sábado, 25 de diciembre de 2010

EMILIA OLIVA GARCÍA [2.660]


Emilia Oliva García 

Emilia Oliva García (Malpartida de Plasencia, 1957) es licenciada en Filología Románica y en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura. También ha trabajado en las Escuelas de Idiomas de Cáceres y Plasencia y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura.

En colaboración con Juan Duarte, llevó a cabo la crítica de arte para el diario Hoy durante la vigencia del suplemento cultural 'Arrago'. Es asidua colaboradora en la prensa regional con artículos de opinión y actualmente ejerce como profesora de francés en el instituto de enseñanza secundaria Francisco de Orellana de Trujillo y es editora en la revista literaria 'En sentido figurado'.

Su obra '(Re)fracciones' (1997) ha sido galardonada con el premio de poesía Ciudad de Zaragoza y sus obras de experimentación poética 'TorSión' (1999) y 'Figuraciones 7/77'(2000) fueron seleccionadas y publicadas por el Ayuntamiento de Zaragoza en convocatorias sucesivas.

También ha publicado ensayos, cuentos y poemas en diferentes revistas y sus últimos libros de poesía son 'Los Ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir' (Alcancía, 2006); 'Quien habita el fondo', IX Premio de Poesía 'León Felipe' (Celya, 2011); y 'Cifras de una fracción periódica' (De la luna libros, 2013).




sólo adquieren sentido los muros
el dédalo de calles
y el orbe todo
en el encuentro

cuando las blancas paredes
se transforman en sábanas
y en el níveo lecho los amantes
escriben
no sólo un epitafio
sino la letanía infinita
del ser
y del no ser

en el rincón proclive
de una calle estrecha
o en un banco de parque

como boya segura

en la deriva

de (re)fracciones



la vida respira silenciosa
y como un rito antiguo
un arco iris la cubre de esperanza

avanza
como mancha que arrastra su sombra
como imagen sin revelar todavía

desnuda la aprieta contra su cuerpo
y no oye que la tarde plancha nubes en su mortaja

(De (re)fracciones)



a juzgar por los gritos
rodeaba en él cuerpos

fluían inmensos y confusos torrentes

cambiaban su soledad

detrás de los barrotes, a su espalda
gritos, el cielo, caer

después, su imagen contra el cristal

al otro lado, la calle
el camino sin huellas visibles

ahora estaba atrapado en pasillos de vidrio

(De figuraciones 7/77)





pasa el arado
abre surcos en la tierra
revolotean garcillas en la estela húmeda que deja
no sospecha el llanto
que tuvo aquí lugar

voltea la tierra
arranca flores y hierbas
deja las raíces desgarradas
las lombrices y larvas
expuestas a los picos voraces

también entonces
la tierra dio sus frutos
cebos para la pesca
alimentos para los días y los cuerpos
bruñidos al fiero sol de agosto
curtidos en las aguas de arroyos y de acequias

también entonces dio
sepultura
para los días extintos

yacen aquí
pasa el arado y no sospecha
del hueco que dejaron los huesos
en la roca

tal vez una mujer
y un niño diminuto

dos tumbas adyacentes
ya sin tibias ni calaveras


Tumba de la princesa, Malpartida de Plasencia
Campo de labor junto a tumbas antropomórficas,
Los Barruecos, Malpartida de Cáceres
7 de enero de 2009





eran días de domeñar el espacio con los puños
rogar lluvia y golpear el vientre de la tierra
los pies desnudos de la infancia y de falsa inocencia

eran días con enjambres de preguntas emprendiendo el vuelo
retornar sin respuesta o volver
las niñas no preguntan

(cómo sería eso de medir palmo a palmo el territorio de un cuerpo
seguir el rastro por caminos sin trazos
sentir el pálpito en la yema de los dedos
decir un nombre, repetirlo, masticarlo
inventar el lenguaje furtivo de los besos
cómo sería afilar contra el vientre la dureza del sexo)

de Eran días de vejez…


I

no eres tú
ni tu sombra
ni el resplandor de la talla
que tus manos hicieran

es un hueco
la áspera concavidad de la roca
el frío abrazo de piedra
que otros prepararon por ti
para ti
para tu vida otra

ahora un hueco
con un resto de agua
alguna piedra
un poco de verdín
el reflejo de una nube en el cielo

Tumba antropomorfa, Los Barruecos de Malpartida
de Cáceres, mayo de 2007.



