Pedro Santacilia
Pedro Santacilia (1834-1910) poeta liberal cubano. Por sus ideas liberales en favor de la independencia de Cuba respecto de España fue encarcelado y luego exiliado. En Nueva Orleans conoció a Benito Juárez con el que entabló amistad. Luego radicó en México casándose con la hija mayor de Juárez, Manuela Juárez Maza.
Durante la época de la invasión francesa en México, Pedro Santacilia tuvo la encomienda de Juárez de cuidar de Margarita Maza y de sus hijos (su suegra y cuñados) durante el tiempo que estuvieron en Nueva York. También se encargaba de buscar armas en norteamérica para la causa republicana en México, tarea difícil pues Estados Unidos estaba en plena guerra civil entonces. De 1862 a 1863 colaboró para el periódico sátirico La Chinaca.
Luego que Juárez salió avante de la invasión francesa se incorporó al gobierno mexicano y consiguió que Juárez reconociera el derecho del pueblo cubano a la beligerancia, es decir, a luchar por su independencia. Fue un apoyo fundamental para Juárez y para la causa de La Reforma en México.
¡ADIÓS!
¡Partir es preciso! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!
No más, Cuba hermosa, veré tus montañas,
tus límpidas aguas, tu fúlgido sol;
que pronto vagando por tierras extrañas
ni habrá quien escuche mi lúgubre ¡adiós!
Por eso abatida mi frente altanera
la nube oscurece de acerbo dolor;
por eso es horrible la voz lastimera
que sale del pecho diciéndole ¡adiós!
No más la sonrisa veré seductora
del ángel hermoso que guarda mi amor,
y sola y doliente mi suerte deplora
la voz escuchando que lleva este ¡adiós!
Mi triste familia que gime angustiada
al cielo elevando ferviente oración,
tal vez para siempre de mí separada
tan solo el recuerdo tendrá de mi ¡adiós!
Mis fieles amigos, mis pobres cubanos,
al yugo sujetos de férrea opresión,
también un suspiro cual buenos hermanos
darán al proscrito que manda este ¡adiós!
¡Adiós, pueblo mío! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!
Si quiere el destino que lejos sucumba
del suelo adorado que vida me dió
mi voz postrimera: la voz de la tumba
en alas del viento te irá con mi ¡adiós!
Un cuento triste sobre...
NUESTRO SEGUNDO HIMNO NACIONAL
Por Q.R.
- Abuelito, ¿qué es un mito?
- Pues, muchacho, hay varias acepciones que definen esa palabra. Una tiene que ver con seres fabulosos y su relación con los humanos, con idealizaciones que adquieren credibilidad, con sentimientos que estimulan a la gente, a la colectividad… Pero ¿a qué viene la pregunta?
- Es que cuando salí de la escuela, ahora para la celebración del 15 de setiembre, escuché a un padre de familia decirle a su hijo que la Patriótica Costarricense es un mito.
- En verdad que ese señor no anda muy lejos de la realidad, aunque me parece que se trata de un inocente plagio de algún costarricense que conoció, allá por los años medianeros del siglo diecinueve, la letra del poema original. No se conoce quién modificó aquí esa letra y mucho menos quién compuso su música que nos conmueve tanto al escucharla. Cuando me interesé en este tema, no logré encontrar una versión de la letra de este segundo himno nacional que diera su autoría.
- ¡Cómo es posible!, abuelito, se trata de unos versos y una música que todos los costarricenses llevamos en el corazón… se escucha más que el mismo himno nacional…
- Yo también lo siento así. Sin embargo, compatriotas que se interesaron en el tema lograron establecer, con total certeza, el origen de la letra que hoy conmueve hasta a los más indiferentes en su fibra patriótica.
- ¿Por qué su autor? Con solo mencionar el nombre del costarricense es suficiente…
- No, no fue ningún tico. Pero tampoco quedó noción fidedigna, como te dije, de la persona que introdujo la letra en nuestro país en los primeros años del primer gobierno don Juan Rafael Mora, 1850 ó 51.
- ¿Cómo que introdujo la letra?
- Su origen es cubano y el poeta autor de la letra, Pedro Santacilia, fue un patriota que luchó por la libertad de su pueblo del dominio español, igual que lo hiciera también su gran compatriota, héroe y también poeta José Martí, Santacilia sufrió en su país persecución, cárcel y exilio en México, donde se relacionó con Benito Juárez, el también gran patriota mexicano que dirigió la lucha independentista de su país contra los franceses y contra Maximiliano, el imperialista. Aquella relación lo llevó, inclusive, a formar parte de la familia de don Benito al desposarse con una de sus hijas. No regresaría más a su patria.
- Fue en México, abuelito, donde escribió la letra…
- No, muchachito, lo hizo estando en la cárcel en su país como perseguido político. Se dice que la escribió en una de las paredes de su celda anotándole como título “A Cuba”. De la música, que es sencillamente una inspiración cuajada de sentimiento que se fusiona sólidamente con la letra, no he llegado a saber nada sobre su autoría.
