viernes, 11 de febrero de 2011

LUNA MIGUEL [2.996]


Luna Miguel

Nací en Alcalá de Henares el 6 de noviembre de 1990, pero vivo en Barcelona desde 2011. También he residido en Madrid, Almería y Niza. 

Trabajo como redactora en PlayGround Magazine (desde 2014); textos míos han aparecido en El País, Nylon, Público, La Vanguardia, El Cultural, Jot Down, Babelia, El Periódico y S Moda. Fui directora editorial de El Gaviero Ediciones (2014-2016) y becaria y asistente editorial en Literatura Mondadori y Reservoir Books (2011-2013), así como community manager de la editorial Lumen (2012-2014). 

He publicado los libros de poesía Estar enfermo (La Bella Varsovia, 2010), Poetry is not dead (DVD, 2010 – La Bella Varsovia, 2013), Pensamientos estériles (Cangrejo Pistolero, 2011), La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013) y Los estómagos (La Bella Varsovia, 2015). 

Varias selecciones de estas obras se han editado en el extranjero: Bluebird and Other Tattoos (Scrambler Books, 2012) y Stomachs (Scrambler Books, de próxima publicación) en Estados Unidos, Musa ammalata (Damocle Edizioni, 2012) en Italia, Más allá de la quietud (Melón Editora, 2013) en Argentina y Museo Anatómico (89plus; LUMA Foundation, 2014) en Suiza.

Además de poesía, he publicado el cuento Exhumación (Alpha Decay, 2010) escrito junto con Antonio J. Rodríguez, y el ensayo El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina (Muckakers; Capitán Swing, 2016).

He coordinado las antologías Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011), Sangrantes, (Origami, 2012), VOMIT (El Gaviero Ediciones, 2013), Los reyes subterráneos (La Bella Varsovia, 2015), junto a Elena Medel y Pasarás de moda (Montena, 2015), junto a Jesús Carmona Robles y Adrián Martínez. 

También he traducido El libro de Monelle, de Marcel Schwob (Demipage, 2012), Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud (en colaboración con Laura Rosal, Cangrejo Pistolero, 2013), Vida en Marte, de Tracy K. Smith (Vaso Roto, 2013) así como poemas sueltos de Nanna Juul Lanng, Casandra Troyan, Catalina Stanislav, Ellen Kennedy o Lysianne Rakotoson.

Actualmente escribo mi primera novela y ultimo el poemario El arrecife de las sirenas.




Estar enfermo (La Bella Varsovia, 2010)


SíNTOMAS

me muero y sin embargo viviré
EDGAR ALLAN POE


1. hypocondriaque

garganta vacía, blando, duro, cabeza.
garganta seca, fiebre, sueño, tripa,
tengo todos los síntomas, sueño todas
las enfermedades, sangre, frío, azúcar.

no estoy enamorada.


2. doucement
así esperas
las cosas lentas
de nuestra ciudad

mientras
dejaré que el viento
muerda mis manos


3. gorge coupée

sin que nada doliera
los dioses

decidieron cortarnos
la garganta


4. si jeune

tan joven
y ya he perdido
media lengua

ahora sólo
espero
el día de nuestro
reencuentro


5. la maladie

pronuncias la epidemia
y un hombre muere

pronuncias el silencio
que nos queda


6. paroles
no son poemas,
lo que lees son mentiras


SOBRE LA MEDIOCRIDAD

No nos enseñaron a nadar
y en poco tiempo
aprendimos a ahogarnos.

La espuma era larga,
la cresta amarga y sonora.

Estallaba gota a gota
el aire
contra su propio cadáver.

No nos enseñaron a remar
y el temporal precipitó un naufragio.

La balsa, para la medusa.


SAILOR'S GRAVE

Pacté con mi madre un tatuaje en el cuello.
Las dos compartiríamos marca,
las dos,
el sello de la tinta que nos une.

Sin embargo ahora
una cicatriz en el lugar íntimo
separa nuestras nucas para siempre.


NOTTURNO 223, CUARTA PARTE

Acabaré escribiendo
cualquier cosa
menos poesía.

Acabaré ahogada
en la sábana,
en la cama verde
que no alcanzo
cama
a la que no llego
por este camino
ruidoso.

Autobús: casa.

Argelinos dormidos.
Maricas que respiran
rápido
como si vivieran al borde
de la muerte.

Transporte atestado: casa.

Acabaré mareada
en la cuneta
dos euros ochenta y cinco
céntimos.

Y a cada hora el trayecto
es más
peligroso.
Y a cada hora
la cama
es más
extraña.

Acabaré mandando
Continental Auto
a la mierda.

Porque la vida
es cualquier cosa
menos poesía.

