María Elena Hernández Caballero
Nació en La Habana, en 1967. Sus libros de poesía publicados son "Donde se dice que el mundo es una esfera que Dios hace girar sobre un pingüino ebrio", con el que obtiene el Premio David de poesía, otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, Elogio de la sal (Santiago, Cuarto Propio, 1996) Electroshock-Palabras (Argentina, 2001), La rama se parte (Ediciones Torremozas, S.L., Madrid, 2013) y la novela Libro de la derrota (Argentina, 2010).
Todos los dioses
Todo sea hecho como está escrito
Y todo se cumplirá.
B. Pasternak
Rolando Lopez Dirube: Los combatientes
Todo sea dicho en tu nombre.
Ha invadido los últimos recintos.
Los ángles rabiosos se apresuran,
llevan su carne al matadero. Pasan
entre las arqueadas piernas de los dioses.
Todo se ha cumplido.
Antes del alba
un cuerpo saldrá a flote.
Ya nada los conmueve.
Ni su propia miseria.
David
A causa de tus enemigos construiste la
fortaleza.
Fuera de tus dominios nada parece vibrar.
Sabemos que el pez respira porque se agita
bajo su rigidez.
El ave porque en el aire dejó su aliento.
La cebra, el caballo, porque hemos visto
frescas huellas en el camino.
Y ahora que tu cabeza está más muerta que
estas ciudades ruinosas
qué hacer con sus muros?
El tiempo es sobre ti la vaguedad de un ala.
Del libro: Donde se dice que el mundo es una esfera que Dios hace bailar sobre un pinguino ebrio (1987)
Punto muerto
Yo no recuerdo a mis maestros delante del pizarrón;
se detuvieron allá en mi pañoleta con un dolor agudo,
nunca soporté
los lunes rayados por un lápiz.
Y mientras, los amigos, querían meterse en mis dibujos,
encontrarse en el camaleón que rápido cruzó la ventana
alborotándonos los ojos y las manos.
Y ese verde en apretado horizonte
nos invitaba a dar un paseo.
En verdad, no nos alcanzaba la primera juventud;
(el hombre vive un pedazo en la Tierra y el otro,
a gran altura)
Pero los maestros, qué sabían de nubes y nubes,
tanta Botánica
y eran ciegos al árbol que afuera desparramaba
sus frutos;
tanta Literatura
y eran sordos al griterío que producen los que sueñan.
Yo no perdono a los maestros detenidos
allí,
delante del pizarrón.
Canto de Obbatala
"El cielo es inmenso, pero no crece yerba..."
¿Dónde pues, sembraron la calabaza
antes que el cielo y la tierra fueran dos mitades?
llegaron los orishas de una cuerda tensada
en el espacio cósmico?
El mundo hizo un gesto (sólo quien eleve la mano
es un animal terrible).Y salimos de cualquier lugar.
Los bien recibidos...
Y bebimos la savia de los cañaverales.
Y corrimos en la selva como un venado con el destino roto.
Todo cuerpo es perverso. Astutos,
yo hago rodar mis dieciséis tambores.
Soy quien silencia, quien los bendice.
Quien devuelve la paz a los guerreros vencidos.
Quien suprime y castiga.
Quien ama.
Soy la cabeza principal de Ocha.
Escuchen pues. Cuando ya estaba la calabaza
¿quién la partió en dos mitades?
De la antología: Un grupo avanza silencioso, 1994
Abismos
Que no tenga un río para fijar mis días.
Una vela o una claridad.
Estoy paralítica y no tengo preguntas.
No baja del mar a los abismos
quien de su abismo vive.
Y aunque a veces cargada penetre
y deje mi estela como una pregunta
para responderme no tengo espejos.
Narciso sin manos para romper el agua.
Mapa turístico del país
"Esta es la tierra más fermosa
que ojos humanos vieron".
¿Tienes sed? Extraña lengua la tuya.
Vámonos de excursión qué importa.
El camino es largo y no duele. ¿Tus zapatos?
