Santos López. (Mesa de Guanipa, Anzoátegui, Venezuela,1955). Poeta, periodista, babalawo de la religión yoruba. Director-fundador de la Casa de la Poesía Pérez Bonalde, (fundada en 1990) que organizó la Semana Internacional de la Poesía de Caracas (12 ediciones), fundó el concurso de poetas liceístas con varias ediciones y contribuyó a consolidar las lecturas públicas de poesía en el ámbito nacional en la década del 90. Su obra publicada: Otras costumbres (1980), Alguna luz, alguna ausencia (1981), Más doliendo ya (1984), Entre regiones (1984), Soy el animal que creo (1987), El libro de la tribu (1992), Los buscadores de agua (1999), El cielo entre cenizas (2004), Soy el animal que creo. Antología (2004). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, chino e italiano.Ha participado como poeta invitado a los siguientes encuentros: Congreso Mundial de Poetas, Sintra, Portugal; Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia; Feria Internacional del Libro de la Habana, Cuba; Feria Internacional de Libro de Guadalajara, México; Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia; Feria Internacional del Libro de Santiago, Chile; Bienal Internacional de Poesía de Lieja, Bélgica; Festival Internacioanl de Poesía de Africa, Benin, Encuentro de Poesía Latinoamericana en Viena, Austria. Premio Municipal de Poesía en 1987 y en 2001. Desde 2004 organiza el Festival Internacional de Tradiciones Afroamericanas. FITA (www.fita.com.ve). Casado con la periodista Chefi Borzacchini.
Tiempo
¿Qué hace enfriar tanto al metal
o calentarlo?
¿Será mi espíritu obeso
desparramado por esta habitación?
¿Acaso
el día ha entrado y salido
tan de prisa
que no ha dado tiempo a la fuga?
De Otras costumbres en Soy el animal que creo. Antología, 2004
El diente que fuiste
Concedo el oro a la tristeza
Al polvo rojo tarde horizonte
Herir los ojos las realidades
Son hebras
De ahogo o luto mis huesos
Me fatiga tanto bostezo
Tanto relincho sobre el viento
Enamorado
Siento el diente que fuiste
De Soy el animal que creo en Soy el animal que creo. Antología, 2004
Púa
La emoción
Mas no la memoria
En este límite
Alambre triste en mi garganta
El amor está como lavar un hielo
Y puedo oír
Y calco
Somos de tanto espacio
Delirantes en el estío
Con un fulgor adentro
Casi ajeno
Como una enorme púa
Que me despecha
De Soy el animal que creo en Soy el animal que creo. Antología, 2004
Vasija del corazón
Extrañamente algunas veces somos herederos de un corazón
que, como una vasija, otros han llenado primero.
Desde hace muchísimos años una tinaja permanece en un rincón
de mi casa.
Perteneció a mi madre, pero primero fue de mi abuela y,
mucho antes, de mi bisabuela...
De la tinaja, ellas sólo bebieron agua fresca. Y siempre la
tuvieron llena, incluso conocieron al hacedor de la vasija.
Hoy, sin embargo, yo la conservo vacía, sin saber el porqué.
Insisto en cubrirle la boca cuidadosamente, así como lo
hacían mi madre y mis abuelas para mantener el agua
limpia y clara.
Tal vez creo que en su fondo reposa todavía algún silencio
que en vano intento descubrir.
O quizás no quiero que hable, me revele todo y sienta de
pronto mi sed saciada.
De Los buscadores de agua en Soy el animal que creo. Antología, 2004
Peonía del alma
Durante muchos años mi pensamiento fue esfera en la noche,
La ronda inconfundible de mi destino.
De un lado a otro, mi obsesión era el caos;
De un lugar a otro, me creía dormido.
Sin embargo, la aflicción de mi voz,
La tristeza inmóvil durante muchos años,
No me hicieron más muerto que la piedra
O que la profunda sombra.
Durante muchos años mi trabajo fue anhelar en lo oscuro.
No conocía el destello de la sangre.
Pero en una medianoche, la quietud de tu boca
Me despertó y me repitió el amor hasta el amanecer.
Este fuego me reveló de una vez el intenso rojo del alma.
De Los buscadores de agua en Soy el animal que creo. Antología, 2004
Cayenas moradas
Amor, todo aquello que está dentro de ti me llama:
Tu lisura de domingo entre cayenas moradas
Donde vuelas y revuelas sin aliento;
Tus piernas que se juntan en el agua, se mojan
Y custodian un breve espacio de orillas;
El sudario de tu corazón sube y baja en la tierra,
Come fuego, lame sal.
Y tus muertos, que casi me lloran
Con voces apilonadas en la ceniza del cielo.
Amo en ti ese fondo de tinieblas nutrido de aves en la medianoche.
Amor, cuantas veces eres, cuantas veces te amo.
Ahora, ven y abre tu pecho de pelusa negra,
Enséñame el temblor.
De El cielo entre cenizas, 2004
Tu lisura de domingo entre cayenas moradas
Donde vuelas y revuelas sin aliento;
Tus piernas que se juntan en el agua, se mojan
Y custodian un breve espacio de orillas;
El sudario de tu corazón sube y baja en la tierra,
Come fuego, lame sal.
Y tus muertos, que casi me lloran
Con voces apilonadas en la ceniza del cielo.
Amo en ti ese fondo de tinieblas nutrido de aves en la medianoche.
Amor, cuantas veces eres, cuantas veces te amo.
Ahora, ven y abre tu pecho de pelusa negra,
Enséñame el temblor.
De El cielo entre cenizas, 2004
Contemplación
Esta noche he sacado mi estera a la luz de la luna
Y sobre una piedra me acuesto a ver el cielo.
Ahora puedo reír y volar a mis anchas.
Aquí todo es resplandeciente.
Después del redondo espejo en el cruce de la entrada,
Aparecen las grandes terrazas de los astros,
El plumaje de las estrellas que se queman,
El torrente de aguas que no se encoge,
Las ondas celestes que navegan sin sombras,
El torbellino transparente de nubes,
El paso tembloroso del arcoiris,
El árbol de rocío que nunca cesa
Y las murallas de vapores y lluvias.
Vi todo esto en el cielo acostado en una estera
Sobre una piedra negra a la luz de la luna.
De El cielo entre cenizas, 2004
Esta noche he sacado mi estera a la luz de la luna
Y sobre una piedra me acuesto a ver el cielo.
Ahora puedo reír y volar a mis anchas.
Aquí todo es resplandeciente.
Después del redondo espejo en el cruce de la entrada,
Aparecen las grandes terrazas de los astros,
El plumaje de las estrellas que se queman,
El torrente de aguas que no se encoge,
Las ondas celestes que navegan sin sombras,
El torbellino transparente de nubes,
El paso tembloroso del arcoiris,
El árbol de rocío que nunca cesa
Y las murallas de vapores y lluvias.
Vi todo esto en el cielo acostado en una estera
Sobre una piedra negra a la luz de la luna.
De El cielo entre cenizas, 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario