Enriqueta Arvelo Larriva (Nació en Barinitas, Venezuela el 22 de marzo de 1886 y murió en Caracas el 10 de diciembre de 1962), fue una poetisa y escritora venezolana.
Sus padres fueron don Alfredo Arvelo y doña Mercedes La Riva siendo la tercera de cinco hermanos (Alfredo, Mercedes, Lourdes y Aura). La infancia y adolescencia transcurrieron en el típico ambiente provinciano del aislado pueblecito; si bien esta familia distinguía una verdadera pasión por la lectura, su vocación cultural, y sus relaciones con destacados intelectuales, fueron parientes de Alberto Arvelo Torrealba y personas de otras regiones del país, algunos de los cuales llegáronse hasta Barinitas en busca de Alfredo (su hermano mayor), cuando ya era poeta conocido, y posteriormente de Enriqueta, cuando ya poseía méritos propios. Desde luego, la influencia de Alfredo iba acentuándose a medida que se destacaba como poeta y ya era decisiva en la familia al comenzar el siglo XX, cuando apenas tenía 17 años. Muy a principios de del siglo, en 1905, Enriqueta y la familia comenzaron a padecer por las desventuras de Alfredo, quien habiéndose ausentado del hogar vióse envuelto en infortunado lance personal y por ello preso en Ciudad Bolívar, de donde fue trasladado al Castillo de San Carlos, cerca de Maracaibo, y más tarde a Caracas. En prisión publicó en 1906 su primer libro de versos, Enjambre de Rimas, y su más calificada obra, Sones y Canciones, en 1909. En 1914 se casa su hermana Lourdes; y el nacimiento de su sobrino Luis Alejandro constituyó acontecimiento de gran importancia para Enriqueta, pues él, su ahijado de bautizo, vendría a ser para ella el hijo que nunca llego a tener, como haciendo realidad el simbolismo etimológico de ¨ahijado¨ y de ¨madrina¨. En 1921 muere su hermana menor Aura Desde 1922 Enriqueta se entrega a una labor de intensa producción literaria. Hacia el final de esta tercera década ya era una escritora de renombre nacional, e incluso mantenía correspondencia con intelectuales extranjeros, entre ellos Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Ya se hacia necesario salir de Barinitas. Finalmente en febrero de 1930 Enriqueta se decide a visitar la metrópoli por vez primera. En 1942 pública Poemas de una Pena, elegía por la muerte de su padre. Desde 1945 vive definitivamente en Caracas, lo cual le permite estar en contacto permanente y fortalecer sus vínculos con distinguidos representantes de la intelectualidad venezolana. En 1949 el Gobierno Nacional decide repatriar los restos de Alfredo Arvelo Larriva, y en esta oportunidad pública una excelente nota biográfica (Alfredo Arvelo Larriva - Noticia de su Vida y su Obra). En 1957 pública Mandato del Canto y recibe el Premio Municipal de Poesía. Ya en 1962 a la altura de 76 años la llegada de frío los acentúo, y el 10 de diciembre falleció.
Obra poética
Voz aislada (1939)
El cristal nervioso (1941)
Poemas de una pena (1942)
El canto del recuento (1949)
Mandato del canto (1957)
Poemas perseverantes (1960)
Respuesta
Te hablo, oh antena temeraria,
con la armonía de mi río profundo
y de mi lago sin copia de palmeras.
Quiero saber, hombre lejano que me llevaste
por una ribera muy tuya para mí desconocida,
si en un paso de insomnio
tus pájaros briosos y relucientes
picaron en las moras zumosas de mi soledad.
Si me sentiste allí,
en la espesura de tu bosque sumido,
como hoja soterrada,
como liana sin anillo,
como brisa curiosa
castigada en cárcel vaporosa y oscura.
Si me aspiraste en el último humo de la tarde
o si pasé despertándote por tu más raro amanecer.
Dime si le nací a tu sentir en nube de promesa
o en volcán impaciente y a punto,
o sobre hierbas ya pardas.
Dime si me tomaste como canción de sueño
o como lengua de fuego en extravío dichoso,
o si sólo amaste en mí una arena apagada.
