lunes, 30 de diciembre de 2013

RODRIGO CÍRIGO [10.802]


Rodrigo Alberto Círigo Jiménez 

(Ciudad de México, 1992). Es poeta, orador y traductor. Obtuvo el primer lugar en el VI Concurso Nacional de Expresión Literaria “La juventud y la mar”, por el estado de Michoacán (Semar-Conaculta, 2006). Ganador del Primer Concurso de Oratoria del Sistema Incorporado (UNAM, 2008). Primer premio en la categoría de Traducción Literaria del Concurso 39 de la revista Punto de Partida (UNAM, 2008). Mención especial en el VII Shakespeare Competition (TAMF, 2009). Miembro del jurado del International Speech Contest (TI, 2009) y del consejo editorial del periódico Reforma. En 2010 participó en el Shakespeare Schools Festival. Ha publicado en revistas impresas y electrónicas como Ágora, Boletín Editorial de El Colegio de México, Círculo de Poesía, La Cigarra, La Hoja de Arena, Opción y Punto de Partida. Forma parte de Telescopio: Antología de escritores nacidos en los noventa (Alabastro, 2013).



UN CRISTAL QUE AÚN NO EXISTE

los barcos se hunden sin cambiar su curso

el sol se desvanece
pero no abandona la claridad

los zopilotes disecados
siguen perteneciendo al aire

somos dibujos de vapor
en un cristal que aún no existe

sin número sin rostro
como manzanos que se extienden

hacia la tierra acontecida



OCULTA TRANSPARENCIA

tu piel cubierta de rasguños
ríos finísimos apariciones
tu piel fecunda el hierro
anterior a los volcanes al primer tórax
que masticaron las lombrices
el ritmo de tu piel
maderos que unen puntos
como señas de gis o como andamios
limpias agujas
rostros que se confundirán
casi hojarasca
tu piel oculta transparencia



OIGO A LOS HÉROES

                                            (Para Alonso.)

oigo las gallinas sacrificadas
oigo calzones de origami
oigo la sed y su transporte
oigo a los héroes masticando

y creo que el amor es poca cosa
cosa de puercos
como escribió lizalde

oigo el alma reducida a un termómetro
oigo el placer de un filete grasiento
oigo también tu pecho detenido
tus manos y el silencio que se instala
cuando ahogas la luz y me desvistes



UNA BOTELLA DE LYSOL

(sobre esa escena que no pertenece a Allen Ginsberg)

éste es un torso para vachel lindsay
el hombre hotel de paso
los hematomas de azafrán
el corazón aguijonado en una azotea

éste es un torso
para su “pocahontas nuestra madre”
su “ por qué voté por los socialistas”
y aquel “modesto pájaro del jazz”

éste es un torso para vachel lindsay
mientras bebe una botella de lysol
como quien mira el sol y piensa
que la felicidad tal vez dure para siempre


a.


Estar aquí no es presencia; es olvido.

Estar en la misma calle (el pasto húmedo, las palomas,
un paquete de cigarros que el sol ha desteñido).
Estar como quien reza,
en cuclillas detrás de los arbustos,
para que su espera no sea en vano.

Perpetuar, sin saberlo,
la agonía de unas piernas desnudas,
cubiertas de hierba, enfrentadas,
es justo lo que nos han advertido:
cuando cerraban las ventanas
para obligarnos a evitar la lluvia,
era éste su temor, ésta su desesperanza
(los demonios, las trampas,
la insuperable atrocidad del mundo).




b.



La imagen de un periódico

que muestra el puente derrumbado,
dibujos de vapor en los cristales,
el mar otra vez sobre las hamacas,
sólo son estaciones del olvido.

Y tu ropa doblada,
tu cuerpo hundido en el sillón;
estás fumando
y ves que afuera empieza a oscurecer.

No sabes, no sospechas:
también ha llegado la noche
al pequeño cuarto donde dormimos.
Crees que basta dejar la luz prendida
para hallar lo que buscas,
pero ya ha pasado la hora.

Es tarde para ti,
para nuestra complicidad,
para la nueva rama del granado,
pues no está aquí para ser
rama y luego flor, luego fruto;
la rama está aquí para pudrirse.

«Lo que ocurre es ya venidero»
–¿recuerdas la lección?–
eso significa que estar aquí
no es presencia ni es muerte;
es olvido, el olvido.



c.



