lunes, 28 de febrero de 2011

RICARDO PASEYRO [3.194]


Ricardo Paseyro

Poeta y escritor franco-uruguayo murió en París el 5 de febrero de 2009. Nacido en 1925 en la ciudad de Mercedes, Uruguay, Paseyro fue Cónsul en la ciudades Francesas de Havre y Rouen entre 1960 y 1973, y fue destituido luego del golpe de estado de Juan María Bordaberry. Obtiene entonces la nacionalidad francesa. Fue enseguida redactor de Contrepoint, revista político literaria trimestrial de circulación confidencial (1970-1976), propiedad de Patrick Devedjian, actual Ministro y presidente del Consejo General de Hauts-de-Seine. Paseyro fue igualmente hasta hace poco colaborador del diario Minute y de Radio Courtoisie.

Paseyro adhiere en su juventud al Partido Comunista de Uruguay y participa con la delegación uruguaya en el "Congreso mundial de partidarios de la Paz", que tuvo lugar en París en 1949. Durante ese congreso conoció a Pablo Neruda y fue durante un periodo su factotum.

Tras de su fugaz militancia de izquierda y su proximidad con Neruda durante el Congreso de 1949 de París, Paseyro giró al otro extremo del tablero político, convirtiéndose en anticomunista activo y militante, polemista infatigable, ligado a los grupos más radicales de la derecha de España y Francia.

En 1951 contrae matrimonio con Anne-Marie Supervielle, hija menor del poeta francés Jules Supervielle, y se instala entonces en París, aunque su actividad literaria y de traductor se desarrolla sobre todo ligada a España, adonde viaja a menudo.

Paseyro publicó en España un breve opúsculo, "La palabra muerta de Pablo Neruda" (H.E. Munuesa Madrid, 1958), verdadero panfleto en el que realiza un ataque político y "literario" de la obra y del personaje Neruda. En aquel momento Pablo Neruda gozaba ya de un gran prestigio internacional por su obra poétique y por sus tomas de posición humanistas y pacifistas. Este panfleto será traducido más tarde al francés y publicado dos ocasiones, en 1965 y 1972, bajo el título Le mythe Neruda (L’Herne, 1965, 57 pp.).

La campaña personal de Paseyro contra Pablo Neruda se prolongó largo tiempo y hay entre sus motivaciones aparentes hay una compleja y curiosa mezcla de ojeriza política y encono personal.

Parodiando a Jorge Luis Borges -que alguna vez definió a García Lorca como "andaluz profesional"-, se puede decir que Ricardo Paseyro fue un “anti-Neruda profesional”.
Durante los años 60 del siglo pasado, Paseyro animó una campaña de prensa para intentar impedir que le otorgaran el Nobel de literatura a Neruda. Esto implicó virulentos artículos de prensa en diarios como Le Figaro, o intervenciones en la radio criticando a Neruda su mala poesía y su compromiso político.

[…] Neruda y el nerudismo son la negación de la poesía. La palabra es la patria primera del hombre, la patria por excelencia del poeta. El nerudismo es una expatriación, un fenómeno agudo de la corrupción de las palabras. […]
Ya se sabe cómo Neruda se ha servido de las palabras que su lengua le había prestado. No las respeta, las corrompe.
Su palabra muerta no es sino una acumulación de hojas secas. […]

De estos ataques Neruda da cuenta en sus memorias (Confieso que he vivido, Barcelona, Seix Barral, 1974), en el capítulo de los Enemigos literarios, en el que identifica a dos principales. El primero es un chileno a quien denomina “Perico de los palotes”, que significa en español un sujeto indeterminado, un cualquiera. Se trata del poeta Pablo de Rokha, con quien Neruda tuvo un prolongado conflicto.