Quiero saber si tu pulso de fiebre
imaginó el candente lejos de mi sangre
o si fui la mancha casta de tu medianoche.
No sé si me invitaste a ver dolores esforzados,
a beber ráfagas de trastornados vientos,
a vivir contigo una hora noble en que luce morir.
¿Probaste mis panales sin destino?
¿Entraste a mi huerto de manzanas incorpóreas?
¿Quebraste la redoma de mi esencia desurcada?
¿O se rompieron en mis muros
tus suspiros magníficos?
Di si pensabas que te dejaba cruzar mis abismos
con embriaguez espoleante,
derramando mi ungüento en tus raíces
o que ordenaba sobre tu pecho
que fueses mi inflexible guarda en la noche de ausencia,
o que me hacía a un lado en el desfile de tus llamas.
Di si me entregaste con delicia
una dádiva única y tremenda
y si de mí obtuviste una espiga vacía.
Si en tu penumbra fui rosa somnolente
o a tu luz ala austera y sacudida.
Si mi voz, rama andante de mi vida,
se te dio como ser,
como suelto corazón cálido,
como humana viajera
que hoy regresa con sus pedazos de camino
y puede darme tu valle y tus breñales.
Me pediste mi distante secreto.
Da el tuyo a mi curiosa lejanía.
Quiero saber qué funda mi poema
en tu mar, en tu playa, en tus jardines.
Toda la mañana ha hablado el viento
Toda la mañana ha hablado el viento
una lengua extraordinaria
He ido hoy en el viento.
Estremecí los árboles.
Hice pliegues en el río.
Alboroté la arena.
Entré por las más finas rendijas.
Y soné largamente en los alambres
Antes -¿recuerdas?-
pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.
LLEGAS
Llegas. Tus ojos vienen firmes.
Gallardos, con las armas de los internos fuegos.
Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas,
ágil como en la copa es la gota del borde.
Yo quiero ser sencilla, pero tú me complicas
alzándome a una estrella trémula e invisible.
Yo quiero ser sencilla. Y me colmo de quiebras,
y soy un laberinto y mi clave se pierde.
Quiero el ritmo sereno y mi inquietud florece.
Y la flor indecisa, con hojas asustadas,
desploma tu firmeza.
Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos.
Y soy ligera y simple, como el hilo sin perlas;
ágil como la gota del borde.
SERÍA LA ADVENEDIZA
Señor, no me des ya la dicha.
No sabría manejarla
y con ella iría cohibida
como una nueva rica.
Déjame ir tranquila,
sin las cosas, fútiles para otros,
que fueran tempestades en mi vida.
No me des nada...
Pero déjame intuirlo todo.
Deja sin aherrojar mi sentir,
deja que lo glose mi voz.
No me hagas nueva rica de la ventura.
Sería la advenediza sin elegancia.
Ya no sé aprender nada
y no quiero perder
mi gracia y mi aplomo de desheredada.
(De El cristal nervioso, 1922-1930)
DESTINO
Un oscuro impulso incendió mis bosques
¿Quién me dejó sobre las cenizas?
Andaba el viento sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.
Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.
Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.
CONFESIÓN
En pleno campo
asaltóme el miedo.
Y me inquietó el trino claro
y el emboscado ruido.
El sol en acción,
la tendida sombra.
La quietud del tronco,
el estremecimiento de la rama viva.
Y corrí sin ley.
Me llevaba el miedo.
Las cintas filosas de un cañal tupido
me hirieron el rostro.
Corría de miedo.
Y nadie lo supo.
Y me avergüenzo.
LÍNEAS DE PRIMERA LLUVIA
Yo tenía sed
de esta lluvia tendida y fuerte de estreno.
Irrumpió en la madrugada propicia
como sonante invasión revolucionaria.
Y me levanté temprano, con calofrío delicioso,
por ver caer el agua nueva sobre la tierra soflamada.
El chorro de la canal de la casa
me bañó con violencia graciosa.
Mi sangre y mi alegría
se rizaron bajo el agua desatada
que calmaba la angustia de la tierra.
