Mary Szybist
(Pensilvania, EE.UU. 1970). Estudió en el Iowa Writers’ Workshop. Por el poemario Granted (2004) mereció el Great Lakes Colleges Associations New Writers Award. Su segundo poemario, Incarnadine, recibió en 2013 el National Book Award for Poetry.
Es catedrática en la Universidad Lewis & Clark de Portland, Oregon, y miembro de la facultad del programa de maestría en Bellas Artes (MFA) del Warren Wilson College.
Traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
Los trovadores etc.
Solo por esta tarde, no nos burlemos de ellos.
Ni de sus reverencias, ni de sus ligas en cruz
ni de los renovados pimenteros de sus jardines
que prometen, prometen.
Por lo menos tenían ideas sobre el amor.
Todo el día hemos manejado entre maizales, ante vacas
que sacan la cabeza de los aparatos metálicos para comer.
Hemos seguido la carretera West 84, y ¿qué más?
Nos pasan volando rociadores de irrigación, enormes bobinas
de madera en los campos, ovejas que descansan, cables
telefónicos, arbustos en flor que amarillean.
Frente a nosotros, encima de nosotros, crecen las nubes, en capas,
el reverso violeta de las nubes.
Toda idea que tengo es nostalgia. Mira hacia arriba:
está el cielo que las palomas de paso oscurecían y llenaban
–que oscurecían durante días, eclipsando el sol, eclipsando
todo sonido con el trueno de sus alas.
Después de un rato, debía haber parecido que no seguían
ningún instinto ni patrón solo
a ellas mismas.
Cuando paraban, observó Audubon, rompían las ramas
de árboles recios con el peso de sus números.
Y cuando nos detengamos nosotros seguiremos ¿qué?
¿Nuestro corazón?
Los puritanos pensaban que se nos daba la capacidad de amar
solo como un milagro,
pero los trovadores sabían arder hasta consumirse,
volverse santuarios de su propio anhelo.
Lo espectacular nunca les quedó atrás.
Piensa en esos días de pájaros de pecho rojo y ala azul encima de ti.
Piensa en mí en el jardín, canturreando bajito
a mí misma en un vestido azul, un azul más oscuro que el cielo
encima de nosotros, un azul lo suficiente oscuro para tempestades
pero sin nubes.
¿En qué punto se va algo por completo?
Lo que queda de la luz del sol huye
aunque crece
–Solo por esta tarde, ¿me pondrás frente a ti
hasta que esté lo suficiente lejos que puedas
creer en mí?
Y entonces intenta, intenta acercarte
–mi maravilloso y menos de.
Ave
María, me importabas, ausente o dormitando
entre las frutas, derramadas
en la ceniza, en el polvo, No te
dejé. Incluso ahora no puedo dejar de
componerte, extremidades y capa azul
y manos suaves. Duermo con el sonido
de tu nombre, digo que no hay ninguna María
menos la palabra María, ninguna huella
en el polvo de la funda de mi almohada. Solo
sueño con tus tobillos que los violetas oscuros rozan,
con las abejas encima de ti que murmuran
en dirección a una corona. Antigua reina,
la noche sigue soñando: he aquí las peras
que te he lavado, aquí las palomas de alas pesadas,
dormidas al lado de los jacintos. Aquí estoy,
me he bañado cuidadosamente en las sílabas
de tu nombre, en su aire y su mar, el olor agudo
de su espuma. ¿Qué me pasa?
María, ¿detrás qué palabra, detrás de qué polvo
debo mirar? Te cargué un largo camino
hacia mi espejo, creyendo que me ibas a cargar
de vuelta. María, soy todavía
para ti, soy todavía una insensibilidad para ti.
Hacia ti una vez más
De nuevo esta mañana mis ojos se levantan
demasiado cerca de tus ojos,
sus orbes casi verdes
de pestañas demasiado pesadas para mirarme.
Despertarme al lado tuyo
es ordinario. No me hace falta mirarte
para verte.
Pero sí miro. Así cuando me buscas
con tu tristeza opulenta, veo
que no quieres que
te desabotone
y entonces no puedo hacer la única cosa
que puedo hacer.
Ahora es casi la una de la madrugada. Estoy aún en mi escritorio
y estás arriba en tu escritorio a una escalera
de mí. Ya son años
de ti a una escalera
de mí. Estar cerca de ti
y no cerca de ti
es ordinario.
Tú eres
ordinario.
Aún así, cuántas tardes he pasado
quitándole la pintura azul a
las escaleras de nuestro pórtico, buscando por encima
de los setos verdes, de los pocos carros, esa primera
visión de ti. Cuántas horas debajo
de las camelias rosas y descuidadas
pensando que ese color no te servía, pensando
que aparecerías
después del próximo
parpadeo.
Pronto bajarás las escaleras
para decirme algo. Y diré que
está bien. Está bien. Lo diré
de esa manera, justo de esa
manera, seguiré siendo
tu nunca-suficiente.
No es lo mejor de ti que
anhelo. Es cuando estás sin notarlo,
sin sentido en las yemas de mis dedos, todo es
todo. Yo digo que lo es.
Anunciación escuchada desde la cocina
Los escuchaba desde la cocina, hablando como si
algo importante ocurriera.
Lavaba las peras bajo agua fresca, quitándoles
las magulladuras.
Desde mi lugar frente al fregadero, escuchaba
un avión zumbar vagamente por encima, una aspiradora
encenderse en la casa de al lado, el clic,
el clic entre instantáneas.
“María, aléjate de la cámara”.
Había una suavidad en su voz
pero nada de cariño, ninguna prisa.
Había sonidos leves
como nueces que los cuervos dejan caer en la calle,
casi un roce
de campanillas de viento desde el pórtico
–Las ventanas a mi alrededor por todas parte a medio abrir
–Mi piel vivificada por el tono.
No me desees, imagíname
Como Cadáver
Suelta, desnuda, profusamente hembra,
el latido de mi muslo
desenredado
Como Pelo
–Limpia de furias, de flores
la sombra de pasta seca
Como Calavera
Agrietada:
un candelabro apagado
Como Tierra
Las hormigas tamizan
y bruñen
Y sin las yemas de los dedos, imagina que
Como Polvo
Puedes colgar el aire de mí
http://www.laotrarevista.com/2016/09/mary-szybist/
*
Traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
Los trovadores etc.
Solo por esta tarde, no nos burlemos de ellos.
Ni de sus reverencias, ni de sus ligas en cruz
ni de los renovados pimenteros de sus jardines
que prometen, prometen.
Por lo menos tenían ideas sobre el amor.
Todo el día hemos manejado entre maizales, ante vacas
que sacan la cabeza de los aparatos metálicos para comer.
Hemos seguido la carretera West 84, y ¿qué más?
Nos pasan volando rociadores de irrigación, enormes bobinas
de madera en los campos, ovejas que descansan, cables
telefónicos, arbustos en flor que amarillean.
Frente a nosotros, encima de nosotros, crecen las nubes, en capas,
el reverso violeta de las nubes.
Toda idea que tengo es nostalgia. Mira hacia arriba:
está el cielo que las palomas de paso oscurecían y llenaban
–que oscurecían durante días, eclipsando el sol, eclipsando
todo sonido con el trueno de sus alas.
Después de un rato, debía haber parecido que no seguían
ningún instinto ni patrón solo
a ellas mismas.
Cuando paraban, observó Audubon, rompían las ramas
de árboles recios con el peso de sus números.
Y cuando nos detengamos nosotros seguiremos ¿qué?
¿Nuestro corazón?
Los puritanos pensaban que se nos daba la capacidad de amar
solo como un milagro,
pero los trovadores sabían arder hasta consumirse,
volverse santuarios de su propio anhelo.
Lo espectacular nunca les quedó atrás.
Piensa en esos días de pájaros de pecho rojo y ala azul encima de ti.
Piensa en mí en el jardín, canturreando bajito
a mí misma en un vestido azul, un azul más oscuro que el cielo
encima de nosotros, un azul lo suficiente oscuro para tempestades
pero sin nubes.
¿En qué punto se va algo por completo?
Lo que queda de la luz del sol huye
aunque crece
–Solo por esta tarde, ¿me pondrás frente a ti
hasta que esté lo suficiente lejos que puedas
creer en mí?
Y entonces intenta, intenta acercarte
–mi maravilloso y menos de.
