JAIM GURI
(Tel Aviv, Israel, 1923)
Poeta, narrador y periodista. Pertenece a la llamada “Generación del Palmaj”. De niño se educó en un kibbutz. En 1942 se enroló en el Palmaj, es decir, El comando de élite de la Haganá, el ejército judío clandestino en la Palestina bajo dominio inglés. En 1947, la Haganá lo manda a Hungría, Austria y Checoslovaquia para reorganizar los movimientos de Juventud Judía y tomar parte en la inmigración ilegal de la población judía, superviviente del Holocausto, hacia la Tierra de Israel. En Checoslovaquia se entrenó como paracaidista y volviendo a Palestina tomó parte en la Guerra de Independencia (1948) contra el ejército egipcio. Después de la declaración del Estado de Israel estudió en Jerusalén literatura hebrea y filosofia y culminó sus estudios de literatura Francesa en La Sorbona. Desde 1954 trabajó como periodista. En la Guerra de los Seis Días (1967) y La Guerra de Yom Kippur (1973) sirvió en el ejército como Oficial de Cultura en la frente del Sur.
Ha publicado en total unos 27 libros, en gran parte de poesía. Su primer libro, Flores de fuego, se publicó en 1949 y el más reciente, Soy una guerra civil, fue publicado en 2004. Laureado con distintos premios, activo en la arena cultural y respetado por todos, hoy día ya es considerado como un patriarca, o mejor dicho, “un monumento nacional”. Vive en Jerusalén con su esposa y con sus tres hijas.
Los dos poemas aquí publicados fueron traducidos por mí, hace años, cuando yo mismo vivía en Jerusalén, y están tomados de su libro Ayumá (La Magnífica, La Horrible...), publicado en 1979 en Tel Aviv.
Traducción y nota: Shlomo Avayou
Estación de trenes
(Betajanat haRakevet)
Esto ocurrió en Praga, hace años, en un día frío y gris.
En el banco, en la estación de trenes, cerca de la antigua ciudad.
Las locomotoras exhalaban su humo albino en la neblina,
recordándome el probable viaje a una ciudad ajena, lejana.
Delante de mí, sentada, aquella joven en gabardina. En su palma
guantes de cuero, del mismo color que su portamonedas.
Su peso traspasaba las ideales medidas, eslava de estirpe,
de ciudad de campo, con campanario y borrascosos cielos.
Jamás la he visto, segurísimo, desconozco
su nombre y, sin embargo, sabía que la amaba,
que sí, dispuesto de repente a cambiar el billete a Bratislava,
si sólo levantara su mirada de la revista ilustrada, si sonriera.
Esto ocurrió en el otoño del 47, estación Massarik
de ferrocarriles, al asomarse la penumbra, al caer la tarde.
Como en un film francés con aquellos hoteluchos,
estaciones, silbidos en la neblina y, cómo no, la lluvia.
Tal vez es una apertura de algo distinto
(Ulai zo rak ptija lemasheu ajer)
Tal vez es un prólogo
de algo distinto,
que surgirá y vendrá.
Tal vez sea sólo un silencio
que perdura,
que asemeja a la muerte
pero él,
no ella,
como un mal efímero.
Tal vez
será una tentación.
Y lo tomó ahí,
y lo tentó ahí
en una calle sin nombre
y no hay continuación
para él.
Tal vez es una mera apertura
para algo distinto
que surgirá y vendrá.
Tal vez regresará como el amor
ardiendo
en el día del juicio
magnífico, enrojecido.
Tal vez seguirás andando
sobre las huellas de la melodía,
en calles cargadas de cielos, y quizás
te tocará un Mesías
que vendrá.
[http://www.elcoloquiodelosperros.net/numero21/esp21ha.htm]
AQUÍ YACEN NUESTROS CUERPOS...
Mirad, aquí yacen nuestros cuerpos en una larga, larga fila.
Nuestros rostros han cambiado, la muerte se refleja en los ojos,
/no respiramos más.
Se apagan las últimas luces, la noche desciende del monte.
Mirad, no nos levantaremos a caminar por los caminos a la luz
/del atardecer lejano.
No amaremos, no rasguearemos cuerdas con sonidos tristes y
/silenciosos.
No gritaremos en los jardines cuando sople la brisa por el
/bosque.
Ved a nuestras madres encorvadas y silenciosas y a nuestras
/esposas que ahogan el sollozo.
¡De cerca explotan las granadas y el incendio... y señales que
/anuncian tempestad!
¿Acaso nos enterrarán ahora?
Nos levantaremos y atacaremos nuevamente como entonces,
/y volveremos de nuevo a la vida.
Cojeando y doloridos nos apresuraremos aprestar ayuda,
todo está vivo aún en derredor y nuestra sangre circula...
/caliente.
No traicionamos, mirad, nuestras armas sin balas están a nuestro
/lado y las cartucheras vacías
recuerdan todavía nuestras últimas palabras. Los cañones aún
/arden,
y nuestra sangre se derrama, paso a paso, por los senderos.
Hicimos todo lo posible, hasta que cayó el último y no se
/levantó.