Porque qué tiene
de poético
el miedo hoy
en mi carne.

Acabaré haciendo
cualquier otra cosa
menos
poesía.

Porque no es lo que tú.

Ni lo que yo.

Porque no es lo que el mundo
necesita.




Poetry is not dead (DVD, 2010 – La Bella Varsovia, 2013)

El aullido de Luna Miguel
Por Jorge Díaz Martínez

A la hora de hablar de Luna Miguel, debería tenerse en cuenta que tratamos de una escritura cuyo carácter coincide, creo que conscientemente, con el tránsito que nos imbuye, es decir, con la tardomodernidad. Pero, para esta joven poeta, una tardomodernidad que se acerca más a la etapa siguiente: la cibercultura y la hiperliteratura.

Muchas huellas conectan Poetry is not dead con el verdadero «libro» de la autora: su blog. Empezando por la cita de Maite Dono, a la que ambos honran, pues comparten su rechazo hacia una idea demasiado pulcra de pureza/belleza. Desde este punto de vista, el poemario editado por DVD podría leerse, y de facto se lee, no como un objeto o una obra de arte autónoma y cerrada, sino como un fragmento o, más aún, como un fetiche.

En el caso de Luna Miguel, el hecho de estar «entre los pre y los post» no provoca su desalojo por falta de etiqueta, sino que modela su singularidad o enfermedad específica, de que la que Poetry is not dead sería síntoma. Un título a todas luces reivindicativo, rebelde, centrípeto, incluyente y demarcativo que la coloca en la diana de nuestro espectáculo literario.

«El poema
puñetazo
el amor que nos vuelve
niños
sin importar la cantidad de libros
que hayamos leído desde entonces.»

Reivindicativo de un turno, el propio, que rechaza las prácticas revenidas. Rebelde al acentuar la negación. Centrípeto por autorreferencial. Incluyente por aglutinante de tradiciones plurinacionales, lingüísticas, genéricas y estilísticas. Y demarcativo por posicionamiento, pues es obvio que tras semejante título no vamos a encontrar una poesía neutra. ¿Entonces, en qué consiste su propuesta? Como principio generador, puede decirse que la clave de su poética reside en la conjunción de los opuestos, la falta de respeto por las fronteras establecidas, el amor de lo puro por lo sucio:

-Prescinde de la pureza clásica (oro seco) y también de la métrica clásica, lo que no quiere decir que no esté. Al contrario, lo que hay es un esfuerzo porque no esté y al buen lector le sonarán los acentos encabalgados. Dos endecasílabos: «sin importar la cantidad de libros/ que hayamos leído desde entonces».

-Combina lo que Quintiliano llamaría estilo bajo con su opuesto, pues hace uso de un culturalismo referencial que recuerda no tanto a los novísimos como a la cosmogonía beat y su afán abarcador, pero más al engarce hipertextual, multiplicando la entropía de cada poema. Así, este rizoma no se deshace de sus raíces inmediatas sino que demuestra, más que su débito, su placer por ellas. No la asepsia, sino la líbido de una lectora hedonista, complaciente con sus obsesiones, sus lugares, sus citas, sus autores. El pathos de una amante.

-Más sintético que analítico, reclama el diálogo con lo exterior a la poesía, simplemente porque rompe la diferenciación. No hace ascos ni a la retórica arrabalera («el autobús es puntual / como mi regla») ni al cosmos consumista o popular, como pueda ser un Huevo Kínder o un «emoticono». Es decir, una inclinación a lo pop que comparte, por ejemplo, con Elena Medel.

-Más analítico que sintético, sus proposiciones se basan en la lógica del campo literario, en la confluencia de repertorios a menudo también antitéticos: una fusión de la poética de J.A. Valente con la de Bukowski seguramente sea algo parecido a esto. Por lo tanto, nada que pueda circunscribirse a los límites de una literatura nacional.

Historicamente, la conjunción de estilos opuestos acarrea el disgusto de la academia. Sin embargo, desde los Siglos de Oro hasta la Generación del 27, la poética antitética ha ofrecido algunas de las mejores obras de nuestra tradición. Al conjugar lo alto con lo bajo, lo culto con lo popular (el porno, lo chabacano, lo comercial, lo kitsch, lo camp, lo punk), lo literario con «lo extraliterario», la tradición con la «no-tradición», al acercar a la actualidad la literatura, al acercar el texto a la corporeidad, al asimilar en su repertorio activo modelos rechazados (Valente, Aleixandre) por buena parte de nuestra poesía reciente, Poetry is not dead consigue, en primer lugar, la actualización del discurso, no como simple imitación de tradiciones, sino como su revitalización combinatoria, a la vez iconoclasta y reverencial, y en segundo lugar, el contrabando en la frontera entre la literatura y una realidad tan voluble como su ortografía («Madriz»).

