jueves, 26 de diciembre de 2013

JAIRO ROJAS ROJAS [10.778]


Jairo Rojas Rojas 

Nació en Mérida, Venezuela, en 1980. Licenciado en Letras mención Historia del Arte por la Universidad de los Andes. Ha publicado los libros de poesía:

La Rendija de la puerta ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011) y La O azul premiado en el III Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012). 

Su tercer libro Casa para la sospecha está en vías de publicación y fue merecedor del premio mención poesía en la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013). 

Le interesa el Land Art y el Arte Outsider. 





Del libro: Casa para la sospecha

Día 2

                  Emily Dickinson se recluyó tan desmesuradamente 
                  en la segunda mitad de su vida
                  que durante los últimos diez años no salió de su casa ni una sola vez
                                                                                                                                 David Markson 

Una puerta blanca que no sabe si da
para adentro o para afuera
esa es la diferencia que no hay tal
y mira desde su tono inmaculado
una habitación que nunca termina
un huésped que aún busca su razón
en las palabras enrarecidas por la luz
primera,
cada gesto una letra cada silencio otra oportunidad
por eso se sienta, con pelo alborotado, ojos legañosos
atento a cada movimiento del día nuevo

ahí las cosas pierden gravedad

todo es raro todo flota
por eso está ahí
no ha salido 
buscando
soportar la intemperie
desnudo
dibujando con el alba una ventana donde poder mirar
mirar mirar Entrar

como si tratara de recuperar la memoria / recordar
lo que el poeta dijo hace siglos
muriendo

soportar el peso de todas las caídas de su pueblo ahí
bien adentro
en cada amanecer
en ese cuarto de cielo verde
de hojas arrancadas flotando y un vacío alrededor del árbol más alto
una gotera que acorrala el silencio
las manchas blancas en el suelo, la-te-la-de-araña que hace cantar
las paredes sostenidas por libros delgadísimos
como soledades unas tras otras, abrazadas,
dos camas llenas de corotos baratos
ropa con huella, remendada,
Música Sin Fin Que Cubre Hasta Donde Alcanza La Vista

la miseria también flota como bruma

la ve sentado y desnudo como hace tanto tiempo
una nube entre cuatro verdes paredes
y en silencio quiere aprender a nombrar
las palabras adentro de las palabras las mismas
ahí
donde sólo hay extremos  nada de centros  de mitad  de duda
nada de orden que permita entender ese triste celaje
cubierto

no sabe hacer otra cosa  no hace más
i n m o v i l
viendo el movimiento— de—  la—  luz—  cuando
se — aquieta

con tanta escases nace otro huésped que sentado y desnudo escribe
una historia paralela    la verdadera, quizás





Día 27

Su distracción en el mundo es la atención por
los pequeños objetos de esta nación:
una fotografía de un muerto que nadie recuerda,
su camisa preferida que no significa nada pero dice mucho,
en esa foto
de ese pequeño y roído álbum que dice:
“siendo así, prefiero compartir los recuerdos”
y que ahora él ve junto a su ropa preferida,
otos r  tas, in ompletas, de ángeles mirando, hacia arriba, el largo camino a sus hogares,
magos blancos que abren los brazos desde las montañas hijas de un mar que nadie vio,
fotos con personas con las que se mantuvo una provechosa relación telepática,
imágenes de gente que no se miente a sí mismo pero sí a los demás,
caminos de tierra donde en 1853 no pasó nada, la noche que verá terminar al hombre
por su propia mano
la gente que camina lento porque siempre llevará un niño de la mano,
el perro que atravesó todo el país buscando su amo, llorando,
fotos, fotos, para que siga recordando sus padres, débil memoria,
imágenes que se suceden sin orden, como todo Eso.




***

Todo es: Otsomuru


***

Esperar hizo al arte

***


El placer engendró el arte

***


Lo único que merece seriedad es el juego

***


Lo primero es aniquilar el concepto

***


Hablar de manera extraña es lo primero

***


El árbol: vio como cortaron su tronco y no se quejó

***


Daba la impresión de que siempre estaba a punto de marcharse

***


Están los que viven con un pie en el siglo XXI y el otro en el siglo I

***


¿quién es un revolucionario? / ¿qué es?

***


Los gatos son contagiosos

***


Qué triste el civilizado

***


Crisis: espiritual → lenguaje→individual→social…

***


Lo que más lo asusta es el origen

***


“Entre más estudian menos saben” Pedro Rojas, 74 años. Analfabeto.

***


En el jardín de Morotuto todos los escarabajos
llegan a morir.
Es el primer cementerio de escarabajos que él ve.

