la pezuña y el rastro
La marea y la ovada
Y a las primeras luces
Descubría los cantos de pájaros extraños..
¡Adán era vigía!
¡Eva la vigilaba!
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