lunes, 18 de abril de 2011

3716.- KENT JOHNSON



Kent Jonhson 

(Estados Unidos)
Editor y poeta. En 1980 y 1983, durante la revolucion Sandinista, trabajó en Nicaragua durante varios meses en proyectos de alfabetización y educación de mayores. A partir de esta experiencia, tradujo A Nation of Poets (West End Press, 1985. Ha editado Doubld Flowering: From the Notebooks of Araki Yasuada (Roof, 1998), así como Also, with My Throat, I Shall Swallow Ten Thousand Swords: Araki Yasusada’s Latters in English, (Combo Books, 2005). Ha traducido también (con Alexandra Ppaditsas) The Miseries of Poetry: Traductions from the Greek (Skanky Possum, 2003; rept. Cambridge Conference of Contemporary Poetry, UK, 2005) y, con Forrest Gander, Immanent Visitor: Selected Poems of Jaime Saenz (Calfornia UP, 2002), que ha sido premiada con el PEN Award en la categoria de traducción de Poesia. Un segundo libro resultante del trabajo de Saenz, The Night, está a punto de publicarse en Princeton UP. Enseña en el Highland Community College y fue nombrado, en 2004, por el Illinois Community College Trustees Association, docente del año en el Estado del Illinois.



"Bagdad".

Uy, coronita de hierro forjada con cara de imán, ¿qué
estás haciendo en este círculo de flameantes inspectores y horneros?

Y tú, cenita quemada lista para ser degustada
(y muchacha crujiente toda vestida con pañuelo escolar), ¿qué
estás haciendo cerca de esa pala para extraer excrementos
siseando como cubos de hielo en las ruinas de la escuálida área museal?

Y tú, cascarita de banco sobre la que caen copos de interés,
¿podría aún retirar mis bonos para bebés?

Buenas noche, luna,
buenas noches calcetas y buenas noches relojes cucú.

Buenas noches, bacinica y pesebre donde una vez hubo posada
(urna del honor hecho trizas)
¿qué estás haciendo junto a esa carretilla
junto a tales pollos fritos?

Y ustedes, ridículas ruedas girando en el camión del cartero,
camión con cenizas de carta de muchacha crujiente toda vestida con pañuelo escolar, ¿por qué parecen poetas experimentales de Freeport o Providence yendo y viniendo a ninguna parte en bicicletas fijas?

Buenas noches barras de pesas y zapatillas de ballet
bajo el techo estucado del Gran Teatro Saddam.
Buenas noches, vejiga de Helen Vendler y jarra de Tennesse,
(aunque, ¿qué chucha hacen ellas aquí en Bagdad?)

Buenas noches, ibis ennegrecidos y algunas llaves.
Buenas noches, buenas.

(Y tú, pequeña mezquita abiertagujereada como una lata que, al igual que una fábrica de
papel matamoscas, revienta cubriendo la andadura de un hombre con ello (con
mezquita): Él tropieza con el Paseo del Mártir. Qué importa
quien está hablando, murmura y gruñe, la cabeza un poquitín en llamas.
Buenas noches a Ud. también).

Buenas noches, luna.
Buenas noches pobres que heredarán la luna.

Buenas noches, primera edición de Das Kapital, Novum Organum,
Las afinidades simbólicas entre blogs de poesía y fuentes de petróleo,
y el Corán.

Buenas noches, nadie.

Buenas noches, Mr. Kent, buenas, que debes ya
pronto despertar y restregar tus ojos y saber que muerto estás.

(*) Traducido del inglés por Isaac Dentrambasaguas.







"Bagdad excede su objeto".
“Quiero estar entre la clase de gente que hizo… lo que había que hacer para dar con la la estética del momento”. Douglas Feith, Subsecretario de Defensa de EEUU.



No finjas, Tha’lab, impostor, kadhib, sí
muy gracioso muy gracioso pero por dios
métete ya esas tripas púrpuras en la panza
que vas a llegar tarde al laburo.

Apúrate, Safia, pequeña traviesa, casida
de las pequeñas trenzas; devuelve ese grueso gajo de cuero cabelludo a tu cráneo,
no es hora de andar pendejeando sino
de ir a la escuela.

Ya, déjese de quejarse srta. Al-Sayab, muwashshara,
sabemos que ese feto que le cuelga del trasero es un chasco de goma —
no somos estúpidos, así que deje de hacerse la insensible
y vaya al mercado de una bendita vez.

Córtala de joder, Nizar, iltizam,
reúne ese torso y ponlo otra vez en tu espinazo danzante —
conocemos bien ese viejo truco de la caja y del espejo, así que ve ahora
a rezar.

Ey, Rashid, al-nahda,
sabemos que te alucinan los efectos especiales de Hollywood, mas
no es muy seguro el haber entrado en un geyser de fuego —
por demás, tú tendrías que estar ahora acompañando a los inspectores.