Todas las publicaciones, incluyendo la de la recopilación de don José Daniel Zúñiga Zeledón, Lo que se canta en Costa Rica, no mencionan los autores de la letra y la música.
- Me quedo perplejo, abuelo. Siento un amargo sabor muy adentro.
- Es el mismo que siento yo desde que me enteré de esta situación. Sacá, muchacho, tu conclusión comparando la letra de la Patriótica, que te la sabés mejor que yo, con el poema de Pedro Santacilia:
A Cuba
Cuba, Cuba mi patria querida,
vergel bello de aromas y flores,
cuyo cielo de puros colores
densa bruma jamás ocultó.
Yo a las sombras nací de tus palmas;
tus sabanas corrí siendo niño,
y por eso mi eterno cariño
adorarte por siempre juró.
Yo no envidio los goces de Europa,
las grandezas tampoco que encierra,
que es más bella mil veces mi tierra
con sus brisas, sus palmas, su sol.
Con su sol que el invierno respeta
sin que pueda su mano de hielo
la verdura borrar conque el cielo
nuestros vírgenes campos vistió.
Nunca helada se vio, Cuba hermosa,
en tu suelo la limpia corriente,
ni del ábrego el soplo inclemente
agostó de tus prados la flor.
Los cafetos cuajados de frutos
cubren siempre tus altas montañas
y en los llanos dulcísimas cañas
miel nos brindan de rico sabor.
En tus bosques jamás, patria mía,
el rugido se oyó de la fiera
que sedienta de sangre corriera
de la víctima mísera en pos.
Aquí solo se escucha en el campo
el arrullo de tierna tojosa
y la voz apacible, armoniosa,
del sinsonte que canta su amor.
No en tus valles las pardas almenas
se descubren de viejo castillo
que recuerden al pueblo sencillo
los horrores de tiempo feudal.
Allí solo la ceiba coposa
alza bella la frente altanera
y a su lado la verde palmera
que hace suave sus pencas sonar.
Cuba, Cuba, mi patria querida,
vergel bello de aromas y flores,
cuyo cielo de puros colores
densa bruma jamás ocultó.
Yo en tu suelo nací venturoso,
tú abrigaste mi cándida infancia
y por eso mi eterna constancia
adorarte por siempre juró.
Benito Juárez y el fiel cubano, Pedro Santacilia Palacios que lo estimó como amigo y padre
Por: Adys M. Cupull Reyes
(Cubarte).- “Juárez, el indio descalzo que aprendió latín de un compasivo cura, echó el cadáver de Maximiliano sobre la última conspiración clerical contra la libertad en el nuevo continente”.* José Martí *
Siempre que se hable del Benemérito de las Américas, se tendrá que recordar a su máximo colaborador, el más ensañado enemigo de la España colonial. Señaló el historiador Francisco Ibarra Martínez en una conferencia dictada en la Casa Museo Heredia en 1971, al referirse al cubano Pedro Santacilia Palacios.
Juárez estaría complacido si se habla hoy, del cubano que quería como hijo y con afecto de padre le decía "Santa". En este relato sobre algunas acciones del Presidente de México, que nos enseñó cómo se debe llevar a cuesta el Gobierno de una República cuando está amenazado u ocupado por una nación extranjera, está presente su querido hijo.
Iba Don Benito, itinerante, a pie, o en un carruaje, por los llanos o por montañas; por caminos, o senderos, pero con su "República", para que no se la roben. Eso nos enseñó Juárez. El mexicano que fue elegido Presidente de la Nación, siete veces; el indio descalzo que aprendió latín y mostró, que eran necesarias las Reformas Sociales en Nuestra América; que el indio puede aprender a leer y escribir, echar a andar, y gobernar. El mexicano que levantó su voz para demandar que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley.
Benito Juárez, es historia y acción. Nació en San Pablo de Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806. A los 15 años ingresó como alumno externo en el Seminario de la ciudad, Estudió Gramática Latina, Filosofía Escolástica y Teología Moral. Se alistó para la defensa del Itsmo de Tehuantepec cuando fue invadido por los españoles.
Más tarde fue Regidor del Ayuntamiento de Oaxaca y electo Diputado Local. Se incorporó al Partido Liberal. Continuó los estudios superiores y en 1834 obtuvo el título de Abogado. Luego fue nombrado Magistrado de la Corte de Justicia del Estado de Oaxaca. Después, fue Juez de Primera Instancia del Ramo Civil y de Hacienda en la capital del Estado. Como todo joven fue romántico, se enamoró y casó con la señorita doña Margarita Maza.
En 1841 se le designó como Secretario de Despacho del Gobernador del Estado de Oaxaca. Después, Gobernador Provisional y luego, Constitucional.
