Sara Toro Ballesteros. (Córdoba, 1984).
Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ciudad a la que se trasladó en 2004 y donde actualmente escribe su tesis doctoral. Ha publicado el libro de poemas Souvenir (La Bella Varsovia, 2009) y la plaquette La escombrera (Diente de Oro, 2010).
Ha participado en el pliego número 8 de la colección Venera promovida por la Casa del Ciprés así como en las antologías Radio Varsovia, Tod@s somos Frida y en las revistas Bar Sovia, Tres orillas y PDA y Juglar. Asimismo, ha publicado con La bella Varsovia en Ropopompom y Como yo te amo. He sido premiada en el V Certamen de relato breve de la Universidad de Córdoba y finalista en el I certamen Alea Blanca del café Anaïs.
GALERÍA COMERCIAL
Galería comercial
amplia y lúdica
propicia para gastar el tiempo
TU BOCA. Comedias
de Hollywood
en tus pupilas proyectas
-más ligero que la cola del fast-food
tu ingrávido parpadeo-.
¿Helado de stracciatella
TU ESPALDA
o virginal paredón que en la canícula ofreces
a las salamanquesas?
Quizá la asepsia de tu uniforme,
la estrecha tela
de tu acceso restringido,
esconda
una escalera
hacia el incendio
o una cicatriz de inminente
y necesaria
rehabilitación humana.
Conducir por los suburbios compensa
si hay aparcamiento seguro
entre tus dientes.
ENFERMEDAD HEREDITARIA
Mi abuelo caminó descalzo
cuando ellos estaban ahí. Caminó a pesar
de las alpargatas nuevas
que guardaba en el altillo. Mi padre
trabajó desde los catorce
para comprarse una comodidad
rematada en piel.
Cordones de rutina. Par único.
Mi presunción de pie breve
se torturaría:
horma imposible, lúnula encarnada,
falange que se disloca.
Tacones telegrafiando un dolor
que no aprende
de sus pasos.
A mi enfermera y mis sopladores en Malta.
Plancton náufrago a la deriva
la epidermis de mi cuerpo seccionada;
costra fósil, sangre coagulada,
rioja tibio para las aguas vivas.
Las cicatrices que las olas me dejan
supuran como un recuerdo triste
y crónico al que la marea embiste
perforando hasta el eco de las quejas.
Un farol, te prendería en la noche
si fueses Leandro y, por fortuna,
sorteases anémonas y mar
para acallar con besos mis reproches
y aullidos licántropos a la Luna
y suave sobre las heridas soplar.
Para Gianni Sarti
Quiero hacer un zumo
con los limones que usas por ojos.
Te torturaré, si es preciso,
con los peores chistes de mi repertorio.
Si no funciona, te recordaré
que en dos semanas tú partes a Italia
para siempre.
Y si me quieres, aunque sea un poco…
recogeré el aljófar que destilas
mejilla
abajo
para servirme un combinado
con el amargor que me dejas.
El imbécil
Era una criatura detestable
en el plano moral, un ser abyecto,
una abominación lovecraftiana
Luis Alberto de Cuenca
Érase un príncipe batracio,
un convertidor de antiprincesas,
la bacteria en el cetáceo
que no logró digerir a Jonás.
Una complicada tesis doctoral,
una palatal en el sistema de la lengua,
el rey Midas de la decrepitud,
una fosa séptica hecha hombre...
Érase yo, la criatura infame
que lo acogió y amamantó en su lecho.
Un SMS de ánimo»
«No te preocupes,
nadie ha preguntado por ti».
De Sara Toro, Souvenir (La Bella Varsovia, 2009).
No hay comentarios:
Publicar un comentario