Al segundo enemigo lo describe como un “ambiguo uruguayo de apellido gallego, algo así como Ribeyro”, sin nombrar deliberadamente a Paseyro. No es esa la única referencia que Neruda hace del uruguayo en su obra. En los Cien sonetos de amor (Santiago, Editorial Universitaria, 1959), dedicados a Matilde Urrutia, inserta una revancha en el primer terceto del soneto:


XCVI

Pienso, esta época en que tú me amaste

Se irán los crueles dioses con anteojos,
los peludos carnívoros con libro,
los pulgones y los pipipasseyros

Pablo Neruda, Cien sonetos de amor,
Editorial Universitaria, Santiago, 1959.

La obra de Ricardo Paseyro fue escrita en español y traducida al francés. Como traductor fue premiado en 1990 del “Prix du Rayonnement de la Langue Française”. Es éste uno de los diecinueve premios anuales de literatura entregados por l'Académie française, creado en 1960 en recompensa por la difusión de obras francesas traducidas a otros idiomas.

Sus libros de poesía: Plegaria por las cosas




CENESTESIA

Para Juan José y Dolores Amézaga.

Adivino, sin ver, rostros, paisajes.
Escucho lo indecible; mi memoria
guarda el sabor de viajes y otros mundos.
Y siento, sin tocar la piedra viva,
la quemadura del volcán primero.
No hace falta morir para estar lejos.



LOWER GEYSER BASIN

Aguas, en el infierno ahumadas, brotan
echando sobre el circo el ocre, el blanco,
el amarillo, el amaranto, el gris.
La espelunca sombría
deja correr un flujo de esmeralda.
Mientras las ondas del vapor crepitan
monstruos que fueron pinos amenazan
con sus patas de palo y sus muñones.
Todo parece cruel y todo es bello:
¡milagro sin pincel de esta caverna!



SECOYAS

Los gigantes más altos y sensibles
son montañas de nervios; antes fueron
piedras ensimismadas. En sus vetas
los ciclones marinos derramaron
sales, granos, aromas; los volcanes
le dieron fuego a sus raíces, savia
verde a las ramas, oro viejo al tronco.
¡Vivos están los reyes de la Tierra!


LAS CHISPAS

En mis ojos, ocultas
guardé chispas de sol
por ver en la nocturna
profundidad de Dios.

Al mirar los arcanos
reconocí los míos:
los pozos más cerrados
son mis propios abismos.

Retraído en mis sombras
apunto mas no acierto
al blanco donde todas
se cambian en luceros.


DANZARINAS

Consuelo de los ojos, estas luces
–coro de estrellas, soles, universos–
giran cual danzarinas silenciosas.
Y mientras pasan cada vez más lejos
y van abriendo al tiempo lo infinito
anda ciega la Tierra tenebrosa.



VOTO

Huérfano en el jardín de los tormentos
lloro por nada, abrigo la locura,
abrazo los caballos y los robles.
Los instantes disfrazan lo infinito:
¡niebla el pasado y niebla ante los ojos!
Bestia no soy, mas quiero cuando vuelva
no tener corazón ni gastar lágrimas.



ANANKÉ

No conozco las cartas ni el oriente,
ni las puertas del mar, ni los cobijos
donde los trashumantes se guarecen.
Y no me descamino: en cada sitio
está mi traza inscrita antes que llegue.
Como si cuanto emprendo y cuanto vivo
no pudiera salvarme ni perderme.



EL JARDIN DE CRATHES

El cielo azul hasta la medianoche
tiene el color del mar y de las flores
que llevan su estandarte añil o pálido:
heliotropos y lirios, rodondedros,
campánulas, verónicas, hortensias,
fucsias, miosotis, matalobos, salvias.
Al subir las tinieblas, el jardín
donde fulgían rosas, alhelíes
y amapolas de negro corazón
se repliega y se aduerme: sus perfumes
abrigarán el sueño de los árboles.