***


Prefiero los gatos, queridos

***


La historia demuestra que hay futuros que ya acontecieron

***


Esto es un recuerdo
Esto es un recuerdo

***


Otsumuru
es todo

Del libro La O azul:





22

su estar en todas partes
su percusión encima de nuestras cosas / ¿nuestras? 
pa pum papa pum papapa plash plash 
“tápese los oídos, tápese los ojos” —decían por costumbre 
                                                   los que no eran de la familia—

pero no provocaba / preferimos ver hasta el final

podría dedicarme a esto  —decía—, simplemente, hasta que 
no sepan nada
de mí
de nosotros de todos ustedes
señores y señoritas

“tápese la cabeza, tápese la boca” 
porque ya  tiene un hueco
ahí y allí y allá
¿uno?, ¿dos? siete agujeros del tamaño este / como  el mío
mírelo bien, tápese los ojos
por donde salgo, a diario me despeño, aunque los demás en gracia
les caiga 

usted que está en todos lados Sonando
lo ha visto
su música viva de su negra mano lo ha vivido
y ve que el mundo no cambia
yo  cambio a mitad
las lagunas de mi pecho crecen caminando

no supe cómo hacer días, prestar atención
que no entendimos los palacios, sus almas mesuradas
usted que habla con mamá, con Dios en la negra música
que me ve cortándome las manos y sacándome los ojos de
la fría cuenca
avise de cómo suena la esfera que nos corroe
¿qué hacemos con sus notas enrevesadas?
mire que su ausencia, querido hermano, 
tiene una música / la otra
siempre siempre siempre
y está en los discos que me miran de aquí para allá, por horas, en la habitación,
está cuando ya no hay nadie en el mundo
aquí ahí allá
acá donde callamos
las siete voces huecas, sus negras cuencas vacías
que nadie lo pregunta
que nuestra madre lo sabe
cuando camina en círculos sobre la arena
hasta exhausta quedar, al fin del año, mirando un cielo
“raro” dice
que nuestro padre le duele la cabeza y no se queja
y sabe de lo que escondemos
camina en ese sol por los inútiles de la casa sola
que nos vamos huyendo por toda la orilla

usted lo mira; yo lo sé yo no lo invoco, usted está
con lo que insiste
ahora que lo sabe todo
y que no he logrado un día completo aún
qué hago con tanta música, a dónde va que nos lleva 

(José Gregorio, 2010)




28

bajamos
y nos vamos de nosotros mismos,
con amor nos destruimos para ser aceptados
donde no pertenecemos

                                                                            subimos 
                                                                            a llevar esa agua que se retuerce
                                                                            una lágrima sobre la espalda 
                                                                            en costal
                                                                            al lugar del encuentro
                                                                            como fue el acuerdo del primer día 

en eso se va la famosa seguridad
se va el sentimiento soleado del día
se va lo duro de la luz

es costumbre, pues, angustiarse

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Del libro: La rendija de la puerta



(…)

a esta casa le preocupan también los otros hogares,
no quiere caerse su techo,
no pretende aquietarse,
                        como puede decide lanzarse sobre mí, 
                        con todo y sus cinco paredes,
para hablarme 
del—movimiento—de—la—luz—cuando¬—se—aquieta—

me hace subir la cuesta mientras desciendo con su cuerpo,
bajo ese sol que hace gritar la luz del día
para al final del ciclo
construirla / re-construirla / otra vez / como ayer /
pala y pico, barro y molde
en contra de una multitud donde todos hablan al mismo tiempo;
sudando el calor del fin del mundo
para protegerme de mis paisajes
tormentosos y
exponerme en la habitación de 
las voces de siempre
que no 
callan
a pesar del hambre, las altas horas y los finados tirados en la calle
sin zapatos
sin nada

es la derrota—oigo decir—

pero la casa se mueve: sus dos cuartos, la cocina y el minúsculo baño
le da luz a la calle y a mi rostro siempre joven
mientras mi madre me ayuda con el alimento y mi padre 
con dos monedas sencillas,
para que uno esté adentro de uno y sepa qué hacer con 
el vacío en las manos

 hechas de barro, igualmente, como el pecho, como todo esto,
                        para reconstruir





Suena cuando cae en el agua

la gran lluvia siempre
en el fluvial valle con forma de lágrima
derramada por todo el cuerpo
de calor, herido
por el sol que no salía de casa, odiado en voz baja

la vista descansaba con el agua hasta el cielo, 
los oídos regresaban a su puesto, 
bailaban acá tantas gotas  y sonaban allá como gritos adentro,
vistos también allá en el parque
de los especialistas en perder el tiempo,
ésos que viendo por la ventana sonora preguntaban 
por horas y horas
las distancias que hay entre   A---------------------------B

la gran lluvia no nos atormentaba
siempre seguía oculta 
                               en las habitaciones, 
dentro de uno mismo

y nos llevaba a tendernos en el suelo
sin más ambición, mirando el techo

la lluvia
venía por el lado del amor 
                a pesar 
                de sus tonalidades,
la razón burlaba, 
desairaba
las incorregibles preocupaciones
a media voz
moldeada en color vasto
como un ritual para callarse de una vez por todas

nadie sabía su origen,
su constancia

                   invierno largo que siempre empezaba
lloviendo sobre agua, verde sobre verde,
todo muy amarillo 
alto
que tomaba la cabeza de los distraídos y la sumergía en agua,
 con ganas,
midiendo las ganas de vivir 

nada entendíamos en aquellos días,
nada entendemos ahora
pero no nos importa





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