He charlado del llover
con los chiquillos vecinos.
Me he sentido infantil el gesto.
Sonó niña mi voz
cuando detuvo el paso de los muñecos vivos
que pugnaban por mojarse.
Y de pronto
el desconsuelo me muerde la carne estremecida del ánimo.
Todos los días pasarán perdidos y lentos.
TÚ, EL MINÚSCULO
Pájaro pequeñísimo, que recién nacido me dieron,
cómo me causó asombro
ver en tu implume y breve cuerpo
la vida, tan perfecta,
que ya alzaba tus alas
en ensayo del ensayo del vuelo.
Mas fue mayor mi asombro
cuando estuviste plenamente quieto.
Confunde ver la inmensa muerte
entrar toda en un mínimo cuerpo.
Y aún me diste otro asombro:
tú, el minúsculo en la vida,
crecías hasta parecerme un gran muerto.
Caído en mi mano,
con sudario de luz de tarde,
crecías ante mis ojos abiertos y mudos.
Crecías en la nada
como si fueses por lo eterno.
BALADA DEL ENSUEÑO PROPICIO
En la noche negra
compraré un ensueño.
No un ensueño dulce.
El ensueño suave
me despierta inquieta.
Compraré un ensueño
sin gastar moneda.
Daré pulso brioso,
galope de arterias.
En la paz nocturna
soñaré mi guerra.
En la calma oscura
una lucha recia.
Un tremendo ensueño
en la sombra quieta.
Y al sonar lo claro
me sentiré serena.
BALADA DE LO QUE OÍ
No supe quién me lo dijo.
El acento, divino.
No supe quién me lo dijo.
No corrí tras los detalles
cuando oí lo infinito.
No supe quién me lo dijo.
Lo oí.
¡Dichoso el oído mío!
En ese instante se hizo en mí lo armonioso.
Lo que oí va eterno y limpio.
Y qué tremenda la gracia
de no saber quién me lo dijo.
VIRADA
En el velero suelto
me di al agua llamante.
Avancé.
Ya avisté las aves y el gajo.
Ya siento la fuerte cercanía de la tierra en espera.
Soplan vientos mezclados.
Viene a la barcarola un ritmo oscuro.
Cambiaré el rumbo.
Cambiaré el rumbo y llevaré en el barco
la costa que no vi.
EMOCIÓN Y VENTAJA DE LA PROBADA PROFUNDIDAD
Gracias a los que se fueron por la vereda oscura
moliendo las hojas tostadas.
A los que me dijeron: espéranos bajo ese árbol.
Gracias a los que se fueron a buscar fuego para sus cigarrillos
y me dejaron sola
enredada en los soles pequeños de una sombra olorosa.
Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed
y me dejaron ahí
bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido.
Gracias a los que me dejaron oyendo un canto enselvado
y viendo soñolienta los troncos bordados de lanas marchitas.
Ahora voy indemne entre las gentes.
RETIRO DE LO ESTRECHO Y DELICIOSO
¿Por qué me das esa fruta madura?
¿Por qué me ofreces tu cuchillo de plata?
Ya no quiero cortar mi ración de pulpa fragante.
Ahora estoy ávida de los grandes cargamentos,
de los pesados, crujientes y resinosos cargamentos.
De los que se perfilan,
y de los que bosquejamos en lo blanco.
Pienso en los otros, en todos.
TODA LA MAÑANA HA HABLADO EL VIENTO
Toda la mañana ha hablado el viento
una lengua extraordinaria.
He ido hoy en el viento.
Estremecí los árboles.
Hice pliegues en el río.
Alboroté la arena.
Entré por las más finas rendijas.
Y soné largamente en los alambres.
Antes -¿recuerdas?-
pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.
LAGUNA
Aquí está la laguna tremenda, verde.
Aquí está, cerca de la palmera limpia,
concentrando su hálito,
armándose en mansedumbre,
cerrada a los reflejos fieles,
voluptuosa en su lento burbujeo.
¿Habré de ir,
sin música, sin gloria,
leal, fatal,
nublando cuadros lindos?
