Emilia Oliva García
Emilia Oliva García (Malpartida de Plasencia, 1957) es licenciada en Filología Románica y en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura. También ha trabajado en las Escuelas de Idiomas de Cáceres y Plasencia y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura.
En colaboración con Juan Duarte, llevó a cabo la crítica de arte para el diario Hoy durante la vigencia del suplemento cultural 'Arrago'. Es asidua colaboradora en la prensa regional con artículos de opinión y actualmente ejerce como profesora de francés en el instituto de enseñanza secundaria Francisco de Orellana de Trujillo y es editora en la revista literaria 'En sentido figurado'.
Su obra '(Re)fracciones' (1997) ha sido galardonada con el premio de poesía Ciudad de Zaragoza y sus obras de experimentación poética 'TorSión' (1999) y 'Figuraciones 7/77'(2000) fueron seleccionadas y publicadas por el Ayuntamiento de Zaragoza en convocatorias sucesivas.
También ha publicado ensayos, cuentos y poemas en diferentes revistas y sus últimos libros de poesía son 'Los Ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir' (Alcancía, 2006); 'Quien habita el fondo', IX Premio de Poesía 'León Felipe' (Celya, 2011); y 'Cifras de una fracción periódica' (De la luna libros, 2013).
sólo adquieren sentido los muros
el dédalo de calles
y el orbe todo
en el encuentro
cuando las blancas paredes
se transforman en sábanas
y en el níveo lecho los amantes
escriben
no sólo un epitafio
sino la letanía infinita
del ser
y del no ser
en el rincón proclive
de una calle estrecha
o en un banco de parque
como boya segura
en la deriva
de (re)fracciones
la vida respira silenciosa
y como un rito antiguo
un arco iris la cubre de esperanza
avanza
como mancha que arrastra su sombra
como imagen sin revelar todavía
desnuda la aprieta contra su cuerpo
y no oye que la tarde plancha nubes en su mortaja
(De (re)fracciones)
a juzgar por los gritos
rodeaba en él cuerpos
fluían inmensos y confusos torrentes
cambiaban su soledad
detrás de los barrotes, a su espalda
gritos, el cielo, caer
después, su imagen contra el cristal
al otro lado, la calle
el camino sin huellas visibles
ahora estaba atrapado en pasillos de vidrio
(De figuraciones 7/77)
pasa el arado
abre surcos en la tierra
revolotean garcillas en la estela húmeda que deja
no sospecha el llanto
que tuvo aquí lugar
voltea la tierra
arranca flores y hierbas
deja las raíces desgarradas
las lombrices y larvas
expuestas a los picos voraces
también entonces
la tierra dio sus frutos
cebos para la pesca
alimentos para los días y los cuerpos
bruñidos al fiero sol de agosto
curtidos en las aguas de arroyos y de acequias
también entonces dio
sepultura
para los días extintos
yacen aquí
pasa el arado y no sospecha
del hueco que dejaron los huesos
en la roca
tal vez una mujer
y un niño diminuto
dos tumbas adyacentes
ya sin tibias ni calaveras
Tumba de la princesa, Malpartida de Plasencia
Campo de labor junto a tumbas antropomórficas,
Los Barruecos, Malpartida de Cáceres
7 de enero de 2009
eran días de domeñar el espacio con los puños
rogar lluvia y golpear el vientre de la tierra
los pies desnudos de la infancia y de falsa inocencia
eran días con enjambres de preguntas emprendiendo el vuelo
retornar sin respuesta o volver
las niñas no preguntan
(cómo sería eso de medir palmo a palmo el territorio de un cuerpo
seguir el rastro por caminos sin trazos
sentir el pálpito en la yema de los dedos
decir un nombre, repetirlo, masticarlo
inventar el lenguaje furtivo de los besos
cómo sería afilar contra el vientre la dureza del sexo)
de Eran días de vejez…
I
no eres tú
ni tu sombra
ni el resplandor de la talla
que tus manos hicieran
es un hueco
la áspera concavidad de la roca
el frío abrazo de piedra
que otros prepararon por ti
para ti
para tu vida otra
ahora un hueco
con un resto de agua
alguna piedra
un poco de verdín
el reflejo de una nube en el cielo
Tumba antropomorfa, Los Barruecos de Malpartida
de Cáceres, mayo de 2007.
