miércoles, 2 de junio de 2010

ADAM ZAGAJEWSKI [180]


Adam Zagajewski

Adam Zagajewski (1945), poeta, novelista y ensayista polaco. Nació en Lwów (actualmente Ucrania) el 21 de junio de 1945. Estudio en Gliwice y Cracovia y se graduó en la Universidad Jagiellonica. Zagajewski fue conocido como un poeta de la Generación del 68 y es uno de los más famosos poetas contemporáneos.

Tuvo que exiliarse en 1982 perseguido por el régimen comunista, primero a París y luego a Estados Unidos. En 2002 volvió a su patria.

No es justo hablar de Zagajewski sólo como ese poeta político contrario al régimen comunista y por ello ideológicamente atractivo en un territorio democrático. Aunque participara en movimientos por las libertades en su país, él mismo dejó claro en el exilio que su personalidad era más bien la de un disidente de los disidentes, que había descubierto que “la poesía está en otra parte, más allá de las inmediatas luchas partidistas, e incluso más allá de la rebelión –aun la más justificada- contra la tiranía”. Ahora bien, la posición decidida por la libertad y la búsqueda de la belleza que el poeta polaco ha mantenido en vida tiene un testimonio fiel en sus textos y poemas, de gran hondura humana y fina sensibilidad estética.

Entre su obra destaca Pragnienie (1999); Ziemia ognista (1994); Jechać do Lwowa (1985); Sklepy mięsne (1975); y Komunikat (1972).

Ha sido traducido a diversos idiomas. Sus libros de poesía traducida al inglés son Mysticism for Beginners, Tremor y Canvas. En esta misma lengua, en prosa son: Another Beauty (2000) y de la colección en prosa, Two Cities (1995) y Solitude and Solidarity (1990). En la actualidad, gran parte de su obra está siendo traducida al castellano y al catalán por la editorial El Acantilado.

Tiene en su haber, entre otros "Berliner" y el "Kurt Tucholsky Prize". Desde 1988, ha sido profesor visitante en la Creative Writing Program de la Universidad de Houston, (Estados Unidos). Es coeditor de la revista literaria Zeszyty literackie que se publica en París. En la actualidad vive entre París y Houston.

Premio Princesa de Asturias de las Letras, 2017.

Edición en español

Adam Zagajewski (2012). Mano invisible. El Acantilado. ISBN 978-84-15277-53-8.
Adam Zagajewski (2010). Solidaridad y soledad. El Acantilado. ISBN 978-84-92649-72-3.
Adam Zagajewski (2007). Antenas. El Acantilado. ISBN 978-84-96834-00-2.
Adam Zagajewski (2006). Dos ciudades. El Acantilado. ISBN 978-84-96489-64-6.
Adam Zagajewski (2005). Deseo. El Acantilado. ISBN 978-84-96489-23-3.
Adam Zagajewski (2005). Poemas escogidos. Editorial Pre-Textos. ISBN 978-84-8191-681-2.
Adam Zagajewski (2005). En defensa del fervor. El Acantilado. ISBN 978-84-96489-15-8.
Adam Zagajewski (2004). Tierra de fuego. El Acantilado. ISBN 978-84-96136-73-1.
Adam Zagajewski (2003). En la belleza ajena. Editorial Pre-Textos. ISBN 978-84-8191-568-6.
Trabajos de Adam Zagajewski en revistas españolas[editar]
Adam Zagajewski, «Intenta celebrar el mundo mutilado / Try to praise the Mutilated World», [en:] Revisiones, vol. 3, 2007 (pp. 29-30).
Adam Zagajewski, «Things keep their Secrets», [en:] Revisiones, vol. 3, 2007 (pp. 5-14).
Adam Zagajewski, «Bruno Schulz el otoño al acecho», [en:] Minerva, nº. 7, 2008 (p. 42).
Adam Zagajewski, «La casa de las musas», [en:] Matador, nº. K (pp. 30-33).
Adam Zagajewski, «Cuatro poemas», [en:] Lateral, nº. 94, 2002 (p. 20).
Adam Zagajewski, «Cinco poemas», [en:] Revista de Occidente, nº 362-363, 2011 (pp. 201-208), ISSN 0034-8635.
Adam Zagajewski, «La gramática francesa», [en:] Claves de razón práctica, nº 177, 2007, (pp. 54-60), ISSN 1130-3689.
Adam Zagajewski, «El centro no se sostiene», [en:] Letras Libres internacional, nº. 65, 2007 (pp. 34-37), ISSN 1578-4312.
Adam Zagajewski, «El discurso secreto del presidente», [en:] Letra internacional, nº 5, 1987, (pp. 43-45), ISSN 0213-4721.