Aquí está la laguna tremenda, verde.
EXCLAMACIONES PARA SALMODIAR EL PAISAJE
No hay caballos para tirarles sillas de montar y piernas de llaneros.
Un sol sin pautas se tiende sobre huellas de inundaciones.
¿Dónde estará la bandera viva de los pastos?
Se maquillan los rostros para el final, frente a espejos verduscos.
Los ganados, marchan indefensos hacia paraderos minados
y prueban la pena de lamederos desabridos.
Están muertos los rieles soñados estampados en las distancias.
Los niños despiden suspiros seniles.
Los niños no aprenden los colores en sus vestidos.
¿Dónde estará la bandera viva de los pastos?
Un pájaro dobla una rama con su gran anuncio de canto. ¿Por qué?
Subiré a la empalizada borrosa
por ver si viene lentamente una brisa.
LOS TRONCOS EN VIAJE
Viajan los gruesos troncos de árboles.
Los trozos de troncos.
Callados lloran el corte.
Les pregunto: ¿qué fue de las ramas y de los pájaros?
¿Quién vió extinguirse la sombra y abatirse las flores?
¿En qué enreda la brisa?
Quién sabe si mañana vivirá todo en la tabla.
Quién sabe si labraremos -fecunda acción- lo salvaje.
TEMAS EN LA CARENCIA DEL DÍA ILESO
Si viniese un día bueno, ¿lo cifraría mi gesto?
¿Mi voz sonaría húmeda, con alas, con luces?
Un día ileso.
Bajo azul, sobre verde.
Entre las gentes.
La bondad entera de un día, de un sol.
¿Filmaría mi lengua palabras superadas
o se haría torpe en el saboreo del día intacto?
(Orillas de día. Hilachas de días. Lindas.
Hojas de las rosas de horas claras.
Tantos días tronchados, mezclados).
Un solo día.
Un día de gran radio.
Un día simple
-carrera de minutero temprano, alto de siesta, la tarde toda-.
¿Lo cifraría mi gesto?
Bebí en el aire lluvia breve, fortuita,
y aún no sé si soy ágil.
INSTANCIA FRENTE A UNA SABANA AMANECIDA
Sin compartimientos la sabana.
Únela un azul esponjoso, medio dormido.
El azul borró los pajonales y los árboles
y los desnudos trechos de suelo barroso
y los espejos falseadores
y el ensamble con el cielo.
Está sin compartimientos la sabana.
Háblame ahora, llano.
Llegará a mi raíz tu voz sin grietas.
Siento mis oídos más míos cuando escuchan tu mundo.
Dime, Llano, lo que en ti vaya más tierno.
Amanecí ansiosa de tu "última hora".
Llevas el alma desangrada y viva.
Estás derrotado y vivo.
Quiero oírte en tu azul englobante.
Háblame.
Sabré responder a la voz de todas tus voces en la hora inocente.
Respetaré -tanteando- tus pájaros y tus ingenuas flores
y haré en tu anchura conscientes trazados de augurios.
Háblame, Llano.
Húndeme tu acento.
SUMA DE LA VOZ AISLADA
En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz.
En vano busqué ansiosa.
Todas las voces se habían ido.
Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz.
Y salía a recogerla. Yo misma.
Qué dolor desolado, agrupadas voces,
el de no tener la voz compañera.
En el ámbito soleado y ciego,
en la zona sin voces,
sobre la grama desmandada,
he ido presente por caminos que no me oían.
(De Voz aislada, 1930-1939)
COLMENA
¿Llamó la soledad a las abejas?
¿Por qué escogieron esta oscura horquilla?
¿Pidió el retiro zumbadora masa?
El espeso murmullo no responde.
Es murmullo acoplado a la tarea.
Un panal de respuestas,
puras, claras, cabales, desasidas,
irá cuajando el bronco escondimiento.
Hasta la horquilla sube la sonrisa.
Ya es hecha miel soñar el saboreo.
MANZANAS
Por las cándidas cuestas, en pacas sin letreros,
han mandado manzanas las vecinas alturas.
