THOMAS STEARNS ELIOT - T.S. Eliot
Poeta, crítico y editor nacido en St. Louis, Missouri, en septiembre 26 de 1880.
Estudió hasta los once años en "Smith Academy" en St. Louis, y posteriormente en las prestigiosas universidades Harvard en USA, Sorbona en Francia y Oxford en Inglaterra.
En 1914, alentado por el poeta Ezra Pound, publicó en Inglaterra su primer volumen de versos, "The Love Song of J.Alfred Prufrock", recibido con gran beneplácito por la crítica. En 1927 adquirió la ciudadanía británica y se convirtió a la religión anglicana.
Su trabajo literario representado principalmente por las obras, "The Waste Land" en 1922, "Ash Wednesday" en 1930, "Old Possum’s Book of Practical Cats" en 1939,"Four Quartets" en 1943, "The Cocktail Party" en 1949, "The Confidential Clerk" en 1954, y "Collected Poems" 1909-62, contribuyó a la gran innovación de la poesía en el siglo XX y lo hizo merecedor al Premio Nobel en 1948.
Falleció en Londres en enero de 1965
Conversación galante
Yo observo: «¡Nuestra amiga sentimental, la luna!
O quizás (es fantástico, confieso)
puede ser el globo del Preste Juan
o una vieja y abollada linterna colgada en lo alto
para alumbrar a los pobres viajeros en su angustia».
Y ella entonces: «¡Cómo divagas!»
Y yo entonces: «Alguien urde en las teclas
ese exquisito nocturno, con el cual explicamos
la noche y el claro de luna; música que agarramos
para materializar nuestra propia vacuidad».
Y ella entonces: «¿Te refieres a mí?»
«Oh no, soy yo quien soy inane».
«Tú, señora, eres la eterna humorista,
la eterna enemiga de lo absoluto,
¡dando a nuestro vago humor el más leve giro!,
con tu aire indiferente e imperioso
para refutar de un golpe nuestra loca poética».
Y «¿Pero es que hablamos tan en serio?»
Versión de Jaime Tello
El primer coro de la roca
Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.
Versión de Jorge Luis Borges
La tierra baldía
A Ezra Pound il miglior fabbro.
1. El entierro de los muertos
Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
una pequeña vida con tubérculos secos.
Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbersee
con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos,
y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten,
y tomamos café y charlamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen,
echt deutsch.
Y cuando éramos niños, de visita en casa del archiduque,
mi primo, él me sacó en trineo.
Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos lanzamos.
Uno se siente libre, allí en las montañas.
Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al Sur.
¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen
en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre,
no puedes decirlo ni adivinarlo; tú sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja),
y te enseñaré algo que no es
ni la sombra tuya que te sigue por la mañana
ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?
"Hace un año me diste jacintos por primera vez;
me llamaron la muchacha de los jacintos".
-Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de los jacintos,
llevando, tú, brazados de flores y el pelo húmedo, no pude
hablar, mis ojos se empañaron, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando el silencio dentro del corazón de la luz.
Oed'und leer das Meer.
Madame Sosostris, famosa pitonisa,
tenía un mal catarro, aun cuando
se la considera como la mujer más sabia de Europa,
con un pérfido mazo de naipes. Ahí -dijo ella-
está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó,
(estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!)
aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas,
la dama de las peripecias.
Aquí está ell hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el comerciante tuerto, y este naipe
en blanco es algo que lleva sobre la espalda
y que no puedo ver. No encuentro
el Ahorcado.Temed la muerte por agua.
Veo una muchedumbre girar en círculo.
Gracias. Cuando vea a la señora Equitone,
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
¡una tiene que andar con cuidado en estos días!
Ciudad irreal,
bajo la parda niebla del amanecer invernal,
una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres, ¡eran tantos!
Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara a tantos.
Exhalaban cortos y rápidos suspiros
y cada hombre clavaba su mirada delante de sus pies.
Cuesta arriba y después calle King William abajo,
hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas
con un repique sordo al final de la novena campanada.
Allí encontré un conocido y le detuve gritando: ¡Stetson!
¡tú que estuviste contigo en los barcos de Mylae!
¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿No turba su lecho la súbita escarcha?
¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
Tú, hypocrite lecteur! -mon semblable -mon frère!"
*
2. Una partida de ajedrez
La silla en que estaba sentada, como un bruñido trono,
se reflejaba en el mármol, donde el espejo
de soportes labrados con pámpanos y racimos
entre los cuales un Cupido dorado se asomaba
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala)
copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos
que arrojaban su luz sobre la mesa mientras
el brillo de sus joyas, desbordando profusamente
de los estuches de raso, subió a su encuentro.
En redomas de marfil y cristal policromo,
destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos -turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire
fresco que soplaba de la ventana, ascendían,
alimentando las alargadas llamas de las velas,
proyectando sus humos sobre los laquearios,
animando los diseños del artesonado techo.
Enormes leños arrojados por el mar, patinados de cobre,
ardían verdes y anaranjados, en su marco de piedra policroma,
y en su luz mortecina nadaba un delfín tallado.
Sobre la repisa de la chimenea -ventana abierta
a una escena silvestre- estaba representada
la Metamorfosis de Filomela, tan rudamente forzada
por el bárbaro rey; pero aún allí el ruiseñor
llenaba todo el desierto con inviolable voz
y todavía ella lloraba, y aún el mundo persigue
"Tiu Tiu" a oídos sucios.
Y otros tocones marchitos de tiempo
se alzaban en los muros, donde figuras de ojo abiertos
se inclinaban, imponiendo silencio a la estancia.
Se oyeron pasos en a escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos
se cruzaron en puntos ígneos,
brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.
"Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas: Piensas."
Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.
"¿Qué ruido es ese?"
El viento bajo la puerta.
"¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?"
Nada, como siempre. Nada.
"¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No
te acuerdas
de nada?"
Recuerdo
que esas perlas fueron sus ojos.
¿Estás viva o no ? ¿No hay nada en tu cabeza?
Pero
O O O O ese aire Shakespeareriano:
es tan elegante
tan inteligente.
¿Qué haré ahora ? ¿Qué haré?
¿Salir tal como estoy y andar por la calle
así sin peinar? ¿Qué haremos mañana?
¿Qué haremos siempre?'
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.
Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije
y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages,
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor.
Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio
para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí:
que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura,
dijo él , juro que no puedo soportar mirarte.
Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto,
que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse,
y si no lo hace contigo, ya encontrara otras, dije yo.
Entonces ya sé a quién agradecérselo, dijo ella, mirándome fijamente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Si esto no te gusta, lo mismo da, dije yo.