Ave
María, me importabas, ausente o dormitando
entre las frutas, derramadas
en la ceniza, en el polvo, No te
dejé. Incluso ahora no puedo dejar de
componerte, extremidades y capa azul
y manos suaves. Duermo con el sonido
de tu nombre, digo que no hay ninguna María
menos la palabra María, ninguna huella
en el polvo de la funda de mi almohada. Solo
sueño con tus tobillos que los violetas oscuros rozan,
con las abejas encima de ti que murmuran
en dirección a una corona. Antigua reina,
la noche sigue soñando: he aquí las peras
que te he lavado, aquí las palomas de alas pesadas,
dormidas al lado de los jacintos. Aquí estoy,
me he bañado cuidadosamente en las sílabas
de tu nombre, en su aire y su mar, el olor agudo
de su espuma. ¿Qué me pasa?
María, ¿detrás qué palabra, detrás de qué polvo
debo mirar? Te cargué un largo camino
hacia mi espejo, creyendo que me ibas a cargar
de vuelta. María, soy todavía
para ti, soy todavía una insensibilidad para ti.
Hacia ti una vez más
De nuevo esta mañana mis ojos se levantan
demasiado cerca de tus ojos,
sus orbes casi verdes
de pestañas demasiado pesadas para mirarme.
Despertarme al lado tuyo
es ordinario. No me hace falta mirarte
para verte.
Pero sí miro. Así cuando me buscas
con tu tristeza opulenta, veo
que no quieres que
te desabotone
y entonces no puedo hacer la única cosa
que puedo hacer.
Ahora es casi la una de la madrugada. Estoy aún en mi escritorio
y estás arriba en tu escritorio a una escalera
de mí. Ya son años
de ti a una escalera
de mí. Estar cerca de ti
y no cerca de ti
es ordinario.
Tú eres
ordinario.
Aún así, cuántas tardes he pasado
quitándole la pintura azul a
las escaleras de nuestro pórtico, buscando por encima
de los setos verdes, de los pocos carros, esa primera
visión de ti. Cuántas horas debajo
de las camelias rosas y descuidadas
pensando que ese color no te servía, pensando
que aparecerías
después del próximo
parpadeo.
Pronto bajarás las escaleras
para decirme algo. Y diré que
está bien. Está bien. Lo diré
de esa manera, justo de esa
manera, seguiré siendo
tu nunca-suficiente.
No es lo mejor de ti que
anhelo. Es cuando estás sin notarlo,
sin sentido en las yemas de mis dedos, todo es
todo. Yo digo que lo es.
Anunciación escuchada desde la cocina
Los escuchaba desde la cocina, hablando como si
algo importante ocurriera.
Lavaba las peras bajo agua fresca, quitándoles
las magulladuras.
Desde mi lugar frente al fregadero, escuchaba
un avión zumbar vagamente por encima, una aspiradora
encenderse en la casa de al lado, el clic,
el clic entre instantáneas.
“María, aléjate de la cámara”.
Había una suavidad en su voz
pero nada de cariño, ninguna prisa.
Había sonidos leves
como nueces que los cuervos dejan caer en la calle,
casi un roce
de campanillas de viento desde el pórtico
–Las ventanas a mi alrededor por todas parte a medio abrir
–Mi piel vivificada por el tono.
No me desees, imagíname
Como Cadáver
Suelta, desnuda, profusamente hembra,
el latido de mi muslo
desenredado
Como Pelo
–Limpia de furias, de flores
la sombra de pasta seca
Como Calavera
Agrietada:
un candelabro apagado
Como Tierra
Las hormigas tamizan
y bruñen
Y sin las yemas de los dedos, imagina que
Como Polvo
Puedes colgar el aire de mí
http://www.laotrarevista.com/2016/09/mary-szybist/
*
Los poemas de esta muestra proceden de Incarnadine.
Traducción de Francisco Larios
Anunciación como mariposa azul de Fender
sobre un lupino de Kincaid
“Las mariposas azules de Fender podrían desaparecer
pronto…el lupino de Kincaid, una especie amenazada de
extinción, es la única planta que les sirve de refugio…”
— CNN
Pero si yo fuera esta cosa,
mi mente mil veces más pequeña que mis alas,
si mi aleteo de azul fluorescente
al fin cayera
por la suave
garganta aguamarina de las flores,
si perdiera mi hambre
por todo lo demás—
haría lo mismo que ella. Me ataría
al tacto de la flor.
¿Y qué si los bordes lechosos de mis alas
no aturdieran más
al cielo? Si pudiera
cegarme ante este instante, ante la lenta
trampa de su olor,
¿qué importaría si no fuese más
que aleteo de página
en un texto al que alguien llega
para examinarme
en el color errado?
