Alfonso Camín (La Peñuca 2 de agosto de 1890, Porceyo 12 de diciembre de 1982) fue un poeta asturiano.
A la edad de quince años, en 1905, tras haber trabajado en una cantera de Contrueces, se traslada a Cuba, lugar en el que está hasta 1914 en el que regresa a España como periodista del diario la Marina para cubrir la primera guerra mundial. Durante su estancia en Cuba llega a ser redactor del periódico La Noche, dirige a revista Apolo y es redactor del Diario de la Marina.
Hasta 1936 habita en Madrid y allí conoce a la que será su esposa Rosario Armesto.
Al estallar la guerra civil vuelve a emigrar trasladándose primero a Cuba y luego a México. Regresa el 25 de septiembre de 1967 a Gijón.
Está enterrado en el cementerio de San Félix, en Porceyo
Fue director de la revista Norte entre 1929 y 1967.
Fue nombrado en 1981 «Hijo Predilecto y Poeta de Asturias»
Obras
Adelfas (1913)
Crepúsculos de Oro (1914)
El valle negro
Los Emigrantes (1915)
Cien sonetos (1915)
La ruta (1916)
Macorina
La moza del castañar
La Carmona
La Pícara molinera
Entre volcanes
La Pregonada
El gallo de Mateón
La Mariscala o el verdadero Bobes
España y sus hombres
América y sus hombres (editado en Mexico en 1957)
Entre manzanos
Entre Palmeras
El collar de la emperatriz
El mundo y sus hombres
LA MADRE DEL POETA
Madre, que nos vamos
y Manuel no está.
Dicen que se ha ido,
pero volverá.
Madre, que la guerra
no esta para andar,
por esos caminos
con ochenta ya.
Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Madre; siete lobos
fui anoche a matar;
perseguí sus sombras
y tiré el puñal;
que eran siete obuses
sobre el olivar.
Voy a ver que hicieron;
déjame ir allá.
Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Madre; tengo frío,
toso y nada más
y aunque tú me arropas,
manso de rosal,
ojos de mi cuello,
pecho de torcaz,
tú tampoco puedes
calentarme ya,
Madre: estoy enfermo,
voy a un hospital.
Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Madre: ¡adiós España!
los traidores ya
vienen como los lobos
y huye el recental.
Sobre las palomas
vuelva el gavilán;
torres sin cigueñas,
niños sin hogar
¡Ay cuántas desgracias
trajo un rabadán
hasta el Pirineo,
desde Gibraltar!
Un dolor errante
y otro dolor más;
solos en la senda
sin poder andar,
¡Solos! como España,
toda en soledad,
Tú, tan viejecita,
yo, como el que más,
tiritando vamos,
siempre más allá,
sin tener abrigo,
sin que tengas pan,
bajo los obuses
de la adversidad.
_Si no voy contigo
marcharé detrás
¡Ay tierras de Francia!
Qué amargas están,
sin que a Don Quijote,
sol del ideal,
venga a recibirlo
vuestro Bergerac.
Yo voy a la arena
y al viento. Tu irás,
madre del Cachorro,
pena sin sangrar,
entre arena y viento
sobre el huracán,
a dónde te lleven,
luna de mi paz,
lancha sin remeros
y ola sin el mar.
_Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Madre, ¡que me ahoga
tanta soledad,
que era ayer llanura
y hoy es espinar!
Ya no tengo frío,
no me arropes ya,
cepa de mis viñas,
manos del rosal,
miel entre romero
y agua por San Juan,
Siento que no siento,
miro sin ver ya,
Novia de Sevilla,
torre sin cantar,
sin mis soledades,
¿Dónde quedarás?
Por tierras de Francia
odio y vendaval,
reina que descalza
sobre el cardo va.
No te apures, hijo,
pena de cristal.
Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Fosa sin entierro,
muerto sin hogar,
crimen sin justicia.
lágrima racial,
sol que no ha querido
monstruos alumbrar
y, antes que en mazmorras,
muere en libertad,
dos soldados negros
noche en Senegal
entre cuatro pobres
tablas sin pintar,
peregrino eterno,
de la soledad,
al mejor poeta
llevan a enterrar.
¿Dónde está Roxana?
¿Dónde el capitán
de la noble espada
y el airón lunar?
Francia sin poetas
como España está;
sotas de villanos
manchan el solar
y un París de lepra
baila su cancán.
Cae aquí de bruces,
se levanta allá,
triste y rezagada
por el arenal,
sólo va una madre
trémula y tenaz,
lámpara y cenizas
con el funeral;
los nublados ojos,
lágrimas la faz,
fijos en la caja
que va lejos ya;
No te apenes, hijo;
vuelvo a caminar.
Si no voy contigo,
marcharé detrás,
A las pocas horas,
sobre el arenal
de la Francia cardo
y odio montaraz,
cuando ya no hay leños
con qué calentar.
ni una tierra amiga
con flor del pan
y a una soledades
va otra soledad,
se murió la anciana,
mínima y tenaz;
y aún en su delirio
dice al expirar,
cepa que sin armas
los racimos da:
Aunque no me digas,
manos de rosa;
y aunque no haga falta
que te arrope ya,
como no hay caminos
rosa o pedernal
para andarlos juntos,
lirio de San Juan,
dónde tu descansas
quiero descansar.
¿No te lo decía,
pecho de coral
y alma que no supo
nunca sola andar?
Sombra de tu sombra,
luna de tu erial,
adonde tu vayas
siempre irá mi afán.
¡Si no voy contigo,
marcharé detrás!
Estampa de Puerto Rico
Sangre aborigen y español el sello,
otra vez Puerto Rico, la paloma;
la que se embriaga con su propio aroma
y el coco de agua que le emperla el cuello.
La que lleva la noche en el cabello,
la que a dos mares a la vez se asoma
y, guardián de su honor sobre una loma,
el Morro entre un destello, otro destello.
Otra vez la Muralla sanjuanera,
la Luna con su vientre de guitarra,
el puerto azul, la embarcación velera.
Canta el coquí, noctámbula cigarra,
y bajo el flamboyan y la palmera
Juan Ponce de León sueña en Caparra.
PANAMÁ
Un bloque, un puente sobre el mar
tendido
que de dos mares pregonó la gracia,
¡y un brazo de Colombia desprendido
bajo el acero que esgrimió la Audacia!
Un brazo en dos pedazos dividido
donde hoy su sed la muchedumbre sacia,
y donde, como un monstruo prevenido,
El Porvenir, su estratagema espacia.
Las Imperiales Águilas sajonas,
para adueñarse de fecundas zonas,
sus garras ponen sobre ti altaneras.
¡Sin ver que el tiempo con sangrientos
sinos,
señala en tus futuras primaveras,
la invasión de los Cóndores Latinos!
Al son del agua, madre
pero que amarga.
Al son del agua, madre
miro las olas.
Al son del agua, madre
pero que amarga.
Al son del agua, madre
miro las olas.
Van y vienen barcos
con las farolas
Y me dicen: ¡Qué triste
se va en la bruma!
¡Y qué alegre el retorno
sobre la espuma!
Pero me dicen, madre,
al son del agua
unos vienen a puerto
y otros naufragan.
Al son del agua ronca,
velas flotantes
dicen que van a Cuba
los emigrantes.
Y a pesar de sus luchas
y sus desvelos
todos se van quedando
bajo otros cielos.
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