II
muerto el guerrero
perdida la batalla
recogieron el escudo y las armas
dispersos por el campo
mientras lavaba el cadáver
lloró su pérdida
y maldijo a los dioses
que le habían abandonado
recordó el olor juvenil de sus brazos
la rudeza de la voz en la batalla
la ferocidad del guerrero
no traspasaba el umbral de la casa
retiró el amuleto de bronce de su cuello
escupió en un paño
limpió la sangre incrustada
de nada había servido la serpiente
que coronaba el casco
Astarté, la diosa madre,
le había abandonado
vino el sacerdote
ungió el cadáver
todo estaba dispuesto, le dijo
las angarillas de madera y el lino
pensó en su tálamo
como una travesía de desierto
perfumó su cuerpo todavía
con aceite de sándalo
miró su rostro, frío, ajeno
era obscena la muerte
indefenso su rostro
a la mirada de los vivos
el enemigo no debe saber nuestro dolor
avanzó hacia las armas
bruñidas, casi intactas
y envolvió la daga, las flechas, el arco
recogidos en el campo de batalla
ocultó en un cántaro
higos, nueces y bellotas
algunas monedas
pan, queso y frutas
y el dios tutelar
que nada hizo
el camino de la muerte era largo
no exento de daños
los amigos vinieron
vistieron su cabeza de laurel
alabaron la fuerza del guerrero en la batalla
el escudo cubrió otra vez su cuerpo
pero él no caminó
salió
las manos sobre el pecho
dispuesto a la batalla de la muerte
al largo tránsito
(De Malpartida a Zarza de Granadilla,26 de marzo de 2008)
Cifras de una fracción periódica, un poemario dividido en cuatro bloques. Del segundo de ellos (“Primer periodo”) reproducimos el poema de cierre, “si vinieran las huestes”.
7
si vinieran las huestes
y estuvieran ya próximos
los golpes de los cascos
los relinchos
y tus oídos oyeran
fustigar como bestias
los lomos del caballo
si agazapado, supieras ya
del golpe mortal
de la lanza
del incendio voraz
de todo lo que hiciste
del fulgor
del acero en el aire
si supieras que ya están ahí
sal de la guarida
levanta el rostro y mira altivo
al jinete que avanza
muestra en tus ojos
que nunca calmará su sed
de destrucción
que está atado para siempre
al gesto de la espada
páginas amarillas
la
en
ciénaga
h
limo de ombres
n
de torSión
del almendro y el agua
hay un rumor de besos en la acequia
una avanzada
sin palabras
de agua
que arrastra mansamente
ranúnculos, perfumes
flores, como de nieve
y difumina
la copa del almendro en la corriente
hay un lecho de horas en los márgenes
un trasiego
sin tiempo
de silencios
y caen desde el follaje
rayos de luz, esquejes
briznas, casi de cuerpos
y en el limo
la huella de unos pasos que se pierden
de Los ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir
eran días de domeñar el espacio con los puños
rogar lluvia y golpear el vientre de la tierra
los pies desnudos de la infancia y de falsa inocencia
eran días con enjambres de preguntas emprendiendo el vuelo
retornar sin respuesta o volver
las niñas no preguntan
(cómo sería eso de medir palmo a palmo el territorio de un cuerpo
seguir el rastro por caminos sin trazos
sentir el pálpito en la yema de los dedos
decir un nombre, repetirlo, masticarlo
inventar el lenguaje furtivo de los besos
cómo sería afilar contra el vientre la dureza del sexo)
de Eran días de vejez…
Méditerranée
Emilia Oliva García
(Malpartida de Plasencia, Cáceres, 1957)
29,6 x 42 cm
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Es un pueblo de artistas, entre los que Emilia Oliva brilla con luz propia e intensa.
ResponderEliminarPues dando francés es una cabrona.
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