Annunciation as Fender’s Blue Butterfly
with Kincaid’s Lupine
“Fender’s blue butterflies may soon be extinct …
… Kincaid’s lupine, a threatened plant species in the
Pacific Northwest, is the only available host plant. … “
— CNN
But if I were this thing,
my mind a thousand times smaller than my wings,
if my fluorescent blue flutter
finally stumbled
into the soft
aqua throats of the blossoms,
if I lost my hunger
for anything else —
I’d do the same. I’d fasten myself
to the touch of the flower.
So what if the milky rims of my wings
no longer stupefied
the sky? If I could
blind myself to this moment, to the slow
snare of its scent,
what would it matter if I became
just the flutter of page
in a text someone turns
to examine me
in the wrong color?
La exuberancia del asunto
No es que el pulpo no te amaría–
no es que no estiraría hacia ti
sus brazos de angostas puntas:
Le gustarías como cualquier otro, creo,
a un pulpo. Pero las criaturas del mar,
como el mar, no piensan
en sí mismas, o en ti. Sigue flotando allá,
en tu cuna, incapaz de arder. Abandónate
al bamboleo, al ondulante torbellino, deja tus
pesadas piernas a merced de los prados flotantes
de algas marinas y siente
el florecer del fitoplancton, la espuma, el rocío
del mar, los percebes. En el oscuro reino béntico, el necton resbaloso
vuela sobre
la honda planicie: Mientras flotas, siente
esa subida de profundas, frías aguas tocando
la piel estirada
de tu espalda. Siéntete
abofeteado y preso en la red. No, no es que el pulpo
no te amaría. Si te tocara,
si probara tu carne, cada uno de sus tres
corazones enrojecería.
¿Me refutarán los teólogos de alguna religión?
No el salmón plateado. No su cabeza con puntos.
The Lushness of It
It’s not that the octopus wouldn’t love you—
not that it wouldn’t reach for you
with each of its tapering arms:
you’d be as good as anyone, I think,
to an octopus. But the creatures of the sea,
like the sea, don’t think
about themselves, or you. Keep on floating there,
cradled, unable to burn. Abandon
yourself to the sway, the ruffled eddies, abandon
your heavy legs to the floating meadows
of seaweed and feel
the bloom of phytoplankton, spindrift, sea-
spray, barnacles. In the dark benthic realm, the slippery neckton glide over
the abyssal plains: as you float, feel
that upwelling of cold, deep water touch
the skin stretched over
your spine. Feel
fished for and slapped. No, it’s not that the octopus
wouldn’t love you. If it touched,
if it tasted you, each of its three
hearts would turn red.
Will theologians of any confession refute me?
Not the bluecap salmon. Not its dotted head.
A la paloma en la piedra
Durmiente, todavía no conoces
la fuerza de la gravedad, invisible
para la piedra, no puedo
escucharte crecer en su oscuro
centro. Cuántos
siglos ha que la niña primera
te alertó—frotando piedra contra
piedra—en verdad sin buscar
el interior. La piedra no
contenía oquedad. Ni el cuerpo de la niña
vacío, antes de sentir bajo su palma
tu movimiento, su inalterable
pulso. Desde entonces la carne fue capaz
de agitarte, capaz de hacerte
auténtica. Piedra-paloma, pura
hasta de cardos, polillas, mi mano
se ha abierto. Escucha ahora
y sal aleteando.
To the Dove Within the Stone
Sleeper, still untouched by
Gravity, invisible
For the stone, I cannot
Hear you shift in its dark
Center. How many
Centuries since the first girl
Roused you — pressing stone against
Stone — hardly meaning to
Make an inside. The stone had no
Emptiness. And her body, no
Emptiness until she felt you
Move under her palm, her steady
Pulse. Already flesh was something to
Stir you, something to make you
True. Stone-dove, untouched
Even by thistles, moths, my hand
Is open. Listen now and
Flutter forward.
Noticias de María
María siempre piensa que tan pronto como acabe sus deberes y lave mos platos, abrirá su ser a Dios.
En el gimnasio María ve programas sobre cómo vestir, y cada
mañana se prueba combinaciones de faldas y tacones antes de regresar a sus botas impermeables. Lo cual toma mucho tiempo, así que María está ocupada.
A María puede vérsela con frecuencia doblando la ropa limpia o regando las plantas. Solo siente su vida en orden cuando hace una tarea simple y repetitiva, y siente que no morirá antes de lo previsto.