Otras se aprovecharán si tú no puedes.
Pero si Alberto se marcha, no podrás decir que no te han avisado.
Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja
(y no tiene más que treinta y un años)
no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste.
Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo.
(Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.)
El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma.
Eres una tonta de capirote, dije yo.
Bueno, si Alberto no te suelta, no puedes quejarte, dije.
Por qué te casaste si no te gustan los niños?
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían jamón,
me invitaron a cenar para que saboreara el jamón caliente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Buenas noches, Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches,
May. Buenas noches.
Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras,
buenas noches, buenas noches.
*
3. El sermón del fuego
El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aferran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han
marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine
mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados-
se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.
Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos
arrastrando su viscoso vientre por la orilla
mientras yo pescaba en el sombrío canal
en una tarde de invierno detrás del gasómetro
meditando sobre el naufragio de mi hermano rey
y sobre la muerte anterior de mi padre rey.
Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos arrojados en una guardilla baja y seca,
rozados sólo por la pata del ratón, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
un estrépito de bocinas y motores, que llevarán
a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter
oh, la luna brillaba sobre la señora Porter
y sobre su hija
ambas se lavan los pies con agua gaseosa
et O ces voix d'enfants, chantant dans la coupole!
Tuit tuit tuit
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada
Tereo.
Ciudad Irreal
bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
el señor Eugenides, comerciante de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel Cannon Street
y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.
A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxímetro espera palpitando,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver
a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja
hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero,
la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la
mesa del desayuno, enciende
su estufa y prepara su comida de conservas.
Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar
sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol,
sobre el diván (que por la noche le sirve de cama)
hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes.
Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas
vi la escena, y predije el resto-
yo también esperaba al huésped previsto.
Él, un joven carbuncular, llega,
es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida,
uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta
como una chistera sobre un millionario de Bradford.
El momento es propicio, como él esperaba,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
él trata de excitarla con caricias
que aun cuando son irreprochables, no son deseadas.
Sonrojado y decidido, él empieza el asalto;
sus manos exploradoras no encuentran resistencia;
su vanidad no necesita respuesta,
y hasta acoge bien su indiferencia.
(Y yo, Tiresias, preví, sufriendo,
todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama;
yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
y anduve por el infierno de los muertos.)
Él le otorga un final beso protector,
y baja a tientas por la oscura escalera...
Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
sin advertir que su amante ya no está;
su cerebro formula un vago pensamiento:
«Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea».
Cuando una mujer adorable comete tales locuras
y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.
«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas»
y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba
oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar
cerca de un bar de la calle Lower Thames,
el agradable lamento de una mandolina
y la bulla y la charla que sale del interior
donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía:
donde los muros
de Magnus Mártir conservan
un inefable esplendor de jónica blancura y oro.
El río suda
aceite y brea
las barcazas derivan
con la cambiante marea
velas rojas
anchas
a sotavento, oscilan en los mástiles
las barcazas hunden
leños flotantes
al sur de Greenwich
más allá de la Isla de los Perros
Weialala leia
Wallala leialala
Elizabeth y Leicester
remando
la proa era
un casco dorado
rojo y oro
rizó ambas orillas
el viento del sudoeste
cargó agua abajo
el son de las campanas
torres blancas
Weialala leia
Wallala leialala.
«Tranvías y polvorientos árboles.
Highbury me hizo. Richmond y Kew
me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas
acostada en el fondo de una angosta canoa.»
«Mis pies están en Moorgate y mi corazón
bajo mis pies. Después de lo ocurrido
él lloró. Me prometió "empezar de nuevo"
No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»
«En la playa de Margate
no puedo relacionar
nada con nada.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente, humilde gente que no espera
nada.»
la la.
Y entonces me marché a Cartago
Quemando quemando quemando quemando
Oh, Señor, Tú me arrancas
Oh, Señor, Tú arrancas
quemando.
*
4. Muerte por agua
Flebas, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.
*
5. Lo que dijo el trueno
Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos,
después del gélido silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral sobre lejanos montes
aquel que estaba vivo ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.
Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, el camino arenoso
el camino serpentea entre las montañas
que son montañas rocosas sin agua
si hubiese agua nos detendríamos a beber
entre las rocas uno no puede detenerse y pensar
el sudor es seco y los pies se hunden en la arena
si por lo menos hubiera agua entre las rocas
muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino el seco trueno estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan
en los umbrales de casas de fango hendido.
Si hubiese agua
y no rocas
si hubiese rocas
y también agua
y agua
un manantial
una hoya entre las rocas
si sólo se oyera rumor de agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino rumor de agua sobre una roca
allí donde el zorzal canta entre los pinos
drip drop drip drop drop drop drop
pero no hay agua
¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer
-¿pero quién es ése que va a tu lado?
Qué sonido es ése que se oye en la altura
murmullo de lamento maternal
qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean
Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas
de una tierra limitada por el raso horizonte
qué ciudad es ésa sobre las montañas
chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales.
Una mujer se soltó la larga cabellera negra
y suscitó una susurrante música con esas cuerdas
y murciélagos de rostros infantiles silbaban
en la luz violeta, y batían sus alas
y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro
y de volteadas torres en el aire
caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora
y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.
En esta arruinada cavidad en medio de las montañas
bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta
sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla
allí esta la desierta capilla donde sólo habita el viento.
No tiene ventanas y la puerta se balancea,
los huesos secos a nadie pueden dañar.
Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera
co co rico co co rico
a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda
trayendo lluvia.
Ganga estaba hundido y las hojas frágiles
esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant.
La selva se agachó, se encorvó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón
la espantosa audacia de un momento de debilidad
que un siglo de prudencia no puede borrar
por eso y eso sólo es por lo que hemos existido
y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios
ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña
ni bajo los sellos que rompe el flaco notario
en nuestros vacíos aposentos
DA
Dayadhwam: he oído la llave
voltear en la cerradura una vez y sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
pero al anochecer, etéreos rumores
reaniman por un momento a un Coriolano roto
DA
Damyata: el barco obedeció
alegremente a la mano hábil para la vela y el remo
el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido
alegremente a la invitación, palpitando obediente
a las diestras manos.
Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mi espalda
¿Pondré por lo menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo
Poi s'ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon -Oh, golondrina, golondrina
Le Prince d'Aquitaine à la tour abolie
Estos fragmentos han sostenido mis ruinas
Why then Ile fit you. Hieronymo's mad againe.
Datta. Dayadhwam. Damyata.
Shantih shantih shantih.
