Alfred Douglas
Lord Alfred Bruce Douglas (Ham Hill House, Worcestershire, Inglaterra, 22 de octubre de 1870 - St. Andrews, Escocia, 20 de marzo de 1945) fue un escritor y poeta inglés conocido por haber sido amigo y amante de Oscar Wilde.
Douglas nació en el seno de la nobleza escocesa, como hijo de John Sholto Douglas, 9.º marqués de Queensberry, y Sibyl Montgomery. Su padre, considerado el formador del boxeo moderno, fue el promotor de las Reglas del marqués de Queensberry.
Lord Alfred fue educado en el Winxenford School y en el Winchester College, antes de asistir al Magdalen College, Oxford, que abandonó sin graduarse.
Conoció a Oscar Wilde en 1891 y pronto empezó una relación con él. Cuando su padre, el marqués de Queensberry, descubrió la relación homosexual de su hijo, insultó públicamente a Wilde con una violenta nota dejada en el club que el escritor irlandés frecuentaba. La nota, la tarjeta de visita del Marqués, llevaba impresa la siguiente frase: «For Oscar Wilde posing as a somdomite [sic]» (Traducción aproximada: 'Para Oscar Wilde, que alardea de sodomita').
Wilde denunció, acto seguido, a Queensberry por difamación e injurias. La confrontación fue violentándose y algunos creen que Douglas animó a Wilde a enfrentarse con su propio padre. Wilde a su vez fue acusado de "grave indecencia", un eufemismo de la época para referirse a la homosexualidad pública o privada, por ello fue llevado a juicio, el cual perdió y se convirtió en uno de los mayores escándalos de la sociedad de la época. Wilde fue encarcelado durante dos años. Cuando salió se fue a vivir con Douglas a Nápoles durante tres meses y posteriormente vivió en París, donde murió en soledad.
La relación entre Alfred Douglas y Oscar Wilde fue recreada por el novelista español Luis Antonio de Villena en su obra El charlatán crepuscular.
Obras
En 1902 Douglas se casó con Olive Eleanor Custance, una poetisa de familia adinerada. Tuvieron un hijo, Raymond, que murió en 1964. Douglas fue editor de una revista literaria: "The Academy", de 1907 a 1910. Douglas publicó numerosos volúmenes de poesía (incluidos Collected Poems, 1919; The complete poems of Lord Alfred Douglas, 1928; y Sonetos, 1935), algunos de los cuales fueron muy valorados. Dos libros de su relación con Wilde: "Oscar Wilde and Myself" (1914, en su mayor parte escrito en realidad por T.W.H Crosland, el director asistente de "The Academy") y "Oscar Wilde: A Summing up" (1940); además de una autobiografía: "The autobiography of Lord Alfred Douglas" (1931).
Su poema "Dos amores" (1882) fue utilizado en el proceso contra Wilde y termina con el famoso verso que se refiere a la homosexualidad como: "the love that dare not speak its name" (el amor que no se atreve a decir su nombre).
Una vida problemática
Douglas, ferviente racista, tradujo Los protocolos de los Sabios de Sion en 1919. Fue la primera traducción al inglés de este famoso libelo escrito por la policía secreta zarista con la intención de difamar el pueblo judío. Los últimos años de su vida abandonó dichas ideas y se convirtió al catolicismo romano abrazando el ala más conservadora del Catolicismo.
Tuvo una vida llena de juicios, en los que se alternaba como acusador y acusado. El más notorio fue el que tuvo con Winston Churchill en 1923, en él Douglas fue hallado culpable de difamar a Churchill y fue sentenciado a seis meses de cárcel. Douglas propagó el rumor de que Churchill había formado parte de una conjura para asesinar a Lord Kitchener, el Secretario de Estado británico para la guerra. Kitchener murió el 5 de junio de 1916, durante una misión diplomática a Rusia.
Douglas dijo que nunca se recuperó de su dura experiencia en la cárcel. Mientras estuvo en la cárcel, en una irónica burla del texto De profundis de Wilde, escribió el que es considerado su mejor poema: In Excelsis que contiene 17 cantos. Como las autoridades no le dejaron salir de la cárcel con el poema, se vio obligado a reescribirlo de memoria una vez fuera de la cárcel, aunque algunos dicen que esto no fue más que una nueva treta de Douglas y escribió el poema por entero fuera de la rigurosidad carcelaria.
El poema "Dos amores" (1882) de Alfred Douglas, fue utilizado en el proceso contra Wilde y termina con el famoso verso que se refiere a la homosexualidad como: "the love that dare not speak its name" (el amor que no se atreve a decir su nombre).