De manera igualmente paradójica, tampoco deja de ser un libro romántico que no renuncia al yo, que insiste en el yo y en la poesía como fuerza musical que lo desborda y de la que se sirve para afirmar una poética de rebeldía («decir con rabia todo lo que no debo») ante el aborregamiento general («He leído sus poemas fotocopiados, Cerebros escribiendo de memoria»), pero que, al dejar a la vista la arquitectura del poema, pone de manifiesto sus modos de restricción («y no decir te quiero porque eso ya lo he leído») y declara la construcción artificiosa en que consiste el poema, su elección condicionada: ni siquiera la rebeldía es libre.

«No nos enseñaron a nadar
Y en poco tiempo
Aprendimos a ahogarnos.

La balsa
Para la Medusa.»

Nuestra modernidad/razón ya no se/nos sostiene, es mejor cedérsela al pasado. Nuestro tiempo es «el corazón de un Huevo Kínder/ sin sorpresa», metáfora de un existencialismo consumista, marco de las antítesis sociales contemporáneas: la prostitución, la inmigración, etc.

Pero, en definitiva, Luna Miguel no hace nada tan diferente de lo que vienen haciendo los poetas periféricos españoles desde los 80. No es tan políticamente incorrecta como David González, no es tan malhablada como Violeta C. Rangel, no tiene menos pelos en la lengua que Antonio Orihuela, pero con veinte años ha conseguido situar una poética de extrarradio en el centro del sistema poético, así como el reconocimiento institucional que dicha poética merece.

No está de más recordar que tanto Lotman como Bourdieu señalan la imposibilidad de generar un discurso lírico desvinculado de los «medios de producción» y la dificultad de que un texto funcione si su organización no está «prevista en la jerarquía de los códigos de la cultura». Por eso, el éxito de Luna Miguel hay que entenderlo como una señal de cambio en las fuerzas que dominan el escenario poético, español e internacional, en estas primeras décadas de la cibercultu



Pensamientos estériles (Cangrejo Pistolero, 2011)

Todo rasurado: 
hasta la última pestaña 
de esta pesadilla monótona.
Todo rasurado. 
Todo falso. 
Imitación punk de una poeta muerta. 

Si Pizarnik resucitó, ¿lo harás tú, 
suicida idiota,
que miras desde el reflejo? 

Todo rasurado, 
¿coño o corazón? 

eso qué importa cuando ambos huelen a vida, 
cuando ambos sangran y tiñen de amor. 

Todo rasurado para sentir mejor el hielo. 
Todo frío. 
Todo muy frío y hermoso. 
Todo vacío, por última vez. 


AMOR

Busco muerte. Busco muerte y entonces te espero porque ya queda poco y no quiero la muerte de otro yo solo quiero tu muerte tu muerte tu muerte aquí conmigo juntos. Busco muerte y encuentro poesía. Qué más da. Es lo mismo. Subrayo la página idiota y abro en canal a todos mis deseos. Abro el libro. Lo entreabro para que no huya. Leo. Y Sagan, zorra gabacha, vuelve a burlarse de mí: Pero vamos a olvidarnos de los locos de amor, de los que cayeron en el cepo, de los enfermos desahuciados y de algunos poetas. Olvidémoslos. Aunque esto es una estupidez: yo no puedo olvidar la Poesía, que, aunque nunca supe hacerla, es lo único que me gusta.