Versión de Agustí Bartra
Los hombres huecos
I
Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso-
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.
1925
Luna de miel
Han visto los Países Bajos, vuelven a Tierras Altas;
pero una noche de verano, helos aquí Ravena,
muy cómodos entre dos sábanas, donde doscientas pulgas;
el sudor estival y un fuerte olor a perra.
Están de espaldas, con las rodillas separadas,
cuatro piernas hinchadas de mordiscos.
Echan atrás las sábanas y usan mejor las uñas.
A menos de una legua está San Apolinario-
en -Clase, una basílica para conocedores,
capiteles de acanto que agita el viento.
Tomarán el tren horario a las ocho y de Padua
llevarán sus miserias a Milán,
donde se hallan la Cena y un restaurant barato.
Él piensa en las propinas, saca cuentas.
Habrán visto Suiza y atravesado Francia.
Y San Apolinario, derecho y ascético,
vieja fábrica de Dios desvinculada, guarda
todavía en sus piedras derrumbándose la forma precisa de Bizancio.
Versión de Armando Uribe
Marina
Qué mares qué playas qué rocas grises y qué islas
Qué agua lamiendo la proa
Y aroma de pino y el tordo cantando a través de la bruma
Qué imágenes regresan
Oh hija mía.
Quienes afilan los dientes del perro, queriendo
Muerte
Quienes resplandecen con la gloria del colibrí, queriendo
Muerte
Quienes se sientan en la pocilga de la satisfacción, queriendo
Muerte
Quienes sufren el éxtasis de los animales, queriendo
Muerte
Se han vuelto insustanciales, reducidos por un viento,
Un soplo de pino, y la bruma que canta espontánea
Por esta gracia disuelta en su lugar
¿Qué es este rostro, menos claro y más claro,
El pulso en el brazo, menos fuerte y más fuerte
Dado o prestado? mas distante que estrellas y más cerca que el ojo
Susurros y sonrisitas entre hojas y pies apresurándose
Bajo el sueño, donde se juntan todas las aguas.
Bauprés rajado por hielo y pintura rajada por el calor.
Yo hice esto, lo he olvidado
Y recuerdo.
El aparejo débil y el velamen podrido
Entre un junio y otro septiembre.
Hice esto desconociendo, semiconsciente, desconocido, lo mío.
La hilada de aparadura hace agua, las costuras necesitan calafateo.
Esta forma. este rostro, esta vida, a mi palabra por la que no está dicha,
Por quien despierta, los labios separados, la esperanza, los barcos nuevos.
¿Qué islas qué playas qué islas graníticas hacia mis cuadernas
Y tordo que llama a través de la bruma
Hija mía.
Versión de Jaime Tello
Miércoles de ceniza
I
Porque no abrigo esperanzas de volver otra vez
porque no abrigo esperanzas
porque no abrigo esperanzas de volver
ansiando el donde este hombre de este otro sus andanzas
no lucho por llegar hacia esas cosas
(¿Por qué no ha de abrir el halcón sus alas ya andrajosas?)
¿Por qué he de lamentar
el perdido poder del reino usual ?
Porque no abrigo esperanzas de conocer otra vez
la cierta hora de tan incierta gloria
porque no pienso así
y porque sé que no conoceré
la única veraz potencia transitoria
puesto que he de beber, ahí,
donde florecen los árboles y las vertientes fluyen,
porque otra vez no hay nada.
Porque yo sé que el tiempo es siempre tiempo
y que el lugar es siempre y solamente un lugar
y que lo que es actual lo es sólo en cierto tiempo
y para un solo lugar
me alegro que sean así las cosas
y renuncio a la vez
a la sagrada faz y también a la voz
entonces, como no me es posible pensar que he de volver
me regocijo al tener que construir algo que me proporcione regocijo
Y ruego a Dios que nos tenga misericordia
ruego que nos haga olvidar
estos asuntos que originan en mí tanta discordia
ya que los he discutido y me los he explicado demasiado
porque no abrigo esperanzas de volver otra vez
que estas palabras respondan
por lo que ya se ha hecho que no se hará otra vez
y que se nos juzgue con misericordia
porque con estas alas no es posible volar
son simples abanicos y para abanicar
un aire seco ya y muy reducido
más seco, más reducido que la voluntad
enséñanos a sentir y a prescindir,
danos tranquilidad.
Ora por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Ora por nosotros por ahora y en la hora de nuestra muerte.
Versión de Jorge Elliott
New Hampshire
Voces de niños en el huerto
entre el tiempo de florecer y el tiempo de madurar:
cabeza dorada, cabeza carmesí,
entre la punta verde y la raíz.
Ala negra, ala parda, se cierne en lo alto;
veinte años y pasa la primavera;
hoy duele, mañana duele,
cubridme todo, luz en hojas;
cabeza dorada, ala negra,
agarrad, saltad,
brotad, cantad,
saltad hasta el manzano.
Versión de Jaime Tello
Ojos que vi con lágrimas
Ojos que vi con lágrimas la última vez
a través de la separación
aquí en el otro reino de la muerte
la dorada visión reaparece
veo los ojos pero no las lágrimas
esta es mi aflicción.
Esta es mi aflicción:
ojos que no volveré a ver
ojos de decisión
ojos que no veré a no ser
a la puerta del otro reino de la muerte
donde, como en éste
los ojos perduran un poco de tiempo
un poco de tiempo duran más que las lágrimas
y nos miran con burla.
Versión de Agustí Bartra
Rapsodia de una noche de viento
Las doce.
A lo largo de los cauces de la calle
sostenidos en síntesis lunar,
susurrando encantamientos lunares,
se disuelven los suelos de la memoria
y todas sus claras relaciones,
sus divisiones y precisiones,
cada farol que dejo atrás
resuena como un tambor fatalista,
y a través de los espacios de lo oscuro
la medianoche sacude la memoria
como un loco agitando un geranio muerto.
La una y media,
el farol rociaba,
el farol mascullaba,
el farol decía: "Observa a esa mujer
que vacila hacia ti en la luz de la puerta
que se abre hacia ella como una mueca.
Ves que el borde de su vestido
está desgarrado y sucio de arena,
y ves que el rabillo del ojo
se le retuerce como un alfiler torcido".
La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada, lisa, y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco.
Un muelle roto en el solar de una fábrica,
óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado
dura y enroscada y dispuesta a dispararse.
Las dos y media.
El farol dijo:
"Observa al gato que se aplana en el arroyo,
saca la lengua furtiva
y devora un bocado de manteca rancia".
Así la mano del niño, automática,
salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el
muelle.
