ENCARNACIÓN CUBAS BÁEZ
Nacida en el año 1832 en Las Palmas de Gran Canaria, donde falleció el 20 de marzo de 1915. Hija de Juan Cubas y Dolores Báez.
Encarnación fue la esposa del historiador, novelista, compositor y escritor Agustín Millares Torres.
Ella fue mujer de gran sensibilidad y una poeta muy completa.
Falleció el 20 de marzo de 1915 sin haber publicado su obra. Posteriormente su nieto el eminente Doctor Juan Bosch Millares dio a conocer en la prensa la obra de su abuela.
Poeta y prosista. n. y m. en Las Palmas de Gran Canaria. Casó con el historiador Agustín Millares Torres*, de quien sería cercana colaboradora. De breve producción y aliento tardoromántico, con inclinaciones hacia las corrientes espiritualistas de su tiempo.
Sería su marido quien facilitara la publicación de sus primeros poemas en la revista El Museo Canario*, en 1882, con el pseudónimo de María. Juan Manuel Trujillo* intentó reunir y rescatar el total de los poemas dispersos de la autora, pero no pudo llevar a término su proyecto. Más tarde, ya en la segunda mitad del novecientos, algunos poemas aparecerían en la prensa grancanaria y en la revista Mujeres en la Isla*. En 1964, la revista Millares daría a la imprenta algunos de esos mismos textos. Por lo que hace a la obra en prosa, las Memorias de niñez y juventud no se publicaron hasta el año 2006, con prólogo y notas del musicólogo e investigador Lothar Siemens Hernández, en el número LXI de la revista de El Museo Canario. El propio prologuista advierte que la obra abarca el período entre los años treinta y cuarenta del ochocientos: un manuscrito en cuaderno escolar en cuarto y rayado, del archivo de Claudio de la Torre*; y que como addenda al mismo se incluye un texto narrativo de ambiente rural en donde la escritora relata una excursión familiar desde Las Palmas a la finca familiar de los alrededores de Utiaca.
Revista // Literatura Canaria // Diccionario de la Literatura en Canarias
Jorge Rodríguez Padrón
Publicado en el número 569
A la luna
Ya se tiñe el horizonte
de indecisa claridad.
Silenciosa está la noche
y en su lecho duerme el mar.
Las estrellas palidecen
cansadas de velar ya,
y la luna se despide
otro mundo a iluminar.
Su mirada cariñosa
al tenderse con afán
sobre las doradas tierras
que en su curso alumbrará,
sólo llanto y desconsuelo
por do quiera va a encontrar.
¡Oh, luna, tal vez por eso
es tan triste tu mirar!
...
Tal vez por eso los ojos,
cuando ya turbios están
e imploran en tristes noches
una tregua a su penar,
parece que en oleadas
de suavísimo caudal
nos envías tus caricias
como prenda de amistad.
Tal vez por eso, si advierto
que el día cercano está,
y del sol la mirada
mis párpados va a quemar,
en los últimos destellos
que al despedirte nos das,
quisiera envolverme, oh luna,
para en tus brazos volar.
(Archivo de Lola de la Torre, transcripción de su nieto Mauricio González Trujillo)
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