jueves, 24 de febrero de 2011

JUAN BAÑUELOS [3.133]


Juan Bañuelos

Juan Bañuelos (Tuxtla Gutiérrez, México, 6 de octubre de 1932 - Ciudad de México, 29 de marzo de 2017) fue un poeta, ensayista, editor y catedrático universitario mexicano.

Realizó estudios de derecho, letras hispánicas, filosofía y ciencias diplomáticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde coordinó, además, los talleres de poesía, junto a los de otras universidades, como las de Chiapas, Guerrero, Querétaro y Sinaloa.

Fue miembro fundador del Ateneo de Chiapas. En su obra, abunda la defensa de los pueblos originarios, y en 1994 defendió junto a éstos el Levantamiento zapatista, lo que le valió el nombramiento como titular de la Comisión Nacional de Intermediación, que organizaba las mesas de diálogo entre el gobierno mexicano y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Falleció el 29 de marzo del 2017, a los 84 años de edad.



Primera edición de La espiga amotinada (1960)

La espiga amotinada

Bañuelos se caracteriza por haber formado parte del grupo de poetas La espiga amotinada, donde publicó sus primeros poemas, junto con Óscar Oliva (1938), Jaime Augusto Shelley (1937), Eraclio Zepeda (1937-2015) y Jaime Labastida (1939). La espiga amotinada reúne en un solo tomo las siguientes obras:

Puertas del mundo - Juan Bañuelos
La voz desbocada - Óscar Oliva
La rueda y el eco - Jaime Augusto Shelley
Los soles de la noche - Eraclio Zepeda
El descenso - Jaime Labastida
La primera edición de La espiga amotinada fue publicada en 1960 por el Fondo de Cultura Económica, y el prólogo fue escrito por el poeta español Agustí Bartra.

Ocupación de la palabra

Cinco años después de la publicación de La espiga amotinada el mismo grupo de poetas publicó en 1965 Ocupación de la palabra, libro que, según los especialistas, recibe dicho nombre ya que "subraya la misión que debe tener la palabra, entendida por sus autores como signo poético".


Primera edición de Ocupación de la palabra (1965)

La primera edición fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, y no contó con un prólogo escrito por otro poeta, como en el caso de La espiga amotinada.

Este tomo reunía las siguientes obras:

Escribo en las paredes - Juan Bañuelos
Áspera cicatriz - Óscar Oliva
Hierro nocturno - Jaime Augusto Shelley
Relación de travesía - Eraclio Zepeda
La feroz alegría - Jaime Labastida


Obras

Su obra fue difundida por la BBC en ocho idiomas: alemán, búlgaro, checo, húngaro, noruego, polaco, rumano y sueco.

La siguiente es una enumeración incompleta de sus obras:

"Puertas al mundo" - La espiga amotinada (1960)
"Escribo en las paredes" - Ocupación de la palabra (1965)
Espejo humeante (1968)
No consta en actas (1978)
El traje que vestí mañana (antología personal) (1980)
Destino arbitrario (1982)
A paso de hierba (2002)
Vivo, eso sucede (2012)

Premios

A lo largo de su vida, Bañuelos obtuvo, entre otros premios, los siguientes:

Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1968)
Premio Chiapas en Arte (1984)
Premio Nacional Carlos Pellicer (2001)
Premio de Poesía José Lezama Lima (2005)




CELEBRACIÓN DE LA INFANCIA

Yo celebro. Celebro y danzo
bajo la númida capa de lo eterno.
Escucho el silbo del verde olor
de mis días natales:
escucho cómo gira la rueda de la noria
y cómo lo inasible crece en las espigas.
Y yo celebro. Celebro el diálogo del cordero
y las hojas del esparto.
Sobre el arcor de mieses cae lento
el ruido de los remos que golpean
las aguas de la noche.
Cantan las hojas y el viajero
por vez última oye el canto de los gallos,
mientras la esposa borda su nombre
en las doradas árguenas.
Lejos, un perro aúlla y un ala del día roza
la ventana.
Mas yo celebro, celebro y danzo al son
de las flautas oscuras que apagan el oro del otoño.
Pues ¿qué es lo cierto, y qué es el júbilo del niño ciego?
¿Y de quién es la trampa y el juego del viento vagabundo?
La fuente de ayer mana cerca de una tumba
y un árbol crece en la mano abierta de la tierra.
Soñamos,
soñamos y las aguas de la infancia
se cierran por encima de nuestras cabezas
                                           como un cúpula astral.

