viernes, 1 de abril de 2011
3658.- GITO MINORE
Gito Minore nació el 24 de Abril de 1976 en la ciudad de Buenos Aires.
En 1995 publicó sus primeros libros de poemas "Emociones Alternas" y "La Copa Rota" a los que le siguieron "Noventas" (1996), "Walking Alone" (1997), "Fuego en el Pecho" (1999) y “Flores cohibidas” (2004).
En el año 2002 grabó su primer CD “Fuego en el Pecho” con poemas de la obra homónima.
Su libro “Cielorrasos” fue traducido al inglés y portugués y editado en formato virtual en los sitios www.aviarpress.com y www.casadacultura.org
En el 2005, 2006 y 2007 salió seleccionado en los concursos auspiciados por el programa “La librería mediática” que transmite Radio Nacional Venezuela. Sus poemas “Mar abierto”, “Accidente” y “Fuerza íntima” participan de las antologías radiales y televisivas que dicha emisora realiza con las obras ganadoras.
Poemas de su autoría integran diversas antologías de Argentina, México y Brasil.
Desde Enero del 2006 hasta la actualidad colabora realizando reseñas de libros y películas para distintos medios gráficos y virtuales.
Contacto con el autor: gitomin@yahoo.com.ar
www.gitominore.3a2.com
FUERZA INTIMA
Hay oportunidades
en que sólo
el mero asomo
de una fracción de tu sombra,
un simple hilo del vestido
de tu fantasma,
el más insignificante rastro
pasado de tu imagen,
alcanza
para abrir todas las puertas.
Todas.
TU SANTO NOMBRE
Que el grito en mi garganta
se vuelva ala y se eleve
que recorra los lugares
que mis piernas amortajadas de ciudad
no pudieron caminar.
Que se traiga de los amaneceres
los albores y de las plantas
los colores.
Que aprenda los idiomas de la tierra
la sintaxis del puro silencio,
la semántica del aire
arremolinando los cabellos.
Que me traiga de los bosques
el fuego primigenio
que le falta a mi corazón gélido.
Que atraviese como una flecha
las cataratas, las cordilleras,
los mares, las selvas.
Pero, sobre todas las cosas
que no haga más
que proclamar tu santo nombre:
Libertad.
CRECE
Sin más riego
que le agua estancada
que corre por debajo
del basural amorfo,
amontonado,
abandonado.
Crece.
Obviada accidentalmente
por el ojo del rapaz,
del destructivo,
del carroñero obligado.
Iluminada
por la ínfima luz
que penetra los intercisos
de semejante desperdicio humano.
Olvidada por el mundo
y su apuro desvanecedor,
crece
la exótica flor del amor.
ACCIDENTE
Para encontrarme
fue necesario
quedarme dormido
en la sensual geografía,
la superficie humana de tu piel.
Entonces
al despertar a tu encanto
reconocí quien era
al reflejarme en tus pupilas,
un accidente tuyo.
Gito Minore
"Fuerza íntima"
Ed. Punto de encuentro
www.gitominore.cjb.net
gitomin@yahoo.com.ar
Mar Abierto
Sobre tu piel
naufragan restos mortales
de antiguos dolores.
El mérito de este pirata
recaerá en la habilidad
de reciclar los viejos trastos
para navegarte con incierta elegancia,
o bien,
en empeñar las últimas balas
derrivando los arcaicos vestigios
y, una vez, sin horizontes
nadar a la deriva
tu mar abierto.
Esse poema é parte do livro "Flores Cohibidas", sexto livro de poemas de Gito Minore, lançado dia 1º de julho de 2004, publicado por Editorial "De los cuatro vientos".
EL DIA QUE EVA HIZO ABANDONO DEL PARAISO
Lo que más le costó
fue hacerse a la idea
de que el sueño
por fin había acabado.
Pero,
una vez pasado
este primer dolor
-ese abrupto despertar
acariciando la ausencia
en la almohada contigua-
lo siguiente sería
simplemente levantarse.
"Qué ancho es el infierno",
meditó sorprendido
mientras intentaba
incorporarse en la cama,
explorando
donde habían quedado
las ojotas.
Una fracción de luz
iluminó un sucio reloj
colgado en la pared
con las agujas
clavadas en las doce del mediodía
y, supuso al verlo,
que ya era tiempo.
A tientas
recorrió el cuchitril,
atestado de colillas desparramadas
y botellas rotas
entremezcladas con medias sucias,
platos sin lavar,
tazas con café helado
y viejas canciones de amor
escritas en servilletas.
Todo, absolutamente todo
nadando en la atmósfera viciosa
de esas cuatro paredes
impregnadas de humo rancio.
Se acercó a una avejentada cómoda
donde solía guardar
cosas en desuso
y, tras un breve esfuerzo,
el primer cajón accedió.
Parecía raro
que las polillas
no le hayan destruido
aquel indecente saco marrón.
Atinó a sonreir
mirándose en el espejo
como le quedaba
encima de la vieja hoja de parra.
Pero trató de no detenerse
en detalles.
Pesadamente se vistió,
se afeitó,
se hizo la cola al pelo engominado,
y, sin preocuparse
en desayunar
siquiera un resto de manzana
del día anterior,
salió a la calle
lo más pronto posible.
Sabía que no sería fácil
sin dinero,
sobre todo en aquel entonces
que en el paraíso
había cambiado la administración
y hasta el pasto estaba privatizado.
Se acercó hasta la avenida principal
y comenzó a recorrerla,
deteniéndose en cada vidriera
a ver si por casualidad
alguien buscaba
algún empleado resignado
que no exigiera demasiado
como pago a su jornal.
Así, el primer día transcurrió
sin mayores altibajos.
Adán volvió a su casa
y se acostó solo nuevamente.
Repitió esta secuencia
algunos días más
hasta que una mañana
el teléfono sonó para avisarle
que había conseguido trabajo
como encargado de limpieza de un supermercado.
Y ahí se quedó
sin protestar,
esperando que a Dios se le ocurra
mandar a el ángel
que expulse a su soledad pecaminosa
del paraíso.
Sin embargo, esto no ocurrió.
Adán, venido a menos,
simplemente se dedicó a dejar
que los años transcurran,
trayendo como único corolario
una vejez
sin más anécdota
que un recuerdo claro
de como amaneció
cada uno de los días
en el paraíso,
rebotándole en la mente.
Repitiéndose en cada ocasión
la vieja frase
que hiló
aquella primera mañana
"qué ancho es el infierno"
al acariciar,
entre melancólico e irónico,
el lugar de la almohada
que antiguamente
había ocupado
la mágica cabeza de Eva.
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