Viajó en pasitos lindos de campanilla diestra
el formidable aroma.
La mesa es casi el árbol.
Rayo de sol cubre las frutas.
Del sol sensual y ardiente que las amó en su huerto.
Mas ellas no viven ya sus besos,
tan sólo les importa la herida de la muerte.
Se enrojece el olor al ras del mediodía.
Y en un cuchillo artista van mis potros de gusto:
los robustos y finos, los de sentidos y alma,
los de arrancada loca y lúcido galope.
(Aquellos que quisiste domar, pujante tono.)
De los ojos de siesta unas letras caen.
Rosa rosácea me cubre de violeta.
A mi flanco se ahoga una tabla de náufrago
y me torno viajera de países profundos.
De zona en zona ando por el hundido piso
hollando transiciones en fronteras sin marca.
Van corriendo manzanas al borde de la muerte.
¡Son manzanas de vida que van por lo soñado!
Suspiran por salvarlas mis inmóviles brazos.
REVER
Ramillas trascendentes de rotas albahacas.
Ala de golondrina que en voluntad regresa
con sacudida pluma.
Ola que va buscando la abandonada roca
para mojarle dulce la gracia de firmeza.
Sintética ceniza tan joven como el fuego.
Girasoles que cubren alcances olvidados.
Es mi rever humano.
Y ni una sombra me cierra su camino.
CABALLO DE FUEGO
Me acerqué a candelas de bosques intensos
y una chispa leve en mí escondió el viento.
La chispa me dio caballo de fuego.
Lo colmé espontánea de forraje nuevo.
Corría en mis venas, se paraba en seco.
El desgaritado le llamó mi acento.
Le busqué mimosa y abracé su cuello
si a ajustarle iba el bozal más recio.
Tornábalo adusto fogoso deseo.
Lo herraba mi mano con su calor tierno.
!Caballo encendido, le grité en secreto,
no te puse sueltas y yo gusté el freno!
El caballo un día salió por mi aliento
y volvió cansado del hueco paseo.
El sol le tiñó el pajonal seco,
más el perseguía lo que hierve fresco:
borlas de verdor después de febrero
con sol y garúa y quemado suelo.
Escarbaba fijo aquel casco terco.
Suave se movía mi almácigo eterno.
Vibro hoy sin sentirme jazmín ni lucero,
en el alma enhiesta un sabor terreno.
Libre del nevazo que sigue al incendio.
Disfrutando aroma sin daño de tedio.
A cálida hambre di forraje fresco.
Trepidante brío sembré de sosiego.
No muero en ceniza ni en dejado leño.
Y así me has tomado, amor de universo.
(De Mandato del canto, 1944-1946)
CASA DE MI INFANCIA
Casa ancha, alta, pura,
antigua propiedad de vellones y piedra,
quiero que te amen mis amigos.
Yo andaba por ti como por una ciudad y extraña
y conocía todos tus llanos y tus quiebras,
toda tu luz, todo tu aire, todas tus penumbras.
Conocía los detalles de tu cielo y tus muros.
M e asomaba a todas tus ventanas, un instante,
a ver nada, a gozar la existencia de ventanas
y a entreabrir los labios contra el viento.
En tu patio, espacio doméstico y pradera,
guiaba mi vida por los tonos de las malvarrosas;
con tierna saña pisaba las mimosas por dormirlas
y apretaba la cápsula de los caracuchos
para admirar su humano fruncimiento;
mojaba el pie cálido en el arandel de la astromelia
donde recortaban su exilada sed los güiriríes
y veía con unción la cola cerrada de los pavorreales.
Me placía en tu cuadra
el temblor reluciente de la piel de los caballos
y me entusiasmaba en tu hogar
el fuego sonante, desnudo, sin azules,
retorcido por soplos heredados.
Me exaltaba el florar y el morirse de tus lámparas,
les soñaba imágenes a tus sólos espejos
y asustaba a los duendes detrás de tus cortinas.
Oh tus corredores, derramados como mis ríos.
Pistas de mis desboques turbulentos.
Por ellos iba a gusto
tras el cabello recién bañado de mi madre.