Cumplir veinte años
1990-2010

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Roberto Bolaño

El espejo del cuarto de baño me hace triste. No gorda, ni fea, ni sucia:
solo triste.
Esta es mi imagen. Miradme. Antes prefería que no lo hicierais. Pero venga, miradme. Os
estoy regalando mi mejilla rosa.
Como vino espumoso, me dicen. Como Heidi colorada.
Tengo la mejilla puesta para vosotros. Me gusta que me peguéis. Me gusta que me
maltratéis.
Vosotros, días anodinos. Vosotros, poemas viejos, poemas-odio, poemas que aún recuerdo y
cuesta detener.
Mirad mi mandíbula. Cómo cruje cuando ladro. Cómo suena. Igual que una perra canija y
enamorada.
No me preocupa la vida tanto como la poesía. En la vida la gente especula. La gente cree lo
que insinúas. La poesía es vida insinuada. Escena.
La poesía es un picotazo.
Aquí hay muchos mosquitos.
Hay mosquitos porque el río pasa cerca. Hay demasiados mosquitos y demasiada humedad.
Mi abuela me ha pedido que cierre la ventana. Cierra, niña, si no quieres que los bichos te
muerdan.
Vivo en un edificio de las afueras de un barrio de las afueras de una ciudad de las afueras
de Madrid. Los ladrillos son blancos.
Mi casa parece una torre de un castillo. Una torre sombria de princesita durmiente. Una
torre ficticia. Pues vivo en el segundo piso y apenas toco el cielo. Mi habitación huele a
hierba de río. A sangre digerida por mosquito. A baba de perro.
Para salir de esta prisión tomo el autobús 229. Sale cada media hora desde la rotonda.
 Extracto 2 de 3 4
Pensamientos esteriles
Tarda 38 minutos. Es de color verde, suena oxidado sin embargo.
Me suelo sentar en la primera fila. No me pongo cinturón. A veces pienso en mi muerte.
Pienso en un accidente de tráfico a la altura del aeropuerto.
Me imagino el frenazo. Me imagino saliendo disparada hacia el cristal.
Romperlo con la cabeza.
Caer a la carretera.
Imagino la última escena. Un avión de Easy Jet saludándome desde el aire.
El avión es el transporte más seguro.
Dicen.
Pero yo me imagino muerta.
No triste, ni gorda, ni fea.
Me imagino muerta.
Todos los días.


[...] notas y esbozos de poemas

Poemas. Objetos de la muerte. Eterna muerte.
Eterna inmortalidad de la muerte.
Algo así como un goteo nocturno y afiebrado.
Poesía. Orina. Sangre.
Blanca Varela


La no poesía del sí-lugar.
Proponerse entonces
componer
un poema largo.
Un poema que no entienda
de capítulos
marcas
señas
tiempos de espera.
La mañana es imperfecta.
Veo amanecer desde
el último vagón
algo falla en el paisaje
algo: quizá esta vida torpe
irregular
e irreverente.
Tengo un pecho más grande que otro.
Por eso los hombres me acarician
el más
abultado.
Son listos.
Pienso.
Es el instinto animal.
Mi pecho
mi seno
mi teta morada de mordiscos
de frío
de imperfección.
Solo tú eres perfecto
solo él
os digo
corazón grasiento,
él prefiere el olor a mierda
que el olor a
lejía
él y el perfecto defecto
de su barbilla cálida
de su caricia cálida
de su estéril te quiero.
 [Porque el amor es estéril,
 existe el sexo.]
También tengo orejas de mosca.
Aunque no sé cómo son las orejas de mosca.
Ni siquiera sé si las moscas tienen orejas.
Y el zumbido.
El temblor impaciente de mis manos
antes de encontrarte.
Porque escucho con oídos de abeja,
de insecto,
de bicho loco:
bichito aplastado.
Mi pecho es el de un animal inmenso.
Rujo de mentira.
No conozco a ese dios.
Vuelo y casi ladro.
Creo que soy joven.


La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013)

Cicatrices

Mi abuelo tiene una cicatriz en el estómago.
Mi abuela tiene una cicatriz en el pecho.
Mi madre tiene una cicatriz en la garganta.
Mi padre tiene una cicatriz en la rodilla.
Mi amante tiene una cicatriz en el costado.
Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,
aceite, tiempo quemado:
un rasguño. 



Mudanza

El único lujo aquí
es el agua caliente.

La certeza de tener
una piel
limpia.

La dignidad del gesto,
gota a gota,
sin jabón mi perfume.

Mi casa es tu casa.

Ven.

La bañera es para todos.

Bendícete en este agua
púrpura.

Comprende qué poco importa
la precariedad
cuando tú
lo sabes
estás donde debes.


Ancla plateada

Eres un buen momento para nacerme de este brazo.

Para nacerme de las rodillas.

Para nacerme:
nunca del vientre,
sí del tatuaje plateado.

Antes del óxido yo lo era todo.

Ahora soy futuro.