(De Puertas al mundo, 1960)




DONDE SÓLO SE HABLA DE AMOR

A los hombres, a las mujeres
que aguardan vivir sin soledad,
al espeso camaleón callado como el agua,
al aire arisco (es el aire un pájaro atrapado),
a los que duermen mientras sostengo mi vigilia,
a la mujer sentada en la plaza vendiendo su silencio.
En fin, diciendo ciertas cosas reales
en una lengua unánime, amorosa;
a los niños que sueñan en las frutas
y a los que cantan canciones sin palabras en las noches
compartiendo la muerte con la muerte,
los invito a la vida
                       como un muchacho que ofrece una manzana,
me doy fuego
                       para que pasen bien estos días de invierno.
Porque una mujer se acuesta a mi lado
                      y amo al mundo

(De Espejo humeante, 1968)





CONTRA LA SOLEDAD

Estoy a boca y llanto sometido
a abismos silenciosos como peces,
y tú, mi hora y señal, solo enterneces
el polvo que ya tengo compartido.

¿Qué diente hambriento, agudo, se me ha hundido
que repite su hazaña tantas veces
como minutos, días, años, meses,
mi piel a dentelladas la han tejido?

Colgando de mis huesos van las horas.
Sólo amando a mi pueblo he de perderte,
oh soledad, que fiel, todo coloras.

Señas me dejarás, más no en tus redes
he de dormir herido. Si he de verte,
fuera de ti he de estar aunque te quedes.

(De Espejo humeante, 1968)





OBOE NOCTURNO

Nos lo dijo la noche reclinada como una mujer vieja
En aquella colina:
Partimos la soledad como el pan más amargo.
Y aun así hemos seguido viviendo.
Callamos puertas, deshojamos muros,
Nadie nos vio correr tras el último tranvía de la noche.
Repasé caminando las palabras de arena
Que les dije en el bar a los amigos,
Y era mi boca la boca del silencio
Mordiendo aquellas cosas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas,
Con el sonido extinto de la sombra. Después,
Mi tardo andar imita la dirección de un río
O el camino de hormigas alrededor de un árbol.)
Leo un anuncio de neón
Que besa obscenamente la espalda de una estatua,
Alguien hace el amor
Y el mundo es más hermoso,
Y es cierto que el sereno ronda su última vuelta
Porque yo empiezo a ser testigo de los sueños.
A estas horas hay muchos hombres que van y vienen
Alegres, preocupados, en el medio de la calle
O avanzando contra un muro.
Es la hora en que la fiebre sube a los enfermos
Como una hiedra sonámbula y flotante.
Con los ojos fijos la música de un viejo cabaret
Madura lentamente el deseo,
La quemadura busca querencia en la ceniza,
Y recuerdo que es jueves
Sólo por darle un nombre al tiempo.
Los silbatos de las fábricas cercanas
Me traen preocupación y frío,
Y me duele la noche y el auto que frena de repente
Y el llanto del recién nacido.
Lo ordena el viento oscuro
Para que tú recibas las balas
Del guerrillero fusilado,
Para que ames
Aun desangrando en luto.
Y grita.
Grita con toda tu piel como si fuera
La lengua del mar mezclada con la noche.
O aún mejor: ponla tensa como un tambor que suene
Y despierte a los hombres.

