viernes, 2 de septiembre de 2011

4540.- NATXO VIDAL GUARDIOLA


NATXO VIDAL GUARDIOLA
(Alicante, España, 1978)
Tiene publicado el poemario Atrás no es ningún sitio (Universidad de Murcia, 2007), accésit del VI Premio de Poesía Dionisia García.
Junto al cantautor José María Ramón ha recitado desde 2005 por todo el sureste español el espectáculo Versos en los dedos. Actualmente es profesor de trombón en el Conservatorio Profesional de Música de Elche.






Detrás de las botellas

Ayer lo vi: no hay nada
detrás de las botellas.
La curva de la noche
no me acabó llevando a las palabras.
Se llama soledad.
Emborracharse solo
es el último estadio de la patología,
la metástasis brutal
de la tristeza.








Revolución de arcilla

Cuando empecé a escribir
creía casi en cualquier cosa.
Pero he visto a mi abuela romperse la cadera,
he visto cicatrices,
he visto heridas
abiertas a la tarde,
he visto tantas cosas...
La única revolución posible
ya se hizo: era de arcilla
y se quebró con el primer verano.
Lo que nos queda es esto:
una especie
de resistencia silenciosa,
una guerrilla sucia
donde poder sentirnos a salvo todavía:
un montón de basura
en el salón de casa








La costumbre de los perdedores

En torno a la palabra
y al carbón,
al penúltimo resorte
de la hoguera
ir poco a poco
quedándonos el último.
Alzar la copa solos
mientras despunta el alba tras el este
con la sonrisa de las hienas
colgándonos a un lado de la boca.
Ceder como una vieja a los dolores
escribiendo mal
de lo que no se sabe. Finalmente
pasar por todo
y no quedarse en nada
para que, cuando llegue la muerte,
arañe de la nada lo que quiera
y nos deje con todo por delante







Aquel olor a carne de gallina

Pasa el olvido lento y crece
la tarde
sobre el asfalto triste de noviembre
como una flor cansada.
No llueve ya desde hace tanto...
Son jóvenes y aún tienen
todo ese tiempo inmenso por delante
que es la vida
para elegir un banco donde amarse,
mientras noviembre cede al calendario
y otras aves
andan buscando el sol de otros veranos.
Son jóvenes y aún tienen
esa bella ignorancia en las pupilas
mirando al sol,
igual que girasoles trastornados...
Yo ya no puedo seguir buscándome en sus ojos;
yo ya pasé ese otoño:
sus piernas como barcas,
sus brazos de un remar tan claro,
sus dedos sin agobios...
Vendrán otros otoños pero nunca
tendrán aquel olor de nuevo
a callejón oscuro,
aquel olor a carne de gallina







Maderas y carbones

Pocas cosas
tan hermosas
como una caja por estrenar de lapiceros:
doce soldados fieles
perfectamente alineados,
con su carbón por dentro
y con todas las letras por delante.
Pocas cosas
tan misteriosas
como estos doce lápices,
uniformados con el color de las avispas,
brillantes todavía,
afilados cuidadosamente.
Vienen de la madera y de la mina
y se dirigen,
con desigual fortuna,
a las palabras, los números o los dibujos,
al mostrador de entrada de una cárcel.
Todos son iguales y, sin embargo,
qué vidas tan distintas les esperan.
Ignoramos
en qué manos caerán,
en qué otros labios rodarán gozosos,
madera y mina,
carbón,
a qué otras batallas prestarán
su trazo y su servicio.
Ignoramos casi todo
de los lápices:
yo nunca he terminado uno.

Un día ya no están.
Pero andan por ahí, como los hijos,
llevando nuestro aroma,
repitiendo
palabras aprendidas con nosotros.

Ahora son solamente
maderas y carbones.

Pocas cosas
tan hermosas
como estos doce lápices,
con tantas cosas dentro todavía






Atrás no es ningún sitio

Llegan.
Consumen el verano y se emparejan,
cazan bichitos,
se besan en los picos y se abrazan
con esas alas suyas,
diez mil kilómetros después.
Y con el sol se van,
buscando otros veranos donde amarse.
Ellos también lo saben:
atrás no es ningún sitio.







La necedad no deja cicatrices

Los ves y no lo notas:
visten igual que tú, hablan contigo
y nada les delata.
Sólo si estás atento
alcanzas a advertir algún detalle,
porque acostumbran
a ser poco prudentes.
Pero ya digo,
no se les nota mucho:
la necedad no deja cicatrices.




[De su poemario Atrás no es ningún sitio
(Poemas para diez mil kilómetros después)]







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