jueves, 18 de agosto de 2011
4470.- RAMÓN EDER
Ramón Eder nació en Lumbier (Navarra) en 1952. Vivió en Londres y en París, donde estudió filosofía en la Universidad de Vincennes. Desde hace muchos años reside en Pasai Donibane (Pasajes de San Juan), a diez kilómetros de San Sebastián. “Sus primeras obras” escribe Cristina Aznar Munárriz en la enciclopedia Auñamendi “son dos poemarios: Axaxaxas mlö (Pamplona, Pamiela, 1985) y Lágrimas de cocodrilo (Madrid, Hiperión, 1988). En esta última se aprecian ya los rasgos capitales de este autor: humor, ironía, la defensa de una cierta filosofía o un modo de estar en el mundo, cierta elegancia de aires clásicos al tiempo que ligereza y modernidad, obvio escepticismo en la mirada, libertad para transgredir y divertirse, mostrarse inteligente o frívolo”. En los últimos años, Ramón Eder ha cultivado sobre todo el aforismo y textos en prosa cercanamente emparentados con la poesía, del mismo modo que su poesía siempre ha contenido elementos narrativos, coloquiales y un cierto prosaísmo. Ha publicado habitualmente en revistas culturales como Claves de razón práctica, Artyco e Ipar Atea y ha sido director de la revista de literatura y viajes Ulysses.
OBRAS
Axaxaxas Mlö, Pamplona, Pamiela, 1985.
Lágrimas de cocodrilo, Madrid, Hiperión, 1988.
La mitad es más que el todo, Bilbao, El Paisaje, 1999.
Hablando en plata Zaragoza, El Híbrido, 2001.
Ironías Zaragoza, Editorial Eclipsados, 2007.
POEMAS
De Lágrimas de cocodrilo:
LA FRASE
Las palabras que ella dijo
aún se oyen diez años después en los aeropuertos,
en las playas, en el jardín y en la cocina.
Resuenan un momento,
actuando sobre los músculos del rostro,
y se van para volver en el momento más inoportuno.
A veces resuenan como truenos,
otras, con el sonido irónico del clarinete,
y a las noches como un zumbido turbador.
Pasan meses y pasan años
acalladas con éxitos mundanos,
con copias lujuriosas y con premios al tesón.
Pero nunca enmudecerán del todo,
porque nadie olvida la frase
con la que fue expulsado del paraíso.
EL CUERDO DE REMATE
Nieva sobre un rey en potencia
mientras su lady Macbeth urde,
en una cafetería de nombre tropical,
los alegres pasos que conducen al éxito,
ese éxito que no es un fin en sí mismo
sino un medio para conseguir lo inconfesable.
EL HOMBRE DE PASIÓN
Lo que yo quisiera ahora
es que tú, que estás bronceándote en Corfú,
ahora mismo llamaras a la puerta de mi casa
y, con deliciosos rodeos,
me dijeras que no puedes vivir sin mí,
y quiero lo que quieren los demás.
Pero, puestos a soñar,
lo que más me gustaría
sería estar paseando contigo
ahora mismo por el Parque del Retiro,
y en el monumento a Alfonso XII,
allí donde te duplicara el agua verdosa,
descargar mi revólver en tu tórax,
y quiero lo que quiere
el que quiere de verdad.
De La mitad es más que el todo:
EL ORO DE LAS RUBIAS
Taquicardias estéticas, cisnes en la cama,
esperanzas que se van volviendo amarillas
con el amarillo borbónico de España,
sueños de plata, virtudes de plástico,
canciones para después de una desilusión,
calles como cuentos de miedo, amigos de mármol,
noches narcóticas, líricos fracasos,
el oro de las rubias, esa infame sensación triunfal,
la mujer inmóvil, la monstruosa verdad,
optimismos oficiales, mitos para andar por casa
y el Tiempo con mayúscula
riéndose de la filosofía del reloj.
Y sin embargo estar vivo es maravilloso.
Los peores son los torturadores,
los mejores los que cantan.
LA T DE TIEMPO
Poco a poco se va formando la T de la frente.
