María Mercedes Carranza
Nació el 24 de mayo de 1945 en Bogotá. Hija de Eduardo Carranza Fernández y de Rosita Coronado Mújica. Son sus hermanos Ramiro y Juan Carranza.
Nació el 24 de mayo de 1945 en Bogotá. Hija de Eduardo Carranza Fernández y de Rosita Coronado Mújica. Son sus hermanos Ramiro y Juan Carranza.
En 1951 se traslada a Madrid (España) con su familia, donde cursa sus primeros estudios. En 1958 regresa a Colombia e ingresa al Liceo Francés de Bogotá; sin embargo, debido a una serie de problemas de adaptación, termina sus estudios en el colegio Nuevo Gimnasio. Durante 1965 realiza un viaje de estudios por Europa y conoce Florencia, Londres y Roma. Durante esta época se aficiona a la novela policíaca y de suspenso. Lee a Agatha Christie y a Conan Doyle, y descubre una de sus grandes pasiones literarias: Georges Simenon. En 1966 estudia Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y en 1967 funda una página cultural en El Siglo, llamada “Vanguardia”, a través de la cual se dan a conocer los jóvenes escritores del país, entre ellos Nicolás Suescún, Ricardo Cano Gaviría, Juan Manuel Roca, David Bonells, Daniel Samper, J. G. Cobo Borda, Óscar Collazos, Roberto Burgos Cantor y Jaime García Maffla, entre otros.
En 1970 se casa con Fernando Garavito por lo civil. En 1972 publica dos antologías, Nueva poesía colombiana y Siete cuentistas jóvenes, con el Instituto Colombiano de Cultura. También publica su primer libro: Vainas y otros poemas, con editorial Ponce de León. La crítica lo recibe de manera muy favorable.
En 1973 empieza a trabajar como bibliotecaria en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, de Bogotá. No es su oficio, por lo cual decide retirarse para colaborar en “Lecturas Dominicales” de El Tiempo y comenzar a escribir su segundo libro. En 1974 se traslada a Cali, donde ejerce como jefe de redacción de “Estravagario”, la revista cultural de El Pueblo, dirigida por Fernando Garavito.
En 1975 nace su hija Melibea y en 1976 se acaba su matrimonio. Ese mismo año entra a trabajar al semanario Nueva Frontera como columnista y correctora. En 1978 es nombrada jefe de redacción de Nueva Frontera. Bajo la dirección de Carlos Lleras Restrepo, trabaja junto a Luis Carlos Galán y Patricia Lara. En 1982 funda, junto con Carmen Barvo, la editorial La Rosa y en 1983 Oveja Negra publica su segundo libro de poemas, Tengo Miedo, obra que se reimprime tres veces.
En 1985 muere su padre Eduardo Carranza y ella publica una antología y análisis crítico de la poesía de su padre titulada Carranza por Carranza (Procultura-La Rosa).
En 1986, con la colaboración de la directora de la Corporación La Candelaria, Genoveva Carrasco de Samper, y del Presidente de la República, Belisario Betancur, funda la Casa de Poesía Silva, una de las primeras instituciones culturales de esta índole en el mundo. Durante los años siguientes recibe invitaciones de varios países que desean crear espacios similares y buscan conocer su experiencia. En 1987 publica su tercer libro de poemas, Hola, soledad, con la editorial Oveja Negra. Bajo su dirección, la Casa de Poesía Silva inicia el evento multitudinario “La poesía tiene la palabra”, en el cual los poetas colombianos de las más distintas regiones leen sus versos a miles de personas. Según ella, se trata de un intento de mostrarles a los colombianos que “las palabras pueden remplazar a las balas”.
En 1991 es elegida miembro de la Asamblea Nacional Constituyente. Aunque forma parte de la lista que el M-19 le presenta al país, deja en claro que no está afiliada a ninguna organización y que, por consiguiente, sus principios y creencias no tienen dueño. Participa en la redacción de la nueva carta constitucional “como ciudadana y como poeta”.
En 1994 publica su libro De amor y desamor, en edición para bibliófilos, de la Galería Garcés Velázquez y Taller Arte Dos Gráfico. En 1998 Arango Editores publica El canto de las moscas (Versión de los acontecimientos) y en 1999 la Cámara de Representantes le otorga la Orden Policarpa Salavarrieta en el grado de Comendador, por “su constancia y dedicación en el campo de la literatura a nivel nacional”.
En el 2001 nacen los ‘Alzados en Almas’, poetas y ciudadanos unidos por la paz en una noche de poesía. Esta cruzada poética se repetirá cada año, pues, en sus palabras, “la poesía ayuda a vivir”. Ante la situación del país, dice ella, es importante que los colombianos reciban grandes dosis de versos. Ese año secuestran a Ramiro Carranza, su hermano, en Quetame, Cundinamarca. En el 2003 pone en marcha un nuevo evento multitudinario que denomina ‘Descanse en paz la guerra’. La primera etapa del mismo consiste en un concurso de poesía, donde los colombianos encuentran un espacio para decir “no a la guerra”. La respuesta es impresionante: a las mesas de los jurados llegan más de treinta mil poemas, provenientes de todos los rincones de Colombia. La premiación se lleva a cabo durante la segunda etapa del certamen, que se celebra el 23 de mayo. Bajo su orientación, en la Plaza de Toros de Bogotá, poetas y músicos se unen en un canto masivo contra la violencia. Diez mil personas oyen, en absoluto silencio, sus palabras.