Saliste de puntillas

para no despertarme.
De puntillas, con los zapatos en la mano,
las briznas se clavaron en tu piel
cuando cruzaste el césped.

Seguías la trayectoria de un pájaro
que fue a estrellarse en las cortinas
o el viento, la tranquilidad del viento,
o tal vez buscabas otro paquete de cigarros.

Cuando volvió a ser de día,
las pistas eran claras, inequívocas,
así que abrí el periódico
y me escondí entre los arbustos.

Las mismas palomas azules,
sobre todo la misma calle,
su semáforo descompuesto;
calle donde jugábamos a desobedecer
y a abandonarnos,
hasta que el juego dejó de ser juego
y entonces calle solitaria,
siempre vacía.

Espero aunque nadie va a regresar,
porque quizá nadie se fue
o nadie llegó; nadie estuvo nunca aquí.

El día que pases por esta calle
seremos exactamente los mismos,
pero no podremos reconocernos:
lo que ocurre es ya venidero
y estar aquí no es presencia; es olvido.




Contornos (poema circular)



Para M.R.R.H., en distancia y en anhelo.




rodamos por el pasto, en las calles,

limpiamos el amor, no esperamos;
tu boca, tus zapatitos rojos,
comienzan a explorar el subsuelo,
me arrastran hacia ti – estamos juntos

tiempo harto de ser tiempo, una luna
sorda desbarata las ciudades,
rascacielos de savia y hojarasca;
la orquídea por fin crece, riega
este cuerpo unido desde el fuego

nos enfrentamos a la distancia,
buscamos nuestro olor entre andamios,
mordemos la sed, la selva antigua,
y ya somos, de nuevo, dos tigres:
rodamos por el pasto, en las calles…




ICEBERG SIN EL TITANIC



Respuesta a un tema de H. M. Enzensberger.

(Para ellos, bajo las plantas de café.)


¿Pero quién ve el iceberg?

Los raspones       las magulladuras
los copos de nieve mutilados
Se derritió el núcleo       la raíz
los iglúes       las focas       los témpanos
el suelo entero       para siempre desnudo en medio del agua
Ese destrozo       antes del mantra del calentamiento global
selló la victoria del verano
¿Y quién habla de eso?
El iceberg va a ciegas con sus llagas
canceroso se arrastra por el océano
sanguinolento       casi un cadáver
Pero sólo hay misericordia para el barco
la mancha de aceite y óxido
extranjero entre todos los extranjeros       el invasor



ELOGIO DE LA SED



a veces me aburren sus cartas,

las fotos donde aparecemos juntos,
de modo que lo espío
con un vaso de agua en las manos:

mi novio y su olor a pan negro,
mi novio comiendo aceitunas,
mi novio vestido de perro dálmata
y sus Más, por favor, no te detengas;
mi novio un aneurisma,
un helicóptero fosforescente
desgarrando la medianoche;
sus costras, su holocausto, su cintura,

todo, pues, todo
cuidadosamente pulverizado,
disuelto en el agua que bebo a sorbos
como hacía él, cuando era mi novio



ESTAMPA DE SANTA MARÍA LA RIBERA



no pertenece al aire,

es hoja que se niega a desprenderse,
a hundirse en el pasto recién cortado;

sorda a las estaciones,
insecto bajo el ámbar,
pluma de águila en un separador,

se enfrenta al aire, lo reniega,
permanece en el aire,
malherida, inasible, la ventana




DINOSAURIO DE GELATINA



cuando ayer viste a un hombre

arrancar con los dientes
la cabeza de un dinosaurio de gelatina,
dijiste Ya no puedo más, el mundo es horrible,
y te fuiste a hacer la revolución;

tú, cuando ayer,
el héroe, el único,
el ruiseñor de Heine
antes de dios, por encima de dios,
el primer alfabeto,

dispusiste tus armas:
los volcanes activos, las jóvenes secuoyas,
el sombrero de explorador,
y sentiste lástima, cuando ayer,
antes de morderme los labios


LAS ALAS DE LOS MURCIÉLAGOS


clavamos en las alas de los murciélagos

pequeños alfileres azules
que representan las veces
que soñamos con volar,
con tener un cuarto
suficientemente grande
para nunca dormir solos

mientras, lejos de donde estamos,
después de cepillarse los dientes,
un niño se disfraza de Batman,
sube a la azotea, brinca,
sobrevuela los anuncios luminosos
y abajo llueven sus vísceras:
el murciélago, el murmullo, la muralla






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