Juan Ramón Ortiz Galeano
Escritor argentino nacido en Buenos Aires (1975). Tiene estudios de Derecho.
Premio “Igriega” de Relato Breve 2002 (Sevilla-España); Premio “El Arte de Escribir” de Poesía 2009, Finalista (Barcelona-España); Premio “Literarte” de Poesía 2010, Finalista (Buenos Aires-Argentina); Premio “Latin Heritage Foundation” de Poesía 2011 (Washington-Estados Unidos); Premio del Público “Poemas sin Rostro” 2011, Finalista (Murcia-España); Premio “Flor de Poesía” 2011, Mención de Honor (Buenos Aires-Argentina); Selección y Publicación “Carpe Diem” del Centro Poético 2011 (Madrid-España).
Publicado en las antologías impresas “Los Vicios Solitarios” (Ed. Junta de Andalucía, SE: 4396-03, Sevilla-España, 2003); “Más que palabras” (Ed. Bubok, Barcelona-España, 2009); “Una isla en la isla” (Ed. Latin Heritage Foundation, ISBN 10: 0983245002 / ISBN 13: 978-0983245001978-0983245001, Washington-Estados Unidos, 2011); “Poemas Inolvidables” (Ed. Latin Heritage Foundation, ISBN-10:0983245045 / ISBN-13:978-0983245049, Washington-Estados Unidos, 2011); “Carpe Diem” (Ediciones del Centro Poético, ISBN 978-84-937336-8-1978-84-937336-8-1, Madrid-España, 2011).
www.juanramonortizgaleano.blogspot.com
MENSAJE JADEANTE
“En un dulce estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra mía:
fuera, el invierno lívido gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol brillaba”
José Martí
Puedo sentirlos respirar templados,
próximos al fuego, timando sus ojos,
creyéndose casi protegidos aquí
sólo por estar juntos, lejos de la tala y del frío.
En torno a mi sólo uno percibe el mensaje
a través de mis ojos, muertos alguna vez,
jadeantes en este tiempo:
“Sobre los árboles protectores del camino, Corderos-Lobo agitan el viento al gritar contra la Nube Níquel que anuncia la tempestad; pero el eco es opacado por el humo de cigarro de los abhansados Perros-buitre, mientras golpean con el brillo de sus anillos, una mesa cubierta con papeles arrasadores de silencio. El Ejército de Humo devastará los valles entonces, quemará los árboles, el rocío y secará los ríos, únicos espejos de la luna, e indiferente desollará a tus animales indefensos, sólo por cubrir tontas vanidades en la noche.
Por la mañana temprano, mientras el cantar de los dioses escuchas y el funesto amanecer quemado te cubre, plantas una semilla en el maizal, cuidas tu herbaje para que el acervo sea llevado, alimentas a tus caballos con agua y pasto, cuando súbitamente alzas la mirada, y el plato cae de tus manos, silencioso como el Cielo Ceniza:
Máquinas del infierno talan tus mares, puedes verlas raptando el horizonte, estrepitosas, pesadas, firmes en el suelo, agitando contra el bosque sus brazos imposibles, cuyos dedos dentados muerden el alba, engullida por la insaciable boca del humo, al tiempo en que crepita en el crepúsculo el grito de la tierra.
Aturdidas y temerosas del cuchillo, tímidas criaturas del bosque huyen bajo la tierra despavoridas, cada pequeña bestia percibe que el tiempo... ya no es demasiado”.
Bajo la puerta se filtra el barro tibio;
un graznido amargo agita la aldea y el campo;
huelo niebla, me recuesto en el fango
cada día más húmedo y frío.
Escucho un canto en el llano lejano...
EN EL FANGO
“comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima”
Álvaro Mutis
Esta lluvia fría ruidosa
no sembrará elegancia en mi sueño,
lo vestirá de tormentos y espejismos;
no se anuncia cálido, sino adverso y terrible
(arisco y pavoroso como el canto de un monstruo);
no vendrá limpio pero tampoco leve ni sucio,
contendrá miedos y ambigüedades:
¡laqueado de incertidumbres!
De por sí, mi ropa está absorbiendo el agua
que ya moja mi espalda pegada a la tierra;
la Nube Níquel baja del Cielo Ceniza
para hurgar en mi sueño,
las estrellas, ahora desnudas,
piden mi atención más pura.
Humedad. Intemperie. Sometido.
Cuatro, cinco, seis Cuervos cuadrúpedos -hambrientos y rabiosos- forman en torno a mí un círculo deforme, son ellos quienes están babeando el valle para impedir mi escape; yo me deslizo –me resbalo-
hacia el sueño más espumoso y violento.
