viernes, 22 de julio de 2011

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ [4.218]


La foto es de José del Río Mons


Javier Sánchez Menéndez 


(Puerto Real, Cádiz, 1964), es autor de los siguientes libros de poemas: Motivos (1983), El violín mojado (1991), Introducción y detalles (1991), Última cordura  (1993), La muerte oculta (1996) y Una aproximación al desconcierto (SIM-Libros, Sevilla, 2011). También ha publicado diversos ensayos y antologías como Sobre la literatura y el arte (1986), Poesía contemporánea en Sevilla (1987), Poesía sevillana (1950-1990) (1992), La vida alrededor (2010) y Poesía para niños de 4 a 120 años (Antología de autores contemporáneos) (2010). Ha cultivado el artículo y la crítica literaria. Se está preparando una selección de su obra poética que llevará el título de Faltan palabras en el diccionario (Poemas escogidos 1983-2011).





Memory

No olvides la nostalgia,
está junto a la ira,
en el cajón de siempre.

(Hat)

Madre, me debe perdonar pues he pecado.
Compartí con Luzbel algunas horas,
y su influencia dejó viejos recuerdos:
esa pizca de sal, la grafía sobre el libro
de la vida de dios, las carreras de Ascot
con sombrero de copa sin glamour,
la mancha en el vestido de la vieja alcahueta,
la mentira a los niños a los que nunca
quise. Pero sigo mirando y le ruego,
por favor perdóneme, lo siento.

Satanás se ha marchado para siempre.
Me dejó las camisas planchadas en la cama
y un olor a vergüenza que no logra aliviar
ningún perfume. Levanto las manos
para llamar al aire, pero es tarde,
nadie acoge. Ahora estoy solo,
un sombrero amarillo adquirido en Berkshire
muere en el césped. Y este dios,
ese dios, aquel dios que me odia
nos partirá la vida, madre.



P.G.B.

Era una flor y se llamaba Herminia.
Mujer feliz, armónica, de extremada constancia,
la voluntad rondaba sus pechos. Era de Chipiona.
Siempre acudía desnuda con aliento y sin sombras
mientras toda la ropa acechaba la luna.
Decía que me quería y, cuando preguntaba
si el amor corresponde sin llegar a la muerte,
cerraba bien los ojos y lejos de la historia,
recitaba los versos con aceites paganos.

Y una tarde le dije con mi lengua en su sexo:
“En la confirmación, debes cambiar tu nombre”.





Suspiros de princesa
No mentí. Me reprochas día a día
que engañé con mis actos,
que iba a ser más maduro, mejor padre.
Hasta que haría las camas,
amante consumado,
poeta de domingo
tras el aperitivo.
Hombre obediente
y sumamente inculto.

Quédate con lo dicho.
Las palabras de ayer
son miseria en tus labios.

De Una aproximación al desconcierto


(SIM-Libros, Sevilla, 2011)




Puerto Real, 1967

La lonja, pescadores, un olor
a sal sobre las redes
y mi padre rondando las esquinas.

Las calles, los ruidos del mar
cubren la noche,
y la voz de mi tía
que llamaba mi nombre
una vez y otra vez.

Hasta la boda todo fue imperfecto.
Después nadie entendió que quise regresar
y acabé como siempre, con tres años:
caliente y cabreado.

Descubrí los sentidos.
No hay brumas en el puerto,
pero hay libertad, arena
y mucho miedo.

De Una aproximación al desconcierto

(SIM-Libros, Sevilla, 2011)



TINTÍN PIERDE LA VIRGINIDAD EN LA SCALA

Ya lo decía Tintín mientras ladrabas:
“Milou, debes latir con propiedad extrema
todo aquello que piensas, buen amigo”.
Pero el pobre fox seguía empeñado
en tomar esa gota de whisky mal vertida
de la falda de Bianca, Castafiori.

Irma siempre molesta. Quería atrapar
sus pechos con las manos. El perro,
tan listo zorrero como leal amante,
mordía un dedo del pie y acariciaba
pausado sus pelotas. Bianca gime.
Tintín ha perdido la virginidad en La Scala.
Hicieron el amor sudacamente.