Tierra del fuego (Trad. Xavier Farré). Barcelona; Ed. El acantilado, 2004.


CAMBIO

Hace meses que no escribo
ni un solo poema.
Vivía humildemente leyendo los periódicos,
pensando en el enigma del poder
y en las causas de la obediencia.
Contemplaba puestas de sol
(escarlatas, muy inquietantes),
sentía cómo callaban los pájaros
y cómo la noche iba enmudeciendo.
Veía girasoles que agachaban
la cabeza al ocaso, como si un desatento
verdugo paseara por los jardines.
En el alféizar se iba acumulando
el polvo dulce de septiembre
mientras las lagartijas se escondían
en los salientes de los muros.
Salía a dar largos paseos,
y deseaba tan sólo una cosa:
relámpagos,
cambios,
a ti.



ANTOLOGÍA

Por la tarde leía una antología.
Detrás de la ventana pacían nubes escarlatas.
El día había desaparecido en un museo.

Y tú, ¿quién eres?
No lo sé. No sabía
si había nacido para la felicidad.
O para la tristeza. ¿Para una larga espera?

En el aire puro del crepúsculo
leía una antología.
En mí vivían antiguos poetas, cantaban.



PINTORES HOLANDESES

Escudillas de estaño repletas y pesadas de metal.
Gruesas ventanas hinchadas por la luz.
Materialidad de plomizas nubes.
Vestidos como colchas. Ostras húmedas.
Objetos inmortales, pero que no nos sirven.
Andan solos los zuecos de madera.
Las baldosas nunca se aburren,
y juegan al ajedrez con la luna.
Una chica fea estudia una carta
escrita con tinta simpática.
¿Será de amor o de dinero?
El mantel huele a moral y almidón.
La superficie no conecta con la profundidad.
¿Misterio? No hay misterio alguno,
sólo el azul del cielo, hospitalario
e intranquilo como gritos de gaviotas.
Absorta, una mujer pela una manzana roja.
Los niños sueñan con la vejez.
Alguien lee un libro (un libro es leído),
alguien se duerme y se vuelve un objeto
cálido, que respira (como un acordeón).
Les gustaba habitar. Y lo habitaban todo,
el respaldo de madera de una silla
y en hilos finos de leche como el estrecho de Bering.
Puertas de par en par, el viento era afable,
las escobas descansaban tras el trabajo a conciencia.
Descubiertas las casas. Pintura de un país
donde la policía secreta no existía.
Sólo una sombra prematura entró
en el rostro del joven Rembrandt. ¿Por qué?
Pintores holandeses, decid, ¿qué pasará
al pelar la manzana, cuando falte la seda,
cuando todos los colores sean fríos?
Decidnos, ¿qué es la oscuridad?



BUSCA

Volví a la ciudad
donde fui niño
y adolescente y un viejo de treinta años.
La ciudad me recibió con indiferencia,
los megáfonos de sus calles murmuraban:
¿no ves que el fuego todavía arde?,
¿no oyes el estrépito de las llamas?
Vete.
Busca en otro lugar.
Busca.
Busca la verdadera patria.



REFUGIADOS

Encorvados por una carga
que a veces es visible, otras no,
avanzan por el barro, o arena del desierto,
inclinados, hambrientos,

hombres taciturnos con gruesos caftanes,
vestidos para las cuatro estaciones,
ancianas con caras llenas de arrugas
llevando algo, que puede ser un bebé, una lámpara
(familiar), o quizá la última hogaza.

Esto puede ser Bosnia, hoy,
Polonia en septiembre del 39, Francia
(ocho meses después), Turingia en el 45,
Somalia, Afganistán, Egipto.