Di pues, pequeño Samih, shirnur,
con apenas seis meses de edad, se supone que aún no estás apto para volar —
así que baja ya de esas líneas de alta tensión y junta
piernas y cabeza en el suelo, niño travieso.

Escucha, Tawfiq, tafila,
ok., eres un académico embrutecido y apesadumbrado con bigote del Ba'ath, pero
pon esos sesos de nuevo en tu sesera, no quieras engañarnos haciéndote el enfermo —
es tiempo de empezar las clases y tus estudiantes arden.

Mi cumpa, mi jerarca Bashad, tardiyyat,
estás como muerto y tan blanco como mármol, pero no hay un rasguño en tu cuerpo —
deja coger en torno tuyo, la mezquita es puro escombro, haz
que la luz de la sirena destelle y gire en tu ambulancia.

Saludos, Ahmad, badi-kamriyyat,
ponte el rostro en su lugar y regresa la manguera de la pipa de agua a tu vientre otra vez —
sí, buhhhhh, tu pequeñín murió de disentería...
¡Aspírala hacia arriba! ¡El precio lo vale!
Ahora agarra esta cesta de frutas y gomas dulces.

Buen día, vera mestra al-Jurjani, madin,
autora de cuatro ensayos sobre tendencias posmodernas en la poesía estadunidense,
¿para qué estás aullando y gimiendo, azotándote
la mollera contra las baldosas tal martillo eléctrico?
Un caballo es un caballo, y si un caballo está muerto, muerto está —
Por demás estás desnuda, lo cual resulta algo indecente para una dama de tu posición y edad.
Como Hamlet, tu emoción no convence, por eso excede su objeto.
Con todo, te rogamos encarecidamente: muestra algo de gratitud, yegua overa, y cortala.


(*) Traducido del inglés por Isaac Dentrambasaguas.





"Poesía lírica después de Auschwitz o 'Ponéte la capucha de vuelta'"
“La fuerza de custodia debería estar activamente involucrada en lograr condiciones exitosas de explotación de los internos… por la IM (Inteligencia Militar)”. Mayor General Geoffrey Millar, Oficial Comandante de los centros de detención en Irak, en informe de indicaciones políticas internas, Agosto 2003.


QUÉ ONDA, RAMAL, soy un muchacho americano, padre, dos hijos, graduado de la Secundaria Whitman, donde era miembro del Club de Ciencias y del Consejo Estudiantil, luego llegué a ser el oficial electo más joven en la historia del Rotary de mi pueblo, estoy a cargo de la recaudación de recursos, que no ha sido fácil estos últimos años, con esto de la economía y todo, pero seguimos aguantando. Espero que no tomes esto de manera equivocada, porque no quiero herir tu sensibilidad, ni nada de eso, pero voy a ir de frente con vos porque creo que la honestidad es la mejor política: así que te voy a poner una bolsa de plástico puntiaguda en esa cabeza negra y azul que tenés, y voy a parar tu cuerpo encapuchado en una caja de leche, con cables vivos atados a tus manos extendidas, y luego voy a contar hasta diez, árabe freak, brujo, y tal vez baje la perilla, tal vez no, todo depende. Para cuando llegues a IM ya vas a estar blandito y nos dirás dónde están los terroristas.

HOLA AHÍ, HAZAJ, soy una chica americana, ex Vicepresidente del Jóvenes Demócratas de la Secundaria Heartland, y capitana de la Escuadra de Animadoras del Campeonato Regional, que nadie esperó que llegara ni al segundo round, fue alucinante, de repente teníamos nuestras fotos en todos los diarios, si vieras mi cuaderno de recortes. Espero que esto no sea raro ni incómodo para vos y espero que no te importe que vaya directo al grano: pero te voy a coger por el culo con un tubo de luz fluorescente, malandra primitivo, culorroto. Para cuando llegues a IM, estarás blandito y nos dirás dónde están las armas de destrucción masiva.

BIENVENIDO, KAMIL, soy una muchacha americana, diecinueve, embarazada, mi Papá es un alcohólico, pero mi Mamá está en recuperación, tiene su propia guardería que yo voy a tomar a cargo después del Ejército, siempre quise tener mi propio negocio, y me voy a expandir más allá de un sólo local, no estoy pensando en chico. Y porque creo que es importante decir siempre lo que se piensa y no irse por las ramas, quiero que sepas algo: te voy a poner una pistola en la cabeza y te voy a pedir que te hagas la paja recitando el Corán lo más rápido que puedas, salvaje, guacho condenado, y voy a mirar a la cámara con un cigarrillo colgando de mis voluptuosos labios adolescentes, subiendo los pulgares. Para cuando llegues a IM, te habrás ablandado y nos dirás donde están los malvados Baazistas desparecidos.