II

muerto el guerrero
perdida la batalla
recogieron el escudo y las armas
dispersos por el campo

mientras lavaba el cadáver
lloró su pérdida
y maldijo a los dioses
que le habían abandonado

recordó el olor juvenil de sus brazos
la rudeza de la voz en la batalla
la ferocidad del guerrero
no traspasaba el umbral de la casa

retiró el amuleto de bronce de su cuello
escupió en un paño
limpió la sangre incrustada

de nada había servido la serpiente
que coronaba el casco
Astarté, la diosa madre,
le había abandonado

vino el sacerdote
ungió el cadáver
todo estaba dispuesto, le dijo
las angarillas de madera y el lino
pensó en su tálamo
como una travesía de desierto

perfumó su cuerpo todavía
con aceite de sándalo
miró su rostro, frío, ajeno
era obscena la muerte
indefenso su rostro
a la mirada de los vivos

el enemigo no debe saber nuestro dolor

avanzó hacia las armas
bruñidas, casi intactas
y envolvió la daga, las flechas, el arco
recogidos en el campo de batalla

ocultó en un cántaro
higos, nueces y bellotas
algunas monedas
pan, queso y frutas
y el dios tutelar
que nada hizo

el camino de la muerte era largo
no exento de daños

los amigos vinieron
vistieron su cabeza de laurel
alabaron la fuerza del guerrero en la batalla
el escudo cubrió otra vez su cuerpo

pero él no caminó
salió
las manos sobre el pecho
dispuesto a la batalla de la muerte
al largo tránsito

(De Malpartida a Zarza de Granadilla,26 de marzo de 2008)






Cifras de una fracción periódica, un poemario dividido en cuatro bloques. Del segundo de ellos (“Primer periodo”) reproducimos el poema de cierre, “si vinieran las huestes”.

7

si vinieran las huestes
y estuvieran ya próximos
los golpes de los cascos
los relinchos
y tus oídos oyeran
fustigar como bestias
los  lomos del caballo

si agazapado, supieras ya
del golpe mortal
de la lanza
del incendio voraz
de todo lo que hiciste
del fulgor
del acero en el aire

si supieras que ya están ahí

sal de la guarida
levanta el rostro y mira altivo
al  jinete que avanza
muestra en tus ojos
que nunca calmará su sed
de destrucción
que está atado para siempre
al gesto de la espada




páginas amarillas


                                                                     la
                                                        en
                                                                              ciénaga



                                                        h
                                           limo de        ombres
                                                        n


de torSión





del almendro y el agua

hay un rumor de besos en la acequia
una avanzada
                     sin palabras
                                de agua
que arrastra                          mansamente
                                 ranúnculos, perfumes

flores, como de nieve
                                  y difumina
la copa del almendro en la corriente


hay un lecho de horas en los márgenes
un trasiego
                      sin tiempo
                                           de silencios
y caen                                    desde el follaje

                               rayos de luz, esquejes

briznas, casi de cuerpos
                                  y en el limo
la huella de unos pasos que se pierden

de Los ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir




eran días de domeñar el espacio con los puños
rogar lluvia y golpear el vientre de la tierra
los pies desnudos de la infancia y de falsa inocencia

eran días con enjambres de preguntas emprendiendo el vuelo
retornar sin respuesta o volver
las niñas no preguntan

(cómo sería eso de medir palmo a palmo el territorio de un cuerpo
seguir el rastro por caminos sin trazos
sentir el pálpito en la yema de los dedos
decir un nombre, repetirlo, masticarlo
inventar el lenguaje furtivo de los besos
cómo sería afilar contra el vientre la dureza del sexo)

de Eran días de vejez…




Méditerranée 
Emilia Oliva García 
(Malpartida de Plasencia, Cáceres, 1957) 
29,6 x 42 cm







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