Siempre hay un carro, o como mínimo un carretón
repleto de tesoros (colchas, tazas de plata,
y el aroma de casa que se evapora rápidamente),
un coche sin gasolina, abandonado en la cuneta,
un caballo (será traicionado), nieve, mucha nieve,
demasiada nieve, demasiado sol, demasiada lluvia,
y esta inclinación tan característica,
como hacia otro planeta mejor, un planeta
que tiene generales con menos ambición,
menos cañones,menos nieve, menos viento,
menos Historia (este planeta, por desgracia,
no existe, sólo existe la inclinación).

Arrastrando las piernas
van despacio, muy despacio
al país de Ningún Sitio,
a la ciudad Nadie
en la orilla del río Nunca.



CARTA DE UN LECTOR

Demasiado sobre la muerte,
sobre las sombras.
Escribe sobre la vida,
sobre un día normal,
sobre el deseo de orden.

La campana de la escuela
puede ser un modelo
de templanza,
hasta de erudición.

Demasiada muerte,
un exceso
de negro deslumbramiento.

Mira,
naciones amontonadas
en estadios apretujados
cantan himnos de odio.

Demasiada música,
falta armonía, tranquilidad,
cordura.

Escribe sobre los momentos
cuando los puentes de la amistad
parecen ser más duraderos
que la desesperación.

Escribe sobre el amor,
sobre los largos atardeceres,
sobre el amanecer,
los árboles,
sobre la infinita paciencia
de la luz.



VOSOTROS SOIS MIS HERMANOS SILENCIOSOS

Vosotros sois mis hermanos silenciosos,
muertos.
No os olvidaré nunca.

En viejas cartas veo huellas de vuestra letra,
que se encarama al extremo de la página
como un caracol por la pared de un psiquiátrico.

Direcciones, teléfonos que acampan
aún en mi agenda, esperan, dormitan.

Ayer estuve en París, vi centenares de turistas
cansados y helados. Pensé que se os parecían,
no pueden encontrar su lugar, vagan intranquilos.

Y creía que esto era muy fácil: ¡vivir!
Basta con un puñado de tierra, un barco, un nido, una prisión,
un poco de aire, unas gotas de sangre y nostalgia.

Vosotros sois mis maestros,
muertos.
No os olvidéis de mí.




VIENTO DE DICIEMBRE

El viento de diciembre te mata la esperanza,
pero no permitas que te arrebate
la niebla azul que existe sobre el mar
y una benigna mañana en verano.

¿Cree alguien que todavía existen
ligeras e invisibles islas,
y manchas de un brillo solar
en el entarimado de madera?

El sueño lleva un vestido andrajoso
y va pidiendo una limosna,
mientras se apaga en una celda,
como María Estuardo, la memoria.



ESCRIBÍA EN LA OSCURIDAD

A Ryszard Krynicki

Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs
trabajaba por las noches con una luz apagada
para no despertar a su madre enferma.

Escribía en la oscuridad.
La desesperación le dictaba palabras
tan pesadas como colas de cometa.

Escribía en la oscuridad,
en silencio, que sólo interrumpía
el reloj de pared con sus suspiros.

Hasta las letras eran soñolientas,
sus cabezas caían en las hojas.

La oscuridad escribía
tras coger esta mujer ya no joven
como si fuese su pluma.

La noche se compadecía de ella,
sobre la ciudad se erigía
una gris prisión del alba,
la aurora de dedos rosa.

Cuando se dormía ella
los mirlos ya despertaban
y no hubo ninguna pausa
en la tristeza y el canto.



ÚLTIMA TORMENTA

Alguien se va.
Alguien ha bebido silencio.
Sólo en agosto gritan las tormentas
como dementes en una ambulancia.
Las ramas nos golpean las mejillas.
Huelen hojas de alisios a aceite de heno, a sueño.
Cabe escuchar, escuchar, escuchar.
Bajo el agua respiran manantiales cansados.
A las cuatro de la mañana
un solitario y último relámpago
con rapidez dibuja algo en el cielo.
Dice “No”. O “nunca”.
O tal vez: “Valor, no se apagó el fuego.”



¿QUIERES LLORAR?

Pasaba bajo los toldos de los árboles
y a veces me alcanzaban las gotas de lluvia
como preguntando:
¿quieres sufrir?
¿Quieres llorar?
Había humedad en el aire,
brillaban las hojas,
olía a primavera y a desgracia.



AQUEL DÍA LA NADA

Aquel día la nada
como para llevar la contraria
se convirtió en fuego
y quemó los labios
a los niños y a los poetas.