UN PLACER CONOCERTE, KHAFIF, soy un muchacho americano, ex Rey de la Clase y ahora coach de la Liga Menor y manager asistente en entrenamiento en Wal-Mart, que está proveyendo trabajos y precios bajos para nuestra área deprimida, la cosa ha estado difícil desde que Maytag se fue del pueblo, la vida es dura a veces. Espero que no te moleste mi franqueza, pero creo de verdad que los hombres deben decir lo que piensan, sin dar vueltas, así que éste es el trato: te voy a empujar un consolador en la boca, mientras te arrastrás sobre tus camaradas desnudos y ellos sobre vos y así todos como una pila de gusanos reptando sobre el cuerpo podrido de un Imán muerto – no lloriquees, hijo de puta, o te lo encajo entero, cabeza de toalla, pedazo de mugre pervertido. Para cuando llegues a IM, te habrás ablandado y nos dirás donde están los amigos mafiosos de esos hijos diabólicos de Saddam.

LINDO CONOCERTE, TAWIL, soy una chica soltera, con un grado on-line en Trabajo Social, miembro del Club 700 y del coro de mi iglesia, y estoy totalmente en contra de la evolución, que va en contra de la Santa Biblia, como sabrás, o no, pero ya en el nuevo Irak tendrás mejor oportunidad de saberlo, y así tal vez te salves. Y porque creo que la gente debe siempre decirse la verdad, no importa el credo o la raza, te lo voy a poner simple: te voy a hacer chupar el pito de tu camarada Wafir, hasta hacerlo llegar en tu boca y que te lo tragues, a menos que quieras que te empaquemos en hielo como todos los otros en todos los centros de detención aparte de éste, y después te voy a poner un collar de cuero alrededor del cuello, porque esto viene de arriba, por una larga, larga cadena de comandos, y después le voy a adosar una correa de cuero, y te voy a hacer seguirme por los pasillos de Abu-Ghraib, retorcido como una viruta, llorando en falsetto los nombres de tu esposa vestida-de-carpa y tus hijos parloteando llenos de piojos. Para cuando llegues a IM, ya te habrás ablandado y nos dirás dónde están las fotos y videos de los calabozos de tortura de Saddam… Sabemos que están en algún lado, escondidos en algún lugar profundo, húmedo, trolo babilónico, fan del porno. Y vamos a conseguir lo que queremos y necesitamos, no importa cuán hondo haya que cavar. Mirá a la cámara cuando te hablo, pelotudo, o traigo el perro.

HOLA AHÍ, MADID, Soy un poeta americano, veinteañero, de comienzos o mediados de los treinta, cuarentón a setentón, he colgado poemas en el sitio de los Poetas contra la guerra y en American Poetry Review y Chain, entre otras revistas, y tengo un blog, y me encanta la música árabe, y leo Adorno y Spivak, y soy re-progre, voté a Clinton y Gore, aunque sabía que los habían bombardeado a ustedes un montón también, lamento eso, y sé que vivo bastante bien de los frutos de un imperio moribundo, que incluye lecturas de poesía anti-bélica en el Lincoln Center y en el Proyecto Poesía, con bocaditos y vino y música New World y montones de porro. Y porque nada es simple en este mundo y porque nadie sale ileso, voy a ser completamente cándido con vos: te voy a boxear las orejas con dos libros de poemas, uno de ellos experimental y el otro más del tipo lenguaje llano, ambos de tapa dura y de editoriales académicas importantes, y voy a hacer eso hasta que se te hinche el cerebro al tamaño de una pelota de básquet y te mueras de verdad como el puto león. Nunca vas a llegar al IM, porque así es la cosa; la poesía es dura, y la gente se prende fuego todos los días por su falta. Para cuando te llegue alguna investigación, tus nietos estarán muertos desde hace mil años, y la poesía habitará regiones que aún ni podés empezar a imaginar. Bueno, hicimos lo mejor que pudimos, perdón por no haber conseguido más. .. Quiero que agarres este poema santurrón, lo empapes en ese orinal con petróleo crudo, y te lo empujes bien al fondo de esa garganta implorante y gritona.

Ahora, ponéte la capucha de vuelta.

(*) Traducido del inglés por Leticia El Halli Obeid.






La escuela de Nueva York (o: me volví más intenso)

Volqué la botella de champú, y salió Frank O’Hara. Refregué mi cabeza, dejando la espuma crecer, sabiendo que apenas estaba entrando en calor, anticipando el exceso de lo que venía. Pronto empecé a emitir ruidosos sonidos de clímax. El perfume de naranjas y pintura al óleo de una tienda del barrio ilegal de Shishido (con sus artículos exóticos) llenaba el aire tormentoso.