No vi nada tras los ojos de ese niño.
He visto ojos en la calle
tratando de escudriñar a través de postigos con luz,
y un cangrejo una tarde en un charco,
un viejo cangrejo con lapas en la espalda,
agarró el extremo de un palo que le tendí.
Las tres y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba en lo oscuro.
El farol canturreaba:
"Observa la luna,
la lune ne garde aucune rancune,
guiña un débil ojo,
sonríe a los rincones.
Alisa el pelo de la hierba.
La luna ha perdido la memoria.
Una desvaída viruela le agrieta la cara,
su mano retuerce una rosa de papel,
que huele a polvo y agua de colonia.
Está sola
con todos los viejos olores nocturnos
que cruzan y cruzan por su cerebro".
Viene la reminiscencia
de secos geranios sin sol
y polvo en grietas,
olores de castañas en las calles,
y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,
y cigarrillos en pasillos
y olores de cócteles en bares.
El farol dijo:
"Las cuatro.
Aquí está el número en la puerta.
¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida."
El último retorcimiento del cuchillo.
Sweeney entre los ruiseñores
"¡Ay, herido estoy por un golpe mortal! "
ESQUILO, Agamenón
Sweeney, cuello simiesco, separa sus rodillas
dejando colgar sus brazos para reír,
listas de cebra a lo largo de su mandíbula
dilatándose hasta ser manchas de jirafa.
Los anillos de la luna tormentosa
se deslizan al poniente hacia el Río de la Plata,
la Muerte y el Cuervo se desvían arriba
y Sweeney custodia el pórtico encornado.
El tenebroso Orión y el Can
están velados; y apaciguados los estremecidos mares;
la persona con capa española
intenta sentarse so bre las rodillas de Sweeney
pero resbala y tira del mantel de la mesa,
vuelca una taza de café,
se recompone en el suelo,
bosteza y se sube una media;
el hombre silencioso vestido de castaño moka
se deja caer en el alféizar de la ventana y boquea;
el camarero trae naranjas,
bananas, higos, y uvas de invernáculo;
el vertebrado silencioso de traje castaño
se contrae y reconcentra, se hace a un lado;
Raquel née Rabinovich
arranca las uvas con garras asesinas;
ella y la dama de la capa
son sospechosas, se supone están aliadas;
en consecuencia el hombre de ojos pesados
rehúsa el gambito, demuestra fatiga,
abandona el cuarto y reaparece
asomado a la ventana, encorvándose,
ramas de glicina
circundan un rictus dorado;
el anfitrión conversa con alguien impreciso
al lado de la puerta,
los ruiseñores cantan cerca
del convento del Sagrado Corazón,
y cantaron en el bosque sangriento
cuando Agamenón dio alaridos,
y dejaron caer sus líquidos residuos
para mancillar el tieso, deshonrado sudario.
Versión de Alberto Girri
Miércoles de ceniza (Primera entrega)
I
Porque no espero volver otra vez
Porque no espero
Porque no espero volver
A desear el don de este hombre y el alcance de aquél
Ya no me esfuerzo por esforzarme en alcanzar cosas como esas
(¿Por qué extiende sus alas el águila vieja?)
¿Por qué debo lamentar
El esfumado poder del reino cotidiano?
Porque no espero saber
Acerca de la débil gloria de la hora feliz
Porque no creo
Porque sé que no sabré
del único verdadero poder transitorio
Porque no puedo beber
Allí, donde los árboles florecen, y los manantiales fluyen, porque
No hay nada otra vez
Porque sé que el tiempo es siempre tiempo
Y el lugar es siempre y solo lugar
Y lo que es real es real solo por un tiempo
Y solo en un lugar
Me alegro de que las cosas sean como son y
Renuncio al rostro bendito
Y renuncio a la voz
Porque no puedo esperar volver otra vez
En consecuencia me alegro de tener que construir algo
Por lo que alegrarme
Y ruego a Dios que tenga piedad de nosotros
Y ruego que pueda olvidar
Estas cuestiones que tanto discuto conmigo
Que tanto explico
Porque no espero volver otra vez
Y dejar que estas palabras respondan
Por lo hecho, que no se haga otra vez
Que el juicio no nos sea demasiado duro
Porque estas alas ya no son alas para volar
Sino élitros que agitan el aire
El aire ahora es completamente escaso y seco
Más escaso y seco que la voluntad
Enséñanos a estar concernidos y a no estarlo
Enséñanos a permanecer tranquilos.
Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.
II
Señora, tres leopardos blancos se sentaron bajo un enebro
A la fresca del día, habiéndose alimentado hasta saciarse
De mis piernas mi corazón mi hígado y de aquello que habían
Contenido
En la hueca esfera de mi cráneo. Y Dios dijo
¿Han de vivir estos huesos? ¿Han de vivir
Estos huesos? Y aquello que habían contenido
En los huesos (que ya estaban secos) dijo gorjeando:
Por la bondad de esta Señora
Y por su belleza, y porque
Ella honra a la Virgen en meditación,
Brillamos relucientes. Y yo que estoy aquí disfrazado
Ofrezco mis actos al olvido, y mi amor
A la posteridad del desierto y al fruto de la calabaza.
Esto es lo que reestablece
Mi coraje los nervios de mis ojos y las indigeribles porciones
Que los leopardos rechazan. La Señora se retira
En un traje blanco, a la contemplación, en un traje blanco.
Deja que la blancura de los huesos a tono con el olvido.
No hay vida en ellos. Como estoy olvidado
Y seré olvidado, los olvidaré a ustedes
Devotos, concentrados en el propósito. Y Dios dijo
Profetiza al viento, solo al viento porque solo
El viento escuchará. Y los huesos cantaban gorjeando
Con el peso del saltamontes, diciendo
Señora de los silencios
Tranquila y angustiada
Desgarrada e íntegra
Rosa de la memoria
Rosa del olvido
Exhausta y dadora de vida
Tensa y relajada
La única Rosa
Es ahora el Jardín
Donde todo amor termina
Termina el tormento
Del amor insatisfecho
El tormento mayor
Del amor satisfecho
El final del viaje sin fin
A ningún destino
Conclusión de todo lo
Que no concluye
Lengua sin palabra y
Palabra sin lengua
Gracia a la Madre
Por el Jardín
Donde todo amor termina.
Los huesos cantaban bajo el enebro, dispersos y brillando
Estamos felices de estar dispersos, fue poco el bien que nos hicimos
Uno al otro,
Bajo el árbol a la fresca del día, con la bendición de la arena,
Olvidándose a sí mismos y uno al otro, unidos
En el silencio del desierto. Esta es la tierra que
Dividirás en parcelas. Y ni la división ni la unión
Importan. Esta es la tierra. Tenemos nuestra herencia.