Deseo (Trad. Xavier Farré). Barcelona; Ed. El acantilado, 2005.




MÍSTICA PARA PRINCIPIANTES

El día era apacible, la luz, agradable.
Un alemán en la terraza de la cafetería
tenía un pequeño libro en sus rodillas.
Conseguí ver el título:
Mística para principiantes.
Al acto entendí que las golondrinas,
patrullando las calles de Montepulciano,
con unos silbidos muy penetrantes,
y las apagadas charlas de los tímidos
viajeros de Europa del Este, llamada Central,
y las garcetas que estaban (¿ayer? ¿anteayer?)
como monjas en los campos de arroz,
y el ocaso, lento y sistemático,
borrando los contornos de las casas medievales,
y los olivos en las pequeñas colinas,
a merced de los vientos y los incendios,
y la cabeza de la Princesa desconocida
que vi y admiré en el Louvre,
y los vitrales de las iglesias como alas
de mariposa embadurnadas de polen,
el pequeño ruiseñor que ensayaba su recital
justo al lado de la autopista,
y los viajes, todos los viajes,
eran sólo mística para principiantes,
un curso inicial, una introducción
para el examen que quedó aplazado
para más adelante.


A MI HERMANO MAYOR

Con qué tranquilidad avanzamos
a través de días y meses,
y cantamos en voz baja
una negra canción de cuna,
cuán fácil los lobos secuestran
a nuestros hermanos,
con qué levedad
respira la muerte,
con qué rapidez
navegan los barcos
por las arterias.



MI ESTUDIO

Para Derek Walcott

El estudio donde trabajo tiene seis
caras como un dado.
Hay una mesa de madera de tercas
formas rústicas, un sillón
perezoso y una tetera con el labio
prominente de los Habsburgo.
Desde la ventana veo árboles escuálidos,
finas nubes y niños de la guardería,
gritando, siempre contentos.
A veces, a lo lejos, brilla la luna de un coche
o, arriba, la cáscara plateada de un avión.
Es evidente que otros no pierden el tiempo
cuando yo trabajo, buscan aventuras
en la tierra y en los grandes espacios.
El estudio donde trabajo es una camera obscura.
Pero, ¿en qué consiste realmente mi trabajo?
En una larga espera inmóvil,
en remover folios, en una paciente meditación,
en la pasividad que no convencería
a un juez de ansiosa mirada. Lentamente
escribo, como si tuviera que vivir doscientos
años. Busco imágenes inexistentes,
y si existen están enrolladas y guardadas
como la ropa de verano durante el invierno,
cuando el frío corta los labios.
Sueño con lograr una concentración absoluta;
si la encontrase tal vez dejaría de respirar.
Quizá mejor que consiga tan poco.
Aunque oigo silbar la primera nieve,
oigo la delicada melodía de la luz del día
y el amenazante gruñido de la gran ciudad.
Bebo de una fuente pequeña,
mi sed es mayor que el océano.



HOUSTON, A LAS SEIS DE LA TARDE

Europa ya duerme bajo la áspera manta de sus
fronteras y viejas hostilidades; Francia arrimada
a Alemania, Bosnia en los brazos de Serbia,
la solitaria Sicilia en el azul del mar.

Aquí anochece, se enciende una lámpara
y al instante se apaga el oscuro sol.
Estoy solo, leo un poco, pienso un poco,
escucho un poco de música.

Estoy allí donde hay la amistad
sin que haya amigos, donde crece
el encantamiento, sin que haya magia,
allí donde ríen los muertos.

Estoy solo porque Europa duerme. Mi amor
duerme en un piso alto cerca de París.
En Cracovia y en París mis amigos
se abren paso en el mismo río del olvido.

Leo y reflexiono; en un poema he encontrado
¡Hay golpes en la vida, tan fuertes!… ¡No preguntes!
No pregunto. En el silencio de la tarde
irrumpe un helicóptero de la policía.

La poesía invoca un mundo sublime,
pero lo que es bajo también es elocuente,
más audible que la lengua indoeuropea,
más fuerte que mis libros y mis discos.

Aquí no hay mirlos ni ruiseñores
de cantilena triste y dulce,
tan sólo un pájaro burlón, que imita
y remeda todas las otras voces.