No pude evitarlo y pensé en esto: “Un día, más o menos una quincena después de la muerte de mi madre en Shishido, estaba en las colinas jugando con algunos amigos. De repente uno de ellos dijo, “miren, las manos del bebe están hinchadas.” Toqué al bebé, que estaba sujeto a mi espalda, y grité. Estaba frío como la piedra. Mis amigos entraron en pánico y saltaban arriba y abajo gritando “Está muerto, está muerto”. Se sentía horrible tener algo muerto atado a mí, así que me arranqué la campera y dejé caer al bebé, antes de unirme a los otros que bajaban corriendo la colina tan rápido como les daban las piernas, chillando.”


Me puse más intenso. Apreté el botón de la espuma de afeitar y Barbara Guest salió. Extendí su cuerpo, tirante-como-un-lienzo, a lo largo de mis mejillas, el cuello, el mentón, y luego hice unas colinas y valles en su llanura, usando mis dedos de una manera artística. El complejo olor de maderas oscuras fuera del pueblo Kamakura de Hokaisu luego de una lluvia súbita (incluyendo esos olores occidentales como el sake, el fruto del caqui, cigarras, capullos de cerezo, el pez globo, y el haiku) llenaban el aire húmedo.

No pude evitarlo y pensé en esto: “Los recuentos del horror en el pueblo de Hokaisu tienen la cualidad de las grotescas pinturas del Apocalipsis de Hieronymus Bosch: aldeas incendiadas, bebes cercenados en las calles, niños guerreros drogados regodeándose en el canibalismo y adornándose con las entrañas de sus víctimas; pacifistas –en su mayoría uruguayos- usando sus armas sólo para alejar olas de civiles desesperados que buscan refugio en las fortalezas ya desbordantes; un cuarto de millón de personas en huida frenética de sus hogares…cientos de miles de congoleses han sido matados en la lucha, y muchos más han muerto a consecuencia del desplazamiento, la enfermedad, y el hambre que los acompaña.”


Me puse más intenso todavía. Abrí la loción para después de afeitar y Ted Berrigan salió. Lo palmeé así como es él, todo gordito, sobre mi cara, y me hizo picar, y le grité. Me gustó así que me di otra palmada con él, dura, y de nuevo, y luego tres veces más, y grité sin control. La fragancia compleja del Kyoto medieval llenó el aire espeso, y hubo grandiosas prefecturas de madera y papel y montones de gente con sentimientos, y miedos, y cosas así, corriendo por todos lados como hormigas, así eran, y muchos poetas de kimono también, sus caras encendidas extrañamente por antiguas pantallas eléctricas, compitiendo por capital cultural en un gran pizarrón interactivo con diferentes niveles, como el Go, y los premios eran grandes, tan grandes como para que los académicos conduciendo Volvos murieran a falta de lo que se encontró allí.

No pude evitarlo y pensé en esto: “Me sorprendí de ver en la ventana el cielo oscuro sobre Nueva York con llamas rojas, porque apenas minutos antes el cielo estaba azul y límpido. Todo estaba quieto y la ciudad envuelta en llamas rojas. El Sr. Wakita vino a ayudarme. Me preguntó si quería cruzar nadando el río. El puente estaba quemándose y el río estaba muy alto. No tenía opción. Aunque apenas podía ver. Y el Sr. Wakita tomó mis brazos y me dijo que nadáramos juntos, y así fuimos al río y empezamos a nadar. “Nadá, bebé muerto ampollado, nadá” lloró, aunque ¿por qué eligió esas palabras?, no lo sé. Cuando alcanzamos la mitad del río, ya no veía nada y empecé a sentirme desvanecer. Y cuando me sentí desvanecer, también empecé a perder el control. El Sr. Wakita me animó y me ayudó a llegar al otro lado del río. Finalmente llegamos a la costa. Lo que me sorprendió mucho fueron los llantos de los estudiantes que clamaban por ayuda y por sus madres. Yo no paré. No podía ver nada. Sólo podía oír sus llantos. Le pregunté a mi maestro, le pregunté qué estaba pasando. El Sr. Wakita me explicó cómo los alumnos de los colegios estaban ardiendo y se acurrucaban de dolor, en las calles, muchos orinaban y defecaban ahí. No podía ver nada… algunos pedían ayuda en vano, y algunos saltaron al río y murieron ahogados. Si mi maestro, el Sr. Wakita no hubiera venido a ayudarme, me hubiera muerto en el Río Hudson.”


Me puse más intenso aún. Apreté el pomo de pasta dental y James Schuyler brotó. Lo cepillé entre mis dientes, mirándome en el espejo y a él todo blanco en mi boca. Sabía a damascos viejos y a capuchinas de vivero. Lo escupí y salió el olor de la ciudad futurista de Pyongyang, cuando la calia roja (que simboliza las Cuatro Cualidades Eternas del Gran Líder) está en flor en todos los lugares de esa ciudad mágica, donde todos sienten gratitud y alegría, aún cuando, avanzados como son éstos camaradas, todavía abrigan los prejuicios de que éste poema no es tan bueno como sería si hubiera sido publicado en imprenta, en uno de esos locales tipo club, de moda en Pyongyang, algo como, digamos, Jodéte: un diario de las Artes.