10.VII.96



AJEDREZ

Adelanto el trabajo. La casilla
blanca, vacía, libre de rivales,
fuerza mi voluntad, mientras la mente
adivina el engaño, sin salvarlo:
planteado el desafío, la derrota
representa la ley, si mal se juega.
Y es ilusión la suerte. La partida
acaso estaba ya dicha y resuelta
antes de comenzarla. ¿Pierde o gana
quien ignora por qué vino al tablero? 

20.VII.96



MOVES

Coreografía de Jerome Robbins

Es movimiento puro. El cuerpo baila,
corre, se pliega, vuela en el silencio.
La gravedad vencida por el salto
deja las manos y los brazos libres
arrebatarle al aire sus dominios.
Las cuadrillas se acercan o se afrontan,
relampaguean, forman rosas verdes,
estatuas negras, árboles que tiemblan:
cada línea se quiebra y reconstruye
la perfección del ademán fugaz.



Selección de poemas del libro inédito Arcos y flechas


Algas

¿Cobrizos, negros, blancos, amarillos
venimos de las algas primordiales?
¿Y las algas, de quién? ¿De Dios? ¿Del caos?
¿Y volvemos a dónde? ¿A Dios? ¿Al caos?
Para dormir, nos presta fuego el sol,
para velar nos presta, el cielo, sombra.
Temo, a la vez, el despertar y el sueño.  



Impasible

...impasible a fuer de espiritual 
IRENEO 

Ser impasible a fuer de espiritual
es propio sólo a Dios, pues cuanto vive
tiene sentidos, nervios, energías.
¿Serán dioses las piedras, o será
de piedra, Dios, a fuer de ser espíritu?



Dualidad 

Espirituales y hartos de materia
somos ambiguos, somos nada y todo.
En el manejo de la extraña máquina
la carne viva ofrenda la substancia
y el ánimo sutil cuida la Idea.



Trinidad 

Indiferentes dioses diferentes
dieron al fin en sólo un Dios. Los griegos
con lo profuso hicieron lo más simple
y más audaz: la Trinidad del único.
De los antiguos mitos quedó el Logos
y el pagano sabor de sus leyendas
se diluyó en la sangre de los santos.
Así alternan los siglos: cada vez
forja, la nueva fe, nuevos eones.  



Astucia 

El sueño me protege
de morirme dormido
porque mi Parca entiende
capturarme despierto.
¿Y si quiere y no puede
aplicarme su amaño?
En mí todo se duerme
desde que pienso en ella.
Y pienso en ella, siempre…  



Estrella 

En paz sigo las huellas
perdidas en los cielos
y escucho la carrera
silenciosa del mar.
El vértigo del aire
reconoce la estrella
que me lleva consigo
para la eternidad.



R.   

Trasto inútil propuesto al desamparo
Ricardo ha muerto y yo con él me fui.
En su violín trajo perdidas músicas:
de vez en cuando un árbol en la Tierra
oye sonar el arco. Entre las ramas
las hojas pensativas lo acompañan.



Universo 

Algo ha sido creado con la Nada:
de Dios, sólo es visible el Universo.
Y cuando llega el tiempo del olvido
no se olvida el olvido, mas el tiempo.



Rumor 

Los rumores alegran la mañana.
Envueltos en la luz vibran los árboles
cautivos de las ramas y los pájaros;
las serpientes resbalan, los insectos
saltan, zumban, se arrastran en sordina;
los rapaces proceden sigilosos.
Sólo el género humano inventa estruendos
y se deleita con la barahúnda.  



Flechas 

Saltan las flechas, saltan las agujas,
del carcaj, del reloj, de las campanas.
Buscan el mismo blanco: lo pasado,
trillan, por el espacio, lo futuro.
El caníbal Saturno las conduce
y las recoge Sísifo, el voraz.



Silencio

Un silencio de vida nos rodea.
Calla la brisa, callan los vergeles.
Callan los meteoritos y el océano.
Callan los cuervos, callan los volcanes.
Pierde la voz el antropopiteco,
enmudecen los truenos y los rayos.
¡Un minuto sin ruido: Paraíso!  