La poesía invoca la vida, el valor
frente a la sombra que se agranda.
¿Sabrías mirar tranquilamente a la Tierra,
como un astronauta perfecto?

Dela inocente indolencia, de la Grecia de las lecturas
y de la Jerusalén de la memoria emerge de pronto
la isla del poema, una isla deshabitada
que algún día descubrirá un nuevo Cook.

Europa ya duerme. Los animales nocturnos,
feroces y melancólicos,
van de caza, hacia la muerte.
Pronto América también se dormirá.



“SENZA FLASH”

“Senza flash!” (Sin flash)
(prohibición que se oye con frecuencia
en las galerías de Italia).

Sin llamas, sin noches de insomnio, sin brasas,
sin lágrimas, sin una gran pasión, sin convicción,
      así viviremos; senza flash.

Tranquila y regularmente, soñolientos y obedientes,
manchadas las manos con la tinta negra de los periódicos,
     caras grasientas de crema; senza flash.

Turistas sonrientes con sus impecables camisas,
Herr Lange y Miss Fee; y Monsieur et Madame Rien
     entrarán en el muse; senza flash.

Se situarán ante el cuadro de Piero della Francesca
en el que Cristo, casi enajenado, emerge de la tumba,
     resucitado, libre; senza flash.

Y quizá entonces ocurra algo imprevisible,
oculto en suave algodón, el corazón se conmueva,
     se haga el silencio, brille un flash.



LA MUERTE DEL PIANISTA

Mientras otros se sumían en guerras
o en negociaciones, o yacían
en camas estrechas de hospitales
o en campos forzados, él día tras día

ensayaba las sonatas de Beethoven;
y sus escuálidos dedos, como los de un avaro,
tocaban grandes riquezas
que no eran suyas.



FRÁGIL GLORIA DE LAS AMAPOLAS

El asfalto se derrite al sol bajo una rueda estrecha
de bicicleta y gritan los pájaros en los árboles del camino
(con cerezas, verdes y duras).
¿Serás capaz de perdonar?
Quizá en los negros bosques aún vivían lobos.
El trigo era verde, se reían las alondras,
debajo tenían la frágil gloria de las amapolas,
iglesias de madera, capillas
donde las flores silvestres se convertían en hierbas,
el agua de una pequeña fuente olía a promesa.
Y al fin el destino de la expedición, una colina
con una torre de triangulación, paralizada
en la tierna observación de un cielo claro.
¿Serás capaz de perdonarle al tiempo
esta vileza, esta traición?



LÍNEA NÚMERO 4

Escribo sólo sobre los muertos,
me dijo un clochard.
Pronto llegará el verano.
En la línea Porte de Clignancourt-
Porte d’Orléans siempre se propaga el olor
a papel quemado; en la parada Saint-Michel
una rata fisgona parece preguntar:
¿en qué siglo estamos, señores míos?
He ido abriéndome paso por este día.
Se me ha vuelto a escapar lo esencial.



EUROPA YA SE ESTÁ DURMIENDO

                                A Gosia

Europa ya se está durmiendo; en Lisboa todavía
arrugan la frente viejos jugadores de ajedrez.

Sobre Cracovia se levanta una niebla gris
y borra los contornos de las venerables velas.

El Mediterráneo de balancea ligeramente
y pronto se convertirá en una canción de cuna.

Cuando Europa por fin duerma profundamente,
América velará

sobre el pobre y callado mundo,
con recelo, como una hermana pequeña.



VER

¡Oh! muda ciudad mía, mieldorada,
sepultada en los barrancos, allí donde los lobos
corrían en silencio siguiendo el frío meridiano;
si tuviese que explicarte, ciudad que dormitas
bajo un montón de hojas muertas,
si tuviese que describirte la piel del océano, donde
los barcos escriben largos versos de claros poemas,
y los yates ostentan sus altas velas como pavos reales,
y el Mediterráneo, detenido en una concentración salina,
y las metrópolis de torrecillas afiladas, brillantes
en el sol penetrante de la mañana, y la fuerza
salvaje de los aviones que desaparecen en las nubes,
el desprecio eterno de los funcionarios hacia la gente,
las calles estrechas de Umbría (como en una cisterna
se detuvo en ellas el tiempo antiguo con sabor a vino dulce),
y la colina donde crece el árbol más tranquilo; el tono
grisáceo de París, allí fluye el río del perdón; Cracovia;
en domingo, cuando hasta las hojas de los castaños
parecen alisadas con una plancha invisible,
los viñedos en los que penetra el ávido otoño
y las autopistas repletas de temores;
si tuviese que describirte la solemnidad de la noche,
cuando ocurrió aquello,
y el ruido de un tren que avanza hacia la nada,
y el brillo de los patines en una pista de hielo
improvisada; escribo y estoy de viaje, pues
quería ver y no sólo saber, ver claramente
los incendios y las imágenes de un único mundo,
y tú sigues siendo una ciudad petrificada, inmóvil,
mis hermanos están en una arena poco profunda;
sobre vosotros no deja de girar la tierra
y desfilan legiones de soldados romanos,
y un zorro polar agudiza el oído al viento
en el blanco desierto donde se desvanecen los sonidos.