No pude evitarlo y pensé en esto: “los catorce soldados jóvenes de la División Al-Corán, todos ellos descendientes de la Corte Real de Pyongyang –creada por la NSA- momificados por el calor seco aunque intactos, fueron hallados en sus bunkers de arena, arrodillados y apiñados, como fetos, en una esquina, las manos contra los oídos, las bocas bien abiertas, los labios tirantes contra los dientes, cada uno cerca del otro en idéntica pose y posición. La sangre de sus bocas, oídos, narices, uretras y rectos se había endurecido en sus uniformes y cuerpos. Habían sido asesinados por la fuerza acumulada de las bombas Daisy Cutter.


Me puse más intenso aún. Giré el botón de la barra desodorante y Joseph Ceravolo salió. Deslicé su cabeza calva ida y vuelta bajo mis brazos y empecé a cantar un lieder romántico de Harry Partch arreglado por Pauline Oliveros. El aroma de una refinería de petróleo en la aldea de Ishido, en el siglo XII llenó el aire, y bajo sus gigantes fogatas, autos Cadillac se movían en una lenta fila, y gente sin hogar, expulsados de sus tierras por el maligno Señor de la Escuela de la Quietud, con sólo tablillas de madera cubriendo sus partes íntimas, yacen inmóviles bajo hileras de lámparas ultravioleta, sus cuellos contorsionados bizarramente hasta que les salieron brotes de brotes marrones en sus cuerpos fluorescentes y éstos, después de un rato, se prendieron fuego como desde adentro; así, la gente sin hogar pereció a su manera, dando los gritos más teatrales. Casi sonaban como gente en llamas, saltando desde altísimas torres allá lejos en el futuro, pateando sus piernas lamidas por el fuego en la caída, sabés lo que digo, ¿no? David Shapiro, vos con tu espina dorsal llena de olmos, cada olmo lleno de chochines, cada chochín haciendo una canción de tiempo verde y malva en los olmos en tu columna, pero atención, eso no es posible, cómo podría una persona tener un puñado de pájaros cantando en su espina dorsal, ah, calláte Joe LeSuer, muchacho geisha, fin de la estrofa.

No pude evitarlo y pensé en esto: “El Sr. Giap y sus compadres, todos inmigrantes ilegales del pueblo de Ishido, habían comida una rara carne fresca que de repente se podía conseguir en el mercado local de Raigón un día de 1969, recordó. Luego la policía militar de E.E.U.U. vino a preguntar si alguien había comprado esa carne en el mercado. “Algunos soldados americanos que estaban hambrientos y repletos de drogas habían matado al chico y cocinaron parte de su carne con un mechero y la comieron y luego vendieron el resto al almacenero local, y de él la compramos nosotros,” dijo el Sr. Giap. Agregó que había oído que los soldados americanos habían sido castigados por la matanza y el canibalismo,” y uno de ellos era bien conocido entre los militares americanos en Vietnam como poeta experimental de primer orden. “Esto sólo para mostrarle,” dijo el Sr. Giap, concisamente “que los poetas de vanguardia pueden aparecer en todos lados y a veces ser muy, muy mala gente.” Más tarde aquél día, el Sr. Giap voló a una locación secreta para hablar en una reunión de emergencia del Sector 19 del comando urbano NLF.


Me puse más intenso. Volqué el enjuague bucal y Kenneth Koch salió. Lo sacudí e hice gárgaras, copiando el sonido del Príncipe que se ahogó en el siglo XVIII en el falso Reino de Formosa (el nombre dado a Japón por el infame falsificador George Psalmanazar). Él (Koch) tenía gusto a secretos y códigos, a papiros presocráticos y sauce, a hostias de comunión y ensalada de repollo. El olor a béisbol, sinestesia, y los piecitos graciosos de Ron Padgett embutidos en seda púrpura hilada por gusanos crecidos en camiones-laboratorio equipados por el Programa de Artes del gobierno de E.E.U.U. produjeron un olor predeterminado como (pues estos son olores que los placeres de la paz proveen) el olor que olí en Leningrado en 1989, cuando, dividido entre Barret Watten y Ron Silliman, entré al claustro, pequeño como un placard, de un templo Shinto para ver el dedo mayor momificado del santo ruso Nishiwaki Jinzaburo bajo el vidrio. Nos miramos el uno al otro de costado, como peces, cada uno tramando sus complots privados, fingiendo que no nos veíamos.