El hilo delicado que se anuda en el ancla



Mala Sangre

I

La felicidad no puede ser experimentada ni por
los vivos ni por los muertos. Eso me dijeron los
que dibujaban tus ojos en un pañuelo blanco.
Los que me tentaban: si otra persona, si una
sola persona recuperara antes que tú este pa-
ñuelo, los ojos de tu amado desaparecerían para
siempre. Los ojos. Desaparecería para siempre.
Tu amante. Los ojos de tu amante/amado como
una gallinita ciega. Ven. Date prisa. Tómalos la
primera. Los otros niños corren más que tú. Tó-
malos antes que ellos. Nunca ganaste al juego
del pañuelo, pero aguanta. Aguanta esos ojos
estériles. Aguántalos sangrantes en tus manos,
en tus globos oculares, los ojos sobre los ojos,
y más ojos sobre más ojos. Introdúcelos en tu
organismo. Pez de tres ojos. Pez radioactivo de
dibujos animados. Toma los ojos de tu amado.
¿Cuántos ojos hacen falta para ver el mundo?
¿Cuántos iris, para creer en el amor? La felicidad
es ciega, dicen. Nadie la ha visto. A todos
nos mienten sobre su esencia. Que si mariposas
en el estómago. Que si cucarachas en el pecho.
Que si larvas en las varices. El terror también
es ciego. El amor y las cosquillas. Nunca me
gustaron demasiado las cosquillas. De pequeña
mi padre me tomaba de las caderas y me hacía
cosquillas. Presionaba tan fuerte mi carne que
yo solo podía llorar. Debía llorar. Cuando la risa
de la cosquilla se convierte en dolor. La infancia

era dolor. La infancia era pesadilla. A veces mi
padre me leía cuentos de Cortázar y yo solo
temía por mi vida. Personajes extraños y apocalípticos
rondaban mi cabeza por las noches.
Los cronopios como monstruos. La infancia
era cronopio. Las historias de Cortázar como
el peor cuento de terror que se le puede leer a
un niño. ¿Acabaré desdichada? Pensé. ¿Será mi
futuro el de un cuento de Cortázar? ¿Respiraré
bajo la tela gruesa de este jersey naranja? ¿Me
encontraré conmigo misma de frente, en mi
sofá, leyendo mi propia muerte en un papel?
Me dijeron: toma los ojos de tu amado. ¿Y yo?
¿También acabaré ciega?
Decía,
¿desdichada?


II

Nos venden la felicidad cual refresco. La felicidad
es hidratante y dulce. La felicidad es burbujeante
y suave. La felicidad es una droga cursi
que entra por las uñas y baja por la garganta
cual aspirina triturada (el bote de las pastillas, trá-
gatelo), cual grumo seco de cacao (el bote de los
polvitos, trágatelo), cual aguja, punzando fuertemente
la inocencia. ¿Pero qué es la inocencia?
Alguna vez intenté responder a esa pregunta y
entonces nada volvió a ser lo mismo. Preguntarse
por la inocencia perdida es la mayor barbarie
que conozco. Mírate, has crecido, y cerca de ti
solo veo cucarachas. Y cerca de ti los insectos
saben. Qué corazón tan ridículo. Cuánta pena
dan tus bichitos en el pecho. Mis bichitos cuando
te pienso. Los bichitos en mi débito y mi
pobreza. Madurar es la pobreza. Cuando uno
encuentra cero céntimos, cero algodones, cero
esmaltes, cero respiraciones, cero palpitaciones,
cero cánceres. Cuando sabe que el dinero
es quien dicta nuestra digestión, ¿cómo se puede
ser feliz? Trabajar en lunas ficticias. Devorar
comida barata. No quiero el dinero de papá ni el
de mamá. No quiero su dinero ni su casa.
Aquí: mi novela política.
Aquí: lamer el suelo.
Aquí: la independencia.
Aquí.


III

Leo a Julieta Valero. Me cuenta que el deseo es un
órgano vital como el arpa en las batallas, pero yo sé
que para nosotras, la niñas tontas, el deseo es
esa moneda brillante. Esa moneda que no tenemos.
Moneda de cambio en la felicidad. Te doy
tres papelitos y cuatro besos si me dejas dormir
en una casa caliente. Que ser feliz es tener
dinero. Que ser feliz es comprarse libros. Que
ser feliz es vestir la ropa que Nadia nos roba en
grandes almacenes. Pantalones de cuero. Camisetas
transparentes. Zapatos de tacón marrones con tachuelas
brillantes. Chalecos salvavidas. Angina en el escote.
Solo visto ropa robada. Solo huelo a caro y a robado.
Que ser feliz es qué. Nadie lo sabe. Y si
alguien lo supiera, ¿a quién se lo diría? ¿Por qué
compartirlo?
Si algún día sonríes que sea tu secreto.
Si algún día despiertas alegre que sea tu puto
secreto.
El mundo se desmorona y tú te diviertes.
Que sea tu secreto.


IV

Porque la felicidad no puede ser experimentada
ni por mí ni por el resto de ignorantes. La felicidad.
Alguien se la ha llevado. Alguien más listo
que tú y que yo se la ha llevado. ¿Por qué la deseo?
Hay quien prefiere vivir en los márgenes de
la felicidad. Los márgenes de la alegría: o estar
vivo o estar muerto. Hay quien prefiere merodear
las orillas. Lo alegre solo existe en el término
medio. Entre lo sombrío y lo clínico. Entre
el holocausto y la golosina. Por eso no estoy ni
viva ni lejos, ni cerca ni muerta. Mi salud es un
reloj de cuco. De él nacen tus ojos cada hora. De
tus ojos mi felicidad, cada hora. Y lloro todas las
semanas. Mal-estando, lloro todas las semanas.
Y entiendo este ácido.
Este éxtasis. Este límite.
Esta pequeña lágrima con forma de soga.