Amaba a mi madre,
mas a veces ella era para mí
sólo una palidez nimbada.
Mi padre, no.
Mi padre fue siempre el hombre, verdadero,
fuerte, erguido, sin aureola.
EL ODIO
No quiero mirar hacia ese sitio;
ahí está el odio.
Tiene los ojos curtidos
de mal fuego.
Lo esquivo.
No quiero saber siquiera
cómo hace sus incendios.
No quiero ver su factoría.
Le rehuyo abiertamente.
Y yo no soy su blanco.
SITUACIONES DE LA ESPIGA
1
Sol de comienzo canta en valle puro,
lucen azuleantes los verdores,
hay rompientes aromas.
El anhelar nace ligero y listo:
ave soltada, con gozosa hambre.
La espiga se destaca, amaneciente.
Asirla es el impulso vigoroso.
Asirla, con la mano batiendo entre las brisas.
Asirla sin recelo.
Está la espiga en valle de rocío.
2
El bosque sumergido en zumosa tiniebla
cuartéase de almizcles frenéticos y densos.
La espiga está madura, madura e invisible.
Y la busca la sed de bravo viento,
la sazonada ansia.
La espiga está en el bosque de astros enterrados.
Y el anhelo no acierta entre mazos de sombra.
3
Huir, sobrellevando el desgajado impulso,
huir de lo medroso con el valor intacto,
huir ante los ojos que lloran lo quebrado.
Desde las crines del caballo muerto,
huir hacia las formas aéreas de las aguas
y ser infancia asida a la falda más tierna.
En un bloque de nubes afíncase la espiga.
Vibran gajos de ímpetu.
(De Poemas perseverantes)
http://www.tinta-china.net/ealarriva.htm
Toda la mañana ha hablado el viento
una lengua extraordinaria.
He ido hoy en el viento.
Estremecí los árboles.
Hice pliegues en el río.
Alboroté la arena.
Entré por las más finas rendijas.
Y soné largamente en los alambres.
Antes -¿recuerdas?-
pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.
LAGUNA
Aquí está la laguna tremenda, verde.
Aquí está, cerca de la palmera limpia,
concentrando su hálito,
armándose en mansedumbre,
cerrada a los reflejos fieles,
voluptuosa en su lento burbujeo.
¿Habré de ir,
sin música, sin gloria,
leal, fatal,
nublando cuadros lindos?
Aquí está la laguna tremenda, verde.
EXCLAMACIONES PARA SALMODIAR EL PAISAJE
No hay caballos para tirarles sillas de montar y piernas de llaneros.
Un sol sin pautas se tiende sobre huellas de inundaciones.
¿Dónde estará la bandera viva de los pastos?
Se maquillan los rostros para el final, frente a espejos verduscos.
Los ganados, marchan indefensos hacia paraderos minados
y prueban la pena de lamederos desabridos.
Están muertos los rieles soñados estampados en las distancias.
Los niños despiden suspiros seniles.
Los niños no aprenden los colores en sus vestidos.
¿Dónde estará la bandera viva de los pastos?
Un pájaro dobla una rama con su gran anuncio de canto. ¿Por qué?
Subiré a la empalizada borrosa
por ver si viene lentamente una brisa.
LOS TRONCOS EN VIAJE
Viajan los gruesos troncos de árboles.
Los trozos de troncos.
Callados lloran el corte.
Les pregunto: ¿qué fue de las ramas y de los pájaros?
¿Quién vió extinguirse la sombra y abatirse las flores?
¿En qué enreda la brisa?
Quién sabe si mañana vivirá todo en la tabla.
Quién sabe si labraremos -fecunda acción- lo salvaje.
TEMAS EN LA CARENCIA DEL DÍA ILESO
Si viniese un día bueno, ¿lo cifraría mi gesto?
¿Mi voz sonaría húmeda, con alas, con luces?
Un día ileso.
Bajo azul, sobre verde.
Entre las gentes.
La bondad entera de un día, de un sol.
¿Filmaría mi lengua palabras superadas
o se haría torpe en el saboreo del día intacto?