No pude evitarlo y pensé en esto: “En el reino de la falsa Formosa, una chica, quizás de ocho o nueve años, se bajó del auto en llamas en el que su madre, padre y hermana estaban sentados muertos, sus cuerpos a fuego lento con los ojos abiertos. En shock, ella caminó en círculos apretados, sus dedos colgaban de las manos por nervios y piel. No lloró ni dijo nada. Simplemente caminó en círculos por cerca de cinco minutos, una mirada impasible en su rostro, hasta que lentamente se arrodilló y se acurrucó como para dormir en la calle, el tiroteo siguió por arriba de su cabeza por otros veinte minutos o algo así. Durante ese lapso, se desangró hasta morir.”


Me puse más intenso. En un excusado en las colinas de Nokaido, me limpié y luego fui al lavabo y al apretar la bomba del dispenser de jabón salió John Ashbery. Refregué su esencia en mis manos y empecé a hablar en lenguas. Porque estaba estimulado me serví un poco más de él, y me froté las pantorrillas y los muslos, haciendo unos gritos roncos. La fragancia de pequeños pájaros y grandes máquinas voladoras de papel y cuerdas de piano llenaron el aire húmedo; las máquinas iban volando de París a Nueva York, pero los pájaros, parecía, estaban migrando en el sentido contrario.

No pude evitarlo y pensé en esto: “Fui a buscar hongos con mi hijo el otro día en las colinas de Nokaido, última primavera antes de irse a la universidad, él que una vez fuera envuelto y atado a mi espalda, su vida ahora completamente otra y superior a la mía, su aspecto guapo, su mente clara, ese porte de quien está cómodo en su piel. Y en la cima de la colina encontramos tres libras de hermosos hongos grandes. Mirándolo caminar en el bosque, oyéndolo gritar aquí hay otro, oh, mire padre, acá otro más, yo viéndolo, pensando las cosas más sentimentales, escurriéndome las lágrimas para que no me vea:¿Cómo es posible que los años se hayan ido así y que nunca vayan a volver? ¿Cómo es que este mundo esté tan lleno de sufrimiento y dolor? Supongo que cuando se reflexiona sobre ello, pensé, secando mi nariz goteante con mi manga de seda, la manga izquierda, donde el pichón grulla nieve levanta sus alas contra la media luna, bueno, pensé, he sido bastante afortunado después de todo, disfrutando los placeres de la caligrafía y el sake en el tiempo extra de la labor que otros han hecho en mayor o menor medida para mi. Algunos de nosotros son como la lluvia, y otros son como el suelo sediento, y otros somos hongos parásitos, especialmente los poetas, y así es como son las cosas. La verdad es que me sentí como para bajar la colina todo lo rápido que me llevaran las piernas, chillando, buscando no sé qué. Pero mantuve mi compostura y volviendo hacia él dije, con voz profundamente paternal, Ah, es hermoso hijo! Los dioses del bosque nos están sonriendo hoy.”

(*) Traducido del inglés por Leticia El Halli Obeid


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Poetas norteamericanos olvidados del siglo XIX  

– a John Bradley, en el siglo XXI


Absalom William Moore es un poeta que pensó la poesía como un ancla en la deriva del mundo.

Adelaide Mary Brown es una poeta que inspiró fuertes sentimientos entre los solteros del pueblo.

Bartholomew Derrick Taylor es un poeta que nos habló íntimamente, desde una cercanía casi sofocante.

Obedience Sophie Walker es una poeta que creía en otro mundo donde nos leeremos los unos a los otros en la altura de una montaña en el viento.

Cuthbert Eli Morgan es un poeta que siempre pareció estar conectado con el coro.

Abiah Charlotte Sanders es una poeta que giró su dorado vello a través de la móvil y profunda sombra del laurel todo el día.

Chauncey Thaddeus Powell es un poeta que creyó que no habían bases para creer.

Lucretia Florence Jenkins es una poeta que creía que ellos creerán como nosotros lo creímos.

Cornelius August Parker es un poeta que pensó que estaba iluminado como las campanitas y fue bañado por la lluvia de sus símbolos.

Cyrus Wiley Butler es un poeta que creyó que los poemas largos eran “mucho más cercanos a la realidad toda” que los poemas cortos, pero demasiado tarde.

Fredonia Anna Ross es una poeta que creyó que tenía que pasar la tarde hacienda burbujas de jabón.

Obediah Virgil Foster es un poeta que creía que el día eran guantes.

Hester Wilma Campbell es una poeta que, repentinamente, fue cubierta en una fiesta por las avispas del dintel.

Ebenezer Charles Freeman es un poeta cuyas últimas palabras fueron: “La piscina está cubierta por limo”.

Permelia Margaret Holmes es una poeta que creía que cuando una puerta de mosquitero es golpeada por el viento ella se desquiciaba.

Epaphroditus Benjamin Warren es un poeta que no se preocupaba ni se preocupa por dónde está la poesía hoy.