III
En el primer rellano de la segunda escalera
Me di vuelta y abajo vi
La misma forma retorcida sobre la baranda
Bajo el vapor del aire fétido
Luchando con el demonio de las escaleras que lleva
El engañoso rostro de esperanza y desesperación.
En el segundo rellano de la segunda escalera
Los deje retorciéndose, enroscándose debajo;
No había más rostros y la escalera estaba oscura,
Húmeda y dentada como la boca de un viejo babeándose, sin remedio,
O las fauces dentadas de un tiburón viejo.
En el primer rellano de la tercera escalera
Una ventana con ranuras panzona como el fruto de un higo
Y debajo del brote de espino y una escena pastoril
La figura de espalda ancha vestida en azul y verde
Encantaba el mes de mayo con una flauta antigua.
El cabello que se agita es dulce, el cabello castaño que se agita sobre la boca,
Lila y cabello castaño;
Distracción, música de flauta, se detiene y transporta la mente
A la tercera escalera,
Apagándose, apagándose; la fuerza más allá de la esperanza y la desesperación
Subiendo la tercera escalera.
Señor, yo no soy digno
Señor, yo no soy digno
Pero una palabra tuya bastará.
Versión © Silvia Camerotto, in memorian Vicente, un oculista de barrio, un hombre común.
Ash Wednesday
I
Because I do not hope to turn again
Because I do not hope
Because I do not hope to turn
Desiring this man's gift and that man's scope
I no longer strive to strive towards such things
(Why should the agèd eagle stretch its wings?)
Why should I mourn
The vanished power of the usual reign?
Because I do not hope to know
The infirm glory of the positive hour
Because I do not think
Because I know I shall not know
The one veritable transitory power
Because I cannot drink
There, where trees flower, and springs flow, for there is
nothing again
Because I know that time is always time
And place is always and only place
And what is actual is actual only for one time
And only for one place
I rejoice that things are as they are and
I renounce the blessèd face
And renounce the voice
Because I cannot hope to turn again
Consequently I rejoice, having to construct something
Upon which to rejoice
And pray to God to have mercy upon us
And pray that I may forget
These matters that with myself I too much discuss
Too much explain
Because I do not hope to turn again
Let these words answer
For what is done, not to be done again
May the judgement not be too heavy upon us
Because these wings are no longer wings to fly
But merely vans to beat the air
The air which is now thoroughly small and dry
Smaller and dryer than the will
Teach us to care and not to care
Teach us to sit still.
Pray for us sinners now and at the hour of our death
Pray for us now and at the hour of our death.
II
Lady, three white leopards sat under a juniper-tree
In the cool of the day, having fed to sateity
On my legs my heart my liver and that which had been
contained
In the hollow round of my skull. And God said
Shall these bones live? shall these
Bones live? And that which had been contained
In the bones (which were already dry) said chirping:
Because of the goodness of this Lady
And because of her loveliness, and because
She honours the Virgin in meditation,
We shine with brightness. And I who am here dissembled
Proffer my deeds to oblivion, and my love
To the posterity of the desert and the fruit of the gourd.
It is this which recovers
My guts the strings of my eyes and the indigestible portions
Which the leopards reject. The Lady is withdrawn
In a white gown, to contemplation, in a white gown.
Let the whiteness of bones atone to forgetfulness.
There is no life in them. As I am forgotten
And would be forgotten, so I would forget
Thus devoted, concentrated in purpose. And God said
Prophesy to the wind, to the wind only for only
The wind will listen. And the bones sang chirping
With the burden of the grasshopper, saying
Lady of silences
Calm and distressed
Torn and most whole
Rose of memory
Rose of forgetfulness
Exhausted and life-giving
Worried reposeful
The single Rose
Is now the Garden
Where all loves end
Terminate torment
Of love unsatisfied
The greater torment
Of love satisfied
End of the endless
Journey to no end
Conclusion of all that
Is inconclusible
Speech without word and
Word of no speech
Grace to the Mother
For the Garden
Where all love ends.
Under a juniper-tree the bones sang, scattered and shining
We are glad to be scattered, we did little good to each
other,
Under a tree in the cool of day, with the blessing of sand,
Forgetting themselves and each other, united
In the quiet of the desert. This is the land which ye
Shall divide by lot. And neither division nor unity
Matters. This is the land. We have our inheritance.
III
At the first turning of the second stair
I turned and saw below
The same shape twisted on the banister
Under the vapour in the fetid air
Struggling with the devil of the stairs who wears
The deceitul face of hope and of despair.
At the second turning of the second stair
I left them twisting, turning below;
There were no more faces and the stair was dark,
Damp, jaggèd, like an old man's mouth drivelling, beyond
repair,
Or the toothed gullet of an agèd shark.
At the first turning of the third stair
Was a slotted window bellied like the figs's fruit
And beyond the hawthorn blossom and a pasture scene
The broadbacked figure drest in blue and green
Enchanted the maytime with an antique flute.
Blown hair is sweet, brown hair over the mouth blown,
Lilac and brown hair;
Distraction, music of the flute, stops and steps of the mind
over the third stair,
Fading, fading; strength beyond hope and despair
Climbing the third stair.
Lord, I am not worthy
Lord, I am not worthy
but speak the word only.
Miércoles de ceniza (segunda entrega)
IV
Quien caminó entre el violeta y el violeta
Quien caminó entre
Las muchas gamas de variedades del verde
Yendo del blanco al azul, el color de María,
Hablando de cosas triviales
Ignorante y a sabiendas del dolor eterno
Quien se movía entre los otros mientras ellos caminaban,
Quien luego fortaleció las fuentes y reanimó los manantiales
Enfrió la roca seca y afirmó la arena
El azul del albarraz, el azul de María,
Sovegna vos
Aquí en medio están los años que pasan, quitando
Los violines y las flautas, restituyendo
A aquel que se mueve en el tiempo entre el dormir y el despertar, llevando
Sobre ella una blanca luz apretada, envolvente, apretada.
Los nuevos años pasan, restituyendo
A través de una blanca nube de lágrimas, restituyendo
En un verso nuevo la antigua rima. Redime
El tiempo. Redime
La visión no leída en el sueño supremo
Mientras unicornios enjoyados arrastran el dorado carro fúnebre.