¿Acaso nos acusaréis por haber quedado muertos con la noche
y nuestros labios besando la dura tierra pedregosa?
Ved cuán grande es la noche…
Mirad, florecen las estrellas en la oscuridad.
Aroma de pinos, sepúltennos ahora, y terrones de tierra sobre
/nuestros rostros.
Aquí están las alambradas de púas, las trincheras, aquí estamos
/todos juntos.
Un nuevo día, ¡no nos olvides, no nos olvides!
Ya que llevamos tu nombre hasta que la muerte los ojos nos
/cegó.
Aquí yacen nuestros cuerpos. En una larga fila. Ya no
/respiramos más,
pero el viento fuerte en los montes… sopla.
Nace la mañana y el brillo de los rocíos alegra.
Todavía volveremos a encontrarnos, volveremos como rojas
/flores,
en seguida nos reconoceréis como la muda "compañía del
/monte".
Entonces floreceremos, cuando se haya apagado el último
/disparo en la montaña.
TRES VECES
Tres veces caerás de espaldas despertándote –
te alcanzará un dardo lanzado de mi vida.
y cada minuto una puerta abierta
y toda tú por mí mordida.
Asida estás ahora a mi colchón de lana
y no hay quien de mis dientes te separe.
Cada sílaba que escapa de mi garganta
es como señal y carta primera.
Otro sabrá que estuviste conmigo
en un cuarto que muda el hambre en oscuridad;
más allá de la noche y el paso de la lluvia,
más allá del doble cobertor invernal.
SE MURIÓ EL REY
Al amanecer se murió el rey,
el rey se murió.
Murió, murió el rey.
Al amanecer sonaron los cañones:
se murió, se murió, se murió.
Los jinetes salieron:
el rey se murió, no hay rey, se murió el rey.
Medio día, sin candado:
¡Murió el rey! ¡El rey se murió!
Noche sin flores,
murió, murió el rey.
Llegó el día que ansiamos -
¡Ay, el rey se murió!
Llegó el día que tanto soñamos
¡Ay, se murió, se murió el rey!
1923 - 1958
A
Yo no tuve tiempo,
ahora es claro
que no tuve tiempo.
¡La mitad de mi vida!
Ahora es posible
callar.
Mi sombra se alarga
a cada paso del sol.
Soy el hombre
que no tuvo tiempo.
B
Tampoco tuve tiempo
de brotar como árbol
de pensamientos lentos,
parecido a algo más
comprensible,
menos circunstancial
y estridente.
¡Que rápidas cenas al paso!
Mi vida transcurrió entre diarios.
Mi respiración entrecortada
por carreras breves -
¡Por nada!
C
Y no tuve tiempo
de cubrirme de musgo
o herrumbre
y rodar.
Nacimiento - muerte - nacimiento -
Pertenecer a los recuerdos
o amarillear
en las páginas de un grueso libro,
y ser expreso,
seguro,
extraviado,
recibir una herencia.
Entre mi padre y yo - el mar.
YO Y EL SILENCIO
Oí hablar del silencio,
no lo he hallado todavía.
Pertenece a un país
de cuyo nombre no me acuerdo.
Unido a una ciudad
por cuyas calles no caminé.
Mora en una casa -
cuyas ventanas no he tocado.
Me parece que el silencio
es el fin.
y yo lo anterior,
como el hambre.
TU CASA
Tu casa guardé para mí.
Ella no será visitada por los fantasmas
como la luz que alumbra mi noche,
una de las tantas frías y apagadas.
Tu casa guardé para mí, sólo para mí,
ya que tiene la puerta donde me hallé a mí mismo.
Entre tus brazos anduve un día entero.
Mi nombre colocaste sobre un corazón de piedra,
en mi espalda grabaste la sonrisa de los sabios
y en mis ojos la sorda ciudad doliente,
y sobre mi cabeza nubes extraviadas
con cielos vacíos de Dios.
Uno a uno callaron los temores,
una a una cayeron las flores de la mentira
y yo anduve harapiento,
cargando mi vida en mi mandíbula gastada,
con las palabras tenebrosas de la jaula
y el corazón dormido que comprendió y maduró.
SILENCIO DEL MAR
Silencio del mar
caminarás
y no llegarás, nunca.
Silencio del mar.
Los buzos
vuelven solos.
A la costa
vuelven los barcos vencidos
y el sol en pos.
Yo
y años luz
y pensamientos del mar.
Al fin descansaremos
y nuestros rostros,
pasto del mar.
ME PARECE…
Me parece estar guardando los muros de una ciudad
que hace ya mucho tiempo murió.
La luz que ahora me alumbra
es el resto de otra que ha mucho se apagó.
Paseo entre las cosas que el tiempo relegó,
y camino.
Ellas viven fuera del tiempo que se desvanece en el reloj.
Ellas vuelven a mí, vuelven a vivir lentamente en mí,
junto a los ceniceros,
junto a las frías tazas de café.
Camino mucho y adivino
y gozo de la duda.
Pero guardo los muros de una ciudad que hace mucho murió.
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