De fondo Lakmé. Delibes argumenta,
es muy retórico y a veces hasta cursi.
Léo llora entre las flores. El joven
tiembla y sonríe. Bianca gime.

¡Qué mala cara tiene la pollito!






del LIBRO DE LOS INDOLENTES 
Libro de los indolentes (sobre la poesía). Ed. Plaza y Valdés. 2016



SEIS

El Timeo de Platón denota la virtud. Es la primera consecuencia de la palabra auténtica, aquella que resulta de observar cómo cae el agua del pilón o las bellotas de las encinas.

Se ha secado una encina, agonizaba entre ramas y brazos y ahora es un simple esqueleto de su propio tiempo.

Con el dedo índice de la mano derecha recorro las líneas de la mano izquierda. Descubro la verdad. Figuras geométricas del destino que aburren y cansan.

Han vuelto las arañas. Me buscan. Mantengo una vulgar conversación con Pérez Galdós sobre el último Nobel. Levanto el índice, el corazón y el sentido común.

Otro año que Parra no recibe el galardón.

Cuentos para suplir a la decencia. La poesía por encima del mundo, del tiempo y su homenaje.

Larga vida a Nicanor. Los cuentistas son eso, mercancías.



SIETE 

El viernes 23 de diciembre de 1988 recibí la visita del indolente número 37. Permanecía en el sofá. Escribía el poema «Sobre la piel del mundo» que luego apareció en La muerte oculta (1996). Sostenía el cuaderno marrón y un libro de Dante. El número 37 me entregó la caja mágica y una carpeta azul con gomillas, en ambos elementos había una copia del contrato.

Ese día no llovía. Hacía frío. Tenía un canario en una jaula en la cocina. Le llamaba Señor. Por las mañanas alegraba la oscuridad de las nubes con un canto peregrino, por las tardes le limpiaba la jaula y le añadía el alimento verdadero.

Un día el canario fue perdiendo las plumas de la cabeza y al día siguiente yacía en la jaula.

Todo aquello que pretendes suele ser hecho y cuanto necesitas, realidad.
J. J. Cale me acompaña todo el día. Friday. La no lluvia. La muerte del canario. 
El indolente número 37. El contrato que leía mientras me sudaban las manos y la nuca se arrugaba.

Friday. J. J. Cale. El agua que no aparece en los cristales y el camión de mudanza que me trasladaba de nuevo a Moguer, esta vez de visita.

La virtud es el síntoma de la ejemplaridad, la voluntad el hecho que lo incita. Silencio y soledad. Los sonidos del canario dejaron de existir y la noche acompaña, solo la noche.




OCHO

Saúl acariciaba todos los días mi cadera izquierda. Tardé años en descubrir su presencia. Tuve que esperar que se ejercitaran los sentidos intrépidos que habitan en los sensibles.

Descubrí su presencia en Roma. Pude observarlo, hablarle, escucharle. En la azotea de Moguer un pájaro me dijo que podía verlo. Mis acompañantes no lograron contemplar ni siquiera al pájaro.

Precisamos la eternidad para poder entender, para observar, para ver, para escuchar, para oler. En cada vida amplías algo más el raciocinio, la segunda caja va creciendo en capacidad y la primera contiene todos y cada uno de los contratos de las existencias.

Saúl fue bautizado en el río Tivamo. Era mayor. Tomamos un pesado autobús desde Roma a Trieste. Nos acompañaron otros ángeles y la gran dama blanca.
San Giovanni di Duino. Después fuimos a ver mosaicos a Aquilea. Saúl estaba feliz. Nadie podía captar las extrañas presencias. En la basílica una señora mayor dijo:

Vas muy bien acompañado.

Volví la cabeza para darle las gracias, pero había desaparecido entre la multitud que hacía fotos a los pavimentos.

Precisamos la eternidad para dejar de ser. Un tiempo que nunca es pasado.



DOCE

La presencia de la luz resultó abrumadora. Desde entonces permanezco en la rama de la vieja encina. Habito el mediodía, solo el mediodía. Solicito a los pájaros que suban a la rama algunas piedras, y que manchen sus patitas con la tierra húmeda.