¿La ruta? La marcarán los mapas.
Más tarde pedirás la argolla
y tirarás de ti como de una res.
Los extravié qué importa no los necesitaba.
Silencio, ¿quieres unirte al silencio?
Tu oquedad es vacía árida y sangro por la nariz.
Silencio, ¿quieres sangrar en silencio?
No abonarás los sucios ni cortarás las yerbas.
Ni los frutos ácidos de la tierra más fermosa.
Año nuevo
En el corazón de Rusia
sobre la nieve pisoteada
Anna Ajmátova no escribe
cuenta
los álamos derribados por la barbarie.
Yo
escribo en términos abstractos
la pérdida de las navidades
la vacuidad del humo.
También en el dolor los extremos se tocan.
Viajero
El que se marcha levanta el cuello del abrigo.
El que inmóvil, el que impasible espera,
no comprende los signos que en la tierra traza.
Los días anula con una mano:
Adiós lejana aventura de la carne oh lejano tiempo.
Levanta el cuello del abrigo y ese roce lo borra todo.
Todo desaparece bajo la mirada ágil de los que tienen prisa.
Ningún mensaje, ninguna carta entregues.
Olvidará los teléfonos, trastocará las direcciones.
No con amor ni odio te nombrarán si es que te nombran.
Un roce suave del abrigo lo borra todo.
Pero el que nunca parte un doble exilio guarda.
Nostálgico de sí y de los otros. Sin mapas ni equipaje.
El viajero es él.
De: Elogio de la sal, Santiago de Chile, 1996
Caminando con Soren Kierkegaard al fondo
Como un perro camina usted, Sr. Kierkegaard.
Mordiéndose la cola en círculospequños
va detrás de mí del baño a la cocina
con sarna con rabia.
Su hocico, su pelo me olfatean.
Y mientras tejo para su hocico una red. Es decir, una fe,
Cristos, sombras de madera por entre la maraña caen.
Se arrastra a tientas y sin ley.
Ora eclipsadoora desollado aullando por la pared.
Espulgándose con mis lápices, mi cuchara.
Ya está bien, levántese.
con sus propios dientes muérdase de una vez.
inyéctes.
Y olvidará usted, Sr. Kierkegaard.
Cristos,
huesos de madera por entre la maraña caen.
Yo era feliz,
con desasosiego iba mi sombra.
Inédito. Especial para La Habana Elegante
Cioran decae
'Nadie le regale un llamado/ ni una vindicación./ Ahorcaría con el cable del teléfono./ No quiere ir al doctor./ Rechaza toda alucinación/ curativa.'
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Niega todo de manera obsesiva.
Incluso a Europa
niega lo que es de Europa.
A Rusia lo que es de Rusia.
Y a Rumania
todo posible tratamiento
contra el horror.
Decae
luego de haber fundado un imperio
de inquietud y de duda.
Nació cansado.
Aún así saltó del útero
al propio campo de exterminio.
Lejos de la madre y de la patria
con otro colega suyo
bebió leche de burra.
(Todavía nos odia por eso.)
Nadie le regale un llamado
ni una vindicación.
Ahorcaría con el cable del teléfono.
No quiere ir al doctor.
Rechaza toda alucinación
curativa.
El imperio del no
le quitó el sueño.
Y ahora decae.
Es un estoico
provocador.
Es un rebelde.
Un bárbaro.
La rama se parte (Ediciones Torremozas, S.L., Madrid, 2013)
DÍAS DE MERCADO
De algún modo yo entro en la multitud como en mi casa.
De algún modo tenemos el mismo rostro,
la misma ansiedad, la misma mesa.
A nadie preguntaría qué árbol tumbó anoche.
A nadie distraería con mi comercio de palabras.
La gente se acomoda bajo los letreros lumínicos.
Ya no sabe qué vender, si el cansancio
o las horas que aún le quedan para exhibirse.
Una mujer barre el excremento de la ciudad
y el vendedor de martillos no se atreve.