¡Claro que no provoqué esta situación!
yo prefiero el oro y los pétalos
(el mío y los amarillos).
Ése es mi credo.
Una luciérnaga muerta eleva sobre mí su luz,
una flor oriental desploma junto a mí su sombra,
la veo morirse
mientras escucho a los Perros-buitre rascarse,
y a la luna manifestarse en una mueca invisible.
¿En qué rincón del palacio anida mi fuerza? ¿En qué recodo de qué cenagoso y oscuro sendero de vida mi voluntad anida? ¿Bajo qué piedra de qué montaña herrumbra, el Tiempo que mata, la medalla que me toca? ¿Junto a qué fuego solitario -cálida, seductora, venenosa- se afila y prepara la serpiente que me invoca? ¿Contra qué pared de qué laberinto en ruinas, se apoya y corrompe la espada que la nombra?
Quizás el sueño que viene me lo cuente,
tal vez el sueño temido y anhelado que se avecina
entre espejismos me lo diga,
y de alguna manera yo la encuentre.
EL MOTOR DE LA ALDEA ENLOQUECIDA
“Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece...”
Nicanor Parra
Las vidrieras donde la niña veía su reflejo
son ahora los ojos quebrados del asesino.
El mercado aldeano enloquece a todos.
Los bárbaros traspasamos las fronteras y tapiales
cargando ganzúas articuladas para abrir sus puertas
y carruajes;
nuestros nietos ingresaron reptando y sollozando,
disminuidos.
Aldeanos, irrumpiremos en sus bocas y en sus culevas, en esta comedia somos los fregadores, los cambia-pañales extra-large, las Cabezas Oscuras del Incendio (léase “Cabecitas Negras” en el Manual Indoeuropeo del Buen Tejedor): pieza fundamental del motor; devorando los fragmentos del Banquete C.A.V.A. seremos inmunes a la ausencia y a las plagas, nuestro estómago es una bodega y nuestra boca la tormenta de reclamos, de querellas atendidas a medias.
Nuestras hijas son mariposas grises,
nuestros hijos poetas extraordinarios
que jamás recibieron premios ni distinciones.
Aldeanos, lo que sacrificamos en un exhalo cuesta cuatro bosques y un río, nosotros llenaremos sus panzas y meceremos a sus hijos (futuros violín/istas y lame-culevas), ustedes saldrán cada día a tensar las cuerdas que nosotros enceramos, a echar combustible al motor; este circoito no le importa a nadie, a nosotros menos que a nadie.
EL CÍRCULO DE LA PATRIA SANGRANTE
“Se encontró dormido en la costa
donde había un cangrejo muerto
que lo miraba atentamente
reprochándole su pereza”
Enrique Molina
Mientras el Guerrero se gesta en un limbo dormido,
las chimeneas agotan el oxígeno
de jóvenes abuelos de nietos no nacidos,
y el metal extraído de los mares talados
resuena en cajones de gruesas bóvedas,
donde el oxígeno importa poco
y los ríos han dormido billetes helados.
Mientras adormecido remolonea en el fango,
bajo la sombra del Árbol Fantasma,
en espera de un sueño que le muestre
el derrotero hacia la espada en las ruinas
y la coraza contra la baba de los Cuervos cuadrúpedos,
los anillos dorados de los Perros-buitre
destellan sobre su cabeza como luciérnagas muertas,
acrecentando el fango con más flores del oriente
que desploman sus sombras en el brillo, y mueren.
ESTOS VERSOS EN EL AGUA
*En cursiva, versos de
Gertrudis Gómez de Avellaneda
Yacía este Lobo fumando el veneno de las uvas,
mi llanto inconcluso llevaba lustros de silencio,
lo cual me iba disolviendo junto al humo tinto.
Me cruzó un joven mil veces desgraciado pero entero,
y me dijo:
"Deberías ir en busca de la Maga en el Agua,
no deberás mirarla a los ojos, ni a los senos, ni a la boca;
ella te enseñará el sortilegio que concluirá tu llanto.
Tu cariño te irá marcando el derrotero".
Atravesé los ríos de Burdeos
y los valles de La Coruña
(linderos con los granizos de Madrid
y los llantos de Camagüey)
hasta vestir a gritos las tormentas de Sevilla.
El quejido de un águila moribunda
o el siniestro canto de un ave nocturna me otorgó
la morada final de la educadora...
Al verla no la vi pero supe que aguardaba mi llegada,
pues tras un ademán de sus manos intuí estos versos:
"Del huracán espíritu potente..."
"Ni libre soy, ni la prisión me encierra... "
"Es la hora grata del feliz reposo..."*
En silencio caí de rodillas y concluí mi llanto.
Hoy desperté escribiendo estos versos en el agua.
LLEVADO POR LOS FAROS DEL BOSQUE
¿Qué sonido trae el horizonte,
qué sonido?
arde un tam tam lejano y mío,
se enciende en mi centro un anhelo, un estampido
nocturno que reverbera desde el suelo
y huele a damasco y quebrachales.
¿Qué llamado se deshoja desde el cerro,
qué llamado?
asemeja un alarido inquieto, ingrávido, codiciado,
y en mis oídos un puño de ríos invulnerables
inicia su trote firme y milenario...
palpando, acariciando el curso fértil,
intuyo palmas de ombúes, de ciruelos, de nogales.
¿Qué luces destellan desde la espesura,
qué luces?
en mi retina jadeante fulgura
una constelación de bestias y luciérnagas,
y mientras descifro su código mudo y musical esplendoroso, inmemorial- resplandece la belleza de los búhos (faros del bosque),así sus ojos: senderos
de barro y luz atravesando el aguacero del olvido,
ya me indican el destino, y ya lo entiendo,
ya lo acepto, ya me muevo,
ya sigo el derrotero...
UN MURMULLO ENTONADO
"Yo voy andando y cantando,
que es mi modo de alumbrar"
(Atahualpa Yupanqui)
¡Así es! ¡Tránsito de las voces,
llanto de las cuerdas, crepitar de los tambores!:
hoy, la tierra se ha quedado sin canto,
el llanto de América se ha quedado sin nombre;
hoy ha muerto la mujer más bella,
la madre de todas las voces.
¿Acaso la Luna Tucumana
volverá a ser una pálida mancha
en el oscuro manto de la nada, en el vacío?
¿Acaso la Tierra Americana
ha perdido el canto perfecto
que la envolvía de la noche a la mañana?
Pero...
escucha...
Tucumán querido...
escucha...
Resistencia Latinoamericana...
¿Qué es aquello que palpita desde el valle,
desde el bosque infinito, desde el arroyo tibio,
desde el río y la montaña?
Hay un profundo murmullo
que palpita y se levanta
agitando el aire dulcemente,
un entonado murmullo que avanza y crece
acariciando el viento con su roce,
más allá de la tristeza, de la agonía,
más allá del aplauso mudo
y del huérfano llanto de las voces.
Es la Voz que representa la Lucha y el Coraje.
Es la Voz de la Resistencia.
Es la Tierra que canta.
Es tu voz, América Latina, ¡es Mercedes!
¡Es su canto que no muere
y siempre avanza!
¡Siempre avanza!
¡Siempre avanza!
¡Canta, Mercedes! ¡Canta!
("Un Murmullo Entonado" integra la serie poética del mismo nombre, que se completa con los poemas "Estos Versos en el Agua" -también publicado en este Blog- y "El llanto mutuo". Esta serie poética se encuentra Finalista del Concurso "Flor de Poesía 2011" (Buenos Aires, Argentina), organizado por Centro Cultural "El Perro" y Bar Notable "Los Laureles", de Barracas. Los resultados definitivos se darán a conocer el 24 de Junio de 2011. El poema "Un Murmullo Entonado" fue escrito el 5 de octubre de 2009, a horas del fallecimiento de la Sra. Mercedes Sosa.)
TAN LEJOS, A UN PASO LUZ...
Siguen clavándole esos clavos en los ojos
ardientes,
aunque sigue mirando
morena, mutilada, revoltosa y sangrante
velando por los hijos (esas sombras anónimas
que la siguen llevando)
Elvio Romero
Parados uno frente al otro,
nos reflejamos,
pero en el reflejo estamos de espaldas
(o en el reflejo hay algo que nos confunde);
tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a un giro, a un paso luz...
Busco tus ojos y no los encuentro,
y pienso: “Tal vez estén ocupados
en buscar los míos...”
y tal vez estén tan lejos,
hermano americano, tan lejos,
a una mirada, a un paso luz.
Entonces intento atraer tu atención,
pero no la consigo;
te hablo, te llamo,
te grito y no me oyes;
y pienso: “Quizá sus gritos
le impiden oír los míos”
... y si los gritos con que intentas responderme
te impiden escucharme,
y si los gritos mutuos nos impiden entendernos,
es que estamos tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a una pausa de distancia,
a un paso luz.
A veces te encuentro callado,
ensimismado y cabizbajo,
y no me atrevo a importunarte,
y los dos, permanecemos en silencio...
y me pregunto: “¿No será él
quien no se atreve a importunarme,
pues también me ve callado,
ensimismado y cabizbajo?”
estamos tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a un llamado de distancia,
a un paso luz.
Otras veces te encuentro lastimado,
y no me contengo,
y me atrevo, y me acerco
a limpiar tus heridas;
y mientras lo hago veo sin sorpresa
que tu sangre
también brota de mis manos,
y lo veo sin sorpresa,
hermano americano,
porque tus heridas, hermano mío,
tus heridas… también son mías.
¿OJOS ABIERTOS?
“No es un río ni es un país,
ni es un metal: se llama un Día”
Gabriela Mistral
¡Que diáfana es esta mañana en el campo!
¡que deslumbrante su ojo de fuego
tejiendo en mis manos
la Luz imborrable!
Efímeros, mi cuerpo y talante
se regocijan en la magnitud,
en la presencia tibia y remota
de su cuerpo invulnerable.
No quiero mirarlo, ni preciso hacerlo
me basta sentir, en toda mi persona,
el tacto dulce y perfecto
de su manantial inagotable.
LO INVARIABLE NO CAMBIA
"Los niños de luto miraban las maravillosas imágenes"
(Arthur Rimbaud)
"Mas yo, altanera, con orgullo vano,
cual águila real a vil gusano,
contemplaba a los hombres"
(Gertrudis Gómez de Avellaneda)
La madre llora cebolla, la madre es una yegua.
Les ha parido, invariablemente,
cuatro hermanos bastardos. Rojos.
Lo hizo a cuatro años del altar despojado de moral.
Delicadeza vuelta sucio lecho.
Esto aconteció hace ya cuatro siglos:
pero lo invariable no cambia,
y lo maravilloso yace en la fotografía,
en el cromo que tampoco existe aún.
El padre sonríe a sus hijos,
sonríe desde el ataúd a sus hijos azules;
los otros (los bastardos rojos) también están de luto,
pero no aciertan a sentirse despojados.
Ni culpables.
ALLANADO
“Relucientes gusanos fulminantes gritando
-asesinando- desde el Oráculo Vigía”
El Joven Mil Veces Desgraciado
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí y a mis ancestros.
Rafael Cadenas
Con tu pecho perforado por la fatalidad, tus manos resbalan contra las olas de sangre que la brisa provoca sobre el andén; sangre, de tu corazón desprotegido y allanado por esos relucientes impostores despreciables, por esos inciviles Vilfelónes despiadados que sonreían demoníaca e inconteniblemente frente a un público enceguecido.
No postergarán, tus interrumpidos despertares, aquellos ojos lacrimosos por la furia y la impunidad, por la rabia y la barbaridad, observando la violación del acero a la carne, del filo a la piel, de la sangre... a la daga; aquellos ojos irritados, desorbitados, fascinados y vacíos, pérfidos y frenéticos.
El camino parece confuso por el reflejo nebuloso; los días pasan ahogandose mientras la tierra se quema, el futuro se desarma mientras el presente artificial es glorificado; pero lucharemos dulcemente, atentos, precisos, espíritu de la perseverancia y el dolor, así conduciremos trabajos mejores, sin esos actores de escenarios casi indescriptibles, sin aquellos Vilfelónes de la muerte injusta... y atroz.
LA HERIDA MÁS PROFUNDA
“Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos contagie”
Gloria Fuertes
Una hermosa niña
con tarjetitas de colores en las manos
se refleja en las vidrieras de las tiendas
y los espejos de los autos;
ofrece una sonrisa y una tarjetita
a cambio de muy poco, por nada,
por unos centavos.
En su casa, la mesa está vacía.
Un niño, también hermoso,
recorre los andenes y veredas,
las calles y semáforos,
ofrece malabares mal ejecutados
a cambio de muy poco, por nada,
por un gesto de aprobación,
por unos centavos.
En su casa, la casa está vacía.
Ambos conocen la indiferencia y el rechazo,
ambos conocen la respuesta de tu espalda
y de tanta gente la mirada arrogante;
esos niños son otra herida,
una herida constante
-la más profunda-
de esta Patria Sangrante.
Pero no es, a fin de cuentas,
tu compasión lo que pretenden,
ni tu horror, ni tu desmayo,
pues tal vez ellos sean más fuertes,
más intrépidos, más valientes
que usted,
que usted y el Cordero Lobo que le escribe.
