Irving Layton
(Canadá 1912-2006). Ha publicado más de cincuenta libros de poesía y está considerado como el poeta canadiense del siglo XX. En su dilatada carrera hay que destacar títulos como The improved binoculars (1956), A red carpet for the sun (1959) y For my Brother Jesús (1975), así como un par de antologías que le dieron fama mundial: The selected poemas (1977) y A wild peculiar joy (1982).
Fornalutx (1992) es su última antología publicada, y recoge algunos de los poemas más personales escritos de 1928 a 1990. En ellos, Irving Layton se presenta con un registro diferente al de sus poemas más conocidos y muestra una voz crítica con un fino sentido del lugar que deben ocupar las cosas.
LA BOCA PERFECTA
Nunca, lo juro,
en ninguno de mis viajes
vi labios tan perfectamente definidos
tan flexibles, tan suaves,cuya curva me
enloqueciera,
como lo hacía la redondez de su barbilla.
Escúchenme todos:
noches enteras no pude dormir
por pensar en su boca perfecta
y en plena luz del día
podía mirar fijamente los suaves y rellenos labios
como un hombre ciego
a quien recién se le ha concedido la vista
Si pudiera cumplírseme un último deseo
pediría ver una vez más
el orificio carmín
que me mantuvo esclavo durante tanto tiempo,
perdonaría todo; todo,
las mentiras, insolencias y engaños
de labios tan perfectos y hermosos.
Y observar una vez más los pétalos rosas
abriéndose ante mi hombría
para destilar el familiar perfume,
provocando que mi cuerpo se retuerza con placer
mientras ella lleva el esperma en su impecable boca,
el espasmo final
volviéndose mi temblor postrero.
Traducido por Salustiano Masó
Economía política
Hijo mío, dijo el repelente anciano,
asegúrate que nunca necesites realizar
el trabajo sucio de la civilización.
Todos los credos políticos, religiones,
son creencias necesarias
para que los pobres diablos trabajen las minas.
Para que unos pocos sigan intactos, muchos deben quebrarse.
Todas las reformas tienen la hipocresía por base:
complementos de sueldo para esclavos y lacayos.
Eterna y fija es la ley de la gravedad:
así como, hijo mío, son la injusticia y la lucha de clases.
Vivir es un menester para aristócratas.
AL SER MORDIDO POR UN PERRO
Por mero afán de lucro un doctor
realizó una fútil operación
y puso mi nariz casi tan torcida
como sus designios
Por razones semejantes otro
casi me deja ciego
Un conocido poeta
famoso por sus versos de amor
y renuncia
con denuedo trata de ligarse a mi esposa
Y son legión los humanos que desearían
matarme
Sólo una vez fui mordido por un perro.
SEGUIDOR DE ZOROASTRO
Deseo que nada jamás
se interponga
entre el sol y yo
Si veo un avión
lo derribaré
Filosofías
religiones:
atemorizadas excusas
para no permitir que el sol
te alimente
y reduzca a cenizas
Mira los esqueletos
de esos robles:
la orgullosa sabia de la vida
pasó a su través
sin que hubieran jamás oído
de Jesús y Marx
[Fornalutx, Ediciones Bassarai, Vitoria, 2009, 176 págs.
Traducción de José Carte Rípodas]
De como funciona el mundo
Me ha costado tiempo, Lídgamo,
saber que los humanos, salvo
unos pocos santos, son degenerados
o idiotas.
Los insensatos no son nunca malvados
por designio, pero se te ponen delante
como feos tocones de chopos, se rodean
de mal gusto o a causa del tedio
se enzarzan en largas guerras
en las que apretarse
los machos, la firmeza y el valor imperan
para lograr sus necios afanes.
Malignos son los inteligentes.
Entendidos y sutiles
seducen a la mujer de su amigo
a la par que alaban con sus labios a su esposo.
En cuanto a la esposa
un poco de alcohol separará sus muslos.
No la culpes: el nombre de su consorte
en los labios del seductor
impulsa aún más su complacencia,
pues le muestran que yace con su propio esposo.
Así está mejor: no les remuerde la gnosis, la conciencia*,
sino la picazón del placer que da lo novedoso.
Por tanto, sólo amantes.
Acércate, mi última amiga de ojos endrinos,
tus duros pechos esferas alocadamente girando
ante mis ojos bizcos de deseo:
aunque mis piernas sean tuertas
el corazón es fuerte
y este provocador miembro terso y sin arrugas.
Hasta que la aurora nos separe yaceré a su lado
tu pezón en mi exhausta boca
y una de mis manos
en tu rizado vellón moreno.
* No prick of inwit, en el original, utilizando deliberadamente una expresión obsoleta.
Se ha forzado la traducción para reflejar lo inusual de la expresión (N. del T.)