(De Escribo en las paredes, 1960)



Esta noche y sus viejos nómadas de blanco 

Y todavía, todavía el ciego Tiresias va cojeando mientras recuerda al mar. 
El astro de Quetzalcóatl anda buscando sitio entre la noche. 
La noche con todas sus estrellas gira como un viejo molino de palomas, 
y nosotros, resueltos ya en ruinas, de esta carroña deliciosa 
sabremos ser tierra, sabremos ser fuego –sabré ser pájaro 
y su vuelo- 
y consentiremos en nuestro propio corazón al hombre. 
Ahora cerca del espíritu vamos a crear la palabra (un arco iris movido por el aire). 
Que el tiempo nos separe como separa los días y las aguas, 
que la palabra sea como la mano de Ananías y veamos 
por una sola vez, 
por una, lo que no podíamos ver. 
Porque ¿qué es el crepúsculo 
sin los ojos del hombre? 
¿Y qué es la pregunta sin que 
responda el que la sabe? 
¡Ay, corazón, alégrate y deja tu palabra en mi boca! 
Hagamos nido en las llamas de las imágenes; que un grillo debajo de la lengua vigile el sueño de caracol del mundo 
mientras danzando, enloquecido el viento rasga sus ropas en los árboles. 
¡Ay, corazón, alégrate, y ante un poco de agua del mar en nuestras manos, 
sintamos su grandeza al recordarlo! 
Y porque nuestro tiempo no es tiempo para interrogar al Mar 
sino para poner su boca en el polvo, 
y porque ¡ay! difícil es ver la hora desnuda de su arena, 
he aquí que un coro de lágrimas se oye en la noche 
y las estrellas tiemblan como párpados blancos en los ojos del agua. 
-Mas un día oímos la voz de la humedad del río subir 
la sangre hasta la luz, y danzar astillándose en los corazones. 
¡Ay, escribo sin medir camino ni palabras: no tropiece mi lengua para fundar el orden y la vida! 
Porque la vida es, y como la tierra, se embellece cuando arrojamos las semillas. 
Sólo cuando construimos nos despojamos de la ebriedad de la tiniebla. 
-Duermen los siglos en las piedras y el silencio se hace tiempo; 
en el verano de los muertos, el adolescente es un peñasco estéril. 
Sólo hila una tumba la arcilla que no conoce el agua. 
Nosotros nos iremos por los viejos caminos transitados, 
por las vías donde desovan los reptiles, por donde se quedó 
una estrella que olvidó la noche recoger, por el lugar del sueño, 
por donde el colibrí canta y su canto es liquen que cae 
para formar nido en el ojo de un ciego. 
¡Ah, esta noche y sus viejos nómadas de blanco! 



Viento de diamantes 

La eternidad está enamorada de las obras del tiempo. 
W. Blake 

Lo mismo que Adán sumergido hasta la alondra del silencio, 
sucio de humana noche en que he caído, rompo todos los pronombres 
para tenderme en el día óseo de la plenitud. 
Acudo ebrio de musgo y tulipanes hasta las criptas de las piedras 
o de los ríos secos, donde muerden el silencio cárabos crepusculares 
y en donde un hombre solitario se hinca. 
Pisando soledad entro en el día, porque es dable a las criaturas 
ver su hora crecer para hallar luego algo de los mortales 
en un grano de arena. Mas también bajo las gradas seculares y 
diviso el humo de las chozas de los hombres, 
veo los caminos cotidianos, las nubes que anuncian el otoño 
y a la mujer grávida de su fruto sentada en su hamaca 
viendo pasar las horas. 
Y me muevo con las hierbas, 
y con el menor movimiento del caballo, y siento que dentro de mí corro 
como ese río que estoy viendo que avanza. 
¡Y miro alejarse la carreta del último cosechador! 

E igual que una palabra lanzada a la mitad del mar 
caigo en el seno del prodigio. Y como el minero que se cubre 
con las manos la faz cuando de pronto, ciego, reencuentra la luz 
así la dulzura levanta su toga y me envuelve temerosa. 
¡Ay, el hombre soy y no lo había advertido! 
el amparado por dioses tutelares de la iniquidad, el que frecuenta 
y ronda tanto rencor taimado del polvo con su cauda de crines blancas. 
¡El hombre soy, mas no me basta! 
Porque el sol tiene su trigo en llamas y el mar tiene los ojos tocados por la gracia. 
El hombre soy 
pero toda cosa nacida con la aurora, con ella muere, 
y toda criatura que engendra la noche 
con ella se aleja porque oscuro es su linaje. Todo pasa. 
Y como el agua y el sol, también todo queda. Un silencio 
que se sienta a esperar el primer ruido. Nuestra imagen 
que se pierde y se encuentra como el humo que no es 
más que el eco del fuego. 
No otra cosa que la espuma negra 
que va haciendo el arado sobre la tierra. 
Y lejos de la memoria del viento que dejaron las épocas, 
un olor de centeno y anís hace volver los pájaros. 