V

El útero de mi tía tiene forma de soga. Las sogas,
como las pulseras plásticas de las niñas que
venden en los chinos, tienen formas de animales
perfectos. El útero de mi tía Lourdes es un
animal perfecto: huele a estiércol y a hierba mojada
y a veces se lo comen las moscas. A mi tía le
han quitado un trozo de útero y no se va a morir
pero le duele. No se va a morir pero le asusta. A
mi tía le han quitado el útero y yo, que soy una
mala sobrina, no he ido a visitarla. Los hospitales
me dan miedo. Tanto que a veces prefiero no
ir a ver a mis seres queridos, opto por decir hola,
tía, estoy ocupada, opto por mentir, hola, tía, estoy
ausente. La primera vez que me quedé a dormir
en un hospital, fue para cuidar a mi abuela después
de su duodécima operación. La primera
vez que me quedé a dormir en un hospital mi
abuela se cagó encima. La habitación comenzó
a apestar. Llamé a las enfermeras para que limpiaran
pero no venía nadie. Abracé a mi abuela,
que lloraba de vergüenza. Pero su peste solo
me provocó amor. Su mierda era mi amor por
ella. Mi cara relajada, mi ceño sin fruncir, era su
amor por mí. El fin del mundo tiene que ser algo
parecido a esto, pensé: estar al lado de alguien a
quien amas cuando todo lo que te rodea apesta
a final infeliz.
El fin del mundo debería ser así.

Dos personas abrazadas en mitad del desconcierto.

Tranquilas pero tristes.
Con lágrimas pero soportando.


VI

En aquel tiempo yo leía a Beatriz Preciado y mi
madre estaba sana. Un año después también
tendría que visitar a mamá en otro hospital de
otra ciudad y de otro fin del mundo (pero eso
ya es otra historia). Yo leía a Beatriz Preciado:
aquel libro sobre testosterona, cuerpo, mutaciones,
medicamentos, jeringas y sexo. En aquel
tiempo no vivía en Madrid. Por eso todo me
daba asco. El mundo, fuera de la capital, era un
hospital enorme con úteros y sogas, y páncreas
colgando de las puertas… y el pus, el poema segregado
como pus de Panero. La felicidad consistía
en salir de todo aquello. Asistir a fiestas. Bailar
desdentada. Comer desdentada. Follar mucho.
Pensar en el dinero. Ser feliz sin todo aquello.
Ser feliz a costa del abandono a los infelices.
Esos infelices que me aman. Pobrecitos. Pobres
infelices. El malestar era mi familia. El malestar
era comprender a los demás. Comprender a
mis abuelos. Comprender a mis primas peque-
ñas. Comprender a los bebés que desconozco.
A los que nunca he tocado. Mira qué mundo le
entregas a esos bebés. Mira qué mundo les das
y qué olor les das y qué sabor les das: ¿es néctar
acaso? Pero si Ellos eran el malestar, ¿qué es
lo que ahora me entristece? ¿Qué es lo que me
entristece hoy si mi casa no es un hospital, si
mi cuerpo no es un bisturí, si mi enfermedad no
son los otros, si soy yo…? ¿Soy yo? La felicidad
no puede ser experimentada ni por los amantes
ni por los egoístas. Siempre he sido una egoísta.
Eso me dice mi amado. Eres egoísta y das asco.
No quiero decepcionar a mi amadito ciego. A
mi gallinita. El amor es la felicidad. El amor no
es la felicidad. El amor es ese cuento de Cortá-
zar que mi padre me leía.
El amor es amarse a uno mismo.
Amarse en la infancia.
Hermosa infancia.
El fin del mundo es crecer.
Qué egoísta.
Ya nadie me lee cuentos en la cama.