Dos amores
Soñé que me encontraba en una pequeña colina
Y a mis pies se extendía la tierra, que se asemejaba
a un jardín abandonado que crecía a su antojo,
poblado de espinas y flores. Veía lagos que soñaban
en negro y sin control; veía pequeñas lilas blancas,
sólo unas pocas, y violetas
púrpuras o pálidas, filarias con forma de serpiente
apenas vistas entre la alta niebla, y entre pedazos de verde
vi ojos azules manchados por la luz de la luna
o por las sombras de los caprichosos humores de la naturaleza;
y aquí a uno que había bebido del tono transitorio
del breve momento de un atardecer; hojas
de hierba que en un centenar de primaveras
las estrellas habían alimentado cuidadosamente.
Y bañadas con el aromático perfume de las lilas
y los rayos que habían visto tan sólo la gloria de Dios,
pues nunca un amanecer apaga el luminoso aire del cielo
Más allá, abrupto, se alzaba un muro de piedra
cubierto por un musgo de terciopelo;
y allí fijé mi mirada durante un largo intervalo, sorprendido
al contemplar un lugar tan extraño, tan dulce, tan hermoso.
Así estaba, asombrado, cuando a través
del jardín apareció un joven; tenía una mano alzada
para protegerse del sol, su cabello revuelto por el sol
estaba decorado con flores y en su mano llevaba
un puñado purpura de uvas gloriosas. Sus ojos
eran tan claros como el cristal y tan desnudos como él
blanco como la nieve que cubre caminos de montaña
nunca hollados por el pie humano,
rojos eran sus labios como el vino que salpica
un suelo de mármol, su frente calcedonia.
Se acercó, con sus amables labios
entreabiertos, cogió mi mano, besó mi boca
y me dio las uvas para que las comiera. Entonces me dijo:
“Dulce amigo, ven conmigo y te enseñare tres sombras
del mundo e imágenes de vida. Mira desde el sur
como viene el triste espectáculo que nunca tuvo final.
Y, ¡oh!, dentro del jardín de mis sueños
vi a dos seres caminando en una llanura bañada
de luz dorada. Uno parecía feliz, y aparentaba
ser hermoso y vital, un dulce cantar
salía de sus labios; cantaba de bellas damas
y del hermoso amor entre una chica y un chico,
sus ojos eran brillantes y entre las espadas danzantes
de la ribera dorada sus pies caminaban con placer.
En su mano llevaba una flauta de marfil
con líneas de oro, que eran como cabellos de doncella,
y cantaba con una voz tan melodiosa como la flauta
y alrededor de su cuello tres cadenas de rosas tenía,
Pero el que era su camarada se acercó por un costado,
estaba triste y dulce, y sus grandes ojos
eran extraños y llenos de un brillo aterrador, contemplándolo
todo con su mirada; y suspiraba repetidas veces
tantas que me conmovieron; sus mejillas eran pálidas y blancas
como lánguidas lilas, sus labios eran rojos
como amapolas, y sus maños estaban ora crispadas en un puño
ora abiertas, y su cabeza estaba cubierta por flores de la luna
tan pálidas como los labios de la muerte.
Vestía una túnica púrpura, cubierta de oro
con el dibujo de una gran serpiente cuyo aliente
era una llamarada, y cuando le vi
sentí una gran pena, y grité: “Dulce joven,
dime ¿por qué, triste y suspirando, vagas
por estos apacibles lugares? Te lo ruego, dime la verdad,
¿cuál es tu nombre? Él respondió: “Mi nombre es Amor.”
Inmediatamente, el primero se dio la vuelta hacia mí
y grito: “Está mintiendo, ya que su nombre es Vergüenza,
pero yo soy Amor, y yo estaba acostumbrado a estar
solo en este bello jardín, hasta que él vino
sin ser llamado durante la noche; yo soy el verdadero Amor,
yo lleno los corazones de ella y de él con fuego mutuo.”
Después suspirando, dijo el otro: “Entonces permitirme que me presente,
yo soy el Amor que no se atreve a pronunciar su nombre.”
Two Loves
I dreamed I stood upon a little hill,
And at my feet there lay a ground, that seemed
Like a waste garden, flowering at its will
With buds and blossoms. There were pools that dreamed
Black and unruffled; there were white lilies
A few, and crocuses, and violets
Purple or pale, snake-like fritillaries
Scarce seen for the rank grass, and through green nets
Blue eyes of shy peryenche winked in the sun.
And there were curious flowers, before unknown,
Flowers that were stained with moonlight, or with shades
Of Nature’s willful moods; and here a one
That had drunk in the transitory tone
Of one brief moment in a sunset; blades
Of grass that in an hundred springs had been
Slowly but exquisitely nurtured by the stars,
And watered with the scented dew long cupped
In lilies, that for rays of sun had seen
Only God’s glory, for never a sunrise mars
The luminous air of Heaven. Beyond, abrupt,
A grey stone wall. o’ergrown with velvet moss
Uprose; and gazing I stood long, all mazed
To see a place so strange, so sweet, so fair.