Y porque el horizonte no es más que una hoja larga de perfil, 
dejo que mudas tribus de peces muerdan los guijarros, 
dejo que brille el hocico del jabalí en la noche 
y que bajo el zumbido de las abejas 
los bueyes trillen la mies. 
¡Ay, reivindicación bañada en el ojo inocente! 
¡Oh, exultación del mar sostenida en el resplandor! 
¿De qué remoto sueño hemos caído? ¿Por qué somos una 
rueda que grita enloquecida? ¡Ah! triste es nuestro 
paso, en verdad, 
¡No más que olas somos! Nos levantamos brevemente... 
para seguir siendo mar. 



Turno de noche

[fragmento]

Si puedo pagar seis potros 
¿no son sus fuerzas mías? 
Los conduzco y soy todo un señor 
como si tuviese veinticuatro patas 
GOETHE



I

Hoy 
el hombre puede sepultar 
la ausencia y el olvido 
Sólo 
el Sueño 
no existe 
por decreto



II

Rodeado por la sed esponjosa de un árbol 
de pie con la montaña de la noche 
audaz como el insomnio de los ríos 
me dirijo al trabajo —del relevo nocturno 
con miles de rostros nunca vistos: 
de cara las Ovejas 
frente al Tigre 
cuando checan 
su tarjetón 
de entrada: 
“Buenas noches” 
CRAC-CRIC-CRAC 
Y al amanecer 
“Buenos días” 
CRIC 
Y el jefe de Turno farfulla 
“Gracias al Sueño 
aumentó la producción” 
Allá 
el Tigre 
resollante 
duerme 
Aquí 
rozan el Sueño 
las Ovejas



III

Asaltado por un tartamudeo 
o simples taquicardias 
el hombre organiza los días 
y las generaciones van y vienen 
atadas a un animal agonizante 
que aún alimentan manos sedentarias 
calvos cuellos caspa 
celulares copas capataces 
sociedad digital 
los masajistas van y vienen 
igual que en la Casa Bursátil 
—Di tú número 
no tu nombre— 
nos obliga el agente bancario 
: fuimos más allá de la luna 
: computadores reemplazan el cerebro 
: ¿qué sabio proyectó la bomba limpia? 
Pocos se han refugiado en la Memoria 
—polvo que sin andar 
descubre nuestros pasos 
Una mosca seca es la lejanía 
—¿Estás allí? ¿O no apagaste 
la computadora?



V

El Insomnio prosigue 
su labor de erosión 
sobre toda indulgencia 
los reclusos 
nos miran 
fijamente 
como el ojo 
del pez 
en el mercado 
el rito acorde 
rumia 
lo imparido 
las cantinas se llenan 
el hospital se asoma 
las tumbas se hartan 
nada más 
se hartan 
nada más 
se llenan 
lúcido leso 
recién entonces 
erizado rencor



VI

Zumban insectos 
contra el vidrio



VII

a) 
El mar ha puesto de pie 
al Insomnio sobre una ola 
y las gaviotas clamorean de hambre 
b) 
también el llanto 
se ha puesto de pie sobre las aguas 
y nadie parece ver los ojos 
de los muertos 
c) 
el eco dentro 
del caracol marino 
no calla nunca 
d) 
cuando el reloj del pueblo da la hora 
escritura en la palma de su mano 
los errores del hombre —¿horrores? 
e) 
una grieta en tu taza de café 
es la fuga al país de la desesperanza 
f) 
No es tan fácil volver la espalda al mundo 
zumban las moscas 
cómo ahoga el hedor homicida 
vengo de Acteal 
con los zapatos viscosos 
de sangre 
entre el polen 
del miedo 
heridos 
desplazados 
úmbricos 
inmóviles 
se comen 
su propio 
corazón 
Y aún así 
nunca crecerá 
en el suelo 
que pise un Funcionario 
ni una brizna de hierba