CÓMO TERMINAN LOS PAYASOS

Un viejo payaso reparte folletos en la estación, anuncian
un circo ambulante.Sin duda, es así como terminan
los payasos: sustituyendo una máquina (o a un niño).
Lo observo atento: quiero saber cómo terminan los payasos.

Entre la melancolía y la salvaje risa contagiosa
desaparece lentamente el equilibrio lleno de encanto;
año tras año el surco delas mejillas es más profundo,
y al final queda la desesperanza de una nariz demasiado grande

y movimientos torpes de anciano, ya no son una parodia
delos saludables e irreflexivos, son un panfleto que culpa
la imperfecta constitución del cuerpo, el error
del arquitecto. Queda la luz de la ancha frente, la lámpara

de una tez demasiado blanca (ahora sin polvos), unos labios
finos y unos ojos por los que mira ya un extraño, se asoma
con frialdad alguien que podría ser el futuro inquilino del rostro
(si se consiguiese prorrogar el alquiler de esta tristeza).

Es así como terminan los payasos, cuando se adentra en nosotros
la gran indiferencia del mundo, amargamente, como plomo en la boca.



UNA LLAMA

Señor, danos un largo   invierno
y música tranquila, y labios pacientes,
y un poco de orgullo antes
de que se acabe nuestro siglo.
Danos el asombro
y una llama alta, clara.



PARA GABRIELA MÜNTER

Un invierno benigno este año, las manchas
grana de las casas no se helaron, no palidecieron,
y las manzanas siguen llenas de ternura.
Una haya roja recuerda la dulzura del verano
y los lobos no osan acercarse al altar
de nuestras oscuras casas.
Detrás de la pared se oye una respiración.
Sólo sabemos que la vida es cálida.
Pero ya se tambalean los mástiles de los veleros
y las esbeltas antenas,
de las jarras se vierte vino
y quizá quede anegado este silencioso valle
oculto a los ojos de los cazadores;
seguro que quedará anegado, Gabriela.



LA COLINA

Un instante de silencio cuando el viento está absorto…
Esta colina violeta, propiedad de un caballo bayo,
se detuvo en su marcha.
Llegan débiles campanadas de una aldea cercana, acaba
de despertar de su sueño una pequeña iglesia románica.



UN PEQUEÑO VALS

Los días son tan deslumbrantes, tan claros,
que hasta las escasas y delgadas palmeras
se cubren de un polvo blanco de inatención.
Las serpientes se deslizan en silencio por los viñedos,
pero al atardecer el mar se oscurece y las gaviotas,
suspendidas en el aire como la puntuación
de un escrito superior, apenas se mueven.
En tus labios queda impresa una gota de vino.
En el horizonte poco a poco se desvanecen
las montañas de calcio y aparece una estrella.
De noche, en la plaza, una orquesta de marinos
con uniformes impecablemente blancos
toca un pequeño vals de Shostakovich; lloran
los niños pequeños,como si intuyesen
de qué trata la música alegre.
Nos encerraron en la cajita del mundo,
el amor nos liberará, el tiempo nos matará.



PANADERÍA

Un joven y orgulloso panadero con su camiseta sin
mangas (en los brazos tiene marcas de harina, como
polvos en la cara de un actor) observa con amabili-
dad a los clientes. Sonríe sutilmente. Él, que conoce
el secreto del pan…



HABLA SUAVEMENTE

Habla suavemente, eres mayor que el
que fuiste durante tanto tiempo; eres mayor
que tú mismo (y sigues sin saber aún
qué son la ausencia, la poesía y el oro).