Prudence Alice Grant es una poeta que montó a una mula hasta que la mula tuvo que ser cargada.

Phineas Derrick Knight es un poeta que tenía una alta idea de sí, creyendo que la naturaleza de lo que es personal imita al olvido.

Temperance Clarissa Hamilton  es una poeta que escribió poemas en francés con el propósito de que fuesen traducidos al inglés de la Reina.

Hiram Josiah Hunt es un poeta que arrastró un leño podrido desde el fondo de un estanque detenido.

Jebedediah Louis Mason es un poeta que anidó al final de un túnel, donde fue descubierto  debajo de un banco.

Elijah Aquilla Burns es un poeta que amó Rochester, fluyendo hacia el norte como dos alcantarillas reunidas.

Zachariah Thomas Hayes es un poeta que creía en volver  a los poemas como a una esposa, dejando al novio que deseamos.

Malvina Penelope Smith es una poeta que gritaba consignas primitivas, disparando simbólico humo por sus agallas.

Olive Martha Weaver es una poeta que creía ser capaz de elegir simplemente “escapar” de un apocalipsis opcional.

Nathaniel Edward East es un poeta que se preguntaba cómo el canto resuena en el cráneo del gorrión, lo que lo acabó volviendo loco.

Electa Joan McCoy es una poeta que creía que había un malentendido, con el barro deslizándose desde el lado donde había dejado entrar a la cosa.

Mabel Ellen Greene es una poeta que creía que toda la brillante masa caería a salpicones.

Hezekiah Zander Fox es un poeta cuyas dos glándulas presionaron desde el cerebro, a través de  una serie de dobleces hasta formar globos oculares.

Kesiah Relief Riley es una poeta cuyo pelo era negro, y cuyos ojos eran negros y de unos dedos largos donde los espíritus eran conjurados.

Newton Duncan Stone es un poeta que creía que a Orfeo le había gustado la agradecida y personal cualidad de las cosas bajo el cielo, del que ese extraño día llovieron ranas.

Isaac Davis Gibson es un poeta que tenía una cabeza de vaca sobre sus hombros y velas brotando de su espalda.

Abigail Isabel Hicks es una poeta que desaparecía en las bibliotecas, en los microfilms.

Jeremiah Cross Shaw es un poeta que se volvió loco y tuvo relaciones con Longfellow, su corcel.

Tryphosia Sybrina Chapman es una poeta que creía que nuestras Justas terminaban en música, como los retoños lo hacen, después de un tifón.

Loretta Judith Porter es una poeta a la que le gustaba cuando nevaba en París, una ciudad que no existe.

Priscilla Elinamifia Woods es una poeta que te envolvía en un albornoz de memorias contra las oscuras tentaciones de la carne.

Francis Quiet Bryant es un poeta que entró al bosque, siguiendo una huella y fue comido por el Oso o la Bruja.

Judah Robert Daniels es un poeta que descubrió un modo de traducir textos orientales para que los occidentales pudiéramos leer de un modo oriental, abajo en la playa de las ágatas.

Lafayetter Blessed Strongly es un poeta que estuvo en la vanguardia, pero ahora es considerado apócrifo.

Pleasant Reunion Washington es un poeta cuya última línea fue “Creo que las sanguijuelas no están chupando”.

Jackson Auction Black  es un poeta cuyos metros clásicos fueron reducidos a ruinas durante la defensa de Charleston.

Henrietta Troy Mills es una poeta que fue raptada por los apache y vuelta apache, como se rumorea.

Edward Azariah Cole es un poeta que supo que les demostraría a quienes se rieron y lo molestaron, pero en fin.

Anne Liza Bishop es una poeta que insistió en firmar “Anónimo” y así lo hizo para siempre.

Martha Damaris Tucker es una poeta que no dudó en que sus manos y su cuerpo le pertenecían, como un grano a una tormenta de arena o un camarón al tsunami.

Winifred Fullest Hart es un poeta que, como Thomas Jefferson, vio pasto suficiente para ser molido por los dientes de  una miríada de bueyes.

Kenward Linwood Johnson es un poeta que al final de una línea tenía un nudo y al otro un anzuelo, y se sentó para pescar a un camello hasta que fuese llamado a regresar.

Experience April Weaver es una poeta cuya pena era tan ancha que no podías ver al otro lado, si la pena pudiese ser vista.

 Tr. Juan Manuel Silva Barandica






Forgotten American Poets of the 19th Century

                                            —for John Bradley, in the 21st


Absalom William Moore is a poet who thought poetry was an anchor in the drift of the world.

Adelaide Mary Brown is a poet who inspired strong feelings among the bachelors of her town.

Bartholomew Derrick Taylor is a poet who spoke to us intimately, from an almost suffocating nearness.