VIII

De la luz a la piedra 
de la nube 
al árbol de la sangre / 
luz que hiere monóloga sombra 
que con sus pies descubre 
alúcida la nada: 
dormidos en el fondo del mar 
están los peces mudos 
doblemente callados —igual 
que tantos hombres sin dormir 
en las excavaciones de las minas: 
enorme 
insomne 
latido de la piedra 
de liquen sin edad 
de lo inerte a lo vivo 
de reses minerales 
de un país oscuro y dividido / 
llamarada quietud 
latido insomne 
enorme 
que trasciende 
y nos despierta

Naucalpan, Estado de México 




La obra de Juan Bañuelos recupera elementos fundamentales del habla popular: es coloquial, abierta, plena de sonoridades y, al mismo tiempo, profunda, pasional, secreta. El tema amoroso es una de sus estancias más soleadas. En él, el regocijo de los cuerpos, su materia encarnada y el goce son la sustancia elaborada del decir; otra de las caras del prisma es el paraíso perdido de la infancia, con su esencia plenamente mexicana. La miseria que vive el pueblo, la injusticia y la denuncia del poder despiadado de los gobernantes han marcado su trabajo. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en su primera emisión de 1968. Su poesía reunida apareció en El traje que vestí mañana (2000) en Plaza y Janés.




Juan: Hebreo, Yehohanan o  Yohanan, “Yahvé es benéfico”, “Yahvé es misericordioso”.

Bañuelos: Lat. Balneolis, “en los pequeños baños”.

Probable significado completo: Misericordioso en o con los pequeños baños.



Anacreóntica

Colgué en sus labios el asombro.
Como un tigre violeta le sangraban los ojos.
Ahorré la luz debajo de su pelo.
Sol. Tertulias de sombra en sus pestañas
rumoreaban como uvas de un lagar.
Reconstruí de súbito la fiebre,
y el acoso flameaba entre sus medias.
Pequeña de los años ―diecisiete―
me despeñé desde su cuello
cuando debajo del corpiño
dos frágiles navíos
se le iban a pique.




Relato

(fragmento)

Puntual
asistente de liquen y de ortigas
llegas, oh soledad, puntual como la noche,
como la lluvia de este otoño, llegas como
la estricta jaula que nos forma el aire.
¿A qué hora del día nos duele más la vida?
Decimos soledad por no decir “qué frío”,
decimos “voy contigo”, para quedarnos solos.

Un día
alguien  ama nuestro silencio,
esta forma de viajar sobre la tierra.
Se tropieza, fumamos, hacemos el amor,
y al comer cubrimos el pan de espesa mantequilla
parecida a la sombra,
seguros de caminar mañana
entre escritorios grises de oficinas.

Y sin embargo el sueño llega.

Una vez, cuando el mundo se hizo de otra edad
y cabía en un grano de arena,
las hojas amortajaban al rocío, el viento
rasgaba las cuerdas de las rocas, y los bosques
eran las astas de los ciervos.
Luego vinieron los mares ateridos.
Alguien vino, también, y abrió la roja puerta
de par en par, y las oscuras dehesas
del polvo y de la nieve
salieron como radiantes novias
arrodilladas en los valles.



Fábula definitiva

Porque no es natural que yo me queje,
que vaya lastimando con mis voces
al alba y a los pájaros,
que arroje mis palabras como piedras.
Porque no es natural,
yo sé bien lo que vale
el tiempo de la siembra.
Hoy todos saben que si llamo,
que si grito, le toco a cada uno
la negra pústula que llevan.
(Debajo de la vida hay un sabor a
lengua nativa, hay ese oscuro olor
de las cenizas húmedas.)
Sucede
como un pabilo de luz.
Despierto y dócilmente
le toco su niñez al alba.
Me conformo pero llega la tarde
y no consiento que laven mis ojos
las estrellas.
¿Cómo tocar la luz con estas manos
si el aire nos enreda, si el hambre nos enreda
y nos hace danzar, danzar
una fábula
de bocas enterradas
y de yedras?