Formado con un ideario altamente patriótico y radical, en 1853 sufrió el destierro, junto a otros liberales, entre ellos, Miguel Lerdo de Tejada. En ese significativo año, del nacimiento de José Martí, en la vida de Benito Juárez ocurrió otro hecho histórico: su encuentro con el patriota que el Héroe Nacional de Cuba llamó El fiel cubano: Pedro Santacilia Palacios. Sucedió en Nueva Orleans a donde también había llegado desterrado por sus ideas independentistas, el joven poeta.
Pedro nació en Santiago de Cuba, el 24 de junio de 1826, su padre Joaquín, fue un catalán oficial del ejército español; y su madre Isabel, una criolla nacida en Santo Domingo.
Las anécdotas recogidas por los biógrafos de Santacilia relacionadas con la vida de Juárez muestran el alto grado de fidelidad, respeto y admiración, que existió entre ambos.
Se cuenta que al despedir al mexicano cuando éste se dirigía a México para apoyar el Plan de Ayutla, Pedro Santacilia le pregunta: ¿Dónde nos volveremos a encontrar? Juárez dijo: “En México libre o en la eternidad”.
Sin embargo, ambos volverían a encontrarse en distintas circunstancias. En 1859 Juárez continuó relacionándose con Santacilia que era por entonces socio de la casa Goicuría y Cía. No demoró en colaborar con su amigo y con la Revolución Mexicana, primero en la Guerra de los Tres Años contra los conservadores, después como itinerante en la Guerra Colonial que impuso Francia para sostener el imperio de Maximiliano. Y no cesó en la colaboración con la causa por la independencia de Cuba.
Tres años pasó en Nueva York dedicado a los intereses diplomáticos y políticos de La República Constitucional de México como la tituló durante el gobierno de Juárez, a quien le decía: “amigo y padre”. Se explica por los biógrafos que Santacilia desarrolló una extraordinaria habilidad diplomática, supo discrepar y aconsejar al Presidente, que encabezaba sus cartas nombrándolo “Mi querido hijo Santa”.
Entre sus responsabilidades, además de Secretario Particular y yerno de Juárez, Santacilia, fue Diputado en el Distrito de Tula, redactor del Diario Oficial, La Chinaca, el Heraldo, y El Nuevo Mundo.
Los mexicanos de honor agradecen las profundas refutaciones que hizo contra las calumnias levantadas al Benemérito de las Américas, que como todos los que alcanzan esa gloriosa cima, tuvo enemigos. Afirman que el cubano reunía dotes de escritor, un raro y acucioso rigor histórico y un sentido político liberal. Algunos estudiosos de su vida, lo califican como Gran patriota dual cubano mexicano.
El 18 de julio de 1872 murió don Benito Juárez, su amigo, su padre. Él, siguió desempeñando su responsabilidad como Diputado hasta la caída del Presidente Miguel Lerdo de Tejada.
Según los testimonios, Juárez recibió elogios por la correspondencia que dirigía a Madrid, y se le llegó a ofrecer el honor de ser admitido en la Academia Española. En respuesta a la carta en que se le hizo el ofrecimiento, él escribió una posdata que decía que la corrección de sus cartas y su buen estilo se debían al señor Pedro Santacilia, su secretario, que manejaba el español con pureza.
El infatigable amigo fiel de Juárez y de México, mantuvo una ininterrumpida correspondencia con sus compatriotas y compañeros cubanos, de quienes recibía la prensa y se mantenía actualizado de los acontecimientos ocurridos en la isla. Poseía en su casa una Galería dedicada a los héroes independentistas.
Dejó una importante obra literaria, escrita, se descubre la interesante Colección de Apólogos, una respetable colección de poemas dedicados a la Patria, a la naturaleza, a los héroes, a la mujer. Redactó el famoso semanario “El cura de Tamajón”; en versos. Colaboró en el periódico “La Verdad”/em>; y con el Ateneo Democrático Cubano de Nueva York; fueron publicadas sus conferencias con el título: Lecciones Orales de Historia de Cuba, impartidas en Nueva Orleans.
Fue el Primer Cubano que se inscribió en el Consulado de México, cuando éste se abrió el 20 de mayo de 1902. murió en esa querida ciudad, que también era suya, el 10 de marzo de 1910, añorando ver de nuevo la ciudad natal, Santiago de Cuba, donde estudió y fue maestro.
Para leer palabras textuales de Pedro Santacilia, estos versos de su poema “A Cuba” dedicado a su amigo Matías M. Averhoff.
Cuba, Cuba, mi patria querida,
Vergel bello de aromas y flores,
Cuyo cielo de puros colores
Densa bruma jamás ocultó;
Yo a la sombra nací de tus palmas,
Tus sabanas corrí siendo niño,
Y por eso mi eterno cariño
Adorarte por siempre juró.
Fuentes:
-José Martí El Día de Juárez, Patria, Nueva York, 14 de julio de 1894
-Juárez, señal de la Patria. México 2000
-Pedro Santacilia, El hombre y su obra.
Centro de Investigación Científica Jorge L. Tamayo. A.C.
México. Tomos I y II. Compilación de Boris Rosen Jelomer
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