Un agua parda inundó la calle; una tormenta
fugaz sacudió la ciudad lisa y soñolienta. Cada
tormenta es una despedida,  cientos de fotógrafos
parecen voltear encima nuestro, con el flash
inmortalizan los segundos de temor y pánico.

Sabes qué es el luto, una desesperanza tan súbita
que ahoga el ritmo del corazón y el futuro.
Lloraste entre extraños, en una tienda moderna
donde no paraba de circular el ágil dinero.

Viste Venecia y Siena, y en las telas, en la calle,
Madonnas tristes y jóvenes que querían ser
chicas normales y bailar en los carnavales.

Viste también pequeñas ciudades que no eran bellas,
viejas personas hartas del sufrimiento y del tiempo.
En iconos medievales brillaban los ojos de los santos
morenos, ojos ardientes de animales salvajes.

Cogiste guijarros de la playa, la Galère,
y a veces sentías una gran ternura
(hacia ellos y el pino esbelto, hacia aquellos
que estaban contigo y hacia el mar
que siendo tan fuerte está muy solo),

tan grande como si todos fueran huérfanos
del mismo hogar, separados para siempre
y entregados a los breves instantes de visión
en las frías prisiones de la contemporaneidad.

Habla suavemente: ya no eres joven,
la revelación debe negociar con semanas de ayuno,
tienes que elegir y renunciar, tomarlo con tiempo

y hablar muchas horas con enviados de secos
países y labios agrietados, tienes que esperar,
escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.
Habla con más calma. No renuncies a la poesía.



ALLÍ DONDE EL ALIENTO

Está solo en el escenario
sin ningún instrumento.

Se pone la mano en el pecho
allí donde nace el aliento
y donde se apaga.

No son las manos que cantan,
ni tampoco el pecho.

Canta lo que está callado.



En Route 

1.  without baggage

    To travel without baggage, sleep in the train
    on a hard wooden bench,
    forget your native land,
    emerge from small stations
    when a gray sky rises
    and fishing boats head to sea.

2.  in belgium

    It was drizzling in Belgium
    and the river wound between hills.
    I thought, I'm so imperfect.
    The trees sat in the meadows
    like priests in green cassocks.
    October was hiding in the weeds.
    No, ma'am, I said,
    this is the nontalking compartment.

3.  a hawk circles above the highway

    It will be disappointed if it swoops down
    on sheet iron, on gas,
    on a tape of tawdry music,
    on our narrow hearts.

4.  mont blanc

    It shines from afar, white and cautious,
    like a lantern for shadows.

5.  segesta

    On the meadow a vast temple—
    a wild animal
    open to the sky.

6.  summer

    Summer was gigantic, triumphant—
    and our little car looked lost
    on the road going to Verdun.

7.  the station in bytom

    In the underground tunnel
    cigarette butts grow,
    not daisies.
    It stinks of loneliness.

8.  retired people on a field trip

    They're learning to walk
    on land.

9.  gulls

    Eternity doesn't travel,
    eternity waits.
    In a fishing port
    only the gulls are chatty.

10.  the theater in taormina

    From the theater in Taormina you spot
    the snow on Etna's peak 
    and the gleaming sea.
    Which is the better actor?

11.  a black cat

    A black cat comes out to greet us
    as if to say, look at me
    and not some old Romanesque church.
    I'm alive.

12.  a romanesque church

    At the bottom of the valley
    a Romanesque church at rest:
    there's wine in this cask.

13.  light

    Light on the walls of old houses,
    June.
    Passerby, open your eyes.

14.  at dawn

    The world's materiality at dawn—
    and the soul's frailty.

TRANSLATED BY CLARE CAVANAGH




Autumn 

Autumn is always too early.
The peonies are still blooming, bees   
are still working out ideal states,
and the cold bayonets of autumn   
suddenly glint in the fields and the wind
rages.

What is its origin? Why should it destroy   
dreams, arbors, memories?
The alien enters the hushed woods,   
anger advancing, insinuating plague;   
woodsmoke, the raucous howls
of Tatars.

Autumn rips away leaves, names,   
fruit, it covers the borders and paths,   
extinguishes lamps and tapers; young   
autumn, lips purpled, embraces   
mortal creatures, stealing
their existence.