VII

Porque cuando era pequeña mi madre solo me
cantaba a los clásicos. Mi madre es arqueóloga
y estudia a los fenicios. El día que presentó
su tesis se equivocó y dijo Fecinios. Mi madre es
una mujer clásica atrapada en este mundo clá-
sico. Mi madre es paciente y cariñosa; le gusta
achucharme. Mi madre y yo nos damos besos
en la boca cuando nos abrazamos. Mi madre fenicia
trataba de describirme los dedos rosados
de la aurora en Homero, trataba de explicarme
sus metáforas y luego yo no he sabido inventar
ni una sola. Quizá porque ya las aprendí todas
hace años. Quizá porque todas me recuerdan a
ella. Mi madre no me leía La Ilíada sino La Odisea.
¿Cómo voy yo a leerte La Ilíada, Luna?, me decía.
¡Es un libro demasiado sangriento para una niña
pequeña! ¿Demasiado sangriento? ¿Demasiado
sangriento? La sangre es el néctar de los poetas.
Toda la sangre es digno de un poema. Todo lo
que menstrúa es digno de un poema. Demasiada
sangre para una niña de cuatro o de cinco o
de cien años. Mi infancia fue larga y alegre. Mi
infancia terminó con el primer beso del primer
gato y volvió a empezar con el último beso del
último insecto. Ahora vivo mi segunda infancia.
Mi cuerpo de nínfula sin cicatrices. Mis axilas
de Monelle, sin vello ni olor. Mis pies diminutos.
Los dientes de leche. La niñez no tiene por
qué corresponderse con la inocencia. La niñez
no tiene por qué corresponderse con la pureza.
Sin embargo la felicidad era lo puro de un cuerpo.
Lo pulcro de un cielo que nos guarda los
párpados. Que nos mece y nos engaña. ¿Qué es la
pureza?, preguntaba Dono. ¿Qué, la felicidad? ¿Y
el viento? ¿Y las gasas? ¿Y qué son las monedas
amarillas de los pobres? ¿Qué son los anillos?
¿Qué son los noticiarios?
¿Qué son las amapolas?
¿Qué es la heroína?
¿Qué es la voz?
¿Y la familia?
¿Y los otros?
¿Qué es el fin del mundo?


VIII

El mundo no se puede acabar ahora. No se puede
acabar. Te he comprado un anillo de plata
para que nunca lo pierdas. Tómalo y toma tus
ojos. Póntelo y ponte tus ojos. La muerte no puede
ser experimentada ni por los vivos ni por los muertos,
escribió William T. Vollmann. La extraña claridad
de esta ventana solo me recuerda a una
gran epidemia.
Y si esto se acaba.
Dime.
¿Qué significa entonces quedarse solo?



Los estómagos (La Bella Varsovia, 2015). 


DESPERTAR EN LA RAMBLA DEL RAVAL

No sé si sabes que por las mañanas el portal de nuestra casa huele a carne, que en la acera el pollo se amontona en cajas de plástico junto al contenedor de vidrio, y que las vacas y los corderos esperan tendidos en el suelo, mientras alguna gaviota picotea las cuencas de sus ojos.

–Te lo cuento porque ya no me da asco. Ya no temo ese lugar donde las moscas pequeñas bailan en espiral chocando las unas contra las otras en celebración de la leche vertida las moscas van hacia el deshecho hacia el excremento pero también danzan en la carne anidan en ella se quedan, para siempre, en el hueco coagulado de su sangre.

No sé si sabes que los gatos eran bestias cazadoras, que los perros se creen iguales al hombre pero más desgraciados. No sé si sabes que los hombres desprecian la vida atreviéndose a adorar iconos invisibles. La cuestión

la cuestión

la cuestión no es Qué hago aquí sino Qué hago Ahora que me han traído a este lugar.

Hay hilos que se arrastran por la acera.

–Te lo cuento porque es irremediable.


II

Acuérdate entonces: ¡éramos tristes y llegó la negligencia!

No tengo nada.

Sin ti alimentándome no tengo nada.

La tristeza ya no es bonita. La vida ya no es injusta.

Quisiera parar el tiempo, acariciar las tumbas, robar sus flores, pisar el musgo.

La tristeza ya no es bonita, es solo tristeza y por eso hablamos con frases breves y oraciones tiernas.

¿Salvará la ternura a los enfermos?




Para saber sanar hay que saber enfermar

Apareció una y luego otra y luego otra.

Era verano y estaban por todas partes reproduciéndose como una plaga antigua.

Yo escuchaba sus latidos a través de la madera;
te pregunté si las cucarachas tenían corazón y
tú me dijiste que no sabías de eso.

Conocemos poco las cosas sencillas, pensé.

Nada nos importa hasta que duele.




Una bolsa azul con tu nombre y el del veneno

Dejaste de masticar la sangre: la vida se resumía en suero porque el suero es el nuevo oro.
Ya no buscamos diamantes, queremos longevidad.

Hay reinas que coleccionan comida bajo la cama y todas se creen princesas. ¿Recuerdas el
cuento? Hay musculatura. Tu medicina no olía bien. 

Hay reinas que coleccionan comida, y en sus venas el suero. Y en sus estómagos los perros. 