(Orillas de día. Hilachas de días. Lindas.
Hojas de las rosas de horas claras.
Tantos días tronchados, mezclados).
Un solo día.
Un día de gran radio.
Un día simple
-carrera de minutero temprano, alto de siesta, la tarde toda-.
¿Lo cifraría mi gesto?
Bebí en el aire lluvia breve, fortuita,
y aún no sé si soy ágil.
INSTANCIA FRENTE A UNA SABANA AMANECIDA
Sin compartimientos la sabana.
Únela un azul esponjoso, medio dormido.
El azul borró los pajonales y los árboles
y los desnudos trechos de suelo barroso
y los espejos falseadores
y el ensamble con el cielo.
Está sin compartimientos la sabana.
Háblame ahora, llano.
Llegará a mi raíz tu voz sin grietas.
Siento mis oídos más míos cuando escuchan tu mundo.
Dime, Llano, lo que en ti vaya más tierno.
Amanecí ansiosa de tu "última hora".
Llevas el alma desangrada y viva.
Estás derrotado y vivo.
Quiero oírte en tu azul englobante.
Háblame.
Sabré responder a la voz de todas tus voces en la hora inocente.
Respetaré -tanteando- tus pájaros y tus ingenuas flores
y haré en tu anchura conscientes trazados de augurios.
Háblame, Llano.
Húndeme tu acento.
SUMA DE LA VOZ AISLADA
En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz.
En vano busqué ansiosa.
Todas las voces se habían ido.
Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz.
Y salía a recogerla. Yo misma.
Qué dolor desolado, agrupadas voces,
el de no tener la voz compañera.
En el ámbito soleado y ciego,
en la zona sin voces,
sobre la grama desmandada,
he ido presente por caminos que no me oían.
(De Voz aislada, 1930-1939)
COLMENA
¿Llamó la soledad a las abejas?
¿Por qué escogieron esta oscura horquilla?
¿Pidió el retiro zumbadora masa?
El espeso murmullo no responde.
Es murmullo acoplado a la tarea.
Un panal de respuestas,
puras, claras, cabales, desasidas,
irá cuajando el bronco escondimiento.
Hasta la horquilla sube la sonrisa.
Ya es hecha miel soñar el saboreo.
MANZANAS
Por las cándidas cuestas, en pacas sin letreros,
han mandado manzanas las vecinas alturas.
Viajó en pasitos lindos de campanilla diestra
el formidable aroma.
La mesa es casi el árbol.
Rayo de sol cubre las frutas.
Del sol sensual y ardiente que las amó en su huerto.
Mas ellas no viven ya sus besos,
tan sólo les importa la herida de la muerte.
Se enrojece el olor al ras del mediodía.
Y en un cuchillo artista van mis potros de gusto:
los robustos y finos, los de sentidos y alma,
los de arrancada loca y lúcido galope.
(Aquellos que quisiste domar, pujante tono.)
De los ojos de siesta unas letras caen.
Rosa rosácea me cubre de violeta.
A mi flanco se ahoga una tabla de náufrago
y me torno viajera de países profundos.
De zona en zona ando por el hundido piso
hollando transiciones en fronteras sin marca.
Van corriendo manzanas al borde de la muerte.
¡Son manzanas de vida que van por lo soñado!
Suspiran por salvarlas mis inmóviles brazos.
REVER
Ramillas trascendentes de rotas albahacas.
Ala de golondrina que en voluntad regresa
con sacudida pluma.
Ola que va buscando la abandonada roca
para mojarle dulce la gracia de firmeza.
Sintética ceniza tan joven como el fuego.
Girasoles que cubren alcances olvidados.
Es mi rever humano.
Y ni una sombra me cierra su camino.
CABALLO DE FUEGO
Me acerqué a candelas de bosques intensos
y una chispa leve en mí escondió el viento.
La chispa me dio caballo de fuego.
Lo colmé espontánea de forraje nuevo.
Corría en mis venas, se paraba en seco.
El desgaritado le llamó mi acento.
Le busqué mimosa y abracé su cuello
si a ajustarle iba el bozal más recio.