Sap flows, sacrificed blood,
wine, oil, wild rivers,
yellow rivers swollen with corpses,
the curse flowing on: mud, lava, avalanche,   
gush.

Breathless autumn, racing, blue
knives glinting in her glance.
She scythes names like herbs with her keen   
sickle, merciless in her blaze
and her breath. Anonymous letter, terror,   
Red Army.

TRANSLATED BY RENATA GORCZYNSKI





Don't Allow the Lucid Moment to Dissolve 

BY ADAM ZAGAJEWSKI

Don't allow the lucid moment to dissolve
Let the radiant thought last in stillness
though the page is almost filled and the flame flickers
We haven't risen yet to the level of ourselves
Knowledge grows slowly like a wisdom tooth
The stature of a man is still notched
high up on a white door
From far off, the joyful voice of a trumpet
and of a song rolled up like a cat
What passes doesn't fall into a void
A stoker is still feeding coal into the fire
Don't allow the lucid moment to dissolve
On a hard dry substance
you have to engrave the truth

TRANSLATED BY RENATA GORCZYNSKI




Iron Train

The train stopped at a little station
and for a moment stood absolutely still.
The doors slammed, gravel crunched underfoot,
someone said goodbye forever,

a glove dropped, the sun dimmed,
the doors slammed again, even louder,
and the iron train set off slowly
and vanished in the fog like the nineteenth century.

translated by Clare Cavanagh





In Strange Towns

for Zbigniew Herbert 

In strange towns there is an unknown joy,
the cold bliss of a new glance.
Yellow-plastered tenements where the sun
climbs like a nimble spider
exist, yet not for me. Not for me are the town-hall,
port, jail, and courthouse built.
The sea flows through the town in a salty
tide, sinking cellars and verandas.
At a street market, pyramids of apples
stand for the eternity of one afternoon.
And even suffering isn’t really
mine; a local idiot mumbles
in a foreign tongue, and the despair of a lonely
girl in a café resembles a patch
of canvas in a poorly lit museum.
Huge flags of trees flutter as in familiar places,
and pieces of the same lead-weights
are sewn to the hems of sheets, and to dreams,
and to imagination, which is homeless and wild.

Translated by Renata Gorczynski and Benjamin Ivry





Arkonska Street

In Gliwice

Mrs. Mazonska was our neighbor from the first floor 
at 3 Arkonska Street (Pszoniak lived next door, 
Różewicz on the corner of Zygmunt and Słowacki). 
She had dyed red hair and gold on her fingers. 
Her husband, a tall, thin professor at the Polytechnic, 
gave me an album full of stamps, 
with a green Congo, a sky-blue France, 
and a few pinkish brown Second Republics. 
Mrs. Mazonska invited me sometimes 
for tea and treated me like a grown-up, 
with serious, straightforward conversation. 
But I wasn't really grown-up. 
I didn't know who I was— 
in the mirror I saw only eyes 
that didn't look at me. 
Chestnuts fell from the trees, shining and pure. 
Beyond the window, in the grass, in the microscopic garden, 
quizzical starlings hopped. 
In the church tower, and the town hall tower, on the walls 
of our apartments, in flat wristwatches, 
time worked relentlessly; 
it was ubiquitous—the secret police 
was no match for it, 
even thought couldn't keep up.

Translated from the Polish by Clare Cavanagh.




About My Mother

I could never say anything about my mother: 
how she repeated, you'll regret it someday, 
when I'm not around anymore, and how I didn't believe 
in either "I'm not" or "anymore," 
how I liked to watch as she read bestsellers, 
always turning to the last chapter first, 
how in the kitchen, convinced it's not 
her proper place, she made Sunday coffee, 
or, even worse, filet of cod, 
how she studied the mirror while expecting guests, 
making the face that best kept her 
from seeing herself as she was (I take 
after her here and in a few other weaknesses), 
how she went on at length about things 
that weren't her strong suit and how I stupidly 
teased her, for example, when she 
compared herself to Beethoven going deaf, 
and I said, cruelly, but you know he 
had talent, and how she forgave everything 
and how I remember that, and how I flew from Houston 
to her funeral and couldn't say anything 
and still can't.

Translated from the Polish by Clare Cavanagh.






.

No hay comentarios:

Publicar un comentario