La hermana silenciosa con su velo azul y blanco
Entre los tejos, detrás del dios del jardín,
Con su flauta sin aliento, inclinó la cabeza y dio una señal pero no habló una palabra
Pero la fuente brotó y el pájaro cantó
Redime el tiempo, redime el sueño
La señal de la palabra no oída, no dicha
Hasta que el viento despierte mil susurros del tejo
Y después nuestro exilio
V
Si se pierde la palabra perdida, si se gasta la palabra gastada
Si la palabra no escuchada, la palabra
No dicha se dijera, no escuchada;
Aún así sería la palabra no dicha, la Palabra no escuchada,
La Palabra sin palabra, la Palabra en
El mundo para el mundo;
Y la luz brilló en la tinieblas y
Contra la Palabra el mundo inconstante aún giraba
En el centro de la Palabra callada.
Oh pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¿Dónde encontraremos la palabra, dónde
Resonará? No aquí, no hay suficiente silencio
No en el mar o en las islas, no
En tierra firme, en el desierto o en las praderas,
Porque aquellos que caminan en las tinieblas
Así en el día como en la noche
El tiempo justo y el lugar correcto no son estos
Ni el lugar de gracia para aquellos que huyen del rostro
Ni el tiempo para el regocijo de aquellos que caminan entre el ruido y niegan la voz
¿Rogará, la hermana del velo, por
Aquellos que caminan en las tinieblas, que te han elegido y te han negado,
Aquellos cuyas cabezas están escindidas entre estación y estación,
Tiempo y tiempo, entre
Hora y hora, palabra y palabra, poder y poder, aquellos que esperan
En las tinieblas? ¿Rogará la hermana del velo
Por los niños en el limbo
Que no se irán y que no pueden rezar:
Ruega por aquellos que aceptaron y niegan
Oh pueblo mío ¿qué te he hecho?
¿Rogará la hermana con el velo entre los árboles de tejo
Esbeltos por aquellos que la ofenden
Y ahora temen y no pueden rendirse
Y aceptar ante el mundo y negar entre las rocas
En el último desierto entre las últimas rocas azules
El desierto en el jardín el jardín en el desierto
De sequía, escupiendo la semilla de la manzana seca?
VI
Porque no espero volver otra vez
Porque no espero
Porque no espero volver
Dudando entre la ganancia y la pérdida
En este breve tránsito donde los sueños se cruzan
Crepúsculo cruzado por el sueño entre el nacimiento y la muerte
(Bendíceme padre) aunque no espero esperar estas cosas
Desde el ventanal que mira hacia la costa de granito
El velamen blanco aún vuela hacia el mar, hacia el mar
Alas incólumes
Y el corazón perdido se endurece y se regocija
En las lilas perdidas y en la voces perdidas del mar
Y el espíritu débil se apura a rebelarse
Por la vara dorada, doblada y el olor perdido del mar
Se apura a recuperar
El grito de la codorniz y del chorlito que vuela en círculos
Y el ojo ciego crea
Formas vacías entre las puertas de marfil
Y el olor renueva el sabor salado de la tierra arenosa
Este es el tiempo límite entre morir y nacer
El lugar de soledad donde tres sueños cruzan
Entre las rocas azules
Pero cuando las voces que despiertan del tejo huyen
Deja que otros tejos sean sacudidos y respondan.
Bendita hermana, madre santa, espíritu de la fuente, espíritu del jardín,
No dejes que nos burlemos uno al otro con falsedad
Enséñanos a estar concernidos y a no estarlo
Enséñanos a permanecer tranquilos
Aún entre estas rocas,
Que la paz sea Su voluntad
Y aún entre estas rocas
Hermana, madre
Y espíritu del río, espíritu del mar,
No permitas que me aparte
Deja que mi clamor llegue a Tí.
T.S. Eliot, St. Louis, Missouri, 1888 - Londres, 1965)
Versión © Silvia Camerotto
imagen: Witold Wojtkiewicz, Meditations. Ash Wednesday
Ash Wednesday 2
IV
Who walked between the violet and the violet
Whe walked between
The various ranks of varied green
Going in white and blue, in Mary's colour,
Talking of trivial things
In ignorance and knowledge of eternal dolour
Who moved among the others as they walked,
Who then made strong the fountains and made fresh the springs
Made cool the dry rock and made firm the sand
In blue of larkspur, blue of Mary's colour,
Sovegna vos
Here are the years that walk between, bearing
Away the fiddles and the flutes, restoring
One who moves in the time between sleep and waking, wearing
White light folded, sheathing about her, folded.
The new years walk, restoring
Through a bright cloud of tears, the years, restoring
With a new verse the ancient rhyme. Redeem
The time. Redeem
The unread vision in the higher dream
While jewelled unicorns draw by the gilded hearse.
The silent sister veiled in white and blue
Between the yews, behind the garden god,
Whose flute is breathless, bent her head and signed but spoke
no word
But the fountain sprang up and the bird sang down
Redeem the time, redeem the dream
The token of the word unheard, unspoken
Till the wind shake a thousand whispers from the yew
And after this our exile
V
If the lost word is lost, if the spent word is spent
If the unheard, unspoken
Word is unspoken, unheard;
Still is the unspoken word, the Word unheard,
The Word without a word, the Word within
The world and for the world;
And the light shone in darkness and
Against the Word the unstilled world still whirled
About the centre of the silent Word.
O my people, what have I done unto thee.
Where shall the word be found, where will the word
Resound? Not here, there is not enough silence
Not on the sea or on the islands, not
On the mainland, in the desert or the rain land,
For those who walk in darkness
Both in the day time and in the night time
The right time and the right place are not here
No place of grace for those who avoid the face
No time to rejoice for those who walk among noise and deny
the voice
Will the veiled sister pray for
Those who walk in darkness, who chose thee and oppose thee,
Those who are torn on the horn between season and season,
time and time, between
Hour and hour, word and word, power and power, those who wait
In darkness? Will the veiled sister pray
For children at the gate
Who will not go away and cannot pray:
Pray for those who chose and oppose
O my people, what have I done unto thee.
Will the veiled sister between the slender
Yew trees pray for those who offend her
And are terrified and cannot surrender
And affirm before the world and deny between the rocks
In the last desert before the last blue rocks
The desert in the garden the garden in the desert
Of drouth, spitting from the mouth the withered apple-seed.
O my people.
VI
Although I do not hope to turn again
Although I do not hope
Although I do not hope to turn
Wavering between the profit and the loss
In this brief transit where the dreams cross
The dreamcrossed twilight between birth and dying
(Bless me father) though I do not wish to wish these things
From the wide window towards the granite shore
The white sails still fly seaward, seaward flying
Unbroken wings
And the lost heart stiffens and rejoices
In the lost lilac and the lost sea voices
And the weak spirit quickens to rebel
For the bent golden-rod and the lost sea smell
Quickens to recover
The cry of quail and the whirling plover
And the blind eye creates
The empty forms between the ivory gates
And smell renews the salt savour of the sandy earth
This is the time of tension between dying and birth
The place of solitude where three dreams cross
Between blue rocks
But when the voices shaken from the yew-tree drift away
Let the other yew be shaken and reply.