Los surcos alargados y horizontales
y las dos arrugas verticales entre las cejas
van dibujando encima de los ojos la T de tiempo.
El Tiempo obsesivo y occidental de raíz latina,
el Tiempo pagano y católico del reloj de arena.
Los largos surcos los hacen las dudas,
las certezas, los profundos pliegues del entrecejo.
Pero día a día se va grabando esa T mayúscula
con lentitud biográfica
siendo totalmente visible sólo en la vejez.
Los favoritos de los dioses mueren sin ella
pero ¿quién quiere ser favorito de los dioses?
¿Quién no quiere llegar a ser un viejo verde, blanco y azul?
Ah, llegar a tener esa T entre las sienes
bien visible porque se ha vivido de la vida de la A a la Z
y poder decir con un sonrisa irónica de actor
"¡Que me quiten lo bailado!"
mientras uno se dirige con un bastón a la eternidad.
NÁPOLES
Viajé a una lejana ciudad
para ver un cuadro que me fascinaba,
fui a ver lo que tantas veces había admirado
sólo en fotografía. Cogí el avión y me fui.
Y, al fin, contemplé el cuadro magnífico,
su pincelada genial, su arte sublime.
Pero permanecí poco tiempo ante la obra maestra.
No podía concentrarme,
una sensual taquicardia me enervaba
y no podía apreciar del maravilloso cuadro su belleza.
La apasionante ciudad llena de vida
con sus calles, con sus tentaciones, con sus alegrías,
me tiraba como una hermosa mujer de la chaqueta.
Y al salir del museo encontré la belleza.
IRONÍAS
El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Todos los países han tenido su época cruel, si no no estarían en el mapa.
Las parejas que parecen más duraderas, cuando se rompen, se rompen como el duralex.
Lo único que se puede hacer por la mayoría es pasarse a la minoría.
Los que se pasan la vida intentando ser normales, no lo consiguen nunca.
Un hombre elegante no debería ir nunca a esos sitios horteras en los que es obligatoria la corbata.
Si nos alejamos mucho de una tentación, caemos en la siguiente.
Un político es un ciudadano menos.
La verdad es que si no se es un poco megalómano no se puede hacer nada importante en esta vida.
La buena suerte, si dura, acaba embruteciendo.
En realidad, todos sabemos qué pasa en el mundo y, si leemos los periódicos, es para olvidarlo.
La ironía delata a los cuerdos.
El pasado que no se olvida es el futuro que nos espera. Mala memoria es la que recuerda lo que habría que olvidar.
Aquellas personas que cuando ven una tragedia en el telediario pierden el apetito, después cenan el doble.
La venganza no sirve para nada, excepto para que no nos salga úlcera de estómago.
Nadie puede llegar muy lejos si no consigue hacerse varios enemigos importantes en su propia profesión.
Si uno lo piensa bien, todo, absolutamente todo lo que tiene se lo debe a los demás. Por eso ser generoso es simplemente no ser un miserable.
La modestia no está mal, siempre que sea falsa.
Las revoluciones sólo sirven para derramar sangre culpable.
Las estatuas no alcanzan la perfección hasta que son mutiladas por el tiempo.
No ir al teatro es una forma de hacer crítica teatral.
El orden en que se presenta la buena y la mala suerte es, en realidad, la buena y la mala suerte. En definitiva a todos nos ocurre lo mismo, pero en diferente orden.
La conciencia es la voz en off de Platón.
Los únicos que pueden acabar con el racismo son los extraterrestres.
España ya no es un país de cabreros, ahora es un país de camareros.
Cuando pasa cierto tiempo, uno se da cuenta de que todos los periódicos son amarillos.
De las depresiones sólo se puede salir sonriendo.
El éxito no es un fin en sí mismo, sino un medio para conseguir lo inconfesable.
Nuestros amigos son gente admirable, o nosotros somos tontos.
Lo mejor que se puede hacer con el pasado es pasarlo a limpio, ponerle título y venderlo a buen precio.
Un valle es más profundo que una rosa, pero no es más bello que una rosa.
La transgresión siempre merece un castigo, o un premio.