La mañana está antes que la tarde, pero no por el concepto temporal, ni por el lingüístico. La mañana es el número 3 y la tarde el número 7. Así el equilibrio y la armonía que producen la mañana y la tarde, son el número 1, la pureza. Tan solo a mediodía. Allá donde se cruza el sol con su caída, con su algidez, con su belleza primera.

Ya no estaba mi cuerpo ni la imagen visible de la mediocridad. Un espíritu extraño se sentaba en un tronco de madera rugosa, nunca salió de allí, siempre estuvo en él.

No hemos habitado nunca, nuestros cuerpos son símbolos que permanecen intactos en el confuso laberinto. Solo quedan el espíritu y la razón de la palabra poética.

Toco las patas de los pájaros y lleno mis manos de tierra. La huelo. No puedo contemplar las manos. Mis propias manos. Tan solo hay luz, una señal que desprende el cuadro de Pérez Galdós, como la palabra de Sócrates a las puertas de Atenas, como la sombra de la torre de Hölderlin.

Hoy ha entrado un matiz por la abertura de la casita blanca. He corrido a atraparlo. Las alas no permiten su captura.



TREINTA

El principio de la poesía es la tranquilidad interior, la armonía del nacimiento pleno. Todo lo demás es externo, y lo externo es tormento, ausencia de libertad y dependencia. Se escribe en la verdad, en el amor único.

La literatura es sacrificio, abnegación sin recompensa. Nunca hay que buscar la retribución, ahí está la virtud, el mérito. La literatura es un sacerdocio con principios verdaderos. No sigas el camino del éxito, lucha hacia la felicidad. El deseo no es un hábito, es un error repleto de humo.

Las cosas suceden por sí mismas, sin premeditación. La armonía de la naturaleza nos sustenta, no la rechaces.

Aquellos que viajan con interés vivirán en el humo. Vivir en la sabiduría elimina la culpa, atrae la mansedumbre. El mérito del poeta radica en la humildad.

Prescinde de todo aquello, de todo aquel, que viaja hacia el éxito. Lee los libros clásicos y observa. No te distraigas. El centro indudable solo admite humildad, silencio y soledad.

Respira. Los indolentes números 33 y 44 me enseñaron a respirar en lentitud. Siente el olor del dominio. Escucha tus propios recursos, nada podrá abrumarte. Es la paz interior, sin éxito. Aleja de ti todo aquello, todo aquel, que huela a interés. La excelencia personal es la humildad.

La palabra poética es razón, la justicia y el acto sin alardes. La dignidad del poeta es la reputación de su humildad.




CUARENTA

Mira el camino. No dejes de observarlo. Nunca apartes la vista, aunque azote la niebla. Esa ruta es misterio, una magia que evita la proporción y el éxito. La vía es la virtud. La única dirección a la armonía.
La poesía es el camino que nunca finaliza.



CUARENTA Y TRES

Llevo meses discutiendo con Saúl sobre la reencarnación. Recojo la cerilla con la mano y transmito cuanto reconocí en el confuso laberinto de seres y personas. Hay momentos en los que no estamos entre nosotros, ya nos hemos marchado. Precisamos de un tiempo indefinido para preparar nuestra huida. Cuando fallecemos estamos aproximadamente un año y medio sin dar noticias. A partir de ese instante podemos volver, siempre que deseemos. La vida es elección y es afirmación.

Regresamos si aceptamos. Volver es voluntad propia. No aparecen estrellas si no llega la noche.

Discuto con Saúl. Él intenta explicar que la vida es un oficio donde obtenemos nota. Me niego a aceptar esa afirmación. Estamos porque hemos firmado un contrato con plena aceptación. Y regresamos porque confirmamos otro contrato.

También indica Saúl que nuestro círculo de llegada es similar al que hemos dejado anteriormente. Y lo niego. El universo es infinito. La naturaleza es ilimitada. La multitud nunca será concreta si la observas.

Miro el teléfono. Un síntoma quema las entrañas, creo que ha ocurrido algo en casa. Suena el teléfono. Ha ocurrido algo en casa.

Amo la vida, la vida elegida, en el contrato, en la reencarnación. Todo está firmado. Si no quieres venir, qué haces con nosotros.