Blessèd sister, holy mother, spirit of the fountain, spirit
of the garden,
Suffer us not to mock ourselves with falsehood
Teach us to care and not to care
Teach us to sit still
Even among these rocks,
Our peace in His will
And even among these rocks
Sister, mother
And spirit of the river, spirit of the sea,
Suffer me not to be separated
And let my cry come unto Thee.
La canción de amor de J. Alfred Prufrock
S’io credesse che mia risposta fosse
A persona che mai tornasse al mondo,
Questa fiamma staria senza piu scosse.
Ma perciocchè giammai di questo fondo
Non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,
Senza tema d’infamia ti rispondo. (*)
Hora de irnos, tú y yo,
pues la tarde se tiende contra el cielo
como un anestesiado en una plancha.
Hora de irnos por las calles más o menos desiertas,
murmurantes refugios
de noches ajetreadas en hoteles de paso
y fondas de aserrín y conchas de ostras;
calles que se prolongan como un árido
debate con perversas intenciones
para llevarte a algún dilema abrumador...
Por favor, no preguntes: "¿Qué sucede?"
Hora de ir a nuestro compromiso.
Las mujeres deambulan por el cuarto
mientras conversan sobre Miguel Ángel.
La neblina amarilla que se rasca la espalda en las ventanas,
la humareda amarilla que restriega el hocico en las ventanas,
metió su lengua húmeda en las esquinas del atardecer,
se entretuvo en los charcos de las alcantarillas,
dejó que le cayese en la espalda el hollín de chimeneas,
cruzó por la terraza, dio un salto inesperado
y al ver que era una noche apacible de octubre.
rondó la casa y se quedó dormida.
Y claro que habrá tiempo
para aquella humareda que se va deslizando por la calle,
rascándose la espalda en las ventanas.
Habrá tiempo, habrá tiempo
de preparar un rostro para afrontar los rostros que uno afronta.
Tiempo de asesinar y de crear,
y tiempo para todos los días y tareas de las manos
que levantan y dejan caer sobre su plato una pregunta.
Un tiempo para ti y un tiempo para mí.
y tiempo para cien indecisiones,
visiones, revisiones,
antes del pan tostado y de tomar el té.
Las mujeres deambulan por el cuarto
mientras conversan sobre Miguel Ángel.
Y claro que habrá tiempo
para pensar "¿Seré capaz?", "¿Seré capaz?"
Tiempo de arrepentirse y bajar la escalera
con una calva en plena coronilla.
(Y dirán: "¡Cómo está perdiendo pelo!")
Mi levita, mi cuello que sube con firmeza hasta el mentón;
mi corbata, vistosa aunque modesta, afirmada con sólo un alfiler.
(Y dirán: "Esos brazos y piernas, ¡qué delgados!")
¿Seré capaz
de perturbar al universo entero?
En un minuto hay tiempo
de tomar decisiones y de hacer revisiones que un minuto
habrá de revertir.
Pues las conozco, las conozco;
ya conozco las noches, las mañanas, las tardes;
he medido mi vida a cucharadas.
Ya conozco las voces que fallecen de una mortal caída,
debajo de la música del cuarto más distante.
¿Cómo podría dar nada por sentado?
Y conozco los ojos, los conozco,
los ojos que te clavan en una frase hecha,
y ya hecho, prendido de alfileres,
clavado y retorcido en la pared,
¿cómo podría comenzar, entonces,
a arrojar las colillas de mis horas y normas?
¿Cómo, entonces, dar nada por sentado?
Y conozco los brazos, los conozco,
brazos con brazaletes, blancos y descubiertos
(pero bajo la lámpara, con vello café claro).
¿Podría ser el perfume de un vestido
lo que me hace divagar así?
Brazos en una mesa o envueltos en un chal.
¿Debo, entonces, dar nada por sentado?
¿Cómo hacerlo, de entrada?
*
¿Debo decir que he andado por entre callejuelas
cuando la noche cae,
y contemplando el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa que se asoman
a través de las ventanas?
Yo debí ser dos garras que, con filo mellado,
barrenan el fondo de mares silenciosos.
*
Y la tarde, el crepúsculo, ¡duerme tan apacible!
Acariciada por esbeltos dedos,
dormida... fatigada... fingiendo estar enferma,
estirada en el piso, junto a ti y junto a mí.
¿Podría -tras el té, los pasteles y helados-
tener la fortaleza de orillar el momento hasta su crisis?
Aunque lloré en ayunas, aunque lloré y recé.
aunque vi mi cabeza (un poco calva) puesta en una charola,
no soy ningún profeta, y no tiene importancia;
he visto mi momento de gloria disiparse,
el eterno Lacayo que sostenía mi abrigo entre risitas
y, en resumidas cuentas, tuve miedo.
Después de todo, ¿habría valido así la pena,
ya después de las tazas, del té y la mermelada,
entre la loza fina, entre una charla sobre tú y yo;
habría valido, pues, así la pensa
zanjar de tajo la cuestión, sonriendo,
meter el universo en una bola
y arrojársela a algún dilema abrumador,
y decir: "Yo soy Lázaro, vengo de entre los muertos,
vango a contarles todo, les voy a contar todo...",
si alguna, acomodándose
la almohada en la cabeza, dijera: "No, no es eso
lo que quise decir; no es eso en absoluto"?
Después de todo, ¿habría valido así la pena?
¿Acaso habría valido así la pena,
después de los crepúsculos, los patios delanteros y las
calles mojadas,
después de las novelas, de las tazas de té, de las faldas
que arrastran por el suelo...
¡Imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Como si una linterna mágica proyectase los nervios
en dibujos sobre una pantalla,
¿acaso habría valido asi la pena
si alguna, acomodándose una almohada o tirando su chal,
mirando a la ventana, hubiese dicho:
"No es eso, en absoluto; no, no es eso
lo que quise decir"?
*
¡No! Yo no soy ni estaba destinado a ser Hamlet;
soy de la comitiva, uno que basta y sobra
para engordar la trama, arrancar una escena o tal vez dos,
aconsejar al príncipe; un títere a la mano,
sin duda, comedido, dichoso de ser útil,
diplomático, cauto, escrupuloso;
lleno de grandes frases, aunque algo testarudo;
a veces, en verdad, casi ridículo
y casi, por momentos, el Bufón.