Cuadrante 

Hice un reloj de sol para medir
cuantos pasos mi sombra se adelanta
mientras mi cuerpo duerme o queda oculto.
Añadí nubes, nieblas y penumbras
mas no supo el cuadrante ser veraz:
al calcular la suma de mis años
no comprendió ni el antes ni el después.  



Cabos sueltos 

Al juntar cabos sueltos
resbalan de la mano
tantos hilos resecos
que no forman puñado.
Son propiedad del Tiempo
mis poderes de antaño:
aunque tienda los dedos
ya no puedo anudarlos.


Ricardo Paseyro



Homenaje a Ricardo Paseyro para la misa en su memoria

Yves Roullière

Sin duda no soy la persona más autorizada para hablar de Ricardo, yo que solo he compartido su amistad durante ocho años. A petición de Anne-Marie, su esposa, hablaré de él en calidad de comentador y traductor de su obra, y recordando dos largas entrevistas que me concedió sobre poesía y sobre política, o lo que es lo mismo, sobre su propia vida.

Quisiera evocar simplemente, con unas pocas palabras, en esta capilla, lo que fue, a mi parecer, el recorrido espiritual de Ricardo.

Ricardo había nacido en 1925, en Mercedes (Uruguay). Hijo único de un padre descreído, masón, y de una madre ferviente católica. Ricardo, no obstante, no siguió ni la vía paterna ni la vía materna. A raíz de la muerte prematura de su padre (Ricardo tenía 12 años), rechazó la iniciación masónica a la que le invitaban los amigos de su padre; y tampoco recibió una educación católica, no siendo siquiera bautizado. No sorprende, pues, que desde la adolescencia, haya entrado en poesía lo mismo que otros entran en religión, y ello bajo el influjo del mayor poeta de Hispanoamérica, Rubén Darío, del que admiraba la “gran elevación espiritual”. Algo más tarde, Ricardo verá confirmada su vocación de poeta metafísico con la lectura de Juan Ramón Jiménez, poeta espiritualista, y de Miguel de Unamuno, “hombre espiritual, hombre del espíritu por excelencia”, como le definía él mismo.

Su primer encuentro personal con un autor importante tuvo lugar, a fi-nales de los años cuarenta (Ricardo tenía veinte años), con el gran ensayis-ta español José Bergamín, exiliado en Uruguay en aquel momento. Ber-gamín, como dice Ricardo, “era católico, cercano a los comunistas y gran aficionado a las corridas de toros, todo ello muy mal visto en Montevi-deo”. Pero Bergamín fue ante todo su verdadero iniciador en los grandes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro, a los que presentaba como autores vivos. Él fue también el primero en ponderar el mérito del primer libro de poemas de Ricardo, Plegaria por las cosas, titulo a todas luces revelador de su deseo de unificación entre panteísmo y espiritualismo. Ese deseo de unificación ya no le abandonará nunca.

Paso deprisa por su adhesión al Partido Comunista (duró alrededor de cuatro años), que, en el caso de Ricardo, no debe ser entendida como la adhesión a un sucedáneo de la religión, sino como reacción a la mentalidad ultraconservadora, peronista, incluso pro-nazi, que reinaba entonces por el Río de la Plata. Esa adhesión le sirvió, no obstante, para viajar a Europa, al Congreso de la Paz, en 1949, lo que tuvo al menos dos consecuencias importantes para él: un anticomunismo visceral y una irreductible europeofilia.

Tras su matrimonio, en 1953, con Anne-Marie Supervielle, católica practicante, y su instalación definitiva en París, Ricardo conoció un corto periodo de intenso interés por la cultura budista, particularmente bajo la influencia de Santayana (que acabó de capellán en Roma). En El costado del fuego describe incluso un “éxtasis” que tuvo lugar en Roma: fue el único que conoció, decía, y lo tradujo su amigo poeta y anarco-católico, Armand Robin, con el título de “La colline” [“Colina callada”]. Después, simultáneamente con su descubrimiento de España, se impregnó de la poesía mística de santa Teresa, fray Luis de León, pero sobre todo de Juan de la Cruz: esa mística negativa, y no menos sensual, convenía bien a este “animal nocturno” que fue toda su vida Ricardo. Música para búhos, escrito ente 1956 y 1959, es un buen testimonio de esa impregnación.