CUARENTA Y CUATRO

Nuestro objetivo es una meta inmensa aún por descubrir. Disponemos de la vida para ello, del día y de la noche.

A menudo, cuando ha fallecido un ser querido, sentimos muy cerca a los ausentes. Incluso podemos verlos, tocarlos, olerlos, sentirlos dentro de nosotros. Son las erróneas presencias. Recibimos y entregamos tanto amor con ellos que permanecen en nosotros durante toda nuestra existencia. Pero no son, ellos no están.

Tampoco son confuso laberinto. En este caso adoptan la forma física de esos seres pero sus almas son diferentes.

El tránsito posee dos etapas. Antes de fallecer permanecemos en la tierra unos 500 días preparando la marcha. Cuando morimos nuestro tránsito hasta la reencarnación también será de otros 500 días. A partir de ese momento nuestra misión consiste en descubrir esa reencarnación del ser querido.

Muy extrañamente la reencarnación se produce en nuestro entorno más cercano, es lo inusual. Hay que buscar, dejarse llevar por el sentido común de la indolencia. Ayudan las sombras y el ángel negro. Pero solo los elegidos lo consiguen. El engaño de las sombras es la pista, no lo olvides.



CINCUENTA Y CUATRO

Paseaba entre las farolas en la noche y comentaba con el indolente número 4, aquel que antes era el 13, la lamentable situación de la poesía oficial en España. Sin ir más lejos este año se han publicado obras de autores importantes, con reconocidos nombres, que han acaparado las reseñas y menciones de los suplementos, pero ninguna de ellas aporta nada, dicen nada, son nada, vacío. Es como la poesía plana de los tiempos remo-tos: correcta construcción y menos vida que el topo que ha caído a la piscina y muere intentando subir los escalones sin vista, sin mirada, sin acción.

Unos dicen que el culturalismo ha muerto, otros inventan los términos rurales para autodefinirse sin llegar a la categoría de crucigramas, los hay que siguen buscando en la luz divina la inspiración mediática.

La razón de la palabra poética es la lírica de la emoción y del misterio. Es la fuerza del topo para salir del agua con humildad y respeto, en silencio y soledad, poco a poco hasta que lo consigue.

Ahora viajo por algunas ciudades para analizar las mafias literarias que habitan en ellas. Me acompaña el indolente número 4 y algún que otro soplón con forma de equinoccio. Todo cuanto acontece en la poesía de ese puñado de tierra pasa por sus manos. Tanta divulgación, redes sociales, medios de comunicación, apariciones, propaganda barata y efímera. Cuando pasen cincuenta años volveremos a leer a Dante y compañía. No hay que salir de ahí. Lo de ahora nada aporta.

Es tarde. Ha llegado la luz encima de una nube. La luz es la humildad, la nube su destierro en soledad. No hablan, es el silencio. La pasión es un arte, la poesía que se escribe ahora en España los ojos de un topo. Ciega.



CINCUENTA Y SIETE

Nunca habrá poesía hasta que dejemos de ser. Buscamos el camino, nos guiamos de fuentes y de clásicos, entendemos que la ruta es la correcta. Pero lo zetético solo aparece cuando hemos dejado de ser. Solo así seremos en la verdad, en la virtud y en la justicia.

Los indolentes son seres que dejaron de ser en otra eternidad, y así lo manifiestan. Buscan el silencio de las palabras y la soledad de las almas o espíritus, de sus propias libertades de los cuerpos. Han encontrado la verdad.

Desde que abrí una de las dos cajas misteriosas leo el con-trato cada noche que estoy en casa. Lo permiten las piedras. Antes de dormir y reclinado en la cama, repito palabra por palabra todo lo que allí figura. Hay fragmentos que conozco de memoria y los recito con los ojos cerrados. Otros párrafos intento saltarlos pero la luz lo impide.

Cuando termino he perdido el sueño. Tomo las 9 piedras. Las recorro con los dedos, las aprieto en la mano. Pierdo el miedo y pienso en Platón.

La segunda caja posee los recuerdos de las otras vidas. Siempre viajas de un cuerpo a otro con la segunda caja. No es visible a los siniestros ni a los acompañantes.

Observo la segunda caja. Toco su silueta. No he dejado de ser.







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