(Si les taparan los ojos todo seguiría igual).
Esta tarde me compraría un San Lázaro
y me lo pondría en el pecho.
Hasta los perros me compraría.
Como la palabra el agua no llega a mi boca
y mi sed no sirve para reparar los muelles.
La multitud y yo tenemos la misma madre:
siempre buscando a Dios en los depósitos vacíos.
CONMIGO VIENE LA LLUVIA
"Una serie de documentos muestra la relación de la escritora Christa Wolf con la policía de la antigua R.D.A."
Me llamo Christa Wolf.
Margarete si llueve o anochece.
Pero dondequiera que voy
conmigo viene la lluvia.
Salpica mis zapatos hechos a la medida de Margarete.
Margarete salta por los jardines y azoteas.
Se pierde a veces en la inmensidad de una calle.
La lluvia salpica su vestido.
Pregonara de la Stasi
alquiló un cuerpo,
un impermeable
y una nube contra la sequía.
Agorera de las cuatro estaciones
pidió también una pala
y un perro prestados
para morder o enterrarse si fuera necesario.
De vez en cuando escampa.
Entonces Margarete se sorprende
y cruza la avenida
con un libro bajo el brazo
que tenga en la solapa su verdadero nombre.
(Todos los libros llevan su nombre en la solapa)
Y no piensa en la geometría
con que una gota cae
si en el asfalto no queda ni una huella.
Los amigos vendrán qué tal la lluvia Christa.
Ella colgará su impermeable,
su sombrilla mojada
y los invitará a pasar luego con su mejor sonrisa.
SEÑALES
Los oceanógrafos descubren que las aguas están muertas
y yo me río sola.
Y yo me río sola con mi cabeza llena de barcos.
Del otro lado del muelle hay infinitas banderas esperándome
infinitas ciudades infinitos puertos.
Tiro mi lengua- anzuelo y la abro como un mapa.
Conozco todos los idiomas. Aun puedo orientar a los peces.
Pero los peces huyen.
Los oceanógrafos se ríen solos
y yo digo que están muertas las aguas.
LETANÍA DEL SUEÑO
De alguna guerra o enfermedad aberrante todos íbamos a morir.
Tarareando un himno cavando un túnel bajo tierra asfixiados.
Avancé en la fila por la parte de afuera.
Rayé la ventanilla con la esperanza de mostrar las uñas.
- ¿Ha tenido usted lepra?
Anduve a medio vestir allá por los años 40/
tenía la boca pestilente/ y me perseguía mi
madre con un cuchillo de mesa/ los misiles
bombardeaban la calle/ yo acarreaba agua para
quitarme la mugre/ y aparecer sonriendo en los
diarios/ alguna vez me crucé con Ana Frank/
puedo jurar que lloraba/ y que pedía ayuda/
y yo qué podía a medio vestir/ si no había
tiempo/ y en los ratos libres hacía de extra/
en una película de amor de los años 30/ y
amaba al director/ y a la primera actriz/ y
también lloraba/ y el día siguiente me veía
siempre con telarañas en los ojos/.
No debería marcar esta ciudad en los mapas.
Ni en las esquinas sacudirme el polvo de los autos.
Todos íbamos a morir, no a pedalear por las mismas calles.
Con el mismo cansancio de quien nunca estuvo en otra parte.
Pedaleo/ con la certeza del desconocido que
a nadie debe/ pero esta ciudad al final me derrota/
ya había derrotado al deportista/ y al cartero/
y derrotó al amigo/ y al vecino que me descubrió
un día/ y ahora pinta mis brazos/ abiertos a los cuatro
vientos/ mi cuerpo bamboleándose/ atravesado por
una vara/ con un cristo orinando en el centro/ y algunos
pájaros encima/.
De alguna guerra o enfermedad aberrante todos íbamos a morir.
Afuera llueve.
Alguien raspa el cristal con la esperanza de mostrarme las uñas.
de Elogio de la sal (Santiago, Cuarto Propio, 1996)
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