La noche del 10 de julio de 2003 toma la decisión de quitarse la vida.
Vainas y otros poemas (1972)
Tengo miedo (1983)
Maneras de desamor (1993)
Hola, soledad (1987)
El canto de las moscas (1997).
Otros libros:
Nueva poesía colombiana 1972
Siete cuentistas jóvenes (1972)
Estravagario (1976)
Antología de la poesía infantil colombiana´´ (1982)
Carranza por Carranza (sobre su padre Eduardo Carranza) (1985).
EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor; estas
calles son el laberinto que he de andar y desandar: todos los
pasos que al final serán mi vida. Grises las paredes, los
árboles y de los habitantes el aire de la frente a los pies. A
lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno, un verde
Patinir de laguna o río, y tras los cerros tal vez puede verse
el sol. La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida; nos
unen el cansancio y el tedio de la convivencia pero también la
costumbre irremplazable y el viento.
MALDICIÓN
Te perseguiré por los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.
POEMA DEL DESAMOR
Ahora en la hora del desamor
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.
Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!.
SOBRAN LAS PALABRAS
Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
Poema de los hados
Soy hija de Benito Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la "Giovinezza".
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito "muera la inteligencia",
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
"par delicatesse j'ai perdu ma vie".
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de "Casablanca"
y las palabras de su canción melancólica:
"El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso..."
Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.
Sobran las palabras
Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
La patria
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
Un buen Martini seco
En esta parte del mundo,
triste y pobre mundo,
es el mediodía de un sábado:
no hay oficina ni corbata ni Dios
ni derrota alguna en la próxima esquina.
Es hora del callado y dulce pensamiento,
que dijera Shakespeare.
Estos sagrados cerros bogotanos
beben el sol lento de la sabana
y del pecho de la ciudad, como un suspiro,
salen los murmullos del amor.
Es el instante
del cristalino Martini seco,
duro como el diamante,
diamante líquido en la copa de hongo
o breve seno de mujer.
Espejea en su fondo lo vano
al golpe en la garganta
de la ginebra aceitunada.
No ir al trabajo
Es un regreso a la infancia
con el gusto de lo prohibido
pero no tanto,
con la inquietud de lo clandestino,
pero no tanto.
Y con todo el tiempo por delante
para no hacer,
para nada.
Un día entero se despliega
con la magia de un mapa
de mago
y muchas tentaciones vagas
se insinúan al azar, atropellan,
se disuelven.
Pueden hacerse mil cosas
o sólo existir en duermevela.
Es como irse del mundo porque sí
porque no,
es un bajarse del amor sin decir
adiós.
Es la pausa que uno se regala
para creerse alguien o algo.
Todo termina en la tarde,
a las 6 en punto,
y así lo anuncian las campanas
que llegan de San Diego.
Reencontrarse en la cama
Como llegar a la casa
al final de un día despiadado
y sumergirse en ese sillón
que ya es cuerpo de mi cuerpo,
entre los olores conocidos
y nuestros libros: así
después de años, tú y yo.
Las caricias de siempre
y las respuestas tan repetidas.
Decimos los mismos murmullos
y nos movemos plácidos
casi aún con placer:
el amor, parásito del deseo.
Costumbre de los dos
hecha a pulso de encuentros
en esta tibia cama,
donde yacen los sueños
las lágrimas y todas las mentiras
de nuestra larga historia.
Las sobras de arroz frío
Amo la tierna berenjena
de carne amarga y suave
y color de las grandes penas.
El curry me llevó a esos mundos
populosos, de gentes, de olores y de dioses.
La alcachofa, mi flor preferida,
se desviste, hoja a hoja,
sobre el plato y me ofrece su
corazón
que es dulce y se derrite.
Deliro con el cordero,
el recién nacido y cocinado en sus jugos,
aromas y sustancias del campo
de Castilla.
Un sushi de mariscos misteriosos
me reveló los sofisticados ritos
de un pueblo que suspira con
las flores del almendro.
Mas es en mi ciudad, en mi casa,
en mi cocina y sin platos ni manteles
donde he conocido el placer verdadero.
Ya de noche y en silencio el mundo,
tomé de la nevera arroz blanco,
sobras de otros días,
apenas hervido con agua y aceite:
ahora perlas deslucidas, duras y secas,
heladas.
Y así pasaron de mi mano a la boca.
Y así gocé del simple,
vergonzante y oculto placer
que todas las cocinas guardan
.
Feranando: ¡Cómo me gustaría poder leer cada uno de tus hallazgos! A Mercedes Carranza le avala su biografía y biblografía, pero sobre todo estos poemas de vida, de muerte, de injusticia, de búsqueda. Un placer leer a tan grandes poetas en tu blog.
ResponderEliminarAbrazos y felicitaciones a ambos.