And as I stood and marvelled, lo! across
The garden came a youth; one hand he raised
To shield him from the sun, his wind-tossed hair
Was twined with flowers, and in his hand he bore
A purple bunch of bursting grapes, his eyes
Were clear as crystal, naked all was he,
White as the snow on pathless mountains frore,
Red were his lips as red wine-spilith that dyes
A marble floor, his brow chalcedony.
And he came near me, with his lips uncurled
And kind, and caught my hand and kissed my mouth,
And gave me grapes to eat, and said, ‘Sweet friend,
Come I will show thee shadows of the world
And images of life. See from the South
Comes the pale pageant that hath never an end.’
And lo! within the garden of my dream
I saw two walking on a shining plain
Of golden light. The one did joyous seem
And fair and blooming, and a sweet refrain
Came from his lips; he sang of pretty maids
And joyous love of comely girl and boy,
His eyes were bright, and ‘mid the dancing blades
Of golden grass his feet did trip for joy;
And in his hand he held an ivory lute
With strings of gold that were as maidens’ hair,
And sang with voice as tuneful as a flute,
And round his neck three chains of roses were.
But he that was his comrade walked aside;
He was full sad and sweet, and his large eyes
Were strange with wondrous brightness, staring wide
With gazing; and he sighed with many sighs
That moved me, and his cheeks were wan and white
Like pallid lilies, and his lips were red
Like poppies, and his hands he clenched tight,
And yet again unclenched, and his head
Was wreathed with moon-flowers pale as lips of death.
A purple robe he wore, o’erwrought in gold
With the device of a great snake, whose breath
Was fiery flame: which when I did behold
I fell a-weeping, and I cried, ‘Sweet youth,
Tell me why, sad and sighing, thou dost rove
These pleasent realms? I pray thee speak me sooth
What is thy name?’ He said, ‘My name is Love.’
Then straight the first did turn himself to me
And cried, ‘He lieth, for his name is Shame,
But I am Love, and I was wont to be
Alone in this fair garden, till he came
Unasked by night; I am true Love, I fill
The hearts of boy and girl with mutual flame.’
Then sighing, said the other, ‘Have thy will,
I am the love that dare not speak its name.’
The Dead Poet
I dreamed of him last night, I saw his face
All radiant and unshadowed of distress,
And as of old, in music measureless,
I heard his golden voice and marked him trace
Under the common thing the hidden grace,
And conjure wonder out of emptiness,
Till mean things put on beauty like a dress
And all the world was an enchanted place.
And then methought outside a fast locked gate
I mourned the loss of unrecorded words,
Forgotten tales and mysteries half said,
Wonders that might have been articulate,
And voiceless thoughts like murdered singing birds.
And so I woke and knew that he was dead.
The Green River
I know a green grass path that leaves the field,
And like a running river, winds along
Into a leafy wood where is no throng
Of birds at noon-day, and no soft throats yield
Their music to the moon. The place is sealed,
An unclaimed sovereignty of voiceless song,
And all the unravished silences belong
To some sweet singer lost or unrevealed.
So is my soul become a silent place.
Oh, may I wake from this uneasy night
To find a voice of music manifold.
Let it be shape of sorrow with wan face,
Or Love that swoons on sleep, or else delight
That is as wide-eyed as a marigold.
The City Of The Soul: II
What shall we do, my soul, to please the King?
Seeing he hath no pleasure in the dance,
And hath condemned the honeyed utterance
Of silver flutes and mouths made round to sing.
Along the wall red roses climb and cling,
And oh! my prince, lift up thy countenance,
For there be thoughts like roses that entrance
More than the languors of soft lute-playing.
Think how the hidden things that poets see
In amber eves or mornings crystalline,
Hide in the soul their constant quenchless light,
Till, called by some celestial alchemy,
Out of forgotten depths, they rise and shine
Like buried treasure on Midsummer night.
Autumn Days
I have been through the woods to-day
And the leaves were falling,
Summer had crept away,
And the birds were not calling.
And the bracken was like yellow gold
That comes too late,
When the heart is sad and old,
And death at the gate.
Ah, mournful Autumn ! Sad,
Slow death that comes at last,
I am mad for a yesterday, mad !
I am sick for a year that is past!
Though the sun be like blood in the sky
He is cold as the lips of hate,
And he fires the sere leaves as they lie
On their bed of earth, too late.
They are dead, and the bare trees weep
Not loud as a mortal weeping,
But as sorrow that sighs in sleep,
And as grief that is still in sleeping.
Not All The Singers Of A Thousand Years
Not all the singers of a thousand years
Can open English prisons. No. Though hell
Opened for Tracian Orpheus, now the spell
Of song and art is powerless as the tears
That love has shed. You that were full of fears,
And mean self-love, shall live to know full well
That you yourselves, not he, were pitiable
When you met mercy's voice with frowns or jeers.
And did you ask who signed the plea with you?
Fools! It was signed already with the sign
Of great dead men, of God-like Socrates,
Shakespeare and Plato and the Florentine
Who conquered form. And all your pretty crew
Once, and once only, might have stood with these.
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