En Fornalutx (Bassarai, 2009. Traducción de Jose Carte Rípodas)
Su lenguaje directo, su batalla contra la hipocresía social, y contra el puritanismo de una sociedad conservadora, le granjearon muchos admiradores, pero también encarnizados enemigos. Irving Layton murió en Montreal a los 93 años, el 4 de enero de 2006. Leonard Cohen dijo de Layton, “Yo le enseñe a vestirse, él me enseño a vivir para siempre”.
Contra Esta Muerte
Yo he visto a la respetable
muerte
servida como si fuera pan y vino
en tiendas y oficinas,
en un club y una hostería,
y desde la iglesia de la esquina
que mira en dos direcciones;
Yo he visto a la muerte
servida como si fuera
hielo
Contra esta muerte,
lenta, segura:
el cuerpo,
el potente sol,
las exhalaciones
de tu aliento,
tus pomulos
rosagantes y amorosos,
y la vida secreta
de la imaginación
planificando la libertad
del yugo
y de la piedra.
(traducido por el autor)
¡Mira, Todos los Corderos Están Alrededor Nuestro!
Imagina, el amor,
da vueltas en si mismo
dentro de la memoria de un hombre;
o para ponerlo de la manera
que un profesor novato
de Mount Allioson lo haría,
Helen con sus gruesos
y escurridizos miembros
sobre la cintura de Paris
no lo hizo mejor.
Joder, el sol quemó mi espalda
de tanto hacer sexo
al descampado.
El Primate (alguien
hizo un mono de él)
y el Sanedrín
(con una larga barba, pero de corto
entendimiento)
mandan mensajeros a decir
que ellos no lo aprueban.
Tú nunca los has visto a ellos, amor.
Tú me revoleas por el aire
con gran renuncia,
ellos se paran sobre sus pies y corren.
Yo te digo
¡cada uno de tus besos
es como una explosión en el cerebro!
Qué dicha, qué dicha ser amado
por una chica
en este país Presbiteriano
la cual sabe como hacer feliz
a un hombre.
(traducido por el autor)
El desapacible clima
Al final del sendero del jardín
el viento y su satélite me esperan;
sus misterios no los conoceré
hasta llegar allí,
pero el sepulturero de sombrero negro
quien, pasando, vio mi corazón latiendo en el cesped,
está también yendo hacia allí. Hola, le dije,
una gran racha en el Pacífico sopló un poeta muerto
fuera del agua,
quien ahora cuelga en la entrada de la ciudad.
Multitudes van diariamente a verlo, y vuelven
con disgusto y consternación;
si sus miembros se agitaban en el aire
ellos se sentarían bajo sus pies
a pelar sus naranjas.
Y dándome vuelta yo abracé como si fuera a una amante
el tronco de un árbol, uno de aquellos
para quienes el rayo fue demasiado
y le creció una brillante
joroba con una corona de hojas.
Las enfermedades que se escaparon de las etiquetas
de los frascos de medicina volaron todas hacia el viento;
yo me he visto ultimamente en los ojos
de una anciana,
como inútiles afluentes de condolencias a mi hombría,
en cuyas viejas pupilas el sol se tornaba
un charco de sangre sobre las anchas hojas de catalpa
y colgando de las viejas ramas,
mis propios asesinados
electrificaban el aire como mudas colisiones
de fruta. Un perro negro aulla bajo mi sangre,
un perro negro de ojos amarillos;
él también para alguien inadvertidamente
vio el charco de sangre
sobre las anchas hojas de catalpa.
Pero las furias me limpian un sendero hacia el gusano
quien canta por una hora en la garganta de un petirrojo,
y confundido por el llanto de los niños
yo soy nuevamente
un nadador jadeante en ese desapacible clima.
(traducido por el autor)
Mirando las estatuas de Ezequiel y Jeremías
en la Iglesia de Notre Dame
Ellos les han puesto nombres franceses
y los hicieron cautivos, mis rudos
conflictivos compatriotas;
sus esplendidas barbas, aquí, son hermafroditicamente
de blanca argamasa
y sus rabias
desnudas con cerros palestinos muy perdidos
en este inmenso y horrible edificio.
Ustedes están tediosos –lo veo- apasionados profetas
con sacerdotes y monjas
(¡Qué vulgares chistes se estarán diciendo entre ustedes!)
y con aquellos enfermos de religiosidad
este es mi apreciado cuñado
ex- Lawrenciano
agarrando su rosario, y su mujer
enferma de tantas culpas.
Créanme que con gusto los sacaría
de esta tenebrosa iglesia
de su patético melodrama, su rancio olor a velas
y los dejaría en libertad otra vez
en un mundo no creyente
de pecado y penitencia
pero no de la luz del sol de la plaza de enfrente
poblada al mediodía de hombres arrogantes.
A pesar de todo anímense Ezequiel y tú Jeremías
quienes fueron alguna vez arrojados dentro de un pozo;
no los dejaré aquí en este lugar de incienso, incómodos
entre desconocidos santos católicos
pero les traeré de tanto en tanto
mi cálido corazón hebreo
tan apasionado como los suyos, y me pararé
con ustedes aquí por unos instantes en emocional confraternidad.
(traducido por el autor)
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