Ahora dicen que tienes náuseas pero yo sé que cada eructo es un canto.

Una bolsa azul con tu nombre y el del asesino. 

Pero tú quieres alimentarte.

Tú quieres decirlo: sobrevivir cansa.




Palmeras

Por el camino una granja de palmeras
y en ellas se cría la luz
cómo se llama el matadero de las flores
me las he puesto todas en los labios
y no quiero más
están rojos porque simplemente son labios
la música lo eléctrico es lo que menos duele
por el camino una granja de palmeras
me casaría rodeada de ellas
fábricas
el humo el mar
aquí firmo el temor de cuando estoy fuera
el humo el mar
nadie sabe a qué se parece un espejo
ni siquiera los gatos que buscan
con sus pupilas la noche he visto la luz
he visto mucha más luz
por sus arterias flexibles y en las palmeras
aplastemos las palmeras con nuestras botas
de verano
los gatos tienen un dios en los ojos
su luz es el color de mi estómago.




Cerdo

Me pregunto cómo ha llegado esta cabeza de conejo hasta mis manos.

Cómo ha rodado, escalera arriba, hasta el corazón del Raval,
arrastrándose, escalera arriba,
girando, escalera arriba hasta mis manos.

Me pregunto quién mutiló al animal. Me pregunto cuántos estómagos
hacen falta para vencer el hambre.
Me pregunto: hay cuartos oscuros
y humedades en venta,
hay insectos de alquiler y trasteros que huelen a ceniza.

Todos los días una mariposa muere encerrada entre los calefactores.
Pero no hay peligro porque el invierno ya se acaba,
y con él los poetas que hablan del frío
y con él los suicidios y las mariposas
y con él los conejos domésticos,
comestibles.

Me pregunto cómo ha llegado mi lengua hasta el techo de los muertos.
Con la ciudad encendida.
Con su cabeza bien sujeta entre los dedos.



Definición del vientre

Todo está entre el pecho y la vagina. Todo lo importante
está y seguirá estando aunque quizá las nubes se hayan ido
y sólo quede hierba, muchísima hierba, escondida bajo la alfombra.

La mascota soy yo. La mascota se saca de paseo a sí misma
en un acto de tranquila rebeldía. La mascota no conoce el verano.
La mascota se come a sí misma en un acto de amor. La mascota
tiene órganos y todos se encuentran entre el pecho y la vagina.

De qué manera podríamos definir el vientre. De qué manera
la caja torácica esconde otra materia gris. El estómago
está entre el pecho y la vagina. Más lejos o más cerca que los nervios.
Más lejos o más cerca que el amor de la mascota.

Todo se alinea y queda hierba. Mucha. Muchísima hierba.



Azor común

Ted Hughes escribió, a propósito de un azor, “yo mato donde quiero porque todo me pertenece”, sin embargo intuyo que el poeta no se refería exactamente a aquel rapaz, pues lo que mata cuando gusta, lo que destruye cuando se le antoja, lo que destroza cada cuerpo no es una simple ave antigua, sino el cáncer común.

Lo sé: la enfermedad anida en nuestros espejos.

Lo entiendo: y lavaré mi sexo con lejía. Frotaré mi sexo con lejía para que mis hijos nazcan sanos.

Accipiter gentilis… los ratones tiemblan bajo el rastro de tu vuelo,
los insectos tiemblan bajo el rastro de tu vuelo,
los dolientes tiemblan, pero ella sonríe,
¿has visto cómo sonríe?

Ahora aléjate.



'El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina'(Capitán Swing, 2016)


“Para las mujeres, además, tener un coño era como tener a un animal desconocido en el centro de su anatomía. Y el placer, sin la ayuda del hombre, les estaba terminantemente prohibido. No es extraño que hasta inicios del siglo xx aún se creyera que una mujer no podía llegar al orgasmo sin la penetración de su compañero sexual”. 


“La literatura está llena de manos húmedas. Una humedad que va más allá de lo sexual, y con la que las poetas masajean ese dolor que invade otros de sus órganos, como pueden ser el cerebro y el corazón. Dedo a dedo, imagen a imagen, metáfora a metáfora, hasta encontrar el equilibrio. La sacudida. La pequeña felicidad.”


“Cuando sientes vergüenza de tu propio cuerpo, pueden ocurrir dos cosas: que con el tiempo aprendas a superarlo o que, por el contrario, tu miedo crezca tanto que te convierta en alguien incapaz de amarse”.


“Si no conocemos nuestro cuerpo, no somos libres. 
Si tenemos miedo a tocarlo, no somos libres.
Si no sabemos cómo funciona, nunca podremos decidir cómo, con quién o para qué queremos utilizarlo.”





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