Fundo mi pecho de relámpagos.
¡Que nadie contemple su tristeza!
¿No mide el sol los días?
¿No mide la jornada del labriego?
¿Y qué son esos días sino sol y más sol,
extraña savia y sed,
albúmina buscando su envoltura
bajo el violento octubre de las cosas?
Yo, enfrente de este bosque y de este tiempo hablo,
con mi herida terrena, doble,
doblemente violenta.
Enfrente del terror me quedo, amigos,
como el mar, una vez,
sentado en las arenas.



Brasa desnuda

Es el momento del deseo.

Acostada, desnuda,
te extiendes como la piel de una colina mordida por el sol.
Empiezo a contemplarte desde tu pie dormido en el aire,
tus piernas puntuales, mientras subo mis ojos,
se dan cita en una dársena negra, sitiada
por húmedos carbones, carbones de labios,
labios de lianas.
En este instante cumplo la edad del deseo
en el rostro más tierno de la tarde.
La fruta resbala,
cada minuto crece, se hincha ardiendo.
A la seis del espejo entro en ti
como el huésped más esperado,
sencillo como el río del día
te cubro con mi piel de hombre,
soy la lengua que recorre tus venas para callarte,
te quito los ojos dolorosamente,
te doy otros dos brazos para pesar la vida,
mi boca llovizna en tus pechos,
rayo tu espalda para escribir tu nombre,
con mis huesos te hablo,
tu quejido es el más largo que escuchará la noche.
Qué animales humanos más hermosos.

Cuando quedamos solos, desnudos cuando termina todo,
graniza la sensación de que el aire
nos ha descubierto.



Viparîta râti

Te debo unas palabras
zorra mía.
No he vuelto a verte /
Sin un adiós
no te rogué ni te menté la madre.
Tu putería quedó incólume.
Ahora
¡a ver!             atrévete
ya muertos
a quitarme
la respiración.
A veces
al despertar
si muevo un brazo
siento el peso
de tu cabeza /
frecuentemente
mis manos
recobran
el movimiento de tus piernas  /
tus pechos y tus hombros
sin querer
abundan en mi boca.
¿Y yo?
¿qué te dejaría?
mis orines puntuales en tu vientre
de acuerdo a tu linaje /
el hotel sucio de Toluca  /
los versos del Santo Desierto:

 “Solitaria mansión, sol sin eclipses
Oh silencio de amor y cuánto dices”

y las aguas termales
de Chignahuapan.
Ahora
protegemos la vida conyugal
como buenos cristianos  /
dirás que fue hermoso
engañarnos el uno al otro.
Es cierto  /
nuestros proyectos
duraban un orgasmo  /
no se podía ir
de todos modos
demasiado lejos
porque tus nalgas
pesaban
infinitamente más
que mi silencio  /
y mi falo
enhiesto
como un guardián británico
te hacía entrar
en la carpa
de tu propia soledad.
Jugamos a hacernos daño.
Nos lo hicimos.
Y cada quien
recoge ahora sus astillas  /
pobres amantes pendejos
que oyen zumbar
a la ironía
y la confunden con el deseo.
Guardamos la distancia
de los civilizados
pero cuando el Monte
de Venus
se venía abajo
por nuestras ganas militantes
el desastre
era el mejor huésped
de aquel cuarto /
en donde confundíamos
tu vocación
de puta regia (oh vulva mística
pelambre de gemidos)
con la música del disco
que había terminado
dejando penetrar
de nuevo
los gritos del mundo.



Contra el tiempo

No distraigas tus ojos en cosas pasajeras,
no digas que es el mar si sólo ves espuma.
Ignora si es de noche; si es de día, no quieras
un solsticio de bruma.

Si aún estás a mi lado, escúchame de veras,
que me sale este amor por la herida que agruma
días, pasos, recuerdos (mis penas son terneras
con zarpazos de puma).

Buscarnos. Sorprender. Amar en este día
como instantáneo broche en una ardiente espada
que el gozo hizo de labios en su vasta herrería.

¡Tristísimo  tarea de luchar contra todo
lo que intenta apartarnos! Amantes de alborada
sobre un crepúsculo de yodo.

Yo a nada he respondido. Ni al tiempo, que al pasar
me empujó tantas veces contra aquella alambrada
que le dicen olvido, y por costumbre, mar.






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