Obedience Sophie Walker is a poet who believed there’s another world where we will read to each other high on a mountain in the wind.

Cuthbert Eli Morgan is a poet who always seemed to connect with the choir.

Abiah Charlotte Sanders is a poet who spun her gold down through the moving deep laurel shade all day.

Chauncey Thaddeus Powell is a poet who believed that there are no grounds for belief.

Lucretia Florence Jenkins is a poet who believed they will have to believe it as we believed it.

Cornelius August Parker is a poet who thought he was lit up like morning glories and was showered by the rain of his symbols.

Cyrus Wiley Butler is a poet who believed long poems are “much closer to a whole reality” than shorter poems, but too late.

Fredonia Anna Ross is a poet who believed she had spent the afternoon blowing soap bubbles.

Obediah Virgil Foster is a poet who believed the day was gloves.

Hester Wilma Campbell is a poet who was suddenly covered at the party by the wasps of the doorsill.

Ebenezer Charles Freeman is a poet whose last words were “The pool is covered in slime.”

Permelia Margaret Holmes is a poet who believed that when a screen door banged in the wind it made one of her hinges come loose.

Epaphroditus Benjamin Warren is a poet who didn’t and doesn’t really care where poetry is now.

Prudence Alice Grant is a poet who rode a mule until the mule had to be carried.

Phineas Derrick Knight is a poet who thought of himself highly, believing the nature of what is personal imitates oblivion.

Temperance Clarissa Hamilton is a poet who wrote poems in French with the design that they be translated into the English of the Queen.

Hiram Josiah Hunt is a poet who dragged a rotten log from the bottom of a stagnant pond.

Jedediah Louis Mason is a poet who nested at the end of a tunnel, where he was discovered beneath a bank.

Elijah Aquilla Burns is a poet who loved Rochester, and who flows northward like two joined sewers.

Zachariah Thomas Hayes is a poet who believed we go back to poems as to a wife, leaving the boyfriend we desire.

Malvina Penelope Smith is a poet who shouted primitive slogans and shot symbolic smoke out her gills.

Olive Martha Weaver is a poet who believed she could simply choose to “wander away” from an optional apocalypse.

Nathaniel Edward East is a poet who wondered how the singing of the housefinch rings in finchskull, which wondering made him mad.

Electa Joan McCoy is a poet who believed it was a misunderstanding, mud sliding from the side where the thing was let in.

Mabel Ellen Greene is a poet who believed the whole brilliant mass comes spattering down.

Hezekiah Zander Fox is a poet whose two stalks pushed from the brain, through a series of miraculous infoldings to form optic cups.

Kesiah Relief Riley is a poet whose hair was black, and whose eyes were black, and from whose long fingers the spirits were conjured.

Newton Duncan Stone is a poet who believed Orpheus liked the glad personal quality of the things beneath the sky, which on that strange day began to rain frogs.

Isaac Davis Gibson is a poet who had a cow’s head on his shoulders and candles sprouting from his back.

Abigail Isabel Hicks is a poet who has disappeared into libraries, into microfilm.

Jeremiah Cross Shaw is a poet who went mad and had relations with Longfellow, his steed.

Tryphosia Sybrina Chapman is a poet who believed our jousting ends in music, like saplings do, after a typhoon.

Loretta Judith Porter is a poet who liked it when it was snowing in Paris, a city which does not exist.

Priscilla Elinamifia Woods is a poet who wrapped you in the burnoose of memories against the dark temptations of the flesh.

Francis Quiet Bryant is a poet who entered the forest, followed a path, and was eaten by The Bear, or The Witch.

Judah Robert Daniels is a poet who discovered a way to translate Eastern texts so that Western men could read Orientally, down at the beach of agates.

Lafayette Blessed Strongly is a poet who thought he was ahead of his time, but now he is regarded as apocryphal.

Pleasant Reunion Washington is a poet whose last line was “I don’t think the leeches are sucking anymore.”

Jackson Auction Black is a poet whose classical meters were all blasted to ruins in defense of Charleston.

Henrietta Troy Mills is a poet who was stolen by the Apache and became an Apache, it is rumored.

Edward Azariah Cole is a poet who knew he would show them, those who had laughed and mocked him, but alas.

Anne Liza Bishop is a poet who insisted on signing Anonymous and so forever does.

Martha Damaris Tucker is a poet who did not doubt that her hands or her whole body were hers, as the grain of sand to the haboob or the shrimp to the tsunami.

Winifred Fullest Hart is a poet who, like Thomas Jefferson, saw grass enough for myriads of oxen to grind between their teeth.

Kenward Linwood Johnson is a poet who at one end of his line had a knot, and at the other end a hook, and he sat fishing for a camel until he was called to come back.

Experience April Weaver is a poet whose sorrow was so wide you couldn’t see across it, if sorrow could be seen.




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