Tornábalo adusto fogoso deseo.
Lo herraba mi mano con su calor tierno.
!Caballo encendido, le grité en secreto,
no te puse sueltas y yo gusté el freno!
El caballo un día salió por mi aliento
y volvió cansado del hueco paseo.
El sol le tiñó el pajonal seco,
más el perseguía lo que hierve fresco:
borlas de verdor después de febrero
con sol y garúa y quemado suelo.
Escarbaba fijo aquel casco terco.
Suave se movía mi almácigo eterno.
Vibro hoy sin sentirme jazmín ni lucero,
en el alma enhiesta un sabor terreno.
Libre del nevazo que sigue al incendio.
Disfrutando aroma sin daño de tedio.
A cálida hambre di forraje fresco.
Trepidante brío sembré de sosiego.
No muero en ceniza ni en dejado leño.
Y así me has tomado, amor de universo.
(De Mandato del canto, 1944-1946)
CASA DE MI INFANCIA
Casa ancha, alta, pura,
antigua propiedad de vellones y piedra,
quiero que te amen mis amigos.
Yo andaba por ti como por una ciudad y extraña
y conocía todos tus llanos y tus quiebras,
toda tu luz, todo tu aire, todas tus penumbras.
Conocía los detalles de tu cielo y tus muros.
M e asomaba a todas tus ventanas, un instante,
a ver nada, a gozar la existencia de ventanas
y a entreabrir los labios contra el viento.
En tu patio, espacio doméstico y pradera,
guiaba mi vida por los tonos de las malvarrosas;
con tierna saña pisaba las mimosas por dormirlas
y apretaba la cápsula de los caracuchos
para admirar su humano fruncimiento;
mojaba el pie cálido en el arandel de la astromelia
donde recortaban su exilada sed los güiriríes
y veía con unción la cola cerrada de los pavorreales.
Me placía en tu cuadra
el temblor reluciente de la piel de los caballos
y me entusiasmaba en tu hogar
el fuego sonante, desnudo, sin azules,
retorcido por soplos heredados.
Me exaltaba el florar y el morirse de tus lámparas,
les soñaba imágenes a tus sólos espejos
y asustaba a los duendes detrás de tus cortinas.
Oh tus corredores, derramados como mis ríos.
Pistas de mis desboques turbulentos.
Por ellos iba a gusto
tras el cabello recién bañado de mi madre.
Amaba a mi madre,
mas a veces ella era para mí
sólo una palidez nimbada.
Mi padre, no.
Mi padre fue siempre el hombre, verdadero,
fuerte, erguido, sin aureola.
EL ODIO
No quiero mirar hacia ese sitio;
ahí está el odio.
Tiene los ojos curtidos
de mal fuego.
Lo esquivo.
No quiero saber siquiera
cómo hace sus incendios.
No quiero ver su factoría.
Le rehuyo abiertamente.
Y yo no soy su blanco.
SITUACIONES DE LA ESPIGA
1
Sol de comienzo canta en valle puro,
lucen azuleantes los verdores,
hay rompientes aromas.
El anhelar nace ligero y listo:
ave soltada, con gozosa hambre.
La espiga se destaca, amaneciente.
Asirla es el impulso vigoroso.
Asirla, con la mano batiendo entre las brisas.
Asirla sin recelo.
Está la espiga en valle de rocío.
2
El bosque sumergido en zumosa tiniebla
cuartéase de almizcles frenéticos y densos.
La espiga está madura, madura e invisible.
Y la busca la sed de bravo viento,
la sazonada ansia.
La espiga está en el bosque de astros enterrados.
Y el anhelo no acierta entre mazos de sombra.
3
Huir, sobrellevando el desgajado impulso,
huir de lo medroso con el valor intacto,
huir ante los ojos que lloran lo quebrado.
Desde las crines del caballo muerto,
huir hacia las formas aéreas de las aguas
y ser infancia asida a la falda más tierna.
En un bloque de nubes afíncase la espiga.
Vibran gajos de ímpetu.
(De Poemas perseverantes)
http://www.tinta-china.net/ealarriva.htm
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