A este periodo le sucedió una poesía marcada por una espiritualidad, in-cluso una mística panteísta escrita aprovechando las travesías por mar. Pienso, por supuesto, en En la alta mar del aire y Mortal amor de la batalla. Curiosamente, es exaltando los elementos (mar, aire, viento, luz...) como Ricardo comenzó a interpelar al que él llamaba Dios. Hasta esos últimos poemas, esa interpelación será siempre ya respetuosa, temerosa, ya por naturaleza burlona, como para mantenerse a distancia de todo acto de fe.

Paralelamente, preparó un libro de ensayos titulado Poesía, poetas y anti-poetas, el cual, ironías del destino, aparece hoy mismo en España.  Su en-sayo más célebre es sin duda alguna, “La palabra muerta de Pablo Neru-da”, donde ataca al autor chileno, no tanto a causa de su mediocridad de versificador sino a causa de su espíritu mediocre, del que, además, Neruda alardeaba. Porque Ricardo era lo contrario de un versificador profesional, y esa es la razón por la que dejó de escribir poesía entre 1965 y alrededor de 1978: la inspiración, en efecto, ya no le llegaba, y hubiese sido sacrílego forzarla (mido palabras).

A partir de esa época, a partir del momento en que se mantuvo más apartado de su pasión voraz por la política, se consagró de nuevo a la de-fensa de la poesía, tomando partido por Solzhenitsin, ese hombre que vivía en poeta y que, en 1976, fue tan mal recibido en Francia como en España (me estoy refiriendo aquí a España en la cuerda floja); en su admirable Jules Supervielle, le forçat volontaire, publicado en 1987, no solo hace la biografía de su suegro, sino el elogio de un hombre que vivió también íntegramente en poeta, y que en eso fue un modelo para Ricardo; en el Éloge de l’analphabétisme à l’usage des faux lettrés, en 1989, defendió de alguna manera el Espíritu contra la Letra, Letra representada según él por los conocimientos vagos y los discursos uniformizados de la UNESCO y de los estructuralistas franceses, todopoderosos en aquel momento.

Sin embargo, es a la poesía misma a la que se consagró, sobre todo hasta 2007, fecha de sus últimos poemas. Los títulos de sus poemarios dicen mucho del alcance espiritual, metafísico, de su poesía: El alma dividida, Para enfrentar al ángel, Ajedrez, El mar, Nubes, y el último, todavía inédito: Arcos y flechas. En este sentido, muchas veces hice rabiar a Ricardo a cuenta de que, en estos últimos años, su obra había sido publicada en Francia, en España e incluso en Argentina, por editores que sin ocultar en modo alguno su fe cristiana (católica, ortodoxa e incluso protestante), se reconocían en su obra. 
Pero –y con esto termino– hay una palabra que Ricardo utilizaba con un extremo pudor, o con matices irónicos, como si fuera inaccesible para él: la palabra amor. Sin embargo, es la que nos viene a la mente cuando leemos uno de sus más bellos poemas. Lleva por título el nombre de su esposa.

Mírame en el instante en que me muera
y mírame sin llanto: que tus ojos
–nacidos en las fuentes de los cielos–
protejan con su luz el alma mía
para darme la gracia que no tuve.
Muerto, seré la imagen que tú quieras:
tú me cobijarás en tus pupilas
y así podré ganar el paraíso.
         
Y. R.
(Capilla del Père-Lachaise, 10 de febrero de 2009)
Traducción: Luis Valdesueiro
















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