Salah Abd al-Sabur
(1931-1981)
Escritor egipcio que destacó por su labor literaria en el ámbito de la poesía y el ensayo. Introductor de los ideales del humanismo y del socialismo en los ambientes intelectuales de su época, reveló en su producción literaria una actitud contemplativa romàntica ante el sentimiento de una muerte cercana, concediendole un valor moral y espiritual de tipo místico. Fue un poeta precoz, que en su juventud, coqueteó con el marxismo y luchó contra la ocupación britànica. Su obra se caracteriza por las influencias del existencialismo y por una inclinación a la melancolía, aunque arraigada en una confianza firme en el individuo. Colaborador, junto a Lewis Awad , en el suplemento cultural del diario al Ahram se halla influido por la poesía moderna occidental y la tendencia innovadora del verso libre. Sus obras más importantes son: “La gente de mi país” (1957), “Los sueños del viejo jinete” (1964), “Las voces del tiempo” (1961) y, sobre todo, “La tragedia de Al Hallaj” (1974).
Principio
Disculpad compañeros,
los árboles no han dado fruto este año
y vengo con los peores alimentos;
pobres son mis tesoros, aunque no soy avaro
están mis campos de trigo desiertos.
Disculpad compañeros, la luz es débil, escasa,
la única vela que encontré en el corazón de mi abrigo
para vosotros la he encendido...
pero es una vieja conocida, su llama son lágrimas.
Disculpad compañeros, mi corazón está triste,
¿de dónde traer las palabras alegres?
Los sueños del viejo jinete, 1964
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
El silencio y el ala
El silencio inerte,
la calma de un viento inanimado,
las langostas en los campos, incluso están mudas,
la cavidad del cielo es mate,
el horizonte negro, estrecho, sin entradas,
volcado allí a donde vuelve, como un cripta.
Nosotros dos alargados en las sombras de una vieja pared,
nuestra sombra extendida,
envueltos en el tormento.
Inesperadamente,
una estrella sola echa hojas en el cielo
y parpadea la pluma de un pájaro solitario en el apático silencio.
Yo susurré, amiga mía; pide a Nuestro Señor
y ruégale que disperse en nuestras sombras
el pálpito de la vida
de nuevo.
Los sueños del viejo jinete, 1964
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
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