Envejezco... Envejezco...
Llevaré el pantalón arremangado.
¿Debo prestarme pelo? ¿Seré capaz, realmente, de morder
un durazno?
Llevaré pantalones de franela y andaré por la playa.
He oído a las sirenas cantándose entre sí.
Yo no creo que vayan a cantarme.
Mar adentro las vi cabalgando las olas,
peinar el pelo blanco de olas encrespadas
cuando el viento que sopla sobre el agua la torna
blanca y negra.
En los cuartos del mar permaneceremos
con muchachas del mar mar ceñidas de algas rojas y café,
hasta que nos despierten unas voces humanas y, entonces,
nos ahogamos.
La canción de amor de J. Alfred Prufrock, versión de Hernán Bravo Varela, Colección El Oro de los Tigres V, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2015
(*) Dante Alighieri, Divina Commedia, Canto XXVII de "Inferno", parlamento de Guido da Montefeltro, uno de los jefes de la facción gibelina, opuesta al papado, quien habla convulso desde dentro de la llama que lo rodea en el Octavo Círculo, el de los fraudulentos. La traducción más o menos literal es: Si creyese que mi respuesta fuese/ a una persona que volviera al mundo,/ esta llama ya no se agitaría. /Pero como jamás desde este fondo/ regresó vivo alguno -si es cierto lo que oigo- /sin temor a la infamia te respondo. (Nota del Administrador)
The Love Song of J. Alfred Prufrock
S’io credesse che mia risposta fosse
A persona che mai tornasse al mondo,
Questa fiamma staria senza piu scosse.
Ma perciocchè giammai di questo fondo
Non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,
Senza tema d’infamia ti rispondo.
Let us go then, you and I,
When the evening is spread out against the sky
Like a patient etherized upon a table;
Let us go, through certain half-deserted streets,
The muttering retreats
Of restless nights in one-night cheap hotels
And sawdust restaurants with oyster-shells:
Streets that follow like a tedious argument
Of insidious intent
To lead you to an overwhelming question. . .
Oh, do not ask, "What is it?"
Let us go and make our visit.
In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.
The yellow fog that rubs its back upon the window-panes
The yellow smoke that rubs its muzzle on the window-panes
Licked its tongue into the corners of the evening
Lingered upon the pools that stand in drains,
Let fall upon its back the soot that falls from chimneys,
Slipped by the terrace, made a sudden leap,
And seeing that it was a soft October night
Curled once about the house, and fell asleep.
And indeed there will be time
For the yellow smoke that slides along the street,
Rubbing its back upon the window-panes;
There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create,
And time for all the works and days of hands
That lift and drop a question on your plate;
Time for you and time for me,
And time yet for a hundred indecisions
And for a hundred visions and revisions
Before the taking of a toast and tea.
In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.
And indeed there will be time
To wonder, "Do I dare?" and, "Do I dare?"
Time to turn back and descend the stair,
With a bald spot in the middle of my hair—
[They will say: "How his hair is growing thin!"]
My morning coat, my collar mounting firmly to the chin,
My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin—
[They will say: "But how his arms and legs are thin!"]
Do I dare
Disturb the universe?
In a minute there is time
For decisions and revisions which a minute will reverse.
For I have known them all already, known them all;
Have known the evenings, mornings, afternoons,
I have measured out my life with coffee spoons;
I know the voices dying with a dying fall
Beneath the music from a farther room.
So how should I presume?
And I have known the eyes already, known them all—
The eyes that fix you in a formulated phrase,
And when I am formulated, sprawling on a pin,
When I am pinned and wriggling on the wall,
Then how should I begin
To spit out all the butt-ends of my days and ways?
And how should I presume?
And I have known the arms already, known them all—
Arms that are braceleted and white and bare
[But in the lamplight, downed with light brown hair!]
Is it perfume from a dress
That makes me so digress?
Arms that lie along a table, or wrap about a shawl.
And should I then presume?
And how should I begin?
.
Shall I say, I have gone at dusk through narrow streets
And watched the smoke that rises from the pipes
Of lonely men in shirt-sleeves, leaning out of windows? . . .
I should have been a pair of ragged claws
Scuttling across the floors of silent seas.
.
And the afternoon, the evening, sleeps so peacefully!
Smoothed by long fingers,
Asleep . . . tired . . . or it malingers,
Stretched on the floor, here beside you and me.
Should I, after tea and cakes and ices,
Have the strength to force the moment to its crisis?
But though I have wept and fasted, wept and prayed,
Though I have seen my head (grown slightly bald) brought in upon a platter,
I am no prophet–and here's no great matter;
I have seen the moment of my greatness flicker,
And I have seen the eternal Footman hold my coat, and snicker,
And in short, I was afraid.
And would it have been worth it, after all,
After the cups, the marmalade, the tea,
Among the porcelain, among some talk of you and me,
Would it have been worth while,
To have bitten off the matter with a smile,
To have squeezed the universe into a ball
To roll it toward some overwhelming question,
To say: "I am Lazarus, come from the dead,
Come back to tell you all, I shall tell you all"
If one, settling a pillow by her head,
Should say, "That is not what I meant at all.
That is not it, at all."
And would it have been worth it, after all,
Would it have been worth while,
After the sunsets and the dooryards and the sprinkled streets,
After the novels, after the teacups, after the skirts that trail along the floor—
And this, and so much more?—
It is impossible to say just what I mean!
But as if a magic lantern threw the nerves in patterns on a screen:
Would it have been worth while
If one, settling a pillow or throwing off a shawl,
And turning toward the window, should say:
"That is not it at all,
That is not what I meant, at all."
.
No! I am not Prince Hamlet, nor was meant to be;
Am an attendant lord, one that will do
To swell a progress, start a scene or two
Advise the prince; no doubt, an easy tool,
Deferential, glad to be of use,
Politic, cautious, and meticulous;
Full of high sentence, but a bit obtuse;
At times, indeed, almost ridiculous—
Almost, at times, the Fool.
I grow old . . . I grow old . . .
I shall wear the bottoms of my trousers rolled.
Shall I part my hair behind? Do I dare to eat a peach?
I shall wear white flannel trousers, and walk upon the beach.
I have heard the mermaids singing, each to each.
I do not think they will sing to me.
I have seen them riding seaward on the waves
Combing the white hair of the waves blown back
When the wind blows the water white and black.
We have lingered in the chambers of the sea
By sea-girls wreathed with seaweed red and brown
Till human voices wake us, and we drown.
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