domingo, 14 de agosto de 2011
4423.- RUBÉN DERLIS
Rubén Derlis (Buenos Aires, 1938) Poeta, escritor, periodista. En 1966 comenzó a realizar muestras de poemas ilustrados en forma individual o conjunta. Colaboró en revistas literarias y periódicos culturales de la Capital Federal: “El contemporáneo”, “Las espuelas del ángel”, “Actitud”, “Renovación”, semanario “Propósitos” y diario “Clarín”; del interior: “Cartón de poesía” (Tucumán), “La ventana” (Rosario, Santa Fe), y del exterior: “Revista de los viernes” (Uruguay), y “Cultura boliviana”, (Oruro, Bolivia), entre otras. Integró la dirección de la revista “Hoy en la cultura”, sección Poesía (1965/1966). En 1967 fundó y dirigió hasta 1972 las Ediciones Del Alto Sol. Miembro fundador del Grupo de los Siete (1983), colaboró en todas las entregas de poesía que el grupo editó.
Varios de sus poemas fueron musicalizados: Conmigo y Un corazón con música de Oscar Matus (el primero grabado en Buenos Aires y el segundo en París), El fuego compartido con música de Marta Kapustin (grabado por el dúo “Ouro Negro”, de Angola); Muchacha Buenos Aires y Del lado izquierdo con música de Miguel Alvarez; La casa del poeta y Sol americano con música de Hugo Pardo –el último grabado por Mercedes Akel–, entre otras composiciones.
Fue el primero en editar junto a Juan Manuel Sánchez en la creación artística, poemas ilustrados dentro de la modalidad póster, por lo que ambos son considerados como los iniciadores de la difusión masiva de poesía mediante este sistema.
Fundó las Ediciones Papeles de Coghlan (1993), y cofundador de la editorial Papeles de Boedo (2001). Integra el consejo de redacción del periódico “Desde Boedo”.
La piel del sol, Boulevard Voltaire, Tonos neutros, La casa del poeta, Mandato de Violante, Junio de lluvia, Con humana voz, Digo América, Indagaciones, Domingo panadero y Viento solar son algunos de sus casi treinta poemarios publicados. Sus dos obras en prosa son: Boedo y otras adicciones, y Guía para vagabarrios, libros de notas y ensayos breves sobre temas de la ciudad.
Trataron acerca de su obra el escritor Ariel Bignami en Arte, ideología y sociedad, y Leónidas Barletta en Boedo y Florida: una versión distinta. En 1994 dio una charla sobre la Generación del 60 –a la que pertenece– en la Frazer University de Vancouver (B.C.) Canadá.
Su blog: http://rubenderlis.blogspot.com
SONETO A BAIRES
Vos sos mía, ciudad, aunque se oponga
tu marido legal: el intendente,
y te amo en cada esquina, entre la gente,
o donde este habitarte lo disponga.
En el tango que busca tu inocencia
para arrastrarte hacia su desvarío,
y en la música nueva, desafío
de luz-color llenando tu presencia.
A veces no venís cuando te espero
–con más ganas de vos que de mí mismo–
para ser tu nostalgia un sólo instante,
porque sabés a muerte que te quiero
aunque a veces lo niegue –por machismo–
y que habré de morir siendo tu amante
(de Homo Porteñensis, 1993)
CAMBIOS/MODIFICACIONES
Desagotar el Sena, dejar fluir el Riachuelo.
Trocar los obeliscos: el de Plaza de la República
por el de Place de la Concorde.
Trasplantar el Botánico en el Jardín-des-Plantes.
En Place Furstemberg meter apretada toda Butteler.
En Notre-Dame la iglesia de Pompeya.
En el Pont de Tolbiac el puente Avellaneda.
Constitución en la Gare de l’Est.
Retiro en la Gare du Nord.
Barracas en Batignolles.
Honduras a lo largo del boulevard Voltaire.
El verde primavera de Figueroa Alcorta
sobre el dorado viejo de Champs-Elysée.
Quitar el Pont d’Iena, poner el puente Alsina.
Frente al Trocadéro el monumento a Alvear.
Corrientes nocturna en Saint-Germain.
Florida en la Rue de la Paix.
En los Jardins du Luxembourg (después de una lluvia)
un arco iris nacido en El Rosedal.
Boedo de punta a punta en Saint-Michel.
Y alguna cosas más
si decidiese quedarme para siempre en París.
(de Homo Porteñensis, 1993)
cierto adolescente
en las tardes de otoño casi noche
subía por la calle oruro que la sentía suya
iba a conversar con la poesía
junto a la estatua de florencio sánchez
mientras la luz caía pálida sobre su bronce
y la tristeza era más honda y era amiga
la melancolía esperaba en un verso cualquiera
compañera del regreso por chiclana
hasta entrar en las calles de siempre.
(de ordenar la vida, 1968)
EL POLACO
Llegó a la vida con el tango puesto;
lo demás fue destino saavedrense:
el fervor futbolero por platense,
su inclaudicable amor por lo que es nuestro.
Su canto nace puro en la vertiente
de su fraseo modulado en lunas,
azula el empedrado, y no hay ninguna
duda: el Polaco es del barrio y de su gente.
Cuando el abierto patio ya sea olvido
–una sombra agachada en la memoria–
y el último gorrión haya emigrado,
su voz vendrá por cielos del pasado
porque Saavedra guardará su historia,
a refirmar qué somos y hemos sido.
(de Cielo de Coghlan, inédito)
3011
En el 3011 he de seguir aquí;
no hay manera de ser en otra parte.
Estuve en tu comienzo –palo a pique–,
pionero de tu destino largo.
¿No tropecé acaso en cuanta piedra
sembró la Historia en tu camino aciago?
¿Quién sino yo, junto a los de mi clase,
puso el hombro, los huesos, las cenizas,
abrió la aurora, despejó mañanas,
gritó: adelante, y que el futuro pase?
Vos sos de algunos criollos,
unos miles de indígenas
y de millones de inmigrantes.
Estamos aquí y no desertaremos.
Así como te hicimos
desde el barro y el canto,
con esperanza y sueños te seguimos forjando.
Queda dicho. No tengo por qué irme.
Cuando te nombro,
otro lado queda en ningún lado.
De aquí a mil años te diré: igual que ayer
tenés mi corazón,
mi voluntad,
mis manos…
Vamos andando, Buenos Aires.
(de Cielo de Coghlan, indédito)
* * *
Cuando pisar fuerte por Saavedra no era cuestión de improvisar;
(menos aún lo era demorar una caña pendenciera en “El Cajón” de Cabildo
a un tiro de piedra de los yuyales de Vicente López).
Digo, cuando por los costurones del feite
se conocían los hombres de cuchillo que venían de otros barrios
a buscar por estos andurriales el aguantadero siempre a mano
si por cosas de la mala suerte se habían desgraciado.
Coghlan era un solitario apeadero;
la estación que habla inglés desde su andén al doble puente fue cosa de después.
Entonces cercanías de Belgrano para algunos
por su verdor y algunas semejanzas;
para otros,
prolongación de Saavedra sin cuchillo apurado y de mejor talante.
Distintas maneras –válidas todas ellas–
de nombrar a un barrio todavía nonato.
Después, lo que vino sin permiso de nadie
a dotar de otra vida pastizales y siestas:
el progreso sembrando la planicie de escaques
para mover trebejos de industria y de trabajo
y en un nuevo tablero dar jaque al tiempo viejo.
Salvo los de las vías, ya no hay yuyos en Coghlan,
y el último pesado de Saavedra
yace en el humus del Medrano entubado bajo García del Río.
Y hoy es esto que vemos,
donde ciertas nostalgias ya no caben
pues todo nos impele vertiginosamente
a no tener recuerdos,
o a algo peor: olvidar lo que fuimos.
(de Cielo de Coghlan, inédito)
(PARA GRABAR SOBRE UN MÁRMOL)
Tu color oxidado de hojalata
no ritmó su caudal para acunarme,
porque la vida vino a despertarme
al oeste del Río de la Plata.
Me trajeron temprano a tus orillas:
en Boedo fui naciendo a la aventura
de amarte a esquina y calle, con la hondura
que conjugan poesía y maravilla.
Y hoy que quemo los últimos asombros
en los cambiantes fuegos del camino
aún se enciende de vos mi amor sin pausa.
Cuando este ser que soy sólo sea escombro,
dirá la losa que cierre mi destino:
“Aquí yace un porteño honoris causa”.
(de Homo Porteñensis, 1993)
[http://alpialdelapalabra.blogspot.com/2011/07/ruben-derlis-soneto-baires-y-otros.html]
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