jueves, 21 de abril de 2011

KISHWAR NAHEED [3.735] Poeta de Pakistán




Kishwar Naheed 


Nació en Pakistán en 1940 y es indudablemente una de las más conocidas mujeres poetas en la moderna poesía Urdu, responsable de establecer una auténtica voz femenina, la voz del deseo femenino en la poesía Urdu. Kishwar Naheed es una poeta que lucha contra el autoritarismo en todas sus manifestaciones; esto puede ser visto en sus poemas. Es también, traductora y editora. Algunos honores a los que se ha hecho acreedora incluyen: Adam Jee Award for Literature, UNESCO Prize for children's literature y The Best Translation Award from The Columbia University. The price of looking back (1987) es uno de sus libros publicados.




Hablando conmigo misma

Castígame por haber escrito el significado del sueño
en mi propia sangre he escrito un libro guiado por una obsesión
Castígame por haber pasado la vida santificando el sueño del futuro
he vivido soportando las tribulaciones de la noche
Castígame por haber impartido el conocimiento y las destrezas
de la espada al asesino
y por haber demostrado a la mente el poder de la pluma
Castígame por haber desafiado al crucifijo del odio
Yo soy el resplandor de las antorchas que arden contra el viento
Castígame por haber liberado a la feminidad de la locura


de la noche alucinada

Castígame porque si yo vivo tú puedes perder el rostro
Castígame porque si mis hijos levantan sus manos,

llegará tu fin

Si una sola espada se desenvaina para hablar, llegará tu fin
Castígame por haber amado la vida nueva en cada respiración
Yo debo vivir mi vida y la habré de multiplicar

más allá de sí misma

Castígame porque entonces, la sentencia de tu castigo
llegará a su fin



Nosotras, mujeres pecadoras

Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes no sentimos temor ante la
grandeza de aquellos, los señores de hábito.
Quienes no vendemos nuestras vidas,
quienes no inclinamos la cabeza,
ni juntamos nuestras manos en señal de devoción.

Somos nosotras, mujeres pecadoras;
mientras aquellos que venden la cosecha de nuestros cuerpos,
se exaltan, se vuelven distinguidos,
se convierten en simples príncipes del mundo material.

Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes salimos levantando la bandera de la verdad
contra la barricada de mentiras esparcida sobre las avenidas;
quienes encuentran historias de persecución
apiladas en cada umbral,
quienes se dan cuenta que esas
lenguas que podrían hablar,
han sido cercenadas.

Somos nosotras, mujeres pecadoras.
Incluso si la noche nos persigue
estos ojos no habrán de apagarse.
No insistan en volver a levantar
la pared ya construida.

Somos nosotras, mujeres pecadoras,
quienes no sentimos temor ante la
grandeza de aquellos, los señores de hábito.
Quienes no vendemos nuestros cuerpos,
quienes no inclinamos la cabeza,
ni juntamos nuestras manos en señal de devoción.



WE SINFUL WOMEN

It is we sinful women
who are not awed by the grandeur of those who wear gowns

who don't sell our lives
who don't bow our heads
who don't fold our hands together.

It is we sinful women
while those who sell the harvests of our bodies
become exalted
become distinguished
become the just princes of the material world.

It is we sinful women
who come out raising the banner of truth
up against barricades of lies on the highways
who find stories of persecution piled on each threshold
who find that tongues which could speak have been severed.

It is we sinful women.
Now, even if the night gives chase
these eyes shall not be put out.
For the wall which has been razed
don't insist now on raising it again.

It is we sinful women
who are not awed by the grandeur of those who wear gowns

who don't sell our bodies
who don't bow our heads

who don't fold our hands together.


Un palacio de cera

Antes de casarme
mi madre solía
tener pesadillas.
Sus gritos de terror
me estremecían.
Yo la despertaba
para preguntarle:
“¿Qué sucede?”
Con los ojos en blanco,
ella me miraba fijamente.
No podía recordar sus sueños.

Una noche, una pesadilla la despertó,
mas ella no profirió ningún grito.
Yo le pregunté:
“¿Qué sucede?”
Me abrazó con fuerza, con temor silencioso.
Abrió los ojos y dio gracias al cielo.
“Soñé que te ahogabas”, me dijo,
“Y yo me tiraba al río para salvarte.”

Esa noche, un relámpago
mató a nuestro búfalo y a mi prometido.

*

Luego, una noche, mi madre se durmió
y yo permanecí despierta
mirando cómo abría y cerraba sus puños.
Trataba de asirse de algo
sin lograrlo y lo intentaba de nuevo.

La desperté,
pero se rehusó a contarme el sueño.

Desde ese día
no he podido dormir tranquila.
Y me mudé al otro patio.

Ahora ambas gritamos
en medio de nuestras pesadillas.

Y si alguien nos pregunta,
simplemente decimos
que no podemos recordar nuestros sueños.


Traducciones de Ximena Londoño



[http://www.festivaldepoesiademedellin.org/]

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