María se pregunta si ella sería una persona mejor si no comprara tantas galletas de almendra y tantos macarrones rosados.
Cuando la gente dice “María”, María aún piensa ¡Virgen Santa! ¡Santa Madre Celestial!
Pero María sabe que ella no es ninguna de esas cosas.
María teme no tener suficientes palabras en su cabeza.
María llena su despensa con muchas clases de tés para luego escoger, entre las etiquetas de colores pasteles, la que combine con su estado de ánimo: Pera Toscana, Gris
Lavanda, Rosa Cereza, Verde.
Pero a María únicamente le gusta el simple té rojo y lo toma desde la mañana hasta el anochecer.
María tiene demasiados aretes de plata y disfruta ordenándolos en los compartimientos de sus gavetas.
Algún día quisiera pensar en sí misma, pero aún no está segura de qué significa pensar, y tiene una confusión todavía mayor sobre sí misma.
No es inusual descubrir a María durmiéndose en su alfombra de yoga cuando apenas ha comenzado a estirarse.
Algunas veces María cierra sus ojos y trata de imaginarse como una puerta totalmente abierta. Pero es más fácil imaginar macarrones rosados–
A María le encantan los títulos solemnes en los gruesos libros de su esposo. Se siente feliz y somnolienta cuando él los lee a su lado por la noche: Las obras de San Agustín, Crítica de la Razón, Cambios de Paradigma en Teología—pero ella no quiere
María secretamente cree que es bonita y por tanto merece ser amada.
María se dice a sí misma que si pudiese tener un hijo a quien cargar por todas partes como un pulmón extra, el vacío en su interior dejaría de morderla.
Es difícil saber si en verdad lo cree.
María cree ser una persona seria y sincera, pero no intenta rezar.
Algunas tardes María hace como que lee un libro, pero más que todo observa el estampado de la luz en las cortinas.
En esas tardes, ella es como un niño que ya no tiene nada más en qué pensar.
A María le encanta salir y sentarse en el patio. Si por ella fuera, podría mirar al cielo el día entero.
Para ella lo más interesante son las nubes. Date cuenta que las observa aún bajo la luz de la luna. Esta noche, hasta la hora de dormir, podemos dejarla con ellas.
Update on Mary
Mary always thinks that as soon as she gets a few more things done and finishes the dishes, she will open herself to God.
At the gym Mary watches shows about how she should dress herself, so each morning she tries on several combinations of skirts and heels before retreating to her waterproof boots. This takes a long time, so Mary is busy.
Mary can often be observed folding the laundry or watering the plants. It is only when she has a simple, repetitive task that her life feels orderly, and she feels that she is not going to die before she is supposed to die.
Mary wonders if she would be a better person if she did not buy so many almond cookies and pink macaroons.
When people say “Mary,” Mary still thinks Holy Virgin! Holy Heavenly Mother!
But Mary knows she isnot any of those things.
Mary worries about not having enough words in her head.
Mary fills her cupboards with many kinds of teas so that she can select from their pastel labels according to her mood: Tuscan Pear, Earl Grey Lavender, Cherry Rose Green.
But Mary likes only plain red tea and drinks it from morning to night.
Mary has too many silver earrings and likes to sort them in the compartments of her drawer.
Someday Mary would like to think about herself, but she’s not yet sure what it means to think, and she’s even more confused about herself.
It is not uncommon to find Mary falling asleep on her yoga mat when she has barely begun to stretch.
Mary sometimes closes her eyes and tries to imagine herself as a door swung open.
But it is easier to imagine pink macaroons—
Mary likes the solemn titles on her husband’s thick books. She feels content and sleepy when he reads them beside her at night—The Works of Saint Augustine, Critique of Judgment, Paradigm Change in Theology—but she does not want to read them.
Mary secretly thinks she is pretty and therefore deserves to be loved.
Mary tells herself that if only she could have a child she could carry around like an extra lung, the emptiness inside her would stop gnawing.
It’s hard to tell if she believes this.
Mary believes she is a sincere and serious person, but she does not even try to pray.
Some afternoons Mary pretends to be reading a book, but mostly she watches the patterns of sunlight through the curtains.
On those afternoons, she’s like a child who has run out of things to think about.
Mary likes to go out and sit in the yard. If she let herself, she’d stare at the sky all
The most interesting things to her are clouds. See, she watches them even by moonlight. Tonight, until bedtime, we can let her have those.
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