1
Espejos, marionetas y la chica que leía
en Parque Las Heras
la desdicha cae sobre mí como un puente de espejos,
por él desfilan payasos criminales de gestos calcáreos
y jinetes aturdidos con sus gritos y venenos
que inyectan en mis espaldas o tobillos
como ecos de una música burlona
intento gritar “quiero irme con ustedes
no vean lo que hago, soy un hombre prudente”
pero mi boca muerde algo
que puede ser una gaviota o un recreo
o esa tarde en el parque
donde aquella chica lucía más hermosa que un aroma
con su blusa naranja y esa bincha y los cabellos
que era todo una música y el cielo,
o puede ser la pasta del veneno que
atravesó ya mi espalda mi corazón negro
y en mi boca hace espuma
o será la tarde en que ella leía tan radiante cual aurora
un libro cuyo título secreto no quise averiguar
y esas manos y sus piernas y las medias claras
o el perfume que entonces tímido sentí
ahora pastoso invade mi boca y quiero encarnar,
o mastico espejos que rompieron los jinetes al pasar
con sus lanzas, marionetas y máscaras,
esquirlas que bajaron de mi pelo a mi lengua
en el traqueteo de la marcha
o será su voz lo que mastico…
la voz de la chica que leía:
tal vez música burlona o quizá música del cielo,
pero sin dudas música posible que no escuché
por las palabras que guardé
(Una tarde siendo adolescente, en el Parque Las Heras de Palermo una chica llamó mi atención, tal vez por su belleza o por el hecho de leer apaciblemente ajena al tumulto que la rodeaba. No me acerqué a hablarle pero disfruté contemplándola, con prudencia. Hace algunos días volvía del cine y pasé por el parque, era muy tarde pero saqué algunas fotos y recordé el episodio, supongo que entonces el poema empezó a darme vueltas; lo escribí unas noches después en mi depto. de La Plata)
2
Desviación del primo al pez
El pez agoniza en la ribera del Río Salado,
yo me inclino a contemplarlo directo a los ojos
mientras quito el anzuelo que ambos
clavamos en su boca:
un botón suelto en mi chaleco
cae rozando su cara aún con vida;
pienso en devolverlo al agua.
Mi primo apunta con premura
y dispara contra una lejana lata vacía,
tiro por tiro,
su pistola semi-automática.
El arma caliente humea y descansa
junto a los aparejos de pesca;
él me asegura que está vacía.
La tomo, apunto a la altura de su cara
y disparo el último tiro que dormía en la recámara,
el proyectil zumba rozándole el ojo izquierdo
y lamenta en la lejanía su destino desviado.
“Francotirador”, me nombra para no asustarme,
agradecido tal vez, pero sin inmutarme,
vuelvo a contemplar al pez: ha muerto.
(A mis 12 años casi mato a un primo de un balazo en la cara, mientras pescábamos junto al Río Salado. Por milímetros la bala no lo tocó. El recuerdo del episodio inspiró este poema)
3
Dioses dietéticos
mi niño muere en la playa partido por un rayo
y yo tengo un Dólar de plata atravesado en las piernas
con todo el ímpetu necesario para callarme;
tijeras, cremas, fragancias,
tabaco ya no son útiles,
nada alcanza porque nada resucita,
ni el encendedor dorado que arrojé contra la biblioteca
torciendo la tapa de su fuego ahora muerto,
caído entre revistas y dioses edulcorantes
enfoco mi vista hacia la costa nuevamente:
un enjambre de ángeles rubios, inverosímiles e imbéciles,
arropa el alma de mi niño con prendas de moda,
llevándolo entre mieles y almíbar
curan a mi niño
arropan a mi niño
abrazan a mi niño
elevan a mi niño montando un rayo
(El 9 de enero de 2014 por la tarde, un rayo cayó en Villa Gesell y produjo la muerte de cuatro jóvenes: Nicolás Ellena (19), de Junín; Agustín Irustía (17), de San Luis; Gabriel Rodríguez (20), de Henderson; Priscila Ochoa (16), de San Luis.
Escuché la terrible noticia de manera incompleta por radio AM. Percibí que un niño pudo morir en el accidente, y escribí este poema en forma inmediata, guiado por un profundo sentimiento de injusticia, bronca e impotencia. Murieron cuatro niños, lo eran de sus padres. Todos lo somos.
Un rayo nos trae, un rayo nos lleva: ¿acorde o contradictoria Divinidad?)
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