El pedante es aquel que con tal de enseñarnos todo lo que sabe, es capaz de enseñarnos todo lo que ignora.
Amores aristotélicos: puentes para pasar las noches.
Rebelarse es revelarse.
Se es igual de inteligente a los veinte años que a los cuarenta, pero con un poco de suerte no se es igual de tonto.
Lo imperdonable de los que acuden sistemáticamente tarde a las citas es que lo hacen porque a ellos les irrita esperar.
No se puede ganar al ajedrez si no se es un malvado, al menos mientras dura la partida.
Guardar cosas feas porque tienen un valor sentimental corrompe el gusto.
Para conocer a un hombre, lo mejor es echarle una mirada a sus calcetines.
Cuando vemos un monumento al soldado desconocido, tenemos que pensar que ese es el último insulto que le hacen a la carne de cañón.
En el fondo, las buenas noticias hay que encajarlas, como las malas.
El que publica un libro y no recibe ni una sola crítica, siempre podrá pensar que ha dejado al mundo atónito.
Un libro de aforismos debe ser como una de esas playas de Brasil llenas de mujeres que están bien y muy bien, pero en las que hay una docena que nos acelera el pulso.
Un aforismo es lo contrario de un mamotreto.
La inteligencia, a partir de cierto grado, se vuelve inevitablemente satírica.
Que se nos muera nuestro perro nos duele más que el hundimiento de un ferry lleno de gente en Camboya. ¡Somos humanos!
No tomar ninguna droga es inhumano.
Cuando uno se queda de piedra lo único que le puede salvar es esbozar una sonrisa.
DOS POEMAS INÉDITOS
AL SALIR DE LA PELUQUERÍA
El pelo crece de una manera salvaje
como nuestros locos deseos
y un día civilizado hay que sentarse en el sillón giratorio
para ponerse en manos de un peluquero sonriente
que parece un mayordomo maniático
y que es un garante de la civilización.
Primero nos coloca una especie de túnica ridícula,
después nos lava la cabeza con agua tibia
como si fuéramos romanos decadentes
y al fin empieza a cortarnos el pelo
como si nos estuviera recortando el díscolo yo.
Vemos la operación en el espejo resignados,
vemos la tijera amenazadora cerca de nuestro cuello
y hablamos cordialmente ¡qué remedio!
con el amable verdugo
que al final nos pregunta con ironía ¿Qué tal?
Decimos que bien por educación y por impotencia
y pagamos mientras nos cepilla servicialmente la camisa
como si fuéramos personas importantes.
Pero al salir de la peluquería, en los espejos de las tiendas,
nos vemos extraños y sospechosos.
¿ Quién es ese tipo tan repeinado?
Y es que de la peluquería se sale siempre transformado
en un correcto ciudadano
que es un auténtico impostor
que huele a galán de pacotilla
y que ha perdido algo como Sansón.
PARA NO PERDER LA SONRISA
Mi dentista es joven y atractiva
aunque lleva un uniforme verde horroroso
que parece un pijama de película de ciencia-ficción
aberrante.
Yo me tumbo en la camilla
que es un potro de tortura de diseño,
abro la boca
y sangro y sufro
porque me estoy haciendo un tratamiento periódico
para no perder la sonrisa,
algo importante a partir de los 50.
Ella es simpática y amable
y la musiquilla ambiental es insinuante
para que se relaje el cliente
como un salón de relax.
Pero durante una hora yo siento diferentes dolores y dentera
y pienso de manera caótica
en una antigua novia, en la dentadura de los felinos,
en los desdentados ilustres como Voltaire,
en el estoicismo, yo qué sé.
Pienso sin parar
sobre todo cuando ella me aplica el maldito torno
rozándome con su cuerpo juvenil.
Después pago los 100 euros
que eso también duele
y salgo de la clínica dental confundido
con la extraña sensación
de que he estado en una especie de casa de citas
sadomasoquista y lujosa.
Y todo
–tiene gracia–
para no perder la sonrisa.
http://poetasvascos.blogspot.com/2009/